viernes, 27 de marzo de 2015

¿Qué te hace un buen lector? , Vladimir Nabócov, «Curso de literatura europea» y más



¿Qué te hace un buen lector?

 

Un buen lector siempre: 
se compromete con la lectura en el momento y reflexiona después sobre lo que ha leído.







Analiza y evalúa:
se forma una opinión propia, utiliza sus lecturas previas y aprende.







Antes o después se abstrae, se deja llevar por las emociones que le produce.
Luego, las discute y expresa oralmente.
Encuentra la magia y la comparte.








Hay un escritor por todos los lectores conocido, fundamentalmente por su novela escrita en idioma inglés a pesar de haber nacido en San Petersburgo, llevada al cine por Stanley Kubrick [1962] y Adrian Lyne [1997].

                        La famosa novela es Lolita [1955] y el escritor ruso, Vladimir Nabocov [1899-1977].




Vladimir Nabókov, entomólogo famoso, coleccionista de mariposas



Además de ser leyenda por la «inmoral», escandalosamente célebre historia, lo fue por sus clases en el Wellesley College y en la Universidad de Cornell en EE. UU. Su exilio de Rusia tras la Revolución, lo había llevado a vivir en Inglaterra, Alemania, Francia y finalmente, por la guerra de 1940 [huyendo de los nazis con su esposa Vera], en el país del norte, donde pasaría 20 años.



Vladimir Nabokov y su esposa Vera Slónim [editora y traductora]



Nadie quería perderse esas clases algo extravagantes, aunque exigía de una manera descomunal a quienes asistían. Cuentan que en uno de los primeros encuentros con sus alumnos, pidió que leyeran Ana Karenina [León Tolstói] y les dió dos semanas [800 páginas], así «tendrían tiempo de volver a leerla dos veces más antes de terminar el curso».

El resultado de estas famosas clases son tres libros: Curso de literatura europea, Curso de literatura rusa [Universidades Wellesley y Cornell] y Curso sobre El Quijote [Universidad Harvard, 1951-52], ahora reeditados juntos.

De él podemos tomar algunos conceptos, sabiendo de antemano que es alguien que le da un valor alto a «la gran literatura» y a los «elegidos» que saben apreciarla.

De familia rica y aristocrática, estudió literatura rusa y francesa en Cambridge y Berlín. Dio clases de idiomas [inglés, francés y ruso] y de literatura rusa. Su esposa fue su mano derecha, asistente, crítica y gran lectora.
Aunque estos datos no vendrían al caso si estuviéramos leyendo alguna de sus ficciones [Lolita, Pnin, Pálido fuego, Ada o el ardor]. Según su teoría: «El buen lector sabe que no tiene sentido buscar la vida real, la gente real y demás, cuando se trata de novelas».

Por supuesto no está de más conocer su aversión a notables autores como Dostoievski, Faulkner, André Gide, Gorki y Mann, [tampoco le gustaba Freud] y su negación a las teorías literarias. Sobre todo en este caso que vamos a considerar sus consejos para el lector.



Nabókov enseña a leer las grandes novelas  
                                                                              y admira sobre todo a Pushkin, Shakespeare y Joyce. También a Dickens, Flaubert, Proust, Kafka; con Jane Austen tuvo que hacer un esfuerzo para que le gustara. Ellos y él mismo están entre sus preferidos.

Sobre Ulises, su obra predilecta, dice: «es una divina obra de arte y vivirá a pesar de los insignificantes académicos que la convierten en una colección de símbolos o de mitos griegos».


Es un apasionado, despliega su gran inteligencia y erudición en sus conceptos, a veces cuestionables.

Enseñar a leer no debe ser facil, tampoco aprender, es un arte.
Acercarnos a los libros con amor a las imágenes que nos transmiten es sólo una de las claves, no la última lección.





La lectora de novela, Vincent Van Gogh [Arles, 1888] Óleo sobre tela.



 Vladimir Nabokov enseñó a:
  1. acariciar los detalles.
  2. apasionarse con la lectura de Jane Austen, Dickens, Stevenson, Proust, Flaubert, Joyce, Kafka,...
  3. releer a fondo las grandes novelas de la literatura.




Título origina: Lectures On Literature. Edit.: RBA Libros, 560 págs.





Pasajes elegidos de su Introducción:


No es la cantidad...
 
 «Cómo ser un buen lector», o «Amabilidad para con los autores»; algo así podría servir de subtítulo a estos comentarios sobre diversos autores, ya que mi propósito es hablar afectuosamente, con cariñoso y moroso detalle, de varias obras maestras europeas. Hace cien años, Flaubert, en una carta a su amante, hacía el siguiente comentario:

«Qué sabios seríamos si sólo conociéramos bien cinco o seis libros».



Detenernos en los detalles para crear el nuevo mundo propuesto donde nos sumergiremos. Sólo después levantar la vista...

Al leer, debemos fijarnos en los detalles, acariciarlos. Nada tienen de malo las lunáticas sandeces de la generalización cuando se hacen después de reunir con amor las soleadas insignificancias del libro.

Si uno empieza con una generalización prefabricada, lo que hace es empezar desde el otro extremo, alejándose del libro antes de haber empezado a comprenderlo. 

Nada más molesto e injusto para con el autor que empezar a leer, supongamos, Madame Bovary, con la idea preconcebida de que es una denuncia de la burguesía. Debemos tener siempre presente que la obra de arte es, invariablemente, la creación de un mundo nuevo, de manera que la primera tarea consiste en estudiar ese mundo nuevo con la mayor atención, abordándolo como algo absolutamente desconocido, sin conexión evidente con los mundos que ya conocemos. Una vez estudiado con atención este mundo nuevo, entonces y sólo entonces estaremos en condiciones de examinar sus relaciones con otros mundos, con otras ramas del saber.



La novela histórica goza de mala fama... [sin embargo, pensemos en Sir Walter Scott, lo digo yo, no V. N., pero no es lo que se ve en el curso]

Otra cuestión: ¿Podemos obtener información de una novela sobre lugares y épocas? ¿Puede ser alguien tan ingenuo como para creer que esos abultados best-sellers difundidos por los clubs del libro bajo el enunciado de «novelas históricas» pueden contribuir al enriquecimiento de nuestros conocimientos sobre el pasado?

                                                   Pero ¿y las obras maestras? ¿Podemos fiarnos del retrato que hace Jane Austen de la Inglaterra terrateniente, con sus baronets y sus jardines paisajistas, cuando todo lo que ella conocía era el salón de un pastor protestante? Y Casa Desolada [agrego: de Chales Dickens], esa fantástica aventura amorosa en un Londres fantástico, ¿podemos considerarla un estudio del Londres de hace cien años? Desde luego que no. Y lo mismo ocurre con las demás novelas de esta serie. La verdad es que las grandes novelas son grandes cuentos de hadas… y las que vamos a estudiar aquí lo son en grado sumo.



El encuentro del lector con el arte del escritor...

El tiempo y el espacio, el color de las estaciones, el movimiento de los músculos y de la mente, 

todas estas cosas no son, para los escritores de genio [por lo que podemos suponer, y confío en que suponemos bien], nociones tradicionales que pueden sacarse de la biblioteca circulante de las verdades públicas, sino una serie de  

sorpresas extraordinarias que los artistas maestros han aprendido a expresar a su manera personal.

La ornamentación del lugar común incumbe a los autores de segunda fila; éstos no se molestan en reinventar el mundo; sólo tratan de sacarle el jugo lo mejor que pueden a un determinado orden de cosas, a los modelos tradicionales de la novelística.

Las diversas combinaciones que un autor de segunda fila es capaz de producir dentro de estos límites fijos pueden ser bastante divertidas, pese a su carácter efímero, porque

a los lectores de segunda les gusta reconocer sus propias ideas vestidas con un disfraz agradable

Pero el verdadero escritor, el hombre que hace girar planetas, que modela a un hombre dormido y manipula ansioso la costilla del durmiente, esa clase de autor no tiene a su disposición ningún valor predeterminado: debe crearlos él.

el arte de escribir... el arte de ver el mundo

El arte de escribir es una actividad fútil si no supone ante todo el arte de ver el mundo como el sustrato potencial de la ficción. Puede que la materia de este mundo sea bastante real [dentro de las limitaciones de la realidad], pero no existe en absoluto como un todo fijo y aceptado: es el caos; y a este caos le dice el autor:

—¡Anda !

                                              dejando que el mundo vibre y se funda. Entonces, los átomos de este mundo, y no sus partes visibles y superficiales, entran en nuevas combinaciones. El escritor es el primero en trazar su mapa y poner nombre a los objetos naturales que contiene. Estas bayas son comestibles. Ese bicho moteado que se ha cruzado veloz en mi camino se puede domesticar. Aquel lago entre los árboles se llamará Lago de Opalo o, más artísticamente, Lago Aguasucia. Esa bruma es una montaña… y aquella montaña tiene que ser conquistada. El artista maestro asciende por una ladera sin caminos trazados; y una vez arriba, en la cumbre batida por el viento, ¿con quién diréis que se encuentra?

Con el lector jadeante y feliz. 

Y allí, con un gesto espontáneo, se abrazan y, si el libro es eterno, se unen eternamente.


*     *     *


Póngamosnos a prueba.

Simple encuesta para saber si somos «un buen lector»:

Selecciona cuatro respuestas a la pregunta «¿qué cualidades debe tener uno para ser un buen lector?»:

1. Debe pertenecer a un club de lectores.
2. Debe identificarse con el héroe o la heroína.
3. Debe concentrarse en el aspecto socioeconómico.
4. Debe preferir un relato con acción y diálogo a uno sin ellos.
5. Debe haber visto la novela en película.
6. Debe ser un autor embrionario.
7. Debe tener imaginación.
8. Debe tener memoria.
9. Debe tener un diccionario.
10. Debe tener cierto sentido artístico.


La mayoría se inclina por la identificación emocional, la acción y el aspecto socioeconómico o histórico. Naturalmente, como habrán adivinado,

el buen lector 
es aquel que tiene imaginación, memoria, un diccionario y cierto sentido artístico.



El valor de la relectura...

A propósito, utilizo la palabra lector en un sentido muy amplio. Aunque parezca extraño, 

los libros no se deben leer: se deben releer. 

Un buen lector, un lector de primera, un lector activo y creador, es un «relector». 

¿Por qué? Cuando leemos un libro por primera vez, la operación de mover laboriosamente los ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página tras página, actividad que supone un complicado trabajo físico con el libro, el proceso mismo de averiguar en el espacio y en el tiempo de qué trata, todo esto se interpone entre nosotros y la apreciación artística

                                                                                          Cuando miramos un cuadro, no movemos los ojos de manera especial; ni siquiera cuando, como en el caso del libro, el cuadro contiene ciertos elementos de profundidad y desarrollo. El factor tiempo no interviene realmente en un primer contacto con el cuadro. Al leer un libro, en cambio, necesitamos tiempo para familiarizarnos con él. 

No poseemos ningún órgano físico [como los ojos respecto a la pintura] que abarque el conjunto entero y pueda apreciar luego los detalles. Pero en una segunda, o tercera, o cuarta lectura, nos comportamos con respecto al libro, en cierto modo, de la misma manera que ante un cuadro. 

                                                   Sin embargo, no debemos confundir el ojo físico, esa prodigiosa obra maestra de la evolución, con la mente, consecución más prodigiosa aún. Un libro, sea el que sea —ya se trate de una obra literaria o de una obra científica [la línea divisoria entre una y otra no es tan clara como generalmente se cree]—, un libro, digo, atrae en primer lugar a la mente

                                 La mente, el cerebro, el coronamiento del espinazo es, o debe ser, el único instrumento que debemos utilizar al enfrentarnos con un libro.


Autor y lector aliados...

Sentado esto, veamos cómo funciona la mente cuando el melancólico lector se enfrenta con el libro risueño. Primero, se le disipa la melancolía, y para bien o para mal, el lector participa en el espíritu del juego. El esfuerzo de empezar un libro, sobre todo si es elogiado por personas a las que el lector joven considera en su fuero interno demasiado anticuadas o demasiado serias, es a menudo difícil de realizar; pero una vez hecho, las compensaciones son numerosas y variadas. 

 Puesto que el artista maestro ha utilizado su imaginación para crear su libro, es natural y lícito que el consumidor del libro también utilice la suya.



La imaginación del lector...

Sin embargo, hay al menos dos clases de imaginación en el caso del lector. Veamos, pues, cuál de las dos es la más idónea para leer un libro. En primer lugar está el tipo, bastante modesto por cierto, que busca apoyo en emociones sencillas y es de naturaleza netamente personal [hay diversas subespecies en este primer apartado de lectura emocional]. Sentimos con gran intensidad la situación expuesta en el libro porque nos recuerda algo que nos ha sucedido a nosotros o a alguien a quien conocemos o hemos conocido.

                              O el lector aprecia el libro sobre todo porque evoca un país, un paisaje, un modo de vivir que él recuerda con nostalgia como parte de su propio pasado. O bien, y esto es lo peor que puede hacer el lector, se identifica con uno de los personajes.

                              No es este tipo modesto de imaginación el que yo quisiera que utilizasen los lectores. Así que ¿cuál es el auténtico instrumento que el lector debe emplear?

 La imaginación impersonal y la fruición artística. 

Tiene que establecerse, creo, un equilibrio armonioso y artístico entre la mente de los lectores y la del autor. Debemos mantenernos un poco distantes y gozar de este distanciamiento a la vez que gozamos intensamente —apasionadamente, con lágrimas y estremecimientos— de la textura interna de una determinada obra maestra.



Moderación en nuestras representaciones...

Por supuesto, es imposible ser completamente objetivo en estas cuestiones. Todo lo que vale la pena es en cierto modo subjetivo. Por ejemplo, puede que vosotros allí sentados no seáis más que un sueño mío, y puede que yo sea una de vuestras pesadillas. Lo que quiero decir es que...

el lector debe saber cuándo y dónde refrenar su imaginación; 

lo hará tratando de dilucidar el mundo específico que el autor pone a su disposición. Tenemos que ver cosas y oír cosas: visualizar las habitaciones, las ropas, los modales de los personajes de un autor. El color de los ojos de Fanny Price, protagonista de Mansfield Park, y el mobiliario de su pequeña y fría habitación, son importantes.


Abstraer el verdadero sentido con justo entusiasmo y perseverancia...

Cada cual tiene su propio temperamento; pero desde ahora os digo que el mejor temperamento que un lector puede tener, o desarrollar, es el que resulta de la

combinación del sentido artístico con el científico. 

El artista entusiasta propende a ser demasiado subjetivo en su actitud respecto al libro; por tanto, cierta frialdad científica en el juicio templará el calor intuitivo. En cambio, si el aspirante a lector carece por completo de pasión y de paciencia —pasión de artista y paciencia de científico—, difícilmente gozará con la gran literatura.


Reconocer el arte en la literatura...

La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo del valle neanderthal gritando «el lobo, el lobo», con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando «el lobo, el lobo», sin que le persiguiera ningún lobo. El que el pobre chaval acabara siendo devorado por un animal de verdad por haber mentido tantas veces es un mero accidente. Entre el lobo de la espesura y el lobo de la historia increíble hay un centelleante término medio. Ese término medio, ese prisma, es el arte de la literatura.


No equivocarnos con la adjetivación de «verdadero»...

La literatura es invención. La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Todo gran escritor es un gran embaucador, como lo es la architramposa Naturaleza. La Naturaleza siempre nos engaña. Desde el engaño sencillo de la propagación de la luz a la ilusión prodigiosa y compleja de los colores protectores de las mariposas o de los pájaros, hay en la Naturaleza todo un sistema maravilloso de engaños y sortilegios. El autor literario no hace más que seguir el ejemplo de la Naturaleza.


Génesis de la historia...

Volviendo un momento al muchacho cubierto con pieles de cordero que grita «el lobo, el lobo», podemos exponer la cuestión de la siguiente manera: la magia del arte estaba en el espectro del lobo que él inventa deliberadamente, en su sueño del lobo; más tarde, la historia de sus bromas se convirtió en un buen relato. Cuando pereció finalmente, su historia llegó a ser un relato didáctico, narrado por las noches alrededor de las hogueras. Pero él fue el pequeño mago. Fue el inventor.



Captar la magia del escritor, distinguir su estilo, descubrir los andamios sobre los que se paró para volar...

Hay tres puntos de vista desde los que podemos considerar a un escritor: 
  1. como narrador, 
  2. como maestro, 
  3. y como encantador. 
Un buen escritor combina las tres facetas; pero es la de encantador la que predomina y la que le hace ser un gran escritor.

Al narrador acudimos en busca del entretenimiento, de la excitación mental pura y simple, de la participación emocional, del placer de viajar a alguna región remota del espacio o del tiempo. Una mentalidad algo distinta, aunque no necesariamente más elevada, busca al maestro en el escritor. 

Propagandista, moralista, profeta: ésta es la secuencia ascendente. Podemos acudir al maestro no sólo en busca de una formación moral sino también de conocimientos directos, de simples datos. ¡Ay!, he conocido a personas cuyo propósito al leer a los novelistas franceses y rusos era aprender algo sobre la vida del alegre París o de la triste Rusia. Por último, y sobre todo, un gran escritor es siempre un gran encantador, y aquí es donde llegamos a la parte verdaderamente emocionante: cuando tratamos de captar la magia individual de su genio, y estudiar el estilo, las imágenes, y el esquema de sus novelas o de sus poemas.


Placer sensual e intelectual...

Las tres facetas del gran escritor —magia, narración, lección— tienden a mezclarse en una impresión de único y unificado resplandor, ya que la magia del arte puede estar presente en el mismo esqueleto del relato, en el tuétano del pensamiento.

                                                                 Hay obras maestras con un pensamiento seco, limpio, organizado, que provocan en nosotros un estremecimiento artístico tan fuerte como puede provocarlo una novela como Mansfield Park o cualquier torrente dickensiano de imaginación sensual.

                                       Creo que una buena fórmula para comprobar la calidad de una novela es, en el fondo, una combinación de precisión poética y de intuición científica.

                                                                 Para gozar de esa magia, el lector inteligente lee el libro genial no tanto con el corazón, no tanto con el cerebro, sino más bien con la espina dorsal. Aquí donde tiene lugar el estremecimiento revelador, aun cuando al leer debamos mantenernos un poco distantes, un poco despegados. Entonces observamos, con un placer a la vez sensual e intelectual, cómo el artista construye su castillo de naipes, y cómo ese castillo se va convirtiendo en un castillo de hermoso acero y cristal.


*     *     *


En una entrevista concedida a Bernard Pivot en 1975, coincidiendo con la publicación de Ada o el ardor, en el famoso programa de contenido literario —uno de los más famosos e influyentes de la televisión francesa—, Apostrophes [1975 a 1990], lo habrán visto o escuchado nombrar, dijo Vladimir Nabócov, entre otras interesantes revelaciones que recomiendo¹:

«En aquellos años de exilio me veo a mí y a miles de rusos blancos llevando una vida extraña pero nada desagradable en la indigencia material y el lujo intelectual».

«La historia de mi vida, pues, se parece menos a una biografía que a una bibliografía: 10 novelas en ruso entre los 25 y los 40 años, y 8 novelas en inglés entre los 40 y ahora. En 1940 salí de Europa para ir a América y hacer de profesor de literatura rusa. De pronto me descubro una incapacidad total de hablar en público. Por tanto, decido escribir por adelantado más de cien conferencias anuales».

[Había acudido a la entrevista con todas las respuestas, a las preguntas anteriormente pactadas, escritas cuidadosamente en fichas].


Hablando de lo interesantes que suelen ser las historias inventadas, más que las de la propia vida: «La historia verdadera de una vida también ha tenido que ser contada por alguien, y si es una autobiografía escrita con pluma pudibunda por un personaje sin talento puede parecer muy sosa al lado de una invención maravillosa como el Ulises de Joyce».

«¿Es su libro favorito? Sí, mi gran modelo».

«Muchas veces me preguntan quién me gusta y quién no, entre los novelistas, comprometidos o no, de mi siglo maravilloso. Primero, no aprecio al escritor que no ve las maravillas de este siglo, las pequeñas cosas, la ropa masculina informal, el cuarto de baño que substituye al lavabo inmundo. Las grandes cosas como la sublime libertad de pensamiento en nuestro doble occidente. ¡Y la luna!

Recuerdo con qué escalofrío delicioso, envidia y angustia, miraba yo en la televisión los primeros pasos flotantes del hombre sobre el talco de nuestro satélite y cómo despreciaba a quienes decían que no valía la pena gastar tantos dólares para pisar el polvo de un mundo muerto. Detesto pues a los divulgadores comprometidos, a los escritores sin misterio, a los infelices que se alimentan con los elixires del charlatán vienés. Aquellos que aprecio saben que sólo el verbo es el valor real de la obra maestra. Principio tan viejo como verdadero, y eso no ocurre a menudo. No es preciso dar nombres, nos reconocemos por un lenguaje de signos, a través de los signos del lenguaje, o bien, al contrario, todo nos irrita en el estilo de un contemporáneo detestable, incluso sus puntos suspensivos».


*     *     *



Comentario final

Este libro que propongo, Curso de literatura europea, del que ya leímos parte de la introducción, es,  en las propias palabras del autor, «entre otras cosas, una especie de investigación detectivesca en torno al misterio de las estructuras literarias».

La primera edición es de setiembre de 1983, Editorial Bruguera, Barcelona, España.

Consta de una biografía de Nabokov en la introducción, escrita por John Updike [de él son algunos de los conceptos] y traducción de Francisco Torres Oliver.

Los que tengan ganas de leerlo, creo que será una manera de «presenciar» las maravillosas conferencias, «todavía con olor a clases», dice Updike, ya que la revisión y edición se cuidó de no eliminar los ánimos, asombros y «envolvente calor pedagógico».

Dijo Nabocov de esta experienia: «El trabajo con este grupo ha supuesto una asociación especialmente agradable entre la fuente de mi voz y un jardín de oídos: unos abiertos, otros cerrados, muchos de ellos muy receptivos, unos pocos meramente ornamentales, pero todos humanos y divinos».

Nos lo imaginaremos leyendo los largos párrafos de famosas novelas con el placer contagioso, ¿por qué no? con la locución teatral y apasionada de este profesor ruso que hizo honor al prestigio de la tradición oral de su país.

Seremos de alguna manera afortunados estudiantes que se topan con un buen maestro que ayudará a comprender y analizar grandes libros, lo hace con un lenguaje fácil y hurgando en detalles que uno podría haber dejado pasar. Para deleitarse leyéndolo junto a una re-lectura de los títulos que explica [ofrezco abajo los links].

La primera escritora que aborda es la novelista británica Jane Austen [1775-1817] y su novela, Mansfield Park. Luego sigue con Charles Dickens [1812-1870], eligiendo Casa desolada. Dejamos Inglaterra y nos trasladamos a Francia con Gustave Flaubert [1821-1880] y su famosa y escandalosa para la época, Madame Bovary, [se habrá sentido unido, por haber sido acusados, ambos, de «inmorales»]. Volverá al Reino Unido, pero esta vez a Escocia con Robert Louis Stevenson [1850-1894] y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hide.

A Franz Kafka [Praga, 1883-Austria 1924], a quien mucho admira, lo presenta, como no podía ser de otra manera, con La metamorfosis.

Nos queda el último, y quizá el más admirado de todos: James Joyce [Irlanda, 1882-Zúrich, Suiza, 1941] y, acá tampoco quedaba duda, con el famoso y poco leido por el común de los lectores, Ulises.
La gran obra maestra del siglo XX.

Y con esta mención llego a mi punto de partida. Ya que en este momento estoy leyendo Ulises, de una manera dedicada y con la guía inapreciable de una excelente profesora.
Me considero una lectora puntillosa, de esas que, como dice Nabocov, «acaricia los detalles».

Corroboro ahora que debo leerlo como quien observa una obra de arte, dejando de lado los datos y referencias, una vez dilucidados. Ahí me puedo entregar con libertad a la belleza de las palabras en la creación artística, en una relectura.

Nabokov nos advierte: «Ulises es una estructura sólida y espléndida, pero un poco sobrestimada por esa clase de críticos más interesados por las ideas, las generalidades y los aspectos humanos que por la obra de arte en sí».
No niega el eco homérico de la novela —vago y general—, ni las numerosas alusiones clásicas, entre muchas otras, pero no nos quedemos en eso.
Nabocov se enoja con los «pelmas eruditos, o lo que es peor, con los seudoeruditos» que nos detienen en buscar paralelos y alegorías.

— ¿En qué nos debemos detener entonces, profesor?

— Muy sencillo, en el pasado irremediable. El presente y el futuro con la figura central de Bloom y todos los personajes que lo rodean, en círculos siguiendo la marcha del destino, que se presenta a veces con una pequeña cortesía.

Podríamos también, agrego, trazarnos un propio mapa a mano a la manera de Nabokov¹, de los encuentros y desencuentros de los principales personajes. Ese mapa de Dublín preciso y meticuloso que trazó Joyce, tenerlo siempre a la vista mientras leemos la novela, desde ya.


*     *     *



Elegir un libro al que le vamos a dedicar tiempo y, a veces esfuerzo, no es fácil. No hay tiempo para leer todo lo que quisiéramos, elegimos unos y dejamos otros.

Me ha pasado que iba a empezar un libro, entonces tomé otro, imparcialmente, y habiendo tenido quizá la elección acertada... como dice Frost en el hermoso poema, yo tomé el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia.

C. G.






Los libros no se deben leer: se deben releer.
Sapientia: ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor.
Roland Barthes [El placer del texto y lección inaugural]








Mis notas, lecturas, fuentes, referencias


- ¹ Entrevista a Vladimir Nabokov:
http://www.enfocarte.com/1.11/entrevista.html 

 http://aletheiamuip.com/escritores/vladimir-nabokov/
 

- ² Hand-Drawn Map of Jame Joyce´s Ulysses, by Vladimir Nabokov: 
  http://www.openculture.com/2013/08/vladimir-nabokov-creates-a-hand-drawn-map-of-james-joyces-ulysses.html


- Poema «El camino no elegido», Robert Frost: mencionado en mi frase final.


- Nabokov, En las postrimerías de la modernidad: Íñigo F. Lomana.

Borges y Nabokov, dos escritores de la «modernidad tardía». Borges, entre los pocos admirados por Nabokov. La postmodernidad y la pérdida de la creencia del escritor asociado a la figura del genio.

«Nabokov participa del concepto tradicional de genio a través del cual se piensa al autor como un alquimista dispuesto a convertir el vulgar lenguaje cotidiano, en luminoso lenguaje poético».

También Borges compartirá esta idea, como demuestra, por ejemplo, el prólogo a Los conjurados [1985] en el que proclama lo siguiente:
«Escribir un poema es ensayar una magia menor. El instrumento de esta magia, el lenguaje, es asaz misterioso».
La inspiración sigue siendo, para Nabokov, el impulso que explica el alumbramiento de la obra de arte. Considera a la labor literaria como algo próximo a la experiencia mística.

                                                                              Nabokov persiste en ese espíritu elitista propio de la modernidad que pretende evitar la contaminación de la «alta cultura». Ada o el ardor [1969], la más importante de las obras de Nabokov, y su tiempo detenido, uno que fija el devenir, ... Entonces no lo vemos como a un autor moderno en el sentido pleno, sino ubicado en una modernidad liminal.

Nobokov anticipa. El sujeto instalado en la postmodernidad se concibe como un centro vacío atravesado por las miradas que lo construyen. Es un individuo que depende de la capacidad simbólica de las miradas ajenas.
A este drama postcontemporáneo están dedicadas algunas de las mejores obras de Vladimir Nabokov.

Todo lo que uno cree ser, representar o proyectar, puede quedar absolutamente por el veredicto de la mirada ajena, única autoridad capacitada para decidir la conformación de las identidades [Desesperación, 1936].

Obras como la citada, o El ojo [1930], así como buena parte de la producción de Borges y que podemos adscribir a esa modernidad tardía o liminal, nos presentan la fragmentación de un sujeto que carece de una esencia más allá de las miradas que lo crean.

La aparición de «la literatura del agotamiento» [John Barth, 1930] trae como consecuencia la instalación de un planteamiento según el cual toda ficción debe convertirse en metaficción, y todo texto en palimpsesto.

Si todo está escrito, escribamos sobre lo escrito, así, Pierre Menard [..., autor del Quijote, 1944] y Charles Kinbote [ Pálido fuego, 1962, para muchos «la novela perfecta»]... habitantes de un mundo autoreferencial.

Con respecto a su obra más famosa, Lolita [1955], Nabokov nos ofrece la visión de ese momento privilegiado, al que él asiste desde su condición liminal, en el que se produce la apertura de la alta cultura a la cultura de masas, «la hospitalidad hacia lo popular».

 Leer el estudio completo:
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero13/lomana.html



Las excelentes novelas expuestas por Nabokov , para leer:


- Mansfield Park, Jane Austen: novela completa
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/a/Austen,%20Jane%20-%20Mansfield%20Park.pdf


- Casa desolada, Charles Dickens: novela completa
http://www2.ayto-sanfernando.com/biblioteca/files/Casa-Desolada.-Vol.I.pdf


- Madame Bovary, Gustave Flaubert: nevela completa
 http://www.battaletras.com/docs/madamebovary.pdf


- El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hide, Robert Louis Stevenson: novela completa
http://www.cva.itesm.mx/biblioteca/Files/Robert_Louis_Stevenson_-_El_extrano_caso_del_Dr_Jekyll_y_Mr_Hyde.pdf


- La metamorfosis, Franz Kafka: novela completa
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/K/Kafka%20-%20La%20metamorfosis.pdf


- Ulises, James Joyce: novela completa
http://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CBwQFjAA&url=http%3A%2F%2Fxa.yimg.com%2Fkq%2Fgroups%2F16873480%2F1593632473%2Fname%2FJames%2BJoyce%2B-%2BUlises%2B%2528espanhol%2529.pdf.pdf&ei=bz4VVcPIAae1sATqwIJY&usg=AFQjCNFS3eM-s5fyQ6YKg7v0uLKcxmkV8A&sig2=NT9_X5b0HpWiQjOdUtkHHw&bvm=bv.89381419,d.cWc





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Conversar de libros, y de los caminos a donde ellos nos llevan, dar una opinión, contar impresiones, describir una escena, personaje favorito, nunca contarlo todo, aunque a veces, elijamos ir un poco más allá, y no está mal, no a todos les molesta.
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