jueves, 19 de noviembre de 2015

«Masacres en París, ¿y ahora?, Bernard-Henri Lévy». Un intelectual y la actualidad.


Literatura y actualidad

Bernard-Henri Lévy

opina sobre la difícil actualidad

 

Autor del magnífico ensayo Piero della Francesca. Recuperando del olvido al artista italiano renacentista —también geómetra y matemático—, nos acerca los secretos de su pintura a través de la rica apreciación literaria, estética y filosófica. Un imprescindible.

Y de Enemigos públicos, compartido con Michel Houllebecq: rico intercambio de cartas entre estas dos grandes figuras, famosas por sus agudas observaciones los modos actuales de leer filosofía y literatura, las relaciones entre vida y escritura.

Había dicho hace unos años: «No hay razones para odiar a un país y menos aún a un pueblo». Fue con motivo de su libro American Vértigo, y dentro del contexto de opiniones acerca de las críticas pasadas de moda a Estados Unidos, que reverdecían y se convertía en una especie de nueva religión planetaria.

Ahora sí se odia a un país y a un pueblo...

 «Pues bien, aquí está la guerra»

Bernard-Henri Lévy llama a las cosas por su nombre

 

 

Personas en París, Francia, dejan flores cerca de la sala de conciertos de Bataclan tras los ataques terroristas del viernes 13 de noviembre donde murieron 127 personas. [EFE]

 

«Una guerra de un nuevo tipo.
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Una guerra con y sin fronteras, con y sin Estado; una guerra doblemente nueva porque mezcla el modelo desterritorializado de Al Qaeda con el viejo paradigma territorial que ha recuperado el Estado Islámico (ISIS)*.

Pero una guerra, en cualquier caso.
Y ante esta guerra que no deseaban ni Estados Unidos, ni Egipto, ni Líbano, ni Turquía, ni hoy Francia, solo podemos hacernos una pregunta: ¿qué hacer? Cuando nos cae encima una guerra así, ¿cómo responder y ganar?

Primera ley: llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al vino, vino. Y atrevernos a decir esa palabra terrible, guerra, frente a la que lo deseable, lo propio y, en el fondo, lo noble por parte de las democracias, pero también su debilidad, es rechazarla hasta los límites de su comprensión, de sus referencias imaginarias, simbólicas y reales.

La grandeza y la ingenuidad de Léon Blum, que en un famoso debate con Elie Halévy dijo que no lograba concebir —salvo como una contradicción— ni la idea misma de una democracia en guerra.

La dignidad y los límites de las grandes conciencias humanistas a finales de aquellos mismos años treinta, que vieron surgir, espantados, a Georges Bataille, Michel Leiris, Roger Caillois y otros colegas del Collège de Sociologie con sus llamamientos al rearme intelectual de un mundo que creía haber dejado atrás su parte maldita y su Historia.

Ahí estamos hoy.
Pensar lo impensable de la guerra.
Consentir esa contradicción que es la idea de una república moderna obligada a combatir para salvarse. Y pensarlo aún con más tristeza porque varias de las reglas establecidas por los teóricos de la guerra, de Tucídides a Clausewitz, no parecen servir para ese Estado fantoche que lleva la llama más allá en la medida en que sus frentes están desdibujados y sus combatientes tienen la ventaja estratégica de no establecer diferencias entre lo que nosotros llamamos la vida y ellos llaman la muerte.

Las autoridades francesas lo han comprendido, hasta en las más altas instancias.
La clase política ha aprobado unánimemente su gesto.

Quedamos usted, yo, el cuerpo social en su conjunto y en su detalle: queda la persona que, cada vez, es un blanco, un frente, un soldado sin saberlo, un foco de resistencia, un punto de movilización y de fragilidad biopolítica. Es desesperante, es atroz, pero así están las cosas, y es necesario actuar con la mayor urgencia.


*     *     *
 

Segundo principio: el enemigo. Quien dice guerra, dice enemigo. Y a ese enemigo no solo hay que tratarlo como tal, es decir (las enseñanzas de Carl Schmitt), verlo como una figura a la que, según la táctica escogida, se puede engañar, hacer dialogar, golpear sin hablar, en ningún caso tolerar, pero sobre todo (enseñanzas de san Agustín, santo Tomás y todos los teóricos de la guerra justa), darle, también a él, su nombre auténtico y preciso.

Ese nombre no es terrorismo.
No es una dispersión de lobos solitarios ni de desequilibrados. En cuanto a la eterna cultura de la excusa que nos presenta a los escuadrones de la muerte como individuos humillados, empujados al límite por una sociedad inicua y obligados por la miseria a ejecutar a unos jóvenes cuyo único delito era que les gustaba el rock, el fútbol o el frescor de una noche de otoño en la terraza de un café, es un insulto para la miseria y para los ejecutados.
No.

Esos hombres que están en contra del placer de vivir y la libertad propia de las grandes metrópolis, esos bastardos que odian el espíritu de las ciudades tanto —dado que son lo mismo— como el espíritu de las leyes, del Derecho y la dulce autonomía de los individuos liberados de antiguas sumisiones, esos incultos a los que habría que replicar, si no les fueran completamente desconocidas, con las bellas palabras de Victor Hugo cuando gritaba, en plenas matanzas de la Comuna, que atacar París es más que atacar Francia porque es destruir el mundo, merecen el nombre de fascistas.
Mejor dicho: fascislamistas.

Mejor dicho: el fruto del cruce que vio venir otro escritor, Paul Claudel, cuando en su Diario, el 21 de mayo de 1935, en uno de esos destellos cuyo secreto solo poseen los grandes, anota: “¿Discurso de Hitler? Se crea en el centro de Europa una especie de islamismo...”


*     *    *
 

¿Qué ventaja tiene dar un nombre?
Poner las cosas en su sitio. Recordar que, con este tipo de adversario, la guerra debe ser sin tregua y sin piedad.
Y forzar a cada uno, en todas partes, es decir, tanto en el mundo árabe musulmán como en el resto del planeta, a decir por qué lucha, con quién y contra quién.
Eso no significa, por supuesto, que el islam tenga afinidad alguna con el mal, como no la tienen otras formaciones discursivas.

Y la urgencia de este combate no debe distraernos de esa otra batalla, también esencial, que es la batalla por el otro islam, por el islam de las luces, el islam en el que se reconocen los herederos de Massud, Izetbegovic, el bangladesí Mujibur Rahman, los nacionalistas kurdos o el sultán de Marruecos que tomó la heroica decisión de salvar, enfrentándose a Vichy, a los judíos de su reino.

Pero eso quiere decir dos cosas, o quizá tres. Para empezar, que, como se supone que la tormenta fascista de los años treinta no rebasó el perímetro de Europa, las tierras del islam son las únicas del mundo en las que se ha eludido asumir la memoria y el duelo que sí han llevado a cabo los alemanes, los franceses, los europeos en general, los japoneses.

Después, que hay que poner de relieve con más claridad la disyunción decisiva, primordial, que enfrenta esas dos visiones del islam, enzarzadas en una guerra letal que es, pensándolo bien y por utilizar una expresión conocida, el único choque de civilizaciones en activo.

Y, por último, que ese trazado de la línea sobre la que se enfrentan los seguidores de un Tariq Ramadan y los amigos del gran Abdelhawahb Meddeb, ese señalar lo que, a un lado, puede alimentar el “Viva la muerte” de los nuevos nihilistas, y al otro, el tipo de trabajo ideológico, textual y espiritual que bastaría para conjurar el regreso o la llegada de los fantasmas, debe ser, sobre todo, obra de los propios musulmanes.
Conozco la objeción.

Oigo gritar a los biempensantes que llamar a quienes son buenos ciudadanos a desvincularse de un crimen que no han cometido es suponerlos cómplices y, por tanto, estigmatizarlos.
Pero no.

Porque ese “no en nuestro nombre” que esperamos de nuestros conciudadanos musulmanes es el de los israelíes que se desvincularon, hace 15 años, de la política de su Gobierno en Cisjordania.
Es el de las masas de estadounidenses que en 2003 protestaron contra la absurda guerra de Irak.

Es el grito más reciente de todos los británicos, fieles o simples lectores del Corán, que decidieron proclamar que existe otro islam —manso, misericordioso, apasionado de la tolerancia y la paz— que no es ese en cuyo nombre pudieron apuñalar a un militar en plena calle.
Es un grito hermoso. Es un bello gesto.

Pero, sobre todo, es el gesto sencillo, de justicia, que consiste en aislar al enemigo, separarlo de su retaguardia y hacer que deje de sentirse como pez en el agua en una comunidad para la que, en realidad, es una vergüenza.

Porque quien dice guerra dice otra vez, inevitablemente, la identificación, la marginación y, si es posible, la neutralización de esa fracción enemiga que actúa en el territorio nacional.

Es lo que hizo Churchill cuando encarceló, en el momento de la entrada de Gran Bretaña en guerra, a más de 2.000 personas, a veces muy próximas —su propio primo, Geo Pitt-Rivers, número dos del partido fascista inglés—, a los que consideraba enemigos interiores.

Y es, salvando las distancias, lo que debemos decidirnos a hacer hoy, por ejemplo prohibiendo a quienes predican el odio; vigilando más de cerca a los miles de individuos fichados y marcados con una “S”, es decir, sospechosos de yihadismo; o convenciendo a las redes sociales estadounidenses de que no permitan los llamamientos a cometer atentados suicidas a la sombra de la Primera Enmienda.

Es un gesto delicado, que está siempre al borde de las leyes de excepción. Y por eso es crucial, en estos momentos, no ceder ni sobre el derecho ni sobre el deber de hospitalidad, más necesarios que nunca ante la avalancha de refugiados sirios que huyen precisamente del terror fascislamista.
Seguir recibiendo inmigrantes al mismo tiempo que se incapacita al mayor número posible de células dispuestas a matar.

Abrir aún más los brazos a los fugitivos del ISIS ahora que nos disponemos a ser implacables con quienes, entre ellos, quieren aprovecharse de nuestra fidelidad a nuestros principios para infiltrarse en tierra de misiones y cometer sus crímenes.

No es contradictorio.

Es la única forma de no dar al enemigo la victoria que da por descontada, que es vernos renunciar al tipo de convivencia abierta y generosa que caracteriza nuestras democracias.

Y es, lo repito, ese razonamiento inherente a toda guerra justa que consiste en no mezclar lo que tiene vocación de división, y mostrar, en este caso, a la gran mayoría de los musulmanes de Francia, que no son solo nuestros aliados, sino nuestros hermanos y conciudadanos.


*     *     *


Y, para terminar, lo fundamental.
La verdadera raíz de esta irrupción del horror.
Este Estado Islámico que ocupa un tercio de Siria e Irak y que ofrece a los artificieros de posibles futuros Bataclan bases, centros de mando, escuelas de crimen y campos de entrenamiento, sin los que no sería posible nada.

Sabemos que la semana pasada, en el Sinjar, los peshmerga lograron, con la coalición internacional, una victoria decisiva.

Podríamos mencionar numerosos ejemplos, desde hace seis meses, en los que los kurdos, que hasta ahora son los únicos que han entablado combate cuerpo a cuerpo, han visto retroceder sin resistencia a los malvados soldados de Daesh.

Y, como en otro tiempo en Sarajevo, como en la época en la que presuntos expertos agitaban el espectro de los cientos de miles de soldados que iba a hacer falta desplegar sobre el terreno para impedir la limpieza étnica, en realidad, llegado el momento, será suficiente un puñado de fuerzas especiales y de asalto: estoy convencido de que las hordas del ISIS son mucho más valientes a la hora de hacer volar a unos jóvenes parisienses indefensos que cuando se trata de enfrentarse a auténticos combatientes de la libertad, y por eso pienso que la comunidad internacional, si quiere, dispone de todos los medios para acabar con esta amenaza a la que se enfrenta.

¿Por qué no lo hace?
¿Por qué somos tan tacaños con la ayuda a nuestros aliados kurdos?
¿Y qué es esta extraña guerra que Estados Unidos, con Barack Obama al frente, no parece querer ganar?
Lo ignoro.

Pero sé que la clave está ahí.
Y que la alternativa está clara: “No boots on their ground” equivale a “more blood on our ground” (si no hay tropas en su terreno tendremos más sangre en el nuestro).»


Publicado en el Blog de Bernard-Henri Lévy
Massacres à Paris: Et maintenant?
18-11-2015





Bernard-Henri Lévy [Argelia, 5 de noviembre de 1948] conocido en Francia como BHL, es un filósofo y escritor francés.



Bernard-Henri Lévy


Nació en la Argelia francesa en el seno de una familia judía sefardí, se trasladó a Francia en 1954. En 1968 entró en la prestigiosa Escuela Normal Superior parisina donde tuvo como profesores a Jacques Derrida y Louis Althusser. En 1971 inició una etapa como periodista de guerra, cubriendo la guerra de independencia de Bangladés.

Uno de los máximos exponentes de los nuevos filósofos franceses. 

De vuelta a París, se hizo popular en 1976 como joven fundador de la corriente de los llamados nuevos filósofos [nouveaux philosophes] franceses, como André Glucksmann y Alain Finkielkraut, críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de Mayo del 68. Se convirtió entonces en un filósofo discutido, acusado de «intelectual mediático» y narcisista por sus detractores, y valorado por su compromiso moral en favor de la libertad de pensamiento por sus defensores.

Además de liderar una corriente filosófica que gozó de una gran popularidad entre los medios de comunicación de Francia, ha trabajado como editor y obtenido un gran éxito como autor de obras filosóficas y literarias. Un ejemplo de esto último es la novela El diablo en la cabeza, por la que obtuvo el Premio Médicis en 1984.

En 1990 fundó y dirigió la revista La Règle du Jeu, ha realizado varias películas, reportajes y programas de televisión. Se ha involucrado en los grandes debates de su tiempo.

Fue muy conocido y comentado su libro La barbarie con rostro humano [1977], donde hace una dura crítica al marxismo y al socialismo como promesas de felicidad que solo conducen a la peor de las desgracias, la «muerte absoluta». Según Lévy, la revolución y el progreso son señuelos.

Lévy preside, desde 1993, el Consejo de Supervisión del canal de televisión francoalemán «Arte».

Se considera que la influencia de Lévy, que estuvo de visita en Bengasi, fue fundamental para que el presidente Nicolas Sarkozy se solidarizase con los rebeldes de Libia.

La filosofía, dice, debe mirar al horror de frente. El papel del intelectual es ir contra corriente y romper la unanimidad si ello es necesario.

Con El testamento de Dios [1979] divulgó algunas tesis próximas a Emanuel Levinas, según las cuales hay que escuchar lo que Dios dice en la Biblia, resistirse al orden del mundo y a la violencia. 

Uno de sus ensayos, L´idéologie française [1981] provocó grandes polémicas en su país por cuanto afirmaba que el fascismo había tenido también un origen francés. 

También se destaca por otras razones: Los últimos días de Charles Baudelaire [1988] —será muy interesante leer sobre esta etapa del autor de Les fleurs du mal, los últimos meses cuando se aferraba al trabajo como único remedio a su doble infierno.

Otros ensayos: Las aventuras de la libertad [1991], Mondrian [1992], Éloge des intellectuels [1992], La pureza peligrosa [1994], Hombres y mujeres [1994] y El siglo de Sartre [2000].


*     *     *


Muchos se sorprenderán por la elección de BHL para abordar y acercarme a un tema candente, es una de las tantas opciones.

Además de ser el reconocido filósofo y escritor francés que mayormente conocemos, es alquien que opina, a través de su blog* o de los artículos periodísticos.

Bernard-Henri Lévy llama a las cosas por su nombre: se puede discutir cualquier tema y con cualquier persona, pero... no se puede discutir con un dogmático. Y nos habla en este caso de los miedos ante los atentados donde cada  persona es un blanco, un frente, un soldado sin saberlo. Lévy nos ayuda a pensar, no en términos de absoluto, no mezclando lo doctrinal que siempre va a tener vocación de división.

C. G. 







Mis notas, fuentes, lecturas


- Blog de Bernard-Henri Lévy:
 http://www.bernard-henri-levy.com/


- Massacres à Paris: Et maintenant? par Bernard-Henri Lévy:
http://www.bernard-henri-levy.com/guerre-mode-demploi-par-bernard-henri-levy-49203.html


- Estado Islámico, claves para entender: ante el protagonismo del Estado Islámico en los medios masivos... Grupo militar que surgió a raíz de la intervención estadounidense en Irak en 2003. Supervisada por Al Qaeda hasta que decide separarse. Tras la caída de Hussein, el grupo operó en la clandestinidad, hasta que la Guerra Civil Siria creó un vacío de poder en extensas regiones de territorio que favorecieron su resurgimiento.

Este grupo estableció un Estado basado en la ley islámica en territorios de Siria e Irak. Pero ellos quieren:
  • operar en todo el mundo, principalmente en Medio Oriente, «para liberar Palestina» (y con ello)
  • destruir el estado de Israel.

Sus otros objetivos:

  • incrementar su poder político y económico
  • llevar a cabo una persecución religiosa en contra de los cristianos y los musulmanes chiítas (quienes han entendido las enseñanzas de Mahoma de manera distinta a los sunitas, doctrina conservadora del Islam)

Sharia: normas religiosas, civiles y políticas que definen aquello permitido y prohibido en una sociedad, desde un punto de vista religioso. No es la constitución o el cuerpo de derecho de todos los países árabes o musulmanes, es una interpretación de las lecciones de Mahoma aplicables a la vida pública y privada. Países que viven bajo la sharia: Arabia Saudita, Irán, Omán y Yemen.  


¿Quién dirige al Estado Islámico? Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado califa de todos los musulmanes. Fuertemente ligado con los viejos generales de Hussein, quienes hoy entrenan y dirigen a sus tropas.

Tras ser liberado de un centro de detención estadounidense, se dedicó a actividades clandestinas con el Estado Islámico de Irak, cuando éste era un grupo de apoyo de Al Qaeda hasta que fue debilitado por Estados Unidos.

En 2010, Abu Bakr se convirtió en el nuevo líder de la organización, la reconstruyó de la mano de los generales de Hussein y perpetró cientos de ataques en Irak. Para 2013, combatió contra las fuerzas leales al presidente sirio Bashar al Assad en la Guerra Civil Siria, y en 2014, se autoproclamó califa y fundó el Estado Islámico con la ciudad de Al Raqa como su capital.




Mapa del Estado Islámico actual




¿Dónde está ubicado el EI?
Aunque en un inicio sus operaciones se llevaron acabo sólo en Irak, su poder actual penetra las fronteras sirias y domina el noreste de Irak y el oeste de Siria. Controla ciudades como Mosul, Faluya, Al Raqa y múltiples yacimientos petroleros y de gas, permitiéndole gran afluencia económica. Cerca de 8 millones de personas viven en los dominios del Estado Islámico.



¿Cómo se financian?
Es considerado por los expertos como el grupo terrorista más rico y poderoso del mundo, con alrededor de 2 mil millones de dólares en efectivo listos para ser usados.

  1. Se argumenta que bien pudo haber sido un grupo de guerrilla apoyado por Estados Unidos (como en el caso de Al Qaeda que creció hasta niveles insospechados). Dicho argumento también está sustentado por declaraciones de Noam Chomsky en 2014, quien sostuvo que “la aparición del EI y la difusión general del yihadismo radical, es una consecuencia bastante natural del martilleo de Washington sobre la frágil sociedad de Irak”. 
  2. Que es un grupo terrorista financiado por las potencias árabes del Golfo Pérsico: Qatar y Arabia Saudita. La razón de enfrentar a musulmanes contra musulmanes, radica en que el grupo opera en una zona de mayoría chiíta, una corriente de interpretación distinta a la sunnita, misma que domina el resto del mundo del Islam. Irak tiene mayoría de población chiíta, y la familia Al Assad, que gobierna Siria, pertenece a la secta de los Alauitas, de la rama chií. 
  3. Que es una organización sostenible económicamente a través de la venta ilegal de gas y petróleo, el cobro de impuestos en las regiones bajo su control y actividades ilícitas como extorsión, contrabando y secuestro. ¿Tendría un Estado recién creado el poder económico de librar una guerra a gran escala contra los ejércitos sirio e iraquí sin ayuda internacional? 
     


¿Es el Estado Islámico un reflejo del Islam?

No, en absoluto. Por mucho que los medios de comunicación que responden a intereses políticos y económicos quieran adjudicarle la barbarie y el salvajismo de los terroristas al Islam, éste no debe ser manchado de los discursos radicales del Estado Islámico. El Islam no es sinónimo de violencia, y ni siquiera el concepto de la yihad se trata de una idea de llevar la fe a Mahoma a través de la espada. 

En realidad, el conflicto que se vive en Medio Oriente y que ha desatado una de las crisis migratorias más importantes del último siglo, poco tiene que ver con religión.


incrementar su poder político y económico, también llevan a cabo una persecución religiosa en contra de los cristianos y los musulmanes chiítas; quienes han entendido las enseñanzas de Mahoma de manera distinta a los sunitas, doctrina conservadora del Islam. - See more at: http://culturacolectiva.com/7-claves-para-entender-el-surgimiento-del-estado-islamico/#sthash.nJtJODF4.dpuf
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el Estado Islámico vaya a ser protagonista de las próximas semanas en los medios masivos - See more at: http://culturacolectiva.com/7-claves-para-entender-el-surgimiento-del-estado-islamico/#sthash.nJtJODF4.dpufhttp://culturacolectiva.com/7-claves-para-entender-el-surgimiento-del-estado-islamico/
 
- El País Internacional:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/11/16/actualidad/1447704301_776551.html


- Piero della Francesca, Bernard-Henri Lévy:
http://www.casadellibro.com/libro-piero-della-francesca-incluye-dvd/9788497045704/1847392


- Enemigos públicos, Bernard-Henri Lévy y Michel Houllebecq:
 http://www.anagrama-ed.es/titulo/a_404


- El poder de la palabra:
http://www.epdlp.com/index.php