lunes, 27 de marzo de 2017

«Hotel Almagro», Ricardo Piglia

«Hotel Almagro»

Formas breves, 1999

Ricardo Piglia



La verdad de una historia depende siempre de un argumento simétrico que se cuenta en secreto. Concluir un relato es descubrir el punto de cruce que permite entrar en la otra trama.
R. P. 

Editorial Anagrama, 2005

Piglia abre con «Hotel Almagro», este breve relato, «que acaso apunta hacia la tesis de todo el libro: el extrañamiento y la búsqueda de sentido».

Dijo Ricardo Piglia acerca del cuento moderno:

     La versión moderna del cuento que viene de Chéjov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de «Dublineses», abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a lo Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola. La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.

Ricardo Piglia   

Espero que lo disfruten:

«Hotel Almagro»





     Cuando me vine a vivir a Buenos Aires alquilé una pieza en el Hotel Almagro, en Rivadavia y Castro Barros. Estaba terminando de escribir los relatos de mi primer libro y Jorge Álvarez me ofreció un contrato para publicarlo y me dio trabajo en la editorial. Le preparé una antología de la prosa norteamericana que iba de Poe a Purdy y con lo que me pagó y con lo que yo ganaba en la Universidad me alcanzó para instalarme y vivir en Buenos Aires. En ese tiempo trabajaba en la cátedra de Introducción a la Historia en la Facultad de Humanidades y viajaba todas las semanas a La Plata. Había alquilado una pieza en una pensión cerca de la terminal de ómnibus y me quedaba tres días por semana en La Plata dictando clases. Tenía la vida dividida, vivía dos vidas en dos ciudades como si fueran dos personas diferentes, con otros amigos y otras circulaciones en cada lugar.




 



Lo que era igual, sin embargo, era la vida en la pieza de hotel. Los pasillos vacíos, los cuartos transitorios, el clima anónimo de esos lugares donde se está siempre de paso. Vivir en un hotel es el mejor modo de no caer en la ilusión de «tener» una vida personal, de no tener quiero decir nada personal para contar, salvo los rastros que dejan los otros. 


La pensión en La Plata era una casona interminable convertida en una especie de hotel berreta manejado por un estudiante crónico que vivía de subalquilar cuartos. La dueña de la casa estaba internada y el tipo le giraba todos los meses un poco de plata a una casilla de correo en el hospicio de Las Mercedes.

     La pieza que yo alquilaba era cómoda, con un balcón que se abría sobre la calle y un techo altísimo. También la pieza del Hotel Almagro tenía un techo altísimo y un ventanal que daba sobre los fondos de la Federación de Box. Las dos piezas tenían un ropero muy parecido, con dos puertas y estantes forrados con papel de diario. Una tarde, en La Plata, encontré en un rincón del ropero las cartas de una mujer. Siempre se encuentran rastros de los que han estado antes cuando se vive en una pieza de hotel. Las cartas estaban disimuladas en un hueco como si alguien hubiera escondido un paquete con drogas. Estaban escritas con letra nerviosa y no se entendía casi nada; como siempre sucede cuando se lee la carta de un desconocido, las alusiones y sobreentendidos son tantos que se descifran las palabras pero no el sentido o la emoción de lo que está pasando. La mujer se llamaba Angelita y no estaba dispuesta a que la llevaran a vivir a Trenque-Lauquen. Se había escapado de la casa y parecía desesperada y me dio la sensación de que se estaba despidiendo. En la última página, con otra letra, alguien había escrito un número de teléfono. Cuando llamé me atendieron en la guardia del hospital de City Bell. Nadie conocía a ninguna Angelita.

Por supuesto me olvidé del asunto pero un tiempo después, en Buenos Aires, tendido en la cama de la pieza del hotel se me ocurrió levantarme a inspeccionar el ropero. Sobre un costado, en un hueco, había dos cartas: eran la respuesta de un hombre a las cartas de la mujer de La Plata.

Explicaciones no tengo. La única explicación posible es pensar que yo estaba metido en un mundo escindido y que había otros dos que también estaban metidos en un mundo escindido y pasaban de un lado a otro igual que yo y, por esas extrañas combinaciones que produce el azar, las cartas habían coincidido conmigo. No es raro encontrarse con un desconocido dos veces en dos ciudades, parece más raro encontrar en dos lugares distintos, dos cartas de dos personas que están conectadas y que uno no conoce.

La casa de la pensión en La Plata todavía está, y todavía sigue ahí el estudiante crónico, que ahora es un viejo tranquilo que sigue subalquilando las piezas a estudiantes y a viajantes de comercio, que pasan por La Plata siguiendo la ruta del sur de la provincia de Buenos Aires. También el Hotel Almagro sigue igual y cuando voy por Rivadavia hacia la Facultad de Filosofía y Letras de la calle Puan paso siempre por la puerta y me acuerdo de aquel tiempo. Enfrente está la confitería Las Violetas. Por supuesto hay que tener un bar tranquilo y bien iluminado cerca si uno vive en una pieza de hotel.




*     *     *

¿Les gustó? «...esas extrañas combinaciones que produce el azar» dice el narrador protagonista. El azar, el destino, la casualidad o coincidencia,... de cuántas maneras nombramos esa trama que se teje con fibras desconocidas y que sin embargo están siempre allí, siendo parte fundamental de nuestras vidas.

Quizá no tenga ese final sorprendente al que están acostumbrados, sin embargo, si lo vuelven a leer o a pensar, ese final, por así llamar a lo que nos deja fascinados, está latiendo desde el principio. El que nos cuenta la historia es un escritor y seguramente allí encontraremos las claves.
El final es una reflexión del personaje.

Los dejo a ustedes con sus propias reflexiones sobre lo de «el mundo escindido», ¿acaso no experimentamos la escisión desde el mismo comienzo de nuestra vida? Y, ¿el cruce de dos mundos, ficción y realidad, no está siempre presente en la obra de todo escritor?

Espero que hayan disfrutado de esta lectura, ¿relato? ¿cuento? ¿fragmentos? ¿una anécdota en el diario de un escritor? Con tintes autobiográficos, seguramente. Fantástico, remitiéndonos a Borges, a Cortázar y a su propia novela, La ciudad ausente. Con el estilo propio de Ricardo Piglia, alguien que defendió la hibridez en este categorizar géneros, y nos sigue enseñando cuando nos dice que el arte de narrar es el arte de la percepción errada y la distorsión.
Hasta la próxima lectura,

C. G. 


Notas


- Formas Breves, Ricardo Piglia: Editorial Anagrama, 144 páginas. «Una composición en busca de la frase y la idea justa. En palabras de Piglia, puede ser leído como páginas del diario de un escritor, o como primeros ensayos, o como un adelanto de una biografía futura. O quizá como un ejercicio de crítica contenida en relatos breves». 
Estos son los títulos de los relatos: Hotel Almagro, Notas sobre Macedonio en un Diario, La mujer grabada, Un cadáver sobre la ciudad, Retrato del artista, El último cuento de Borges, Los sujetos trágicos [Literatura y psicoanálisis], La novela polaca, Notas sobre literatura en un Diario, Tesis sobre el cuento y Nuevas tesis sobre el cuento.
https://profesorsergiogarcia.files.wordpress.com/2016/03/piglia-ricardo-formas-breves.pdf

- Ricardo Piglia: [1941-2017] Nacido en Adrogué, el 24 de noviembre. Profesor emérito de Priceton University, considerado un clásico de la literatura argentina y valorado en el mundo. Entre los mejores de la literatura contemporánea en cualquier lengua.
Autor de cuentos, novelas, nouvelles, guiones cinematográficos, ensayos y trabajos académicos,... Toda una vida dedicada a estos dos aspectos de la literatura: narrar y descifrar el acto de narrar. Una experiencia estética e intelectual para ser aprovechada por cualquier lector.  

Algo de su obra.
Sus cinco novelas:
  • Respiración artificial [1980]
  • La ciudad ausente [1992]
  • Plata quemada [1997]
  • Blanco nocturno [2010]
  • El camino de Ida [2013]
Los cuentos:
  • «La invasión» [1967]
  • «Nombre falso» [1975]
  • «Prisión perpetua» [1988]
Textos de crítica y ficción:
  • Crítica y ficción [1986]
  • Formas breves [1999]
  • El último lector [2005]

- Tesis sobre el cuento, Formas Breves, Ricardo Piglia: Un cuento siempre cuenta dos historias. El cuento clásico [Poe, Quiroga]: cuenta en primer plano la historia «1» y construye en secreto la historia «2». El arte del cuentista consiste en cifrar la historia «2» en los intersticios de la historia «1». Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
Dos historias contadas de modo distinto, dos sistemas diferentes de causalidad, los mismos acontecimientos en dos lógicas narrativas antagónicas, hay puntos de cruce —el fundamento de la construcción. Lo que es superfluo en una historia es básico en la otra [«La muerte y la brújula», Borges]. 
El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma es algo que se cuenta de un modo enigmático. La narración cifrada es la estrategia. 
¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? La historia secreta es la clave del cuento y sus variantes.
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/T_s_cuento.pdf

- James Purdy: [1914-2009] Uno de los más originales y desconocidos escritores norteamericanos, mencionado en este relato. Controvertido, escritor maldito, sus descaradas y provocadoras novelas, góticas en estilo y desencantadas en el fondo, suscitaron alabanzas de titanes de la escritura como Dorothy Parker, Susan Sontag o Gore Vidal [El País, Cultura].

- Fotografías de Vivian Maier: [1926-2009] Fotógrafa estadounidense aficionada. Han dicho de ella: reservada, excéntrica, misteriosa, atrevida, anónima... Elegida por todo esto, recomiendo ver el documental y saber más de esta artista, fotógrafa urbana, increíble mujer.
http://www.vivianmaier.com/






viernes, 10 de marzo de 2017

Cuesta de Moyano, los libros y sus calles. Pío Baroja

Los libros y sus calles,

Cuesta de Moyano, Madrid


Una calle no muy larga en un lugar privilegiado de la hermosa Madrid.
Un mercado de libros al aire libre, un rincón con encanto.

Cuesta de Moyano, Madrid

     Paseando por Madrid, cruzando el Paseo del Prado, llegamos a un lugar curioso para gran parte de los turistas, visitantes de la ciudad, no así para los amantes de los libros: la Cuesta de Moyano. Con este nombre se conoce a la calle Claudio Moyano y a las típicas casetas de madera que pueden ver en la foto, donde se venden libros nuevos y usados, y donde se puede encontrar ese que andamos buscando, y a muy buen precio.
Treinta casetas en apenas 200 metros.

   Libros, libreros y lectores se dan cita en esta hermosa zona desde 1925, todos los días de la semana, a un paso de cualquier paseo obligado. Junto al Jardín Botánico, comunicando la Glorieta de Carlos V y el Parque del Retiro. Hace más de noventa años que aquí funciona la Feria del Libro Permanente.
No todos la conocen, ¡visítenla! 


Librerías de la Cuesta de Moyano, Madrid

   Además de mirar y comprar buenos libros, podrán descubrir también la estatua de uno de los mejores escritores españoles, la del novelista vasco Pío Baroja [1872-1956]. Perteneciente a la generación del 98, Baroja reflejó en sus novelas la vida madrileña por esos años que le tocó vivir. Y a muchos sorprenderá que «el escritor de la prosa parca y directa», autor de El árbol de la ciencia* [1911], La busca [1904] y Mala hierba [1904] —entre muchísimos títulos más—, fue también un poeta, aunque en menor medida. Tampoco el relato breve ha sido la especialidad de este novelista.

   Sabemos que él visitó muchas veces este lugar, fue un paseante asiduo del Retiro, y seguramente habrá encontrado alguno de esos «tesoros» que los lectores tanto valoramos. Y nos lo imaginamos así, con su abrigo largo, boina ladeada y bufanda oscura, como lo representa el artista en su escultura. Él fue como tantos paseantes especiales que siguen recorriendo esta calle donde descubren libros, sí, pero también caras y gestos, porque es un lugar especial donde las caras nacen cuando se las mira, diría Cortázar. Es que las personas que aman los libros y recorren estos lugares tienen un sello, algo que las distingue en su mirada, como la tienen «esos trece valientes» del cuento que van a leer, una mirada con la pupila muerta por la constante contemplación del mar.
Baroja sabía descubrir personajes y retratarlos con sus rasgos más significativos.


Estatua de Pío Baroja, inaugurada en 1980.

   Camilo José Cela [1916-2002] lo llamaba «maestro», y a él nombra en su discurso cuando recibe el Premio Nobel de Literatura [1989]: «Mi viejo amigo Pío Baroja», dice, «tenía un reloj de pared en cuya esfera lucían unas palabras aleccionadoras que señalaba el paso de las horas: todas hieren, la última mata». Así comenzó su hermoso discurso frente a la Academia Sueca, alguien que también tenía un pie en la mucha vida, y daría una lección de libertad y literatura*.

   De Pío Baroja elijo un poema y un cuento, los dos géneros no muy frecuentados por el autor español y, sin embargo, excelentemente dotado para ello. Es que para él lo importante era narrar, una novela larga siempre será una sucesión de pequeñas novelas cortas, escribió en uno de sus prólogos, hablando del «nítido troceo episódico» que allí advierte el lector.

También les recomiendo y ofrezco leer la novela El árbol de la ciencia. Abajo, en «Notas», encontrarán el link para leerla o escucharla.


Pío Baroja paseando por El Retiro, por Nicolás Muller [1950]

Un cuento que termina como comienza. ¡Pasen!

«Angelus»
Un cuento del libro Vidas sombrías [1900]

     Eran trece los hombres, trece valientes curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar. Con ellos iba una mujer, la del patrón.
   Los trece hombres de la costa tenían el sello característico de la raza vasca: Cabeza ancha, perfil aguileño, la pupila muerta por la constante contemplación del mar, la gran devoradora de hombres.
   El Cantábrico los conocía; ellos conocían las olas y el viento.


Perceberos, Mariano Moré [1899-1974]
[Perceberos es una playa de Asturias, de belleza salvaje y aislada]

   La trainera, larga, estrecha, pintada de negro, se llamaba «Arantza», que en vascuence significa espina.Tenía un palo corto, plantado junto a la proa, con una vela pequeña...
   La tarde era de otoño; el viento, flojo; las olas, redondas, mansas, tranquilas. La vela apenas se hinchaba por la brisa, y la trainera se deslizaba suavemente, dejando una estela de plata en el mar verdoso.
   Habían salido de Motrico y marchaban a la pesca con las redes preparadas, a reunirse con otras lanchas para el día de Santa Catalina. En aquel momento pasaban por delante de Deva.
   El cielo estaba lleno de nubes algodonosas y plomizas. Por entre sus jirones, trozos de un azul pálido. El sol salía en rayos brillantes por la abertura de una nube, cuya boca enrojecida se reflejaba temblando sobre el mar.
   Los trece hombres, serios e impasibles, hablaban poco; la mujer, vieja, hacía medias con gruesas agujas y un ovillo de lana azul. El patrón, grave y triste, con la boina calada hasta los ojos, la mano derecha en el remo que hacía un timón, miraba impasible el mar. Un perro de aguas, sucio, sentado en un banco de popa, junto al patrón, miraba también el mar, tan indiferente como los hombres.
   El sol iba poniéndose... Arriba, rojos de llama, rojos cobrizos, colores cenicientos, nubes de plomo, enormes ballenas; abajo, la piel verde del mar, con tonos rojizos, escarlata y morados. De cuando en cuando el estremecimiento rítmico de las olas...
   La trainera se encontraba frente a Iciar. El viento era de tierra, lleno de olores de monte; la costa se dibujaba con todos sus riscos y sus peñas.
   De repente, en la agonía de la tarde, sonaron las horas en el reloj de la iglesia de Iciar, y luego las campanadas del Angelus se extendieron por el mar como voces lentas, majestuosas y sublimes.
   El patrón se quitó la boina y los demás hicieron lo mismo. La mujer abandonó su trabajo, y todos rezaron, graves, sombríos, mirando al mar tranquilo y de redondas olas.
   Cuando empezó a hacerse de noche el viento sopló ya con fuerza, la vela se redondeó con las ráfagas de aire, y la trainera se hundió en la sombra, dejando una estela de plata sobre la negruzca superficie del agua...

   Eran trece los hombres, trece valientes, curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar.
 
*     *     *
 
     Ahora el poema elegido. Hay una escena en su novela La busca, un instante en un café cantante madrileño, cuando el guitarrista y cantaor inician su actuación mientras las bailaoras beben y alternan con los clientes.
Sabemos, los argentinos sobre todo, del mutuo influjo entre el flamenco, y nuestra música, el tango. Seguramente encontraremos esos intercambios. Pero más allá de lo típicamente andaluz y argentino, músicas y bailes populares, y representativos de cada país, está el poeta.
Y al poeta se suma el interés que despierta en pensadores e intelectuales las coplas flamencas como expresión literaria.

Los «Cafés de Cante» son y fueron famosos y traspasaron esas fronteras culturales, baste recordar a Rubén Darío en Granada y Málaga, y lo que escribió sobre el flamenco. Y tantos más, como Federico García Lorca o Antonio Machado.

Es sabido que Pío Baroja no era muy apasionado del flamenco, indiferencia o rechazo típicos de la Generación del 98 [hubo excepciones] y de la intelectualidad española de aquella época. Lo relacionaban con ambientes de mala reputación.

Aquí su poema, para que lo comprobemos y tengamos nuestras propias opiniones, ¿se fascina o descalifica el autor? Personalmente, tendería a pensar que la obra de un escritor y poeta sobre acontecimientos de la realidad, costumbristas, no hace una cosa ni la otra. Pasan a ser imaginarias, creativas y únicas, las recrean. En todo caso, una cierta «incorrección política» es siempre bienvenida.

Ahora, dejamos de lado la opinión de Baroja sobre el cante flamenco y nos disponemos a observar el instante en que el cantaor y guitarrista se disponen a iniciar su actuación.

«Café cantante»
Canciones de suburbio, 1944


Café Cantante, Madrid, 1884, Anders Zorn 

El guitarrista aparece
circunspecto en el tablado,
y se sienta en una silla
con poco desembarazo;
el cantador, cerca de él, 
va a colocarse en un banco,
y con una vara corta
que lleva a la diestra mano
a su manera, sin duda,
va los compases marcando.

El guitarrista es cetrino, 
moreno, peludo y flaco.
El cantador es un gordo
con cierto aire de gitano.
Comienzan las florituras,
los arpegios complicados, 
en la guitarra, y de pronto
empieza el gordo su canto.

Se eleva una queja extraña
en el aire, como un pájaro,
y cae después como cae
un ave con un balazo;
vuelve a subir nuevamente,
otra vez, por lo más alto,
y tan pronto es una queja
de teológico arrebato,
que llega casi a tener
la emoción de algo sagrado,
como parece una broma
o un comentario muy zafio.

Brillan después seguidillas,
sevillanas y fandangos
unas mujeres morenas
con grandes ojos pintados
y batas con faralaes
que les llega a los zapatos.
Alguna estrella del arte
se menea como un diablo,
y danza con tanta fuerza
un bailoteo tan bárbaro,
con un estrépito tal,
que tiembla todo el estrado.

*     *     *

Felizmente, los tablados siguen existiendo, y así las calles con libros que nos llevan por caminos impensados, efímeras eternidades, lugares con encanto que nos brindan las ciudades.
Podemos sorprendernos con el descubrimiento de un autor muy particular, en este caso Pío Baroja. Alguien que puede escribir con su propio estilo, sencillo, fluido, complicado a veces, exacto, también incorrecto, fiel a lo que conoce y vive, un regalo para cualquier lector que ame romper las lógicas y no tema viajar en el tiempo.
Hasta el próximo encuentro,

C. G.

Notas

- Pío Baroja: Nació en San Sebastián, el 28 de diciembre de 1872, en una casa frente al mar. «El haber nacido junto al mar me gusta; me ha parecido siempre como un augurio de libertad y de cambio».
Fue el tercer hijo: «Esto parece que no tiene importancia; pero siempre tiene alguna, porque la tercera decisión para hacer cualquier cosa siempre es una repetición, a veces aburrida».
Sus recuerdos más lejanos se remontan al bombardeo de San Sebastián por los carlistas: «Tengo un vago recuerdo de haber sido sacado de la cama envuelto en una manta [...]. Luego fuimos a vivir a Madrid», [1879].
El 1881 se van a vivir a Pamplona. Regresan a Madrid en 1886, donde cursa su último año de bachiller en San Isidro: «Mi padre creía que Madrid era el lugar más apropiado para los estudios... si no íbamos a tener un carácter un poco rudo y antisocial».
En 1887 se matricula en la Facultad de Medicina: «Por exclusión de profesiones que no me gustaban, decidí estudiar Medicina».
De ser republicano intransigente, pasó al anarquismo: «Mi anarquismo era un anarquismo schopenhaueriano y agnóstico, resumido en dos frases: No creer, no afirmar». 
Schopenhauer fue el primer filósofo importante que leyó.
En 1891 se recibe de médico en Valencia, donde se había instalado la familia.
Después de ejercer como médico de pueblo en Cestona, y de vivir con su familia un tiempo en San Sebastián, vuelve a Madrid en 1896, para regentear la panadería de su tía.
Cómo decide dedicarse a la literatura: «La vida burguesa no me producía el menor entusiasmo, ni las diversiones, ni el teatro, ni los toros. Había sido médico de pueblo... había conocido bastante gente. Ir a América no me seducía. Quería ensayar la literatura, daría poco resultado pecuniario, podía vivir pobremente, pero con ilusión. Y me decidí a ello».
http://gatopardo.blogia.com/2011/011901-biografía-sucinta-de-do-pio-baroja.php

- Vidas sombrías, Pío Baroja:
http://dgb.conaculta.gob.mx/coleccion_sep/libro_pdf/50000005771.pdf

- El árbol de la ciencia, Pío Baroja:
http://blocs.xtec.cat/edubartrina/files/2012/12/El-%C3%A1rbol-de-la-ciencia.pdf
http://www.academia.edu/686802/_P%C3%ADo_Baroja._El_%C3%A1rbol_de_la_ciencia_la_sala_de_disecci%C3%B3n_de_Espa%C3%B1a_














- Cuentos, de Pío Baroja:
http://perrerac.org/espana/julio-caro-baroja-prlogo-a-cuentos-de-po-baroja/537/

- Pío Baroja, José Carlos Mainer: Una biografía.
https://books.google.com.ar/books?id=M9Im4O-WI1AC&pg=PT32&dq=Canciones+del+suburbio,+pio+baroja&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwi8-8_V8cHSAhWKhJAKHZ_7C1IQ6AEIOTAH#v=onepage&q=Canciones%20del%20suburbio%2C%20pio%20baroja&f=false

- Discurso pronunciado por el Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, 1989:
http://www.elmundo.es/especiales/2002/01/cultura/cela/discurso.html

- Territorio Moyano: para saber sobre cada caseta.
http://territoriomoyano.org/

- La busca, Pío Baroja:
http://www.rinconcastellano.com/sigloxx/baroja_busca.html

- «Picasso y los Baroja»:
http://picassopinxitydixit.blogspot.com.ar/