sábado, 4 de abril de 2015

Marguerite Duras, nació un día como hoy, 4 de abril


Marguerite Duras

nacía un 4 de abril de 1914

un cuento, una novela, una película

seducción, el sugestivo encanto de la literatura

 

Marguerite Duras en 1930. Collection Jean Mascolo/Sygma/Corbis

 

Marguerite Germaine Marie Donnadieu, conocida por todos como la escritora francesa                        Marguerite Duras, nació cerca de la antigua Saigón —hoy: Ciudad Ho Chi Minh—, Vietnam, el 4 de abril de 1914.

Saigón [así la siguen llamando muchos], había sido la capital de la colonia francesa de Cochinchina, luego pasaría a ser capital de Vietnam del Sur, después de la independencia, entre 1954 y 1975.

Por esa razón, sus padres franceses, un profesor de matemáticas y una maestra, se habían trasladado a este lejano y exótico rincón del mundo, por separado a probar suerte.
Aquí se conocieron, se casaron y tuvieron tres hijos: Marguerite, Pierre y Paul. Su padre ya tenía dos: Jean y Jacques.
Única mujer entre cuatro varones.

Allí pasó su infancia y adolescencia, en su patria de agua, como le decía, viviendo en distintos lugares de la Indochina francesa y pasando situaciones económicas difíciles al morir su padre cuando apenas tenía cuatro años.
Marguerite y sus hermanos vivían en plein air, un poco vagabundeando.

Sin embargo, ella tenía une allure que la distinguía. Era particularmente linda y muy personal en la ropa que usaba y actitud con que se mostraba ante los demás.
Su madre, Marie Legrand, lo percibía, a pesar de estar tan ocupada en su lucha constante por conservar lo que tenían, luchando contra una naturaleza que amenazaba siempre y trabajando como directora de varios colegios.

Sus lectores crecen en número, son muchos los que renuevan las ganas de volver a la obra de Duras, que además de escritora fue cineasta, dramaturga y periodista.
Marcó una época con sus comentarios polémicos y su escritura poética, abordando temas como la soledad, el amor, la muerte y la política. Siempre directa y cruda, dotando a sus personajes de una evolución y superación en el sufrimiento. Con una actitud visionaria muestra la esperanza y compasión en ellos.

No creo que en esta época, con tanta sombra dando vueltas, vaya a escandalizar a algún lector con sus escenas eróticas tan bien narradas. Puede que desconcierte a veces, pero casi siempre fascina.

En la obra de Marguerite Duras la realidad de ser mujer es la esencia, y no porque sea una «literatura feminista», sino por lo femeninamente erótico de ese universo que se completa con el hombre. Logra expresar un rapport que va más allá de lo físico. Una intimidad en los encuentros dificilmente igualados por otro autor.

Basta con leer este cuento, donde la intensidad de un encuentro y el erotismo están tan bien expresados, cadencia y ritmo, todo va sucediendo, simplemente:


El tren a Burdeos



Una vez tuve dieciséis años. A esa edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigón, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1930.

                                                                                   Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven enfrente mío que me miraba.

                                                         Debía de tener treinta años. Debía de ser verano. Yo siempre llevaba estos vestidos claros de las colonias y los pies desnudos en unas sandalias. No tenía sueño.

Este hombre me hacía preguntas sobre mi familia, y yo le contaba cómo se vivía en las colonias, las lluvias, el calor, las verandas, la diferencia con Francia, las caminatas por los bosques, y el bachillerato que iba a pasar aquel año, cosas así, de conversación habitual en un tren, cuando uno desembucha toda su historia y la de su familia.

                                                                                                 Y luego, de golpe, nos dimos cuenta de que todo el mundo dormía. Mi madre y mis hermanos se habían dormido muy deprisa tras salir de Burdeos. Yo hablaba bajo para no despertarlos. Si me hubieran oído contar las historias de la familia, me habrían prohibido hacerlo con gritos, amenazas y chillidos.

                    Hablar así bajo, con el hombre a solas, había adormecido a los otros tres o cuatro pasajeros del vagón. Con lo cual este hombre y yo éramos los únicos que quedábamos despiertos, y de ese modo empezó todo en el mismo momento, exacta y brutalmente de una sola mirada.

En aquella época, no se decía nada de estas cosas, sobre todo en tales circunstancias. De repente, no pudimos hablarnos más. No pudimos, tampoco, mirarnos más, nos quedamos sin fuerzas, fulminados.

Soy yo la que dije que debíamos dormir para no estar demasiado cansados a la mañana siguiente, al llegar a París. Él estaba junto a la puerta, apagó la luz. Entre él y yo había un asiento vacío. Me estiré sobre la banqueta, doblé las piernas y cerré los ojos.

                            Oí que abrían la puerta, salió y volvió con una manta de tren que extendió encima mío. Abrí los ojos para sonreírle y darle las gracias. Él dijo: «Por la noche, en los trenes, apagan la calefacción y de madrugada hace frío».

                                                             Me quedé dormida. Me desperté por su mano dulce y cálida sobre mis piernas, las estiraba muy lentamente y trataba de subir hacia mi cuerpo. Abrí los ojos apenas. Vi que miraba a la gente del vagón, que la vigilaba, que tenía miedo. En un movimiento muy lento, avancé mi cuerpo hacia él. Puse mis pies contra él. Se los di. Él los cogió. Con los ojos cerrados seguía todos sus movimientos. Al principio eran lentos, luego empezaron a ser cada vez más retardados, contenidos hasta el final, el abandono al goce, tan difícil de soportar como si hubiera gritado.

Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido del tren. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor. Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí. Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer.

El ruido del tren volvió. La mano se retiró, se quedó lejos de mí durante un largo rato, ya no me acuerdo, debí caer dormida.

Volvió.

Acaricia el cuerpo entero y luego acaricia los senos, el vientre, las caderas, en una especie de humor, de dulzura a veces exasperada por el deseo que vuelve. Se detiene a saltos. Está sobre el sexo, temblorosa, dispuesta a morder, ardiente de nuevo.

                                                                            Y luego se va. Razona, sienta la cabeza, se pone amable para decir adiós a la niña. Alrededor de la mano, el ruido del tren. Alrededor del tren, la noche. El silencio de los pasillos en el ruido del tren. Las paradas que despiertan. Bajó durante la noche. En París, cuando abrí los ojos, su asiento estaba vacío.


*     *     *




Su vida fue, sin lugar a dudas, muy cinematográfica, o ¿fue ella que así la plasmó? Ya que además de escritora fue guionista y directora de diferentes películas.

Puede decirse sin lugar a equívocos que sus experiencias están en la mayor parte de su producción artística, ya sea novelesca, cinematográfica o teatral.

Conoció a su amante chino y supo mucho, que no quería ser pobre nunca más, entre otras cosas. Los que leyeron el libro o vieron la película reconocerán muchos datos biografícos al leer de su vida.

Los recuerdo ahora, la película y el libro, después de tantos años... esa escena del barco —época de barcos recorriendo el mundo entero—  partiendo de Indochina hacia Francia.
Era ella la que partía, ella había sido la fuerte en esa relación, nunca exteriorizando un dolor o pena, no se lo hubiese permitido a sí misma.

En los últimos encuentros, él ya no quería saber nada con ese cuerpo adolescente, faussement fragile, con una sonrisa triste muy dulce le decía que ya no podía, que quizá ya nunca se repondría.
Pero no hablaba de dolor, apretaba los dientes para no hacerlo.

Ahora el barco decía adiós, y ella sabía que él, escondido, la estaba mirando. Pasaron algunos días irreales, pretendidos como eran los de la navegación y ella escuchó ese vals de Chopin que conocía de modo secreto, y lloró sabiendo cuánto lo había amado.


 El amante, película franco-británica-vietnamita, dirijida por Jean-Jacques Annaud, 1991.
Basada en la novela semi-autobiográfica de Marguerite Duras.

Jane March y Tony Leung Ka Fai, protagonistas de El amante, película dirigida por Jean-Jacques Annaud, sobre el libro de Marguerite Duras

*     *     *






Marguerite Duras regresó a Francia en 1932, los años vividos en la Indochina francesa junto a su madre y hermanos la marcaron profundamente, y fueron inspiración para muchas de sus obras.

Comprometida siempre políticamente, entró en la resistencia en 1943. La gestapo detiene a su marido y en ese momento, frente a tanto dolor, decide dejar de escribir temporalmente.

Fallece su queridísimo hermano Paul, que se había quedado en Saigón con su madre. Esta etapa está reflejada en la novela, La vida tranquila [La vie tranquille, 1944]. Drama familiar, incesto, duelo, ausencia y el tiempo que pasa,... temas tratados con gran emoción y climas interiores, retomados en obras posteriores. 

Su novela, Un dique contra el Pacífico [1950] fue su primer éxito literario, muchos años después la reescribiría en obra de teatro con el nombre de, El cine Edén.

Los caballitos de Tarquinia [Les petits chevaux de Tarquinia, 1953] cuenta la experiencia de dos parejas y unas vacaciones en Italia, Días enteros en las ramas [Des journées entières dans les arbres, 1954] está entre las novelas cortas, sutil e intensa, muy recomendada.

Y tantas obras más...

Pronto se convertiría en una de las figuras emblemáticas del Nouveau Roman y de la literatura del siglo XX, con más de cincuenta libros, entre novelas y obras de teatro, todos escritos con el nervio de una mujer de coraje, con diálogos escuetos que sustentan ricas tramas.

El amante [L´amant, 1984] fue la que más éxito alcanzó, Premio Goncourt y traducida a más de 40 idiomas. Retoma el mismo tema de recuerdos de adolescencia en, El amante de la China del norte [L´amant de la Chine du Nord, 1991].

Junto a la novela corta, Moderato cantabile [1958], llevada también al cine y actuada por Jean-Paul Belmondo y Jeanne Moreau, y El dolor [La douleur, 1985], descarnado y complejo relato de los últimos días de la ocupación alemana y resistencia, integran quizá el trío más famoso.

Un trío que tiene un cierre de oro: Hiroshima mon amour [1960], llevada al cine con guión de la propia Marguerite y dirigida por Alain Resnais. Multipremiada e icono de la Nouvelle Vague.

Los textos intimistas posteriores se escribirán sobre esta inmensa base.
No voy a nombrarlos todos, mejor es ir descubriéndolos y elegirlos según el gusto de cada uno.
Recomiendo su lectura como también la entrevista del famoso programa de la televisión francesa, Apostrophes, presentado y dirigido por Bernard Pivot.



*     *     *



Mi libro en francés, leído hace muchos años y recordado siempre, con uno de los finales más hermosos...



L´Amant, Marguerite Duras. Les Éditions de Minuit




Des annés après la guerre, après le mariages, les enfants, les divorces, les livres, il était venu à Paris avec sa femme.
Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer.

Il lui avait téléphoné. C´est moi. Elle l´avait reconnu dès la voix.
Él le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz.

Il avait dit: je voulais seulement entendre votre voix.
Él dijo: solo quería oír tu voz.

Elle avait dit: c´est moi, bonjour.
Ella dijo: soy yo, ¡hola!

Il était intimidé, il avait peur comme avant. Sa voix tremblait tout à coup.
Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba.

Et avec le tremblement, tout à coup, elle avait retrouvé l´accent de la Chine.
Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China.

Il savait qu´elle avait commencé à écrire des livres, il l´avait su par la mère qu´il avait revue à Saigon. Et aussi pour le petit frère, qu´il avait été triste pour elle.
Sabía que había comenzado a escribir libros, lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y también por el hermano menor, que había estado triste por ella.
Et puis il n´avait plus su quoi dire. Et puis il le lui avait dit. Il lui avait dit que c´etait comme avant, qu´il l´amait encore, qu´il ne pourrait jamais cesser de l´aimer, qu´il l´aimerait jusqu´à sa mort.
Y después ya no supo qué decirle. Y después le dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte.


*     *     *
 
Este es mi recuerdo a la mujer y escritora que nos regala la aventura fantástica de su vida: el amor y el erotismo, el cuerpo y el deseo, la soledad y la muerte, la relación con su madre y hermanos, el hijo perdido y la tierra perdida, su luchas políticas y sociales que la enaltecieron y la hicieron sufrir, la literatura y el cine para encontrarse.

Directa, a veces feroz, y sin embargo tan sincrónica con los movimientos en su escritura, con las palabras suyas y la lectura nuestra... que nada molesta, nada perturba.
Acompañada con Chopin, su secreto, hasta la próxima,






C. G.




Mis notas, citas, lecturas y referencias


- Société International Marguerite Duras:
http://societeduras.com/


- Entrevista a Marguerite Duras en el famoso programa de tv, Apostrophes. Bernard Pivot: su «redescubrimiento» gracias al éxito mundial de El amante.
 https://www.youtube.com/watch?v=IVqxmOHmKZo


- Frédéric Chopin: Op. 69, No. 2 (Valse)
 https://www.youtube.com/watch?v=1ZMwlUnGrWc


- Cuentos de Marguerite Duras:
 http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/duras/md.htm

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