lunes, 29 de junio de 2015

«Número Cero», Umberto Eco

Número Cero

[Numero zero, 2015]

Umberto Eco

[1932, Alessandria - 2016, Milán] 

 

— Hoy en día, para rebatir una acusación, no es necesario probar lo contrario, basta deslegitimar al acusador. A nuestro editor le hará gracia ver cómo se puede arrojar una sombra de sospecha sobre un juez entrometido.
 «Simei», director del diario Domani


 
Editorial Lumen, 2015. Traducción: Helena Lozano Miralles


     Todos sabemos que cuando abrimos los diarios que llegan a nuestras casas por la mañana temprano, las noticias son viejas.
Ya la anoche anterior las hemos leído rápidamente [¿cómo si no?] en twitter, algo ampliadas en facebook, visto las imágenes en Instagram, y en todas las redes sociales que nuestros amigos se encargan de difundir y hacernos llegar. Lo hacemos cómodamente, desde nuestro celular [móvil para los españoles], tableta o PC.
También repetidas una y mil veces en los canales de TV, —para los que todavía miran— y no nos olvidemos de las radios. 

¿Les parece exagerada esta evaluación? Si no es así, ¿habrá alguien interesado que se le ocurra una buena idea para revertirla? y que los diarios, esos periódicos impresos en papel, publicación informativa para más datos, ¿vuelvan a ocupar su antiguo protagonismo?

Esperen y vean, dijo el escritor desafiante.
Vamos a ver de que se trata el último libro de Umberto Eco, escritor que no necesita presentación, filósofo italiano, experto en semiótica, autor de numerosos ensayos y novelas que llegaron a ser muy populares. Porque Número cero podría ser el nombre de un diario que diera respuesta a tal deseo.


Umberto Eco [Alessandria, Italia, 1932]

La historia de un perdedor, una storia che sta per cominciare

     Nos lo cuenta el protagonista —calculamos de unos cincuenta y tantos— que ha sido abandonado por su esposa Anna tras dos años de matrimonio, que tiene una carrera universitaria inconclusa a causa de una «Memoria de Licenciatura», fallida desde el mismo comienzo, sobre el que ya volveré y, ¿para qué vamos a ahondar ahora? Resumiendo, es un perdedor compulsivo. Lo dice él mismo, por lo que ya nos permitimos dudar de tal auto desprestigio.

«La culpa la tiene el alemán», al idioma se refiere. Porque cuando él era joven —imaginen los años cincuenta—,  saber este idioma «difícil», marcaba la diferencia, hoy las cosas han cambiado, lo reemplazaría el chino o el ruso.
Pero él se decide por el alemán, idioma que ya conocía por una entrañable abuelita del Alto Adigio. Y a esa perezosa y nada original experiencia de anotarse para estudiar algo que ya se conoce, se le suma el estrafalario profesor Di Samis y su «nido de águilas» al que también termina abandonando, desengañado del ambiente académico.

Seguir con las traducciones a tiempo completo le pareció en ese entonces la mejor opción, quedarse en casa, con frío o calor, trabajar en zapatillas y aprender un montón de cosas. 

— ¿Por qué debería uno ir a la facultad?— se pregunta.

Cuando se dió cuenta que también abandonaba las traducciones, «por culpa de Friedrich List» esta vez, ya era tarde para regresar a los estudios.

Cuando vives cultivando esperanzas imposibles, ya eres un perdedor.
Y cuando te das cuenta, te hundes.

Pero no se hundió, no en ese momento al menos, y no sabemos si va a tener ese destino trágico.
Mientras tanto va a desempeñar otros trabajos, experimentará sus primeros encuentros sexuales y llegará a Milán:
                             Esta ciudad italiana, con sus calles con pórticos, plazas históricas y ristorantes. La manera en que los personajes se mueven por ella, al propio aspetto, nos sumergirá en el escenario perfecto para sentir que ti trovi in un luogo conosciuto. Desde ya que no es la Milán distinguida, emblema de elegancia y buen vestir de la Vittorio Emmanuelle o Monte Napoleone. Es la Milán de Via Bagnera:


Via Bagnera, Milán

La calle más estrecha, donde el primer asesino en serie de Italia escondía los cadáveres de sus víctimas, es adonde irá con Braggadocio, es la Milán de los bulevares periféricos.
Y también la de los Navigli, donde irá con Maia.:


Navigli, Milán

                                                                                                              
Escenas y ambientes bien descritos por Eco, aunque economizando detalles. No le hacen falta para que vayamos dibujando nuestro propio bosquejo. Milán está simplemente ahí, con sus pasadizos secretos y las ruinas romanas. Transmitiéndonos, por un lado, una vetusta tranquilidad y el recuerdo de haber sido capital de imperio, y por otro, casas destruidas por los bombardeos de la última guerra, transmitiendo odios y grietas aún no reconciliadas. Una ciudad que acuna tantas vivencias asombrosas y diversas.

Braggadoccio, uno de los personajes, nos la va a mostrar: «quiero ver lo que ya casi no recuerdo, el Milán de mi abuelo y de mi padre».

Maia por su parte, nos lleva al Milán más benévolo. Ella también acude a sus recuerdos, pero con orgullo. Nos habla de la ciudad de antaño que tanto amó Stendhal, la que era de verdad como Amsterdam, atravesada por cinturones de canales hasta el centro. Recordaremos con ella las puestas en escena de El nost Milan de Bertolazzi, expresiones culturales decimonónicas para viajar al tiempo dei nostri nonni.


Archivo del Piccolo Teatro: El nost Milan, 1955-56. Actores: Emilio Rinaldi y Valentina Fortunato

Pero nuestro protagonista todavía no conoce a Braggadoccio y a Maia, es que al hablar de Milán me tuve que referir a ellos, a estas dos miradas. Volvamos entonces...

Dar clases a alguien que no quiere aprender, escribir críticas de espectáculos de mala muerte, trabajar para editoriales universitarias corrigiendo galeradas, «destruir» con críticas sin miramientos a incautos escritores,...esas fueron sus ocupaciones. Y con tanta lectura desaforada, y en parte obligada, nuestro protagonista logró «hacerse de una cultura», eso sí, una cultura monstruosa.

Que ya lo dijo Paolo Villagio:

Los perdedores, como los autodidactas, 
tienen conocimientos más vastos que los ganadores.
Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas.
 El placer de la erudición está reservado a los perdedores.
Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas en este mundo.


Sabias palabras.

*     *     *


Nunca más una mujer en serio después de su «fracaso». ¿El sexo?, bien gracias. Su sueño: el nada original de escribir un libro. 

Soñaba con lo que sueñan todos los perdedores, escribir su propio libro.

Y practicaba siendo un ghost writer, el que escribe para otro,... ¡bah! ahí en las sombras. Y cuando trató de escribir lo suyo propio, le salió demasiado elaborado, rebuscado hasta la médula, troppa letteratura! Liberarse del vicio de la cita y de acudir a otros idiomas [¡je|] fue otro retroceso, si es que se puede retroceder cuando todavía no se ha comenzado. Repito por si no quedó claro, ¡demasiada literatura en su haber!
Entonces, como suele ocurrir en la vida —y en la literatura—, le llega una inesperada invitación que lo cambiará todo, en este caso de la mano del signore Simei
¿Qué podía perder?


*     *     *


Un libro a la manera de diario, pero un diario especial
La edición Número cero

¿Quieren saber algo de Simei? era uno que tenía la cara de otroefectivamente tenía la cara de todos. Aunque, no es tan importante que entiendan en este momento cómo era Simei, sino cuál era su propuesta: ¿a hacer qué lo invitaba a?

La respuesta fue: un libro. Las memorias de un periodista. Contar el día a día de un año de trabajo preparando un diario que nunca se publicaría —¿o sí?—, que jamás saldría al público —aunque nunca se sabe. El diario en cuestión se llamaría Domani, porque «mañana» es el «lema» que usan los políticos y los gobiernos: «mejor mañana, lo hablamos mañana, miremos el mañana».

Pero como el libro iba a ser un volver al ayer [y es indudable que a Eco le gusta esto de jugar con el tiempo], se llamaría: Domani: ieri [Mañana: ayer]. Simei dirigiría el diario y controlaría el día a día del libro. Un experimento.


*     *     *

El libro de Umberto Eco es también un diario






Día a día. Así está estructurado el libro, y... cuántos relatos de este tipo nos vienen a la memoria. Pero ahora ya no se usa papel y lapicera, no.
Comienza un sábado, 6 de junio de 1992, 8 h —con esta precisión. Luego retrocede al lunes 6 de abril del mismo año, vamos a seguir en otros días de abril [no todos], pasaremos a algunos días de mayo, llegaremos al punto de partida sábado 6 de junio, y finalizaremos con dos fechas más con una particularidad que no revelaré.
Estos «capítulos» son cortos, 12, 20, 4, 27 páginas el más largo. Fácil lectura en cuanto a que es fluida, y un presentimiento de que seremos parte del «experimento».


*     *     *


Empleador y empleado, uno frente a otro

A Colonna [recién ahora sabemos el nombre del protagonista, narrador-personaje] no le resulta nada fácil aceptar. Las condiciones serán extrañas, o no tanto si pensamos en Dumas [plagios, ghost writers, ecrivain negré], también él. Pero la paga era buena y su situación actual, nefasta.
A Simei le viene muy bien Colonna: sus dotes de escritor, sus fracasos, el hecho de haber sido un peón cultural para algunas editoriales y escritores, todas situaciones que le ha dan el ritmo imprescindible que él necesita. Su necesidad de trabajar a sus ya cincuenta años [y algunos más] le asegura el rápido, sin falsas poses de dignidad ofendida.


*     *     *


El experimento. Dos proyectos

El Commendatore Vimercate es el magnate quien pagará a los demás redactores contratados aparte de Colonna, los gastos de producción e imprenta, distribución si la hubiese, todo el experimento del diario.
Simei es el que paga el libro que va a escribir Colonna secretamente para él [un trabajo dentro de otro trabajo]. Será el director del periódico del Commendatore, periódico que habrá de tener doce números cero, digamos cero/uno, cero/dos,... y así seguirán las poquísimas copias reservadas para LOS QUE LA TIENEN QUE RECIBIR.

Todo este proyecto parecerá algo muy loco a cualquier lector que esté leyendo este comentario y no esté muy empapado con la industria editorial y periodística.
Es este ámbito se conecta la política y las altas esferas del poder económico, y nada es inocente.
Nada lo es.

La fuerza de un dossier es que ni siquiera es imprescindible darlo a la luz.
Basta con hacer circular la voz de que existe y de que contiene noticias «interesantes».
Fulanito se entera de que tienes noticias sobre él, no sabe qué información.
Pero, algo habrá, todos tienen algún esqueleto en el armario.
Y ya ha caído en la trampa: en cuanto le pidas un favor, será «razonable».


*     *     *


Mentiras, ocultamientos, especulación, doble trabajo, escritor doble, doble cara, complicidades, chantaje.

Pero no usemos esa fea palabra.
Los diarios publican noticias, al menos es lo que nos hacen creer.
Como dice el New York Times, «all the news that´s fit to print»,

y a lo mejor alguna más.

Uno puede ser un cretino y un manipulador, pero soñar con pasar a la posteridad como un héroe impoluto, con escribir un «beseler» y ser famoso, y aspirar a ser reconocido como un modelo en su profesión, è troppo!
Se puede. En el camino habrá que jugar sucio, eso sí. Solo basta moverse en el ambiente empresarial dedicado a la comunicación —mass media—, o saber leer entre líneas, o no ser tan crédulo para enterarse de los medios que usan ciertos periodistas para cubrirse las espaldas, para asustar a alguien o para «plantar» ciertos temas.
«Pero eso no es asunto nuestro», dice Simei.




Simei querrá pasar a la posteridad como un modelo de periodista independiente, capaz de jugarse por principios de integridad, el Commendatore pagará el proyecto con intenciones que no revelaré, el dottore Colonna [a esta altura ya tiene el título], con el cargo de jefe de redacción, nadará en dos aguas.

Los colaboradores son espartanamente pocos: Maia [mencionada anteriormente], la única mujer, soltera, licenciada en Filosofía y Letras, había trabajado en una revista del corazón —basuras amorosas—, pero ahora quiere ser una periodista seria; Braggadocio [ídem], especializado en revelaciones sensacionalistas; Cambria, especialista en pasarse noches enteras en las salas de urgencia o de comisarías, para dar con la noticia fresca;  Ludici inspiraba desconfianza y nadie había oído mencionar alguna de sus publicaciones; Palatino tenía gran experiencia en crucigramas y pasatiempos; Costanza había trabajado como corrector, figura que estaba volviéndose obsoleta. Ninguno de ellos, como verán, tenía un background de excelencia. Todos ignorarán lo que saben Simei y Colonna, creerán que se están labrando un porvenir.
Todos tienen sí en claro una cosa: hay que hablar el lenguaje del lector, hay que decir lo que el lector quiere escuchar.

*     *     * 

Estamos ante una historia que nos resulta conocida. En un momento dado, Braggadocio le dirá a Colonna: «Mi padre me acostumbró a no creerme las noticias al pie de la letra. Los periódicos mienten, los historiadores mienten, la televisión miente», y hablará de escenas que se montan —con algo de verdad.

Conocer de antemano esta realidad, lectores escépticos que están leyendo mi comentario, no le quitará ni un ápice de interés, al contrario, van a querer saber cómo se escribe ese diario del día después, cómo se va a usar, cuál va a ser su destino.
Y también mucho interés despertará «el libro» que tendrá que contar lo que no pasó, cómo se va a usar, cuál va a ser su destino.
Estas serán las primeras intrigas. No las últimas.

El libro comienza con el anteúltimo día de la historia contada por su protagonista, y desde el mismo comienzo sabemos que tiene miedo. Teme que alguien haya entrado a su departamento durante la noche. Tendremos que leerlo para saber a qué responde esa preocupación. No faltarán los lectores perspicaces, queridos Watsons que deducen prontamente.

Los lectores que, debemos reconocernos dentro de los heterodirigidos —¿quién escapa? —  tendremos la doble sensación, la de formar parte de un conformismo del que no podemos escapar y a la vez la de querer recuperar la rebeldía de Maia. Uno elige: estar en el grupo de los desilusionados, de los que viven instalados en la sospecha o de los que se redimen en una sosegada denuncia.
Así caminamos la mayoría.

*     *     *


¡Qué placer leer esta novela! A pesar de todo. A pesar de que nos diga que nos estamos acostumbrando a perder la vergüenza. Cómo si no lo supiéramosEscuchamos frecuentemente a entrevistados que cuentan haber hecho esto y aquello ilegalmente, y casi no se les mueve un pelo:
corrupción autorizada.
Las personas decentes [nosotros] seguiremos votando a los truhanes porque no daremos crédito a lo que deberíamos dar crédito, porque estaremos enganchados a la televasura.
No se enfaden los forofos de esos programas o los de la ficción seriada, que también es adictiva.   

Esta es la séptima novela de Umberto Eco. No encontrarán el despliegue de erudición y cultura, el clima oscuro y conflictivo del medioevo que encontraron en El nombre de la rosa, ni la imagen de oscilación de toda práctica interpretativa [il testo è un oggetto che l´interpretazione construisce] de El péndulo de Foucault, pero sí tiene misterio e investigación, solo que el ojo investigativo acá se corre de lugar. Sí, los personajes se construyen a partir de sus peripecias y nuestra interpretación. Sí está ambientada en un turbulento ambiente, solo que es tan actual y real que no parece novela. Duele, o al menos incomoda. Eco tenía que escribir alguna ficción que nos reflejara, y lo hizo.

«Ah, los jóvenes, los jóvenes», ya lo dijo el profesor Di Santis, «se desviven por los contemporáneos».

Y bien, si «el público» de este circo romano quiere contemporaneidad, aquí está. Y si tampoco esto atrae lo suficiente, si no «divierte» —como se acostumbra a decir ahora—, entonces fabriquemos un domani, hablemos de lo que podría suceder mañana.Y si no hay «una bomba» para arrojar, siempre se puede inventar algo... pero no venga a contármelo, dirá el director, hágalo per conto suo. Y la conspiración siempre gana, el público quiere estar «atrapado», «divertido», acepta mansamente la opinión inducida. No se toma el trabajo de ver la realidad detrás de esos astutos entrecomillados y de esos testigos «espontáneos». La prosaica realidad es para los aburridos.

Escrita con gran ironía, lenguaje inteligente que logra una reacción. Trama interesante con situaciones políticas italianas conocidas: Mussolini y su Claretta, el juez Di Pietro, mani pulite y el juez Falcone, la mafia y las tríadas. La Cosa Nostra, la red Gladio y las Brigadas Rojas, Aldo Moro y la misteriosa muerte del papa Albino Luciani, Juan Pablo I, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, o la Liga Norte. La Congregación Salesiana, el Banco Ambrosiano y el Vaticano, etc.

Y también situaciones políticas conocidas que pueden ser comunes a otras sociedades, a la nuestra seguro.
Dos políticos exiliados famosos, o la favola, chi lo sa?

Les había preguntado en el comienzo si podía haber alguien interesado en revertir el desinterés por los diarios, si a alguien se le podía ocurrir una idea, ya no digamos buena sino efectiva, para que vuelvan a ocupar su antiguo protagonismo.

Quien lo imaginará será Domani, con sus previsiones, hipótesise insinuaciones.
Todo escrito con muchos acaso y con muchos quizá.
No son las noticias las que hacen el diario, sino el diario el que hace las noticias.


Muy buena lectura. No cuento más detalles porque no quisiera coartar el placer de todo lector de descubrir y sorprenderse. Hay diálogos fuertes, ácidos, satíricos, que bien valdrían la pena resaltar, como la carta de lector de «Preciso Desmentidillo» sobre un artículo periodístico, firmado por «Aleteo Verdad», ¡desopilante! También refleja la soledad del individuo en una sociedad que muchas veces nos avergüenza. «Un manual de comunicación de nuestro tiempo», dice la crítica.
Y una historia de amor, o de salvación.

¡La recomiendo! recomiendo correr la aventura de leer Número Cero, intentar ponerse en la piel de Colonna, que acepta correrla viviéndola, y contándola con un cinismo,... ¿cómo diría Maia? lleno de alegría, «singular alegría», diremos nosotros que tenemos la última palabra.

C. G. 


Notas

- Apocalípticos e integrados, Umberto Eco: «Un hombre heterodirigido es un hombre que vive en una comunidad de alto nivel tecnológico y dentro de una especial estructura social y económica [en este caso basada en una economía de consumo] al cual se sugiere constantemente [a través de la publicidad, las transmisiones de la televisión, y las campañas de persuasión que actúan en todos los aspectos de la vida cotidiana] aquello que debe desear y cómo obtenerlo, según determinados procedimientos prefabricados que le eximen de tener que proyectar arriesgada y responsablemente».

https://books.google.com.ar/books?id=W5zYVzkliFAC&pg=PP208&lpg=PP208&dq=el+hombre+heterodirigido,+Umberto+Eco&source=bl&ots=oB3Ae_5K_1&sig=fiXvreM6KuPIbdpiXtdy2WN0J78&hl=es&sa=X&ei=h9BbVY_XCYyhgwSti4HwAg&ved=0CDoQ6AEwBQ#v=onepage&q=el%20hombre%20heterodirigido%2C%20Umberto%20Eco&f=false

- Home Page of Umberto Eco:
  http://www.umbertoeco.com/en/

- Poltergeist: fenómeno paranormal que engloba cualquier hecho perceptible, de naturaleza violenta e inexplicable inicialmente por la física, producido por una entidad o energía imperceptible,... se incluyen, por lo general, ruidos inexplicables, movimientos de objetos inanimados, materialización, desaparición de comestibles, olores extraños y ataques físicos.

- Valldemossa: localidad y municipio español situado en la parte occidental de la isla de Mallorca, en la comunidad autónoma de Islas Baleares.

- Heinrich Heine: [1797-1856] fue uno de los más destacados poetas y ensayistas alemanes del siglo XIX

- Friedrich List: [1789-1846] fue un destacado economista alemán del siglo XIX que desarrolló el Sistema Nacional o lo que algunos hoy llamarían el Sistema de Innovación Nacional. Fue un antecesor de la escuela historicista alemana de economía, y considerado el teórico original de la unión europea cuyas ideas fueron la base de la Comunidad Económica Europea.

- Publicación del ABC. es: Alexandre Dumas [1802-1870, Francia], autor de los más grandes best sellers de la literatura, contó con el apoyo de varios «negros» con quienes escribió a «cautro manos» varias de sus novelas más célebres, como Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo.
La historia de uno de estos «negros», quizá el más famoso, Auguste Maquet, fue públicamente conocida en la película L´Autre Dumas [2010], protagonizada por Gerard Depardieu.

Oculto durante décadas, maltratado económicamente, Maquet recibe ahora su homenaje tardío.
Nadie pone en duda el genio de Dumas, solo se dice en voz alta lo que ya muchos conocían y pone sobre el tapete una práctica no poco usada.

En este caso se rescata esta verdad y se indaga en la «intimidad» del trabajo literario de estos dos creadores, aportando cada uno su genio, opacando uno al otro.

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-09-02-2010/abc/Espectaculos/alexandre-dumas-utilizo-un-negro-para-escribir-los-tres-mosqueteros_1133649985033.html

- Paolo Villaggio: [1932] Actor, cómico, director y escritor italiano. Con su desacralizante y grotesca ironía, fue uno de los primeros actores brillantes en Italia que, a través de la sátira, logró hacer reflexionar sobre los problemas de nuestra sociedad. Su nombre está ligado indisolublemente a la figura del contable Ugo Fatozzi, su criatura cinematográfica más afortunada.
En 1971 la casa editora Rizzoli  publica el libro Fantozzi, una colección de esos relatos que lleva a Villaggio a ser conocido internacionalmente. El éxito de sus best-sellers [escribirá tres, todos editados por Rizzoli] le dará la oportunidad de dedicarse al cine con éxito. [W]

- El péndulo de Foucult:
 http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/uno/wunderkammer/Texto/Novela/Umberto_Eco_El_Pendulo_de_Foucault/version_html/Eco,%20Umberto%20-%20El%20Pendulo%20De%20Foucault.htm








martes, 23 de junio de 2015

También esto pasará, Milena Busquets

 

También esto pasará

Milena Busquets

 [Barcelona 1972]

 

Editorial Anagrama, Narrativas hispánicas, 2015


¿Por qué no subes a Cadaqués unos días? Ahora la casa es tuya.

                                              Este es uno de los consejos bienintencionados que recibe Blanca en las horas posteriores al funeral de su madre. Horas que nadie se imagina, nadie, por alguna extraña razón se puede imaginar a sí mismo, teniendo la edad que sea, en el funeral de su madre.

Y sin embargo allí está Blanca, la protagonista y voz de la historia, con cuarenta años, cansada y triste, viendo a la gente como quien mira a través de un vidrio que desdibuja las imágenes, escuchando las condolencias como quien escucha voces que vienen desde muy lejos y no alcanzan a depositarse en ningún sitio de consuelo. Al menos no por ahora.

La enfermedad es algo que tampoco se imagina uno —o por lo menos no se la entiende en términos de efectos en los ánimos y conductas familiares y cambio de roles—, y menos la de una madre, entronada siempre, fuerte, divina. La enfermedad que va minando su cuerpo, y ella, poco a poco, sin darse cuenta va depositando toda la responsibilidad de su menguante felicidad sobre los hombros de una hija.

[También podría ser sobre los hombros de un hijo, pensamos los lectores transfiriendo situaciones personales, ¿por qué no?].

Los amigos están, amigos que creen en Dios o que en otros tiempos no creían tanto, pero si tienes la suerte que estén transitando la primera etapa, te mirarán con cara de pena y te dirán qué lástima que no estés iluminada... que es más o menos lo mismo que hacer un baluarte de la fe.
A la derecha los que tienen fe,...
Pero dejando las ironías de lado, todos quieren ayudar, todos hablan de futuro y de aprender.

Y ella piensa en ese momento cuántas cosas no le enseñó su madre. Mamá me prometiste... Mamá no me dijiste... Mamá, ¿cómo pudiste?... Mamá estás muerta.

«Mamá estás muerta», debe repetirse para cerciorarse que no está en un error, para corroborar que no ha entendido mal.

Se acaba el funeral... sin ceremonia ni rezos, ni flores, ni poemas de tus amigos poetas.

Están en Cadaqués, debe volver a su casa, al calor insoportable de la ciudad —ni lo piensa—,... lo que sí se imagina es que de ahora en más, cada funeral al que asista será este.


*     *     *


Más o menos con este principio conocemos la historia que nos narra Milena Busquets, narración que seguirá siempre contada en primera persona. Con una intimidad de hechos y sentimientos se teje la trama, en una evolución que va desde el dejarse llevar por los ritmos de «lo que el cuerpo pide», pasando por ni entrar a tu cuarto o mirar tus cosas, hasta el «ponerse de pie» y empezar.

Sabremos del entorno de Blanca por esos días: Óscar, un ex marido y ahora algo más que amigo, uno de los pocos hombres con ojos de ilusión, uno que de repente le dice a ella, a-e-lla: «no sé qué voy a hacer con mi novia».

Veremos como actúa la gente que se  preocupa y la quiere. Sus hijos por ejemplo: Nicolás de apenás cinco años, conmoviéndola con sus dibujos de la abuela mezcla de hada y bruja sobrevolando sus cabezas y Edgar adolescente, tan adulto en sus trece años, tan serio, tan bondadoso, tan sensible y responsable; Blanca siente que nunca lo alcanzará...  

Tal vez el respeto sea el sentimiento más elevado que se pueda sentir por otra persona. 
Y si esa persona es un hijo, qué doblemente honrados nos sentimos.
                          
Su otro ex marido es Guillem, padre de su hijo mayor, arqueólogo, bebedor, culto, solidario, inteligente, catalanista,... muy divertido, muy terco, él que también le insiste: «¿Por qué no subís a Cadaqués unos días? Allí estareís bien, la barca está en el agua».

Con Santi, arquitecto y amante mientras no cambie su situación económica, «en este momento, aunque quisiera, no podría separarme, no me puedo permitir un alquiler», recorreremos los rincones secretos que solo se descubren con alguien que se esconde.

Sofia es la amiga loquita y excéntrica, impecablemente vestida siempre, con la que tuvo un flechazo amistoso en una de las salidas del colegio buscando a los chicos. No tanto por la similitud en gustos y fobias, sino más bien por la manera de entregarse al mundo y a los demás, apasionadas y confiadas ambas. Tiene un hijo, Daniel, y Tom es su padre, pero no su marido... en fin, que tendrán que leer la historia.

La otra amiga que completa el trío es Elisa, la analítica,... que el duelo, que Freud, que la figura materna,... ella tiene una explicación coherente para todo. Todo lo lleva al plano de la intelectualidad. Es también la que se mimetiza: si sale con un cubano, se viste como cubana.
— ¡Vamos a Cadaqués!— también se entusiasman ellas.

La perra Patum, que era de Blanca, pero después fue de su madre... —no se la había querido devolver después de cuidarla, así era ella con lo que amaba: le regalaba una vida, mucho más amplia y aireada y divertida.
Y habrá muchos perros más.


Como habrá noches sin poder dormir, con ese aullido en su interior que no la dejaba tranquila nunca. O mejor dicho, sí durante el día, no lo escuchaba entre los quehaceres cotidianos y el bullicio, pero cuando se acostaba y parecía que ya iba a dormirse, rendida, el aullido despertaba. Merodeaba como un gato furioso.

E iremos a «Tara», la casa de Cadaqués, su casa...


... la belleza de sus cielos y la luz rosa de sus atardeceres de verano siempre me han protegido.

Cadaqués, Manel Doblas


Todos irían a Cadaqués, hijos, ex maridos, amantes, amigas con o sin novios, con o sin hijos,
notienesqueestarsola, notienesqueestarsola.
Y el grupo resultaba bastante insólito.
 — ¡La normalidad es un asco! —dice Sofía y todos aprueban [hasta nosotros, los lectores].

Cada uno irá apareciendo, sabremos poco al principio, como corresponde a la historia y a la vida, es mejor saber lo menos posible de la gente. De todos modos, tarde o temprano, aparecen como son, solo es cuestión de tiempo.
Todos veremos lo mismo y veremos cosas distintas. Y lo que vemos nos define... reconocemos a los que ven lo mismo que nosotros, y los amamos.
Lo que pensamos no es tan importante, es lo que vemos lo que cuenta.

«No sé qué voy a hacer con mi novia», le había dicho uno de sus ex, y ella no sabía qué iba a hacer sin su madre.
Una madre a la que le va a hablar siempre, con un tono que irá cambiando... «me cuesta mucho desprenderme de tus cosas», «qué loca mamá qué loca», «vos», «buscaré una de tus fotos sonriendo, con el pelo lleno de viento y de sal, y la colocaré en la estantería»,...

No sabía qué iba a hacer sin su madre y de eso se trata, de empezar, solo empezar a saber. A decidir a qué distancia exactamente debía vivir sin ella, —es más fácil guardar las distancias con los vivos— encontrar el difícil equilibrio.

Empezar a percibir el goce sin filtrar, de sentir la tibieza del sol, aunque sea un disfrute momentáneo, la felicidad de estar vivo, sin más, de aceptar el regalo de la vida y del amor sin hacer preguntas, como lo hacen los perros, los niños... Porque si te gustan las personas, es imposible que no te gusten los perros, es imposible que no te llegue el afecto, y quizá llegue el día en que Blanca se despierte temprano y suba a una terraza para ver el mar, y los recuerdos familiares que se amontonan formando un manto compacto, por primera vez no la ahoguen.
Será algo desapercibido...

Siempre agradezco que no se haga un espectáculo de la pena ni de la solidaridad ni de los cambios.

Pero Blanca aprecia el amor y el contacto físico, sabe que eso la salvará.


*     *     *

Todos irían a Cadaqués, cada uno irá apareciendo, decía hace un momento, pero lo importante no es tan solo el lugar y las personas [porque ya a esta altura dejaron de ser personajes], sino la historia en sí, los sentimientos. Cuando alguien dice érase una vez, hace muchos años, y el estuche lleno de perlas maravillosas que es toda historia por comenzar, por alguna misteriosa razón, se despliega ante nosotros, agradecemos la emoción, hemos hecho conección con el libro.

Me gustó mucho esta novela y creo que va a gustar a muchos... lectores que hayan pasado o no por la experiencia de perder a una madre demasiado pronto, siempre es demasiado pronto. También la relación de la protagonista con sus hijos, amigos, ex parejas y actuales, sus coqueteos. Hay escenas muy graciosas, reales. Hay otras que tienen que ver con las drogas que pueden chocar un poco, sobre todo por la insistencia, por la «naturalidad instalada», pero tampoco es algo que no se pueda soportar, y hace a los personajes y lugar, al ambiente que las reseñas insisten en asociar con Bonjour tristesse, de Françoise Sagan, no estoy tan de acuerdo. Muy bien planteado el amor hacia ciertos lugares, que en esta historia es el pintoresco Cadaqués, con un gran protagonismo.

La voy a recomendar a mis amigos y a dedicar especialmete a Victoria, a mis hijos y a mi madre que ya no está físicamente.

A Vic porque es muy joven y está transitando su duelo,... la juventud, dice Blanca, ese increíble botín de energía, belleza y libertad ...,  a mis hijos porque son lo que más quiero e inevitablemente lo van a transitar en un futuro  y a mi madre porque como Blanca, todo o casi todo lo hablo y lo comparto con ella.

No puedo contarles el magnífico final, pero lo que más quisiera decirles es sí mi reflexión y deseo  después de terminar la novela: no se queden pegados en el dolor, no dejen que las capas de tristeza se depositen largamente, «también esto pasará», recuerden las risas, revivan los momentos felices compartidos y hagan su camino, y mientras esperan que el tiempo mitigue... «hablen siempre a su madre, cuenten en qué andan».

C. G.



La autora

Milena Busquets Busquets


Milena Busquets Tusquets nació en Barcelona en 1972. Estudió en el Liceo Francés y se licenció en arqueología en el University College de Londres. Trabajó durante muchos años en el mundo editorial. Esta es su segunda novela, la primera fue Hoy he conocido a alguien. Vive en Barcelona con sus dos hijos. Esta novela ha tenido gran éxito de ventas y ya fue traducida a más de veinte idiomas en importantes sellos editoriales como Gallimard [Francia], Suhrkamp [Alemania], Harvill Secker [Reino Unido], Rizzoli [Italia], Companhía das Letras [Brasil] y Hogarth press [Estados Unidos].

La escritora publicó esta novela trás la muerte de su madre, Esther Tusquets, en 2012. «Soltar tu rollo no te cura. Cura leer a los demás», dice la autora.

«La tristeza pesa mucho más que el amor, que no pesa nada. La tristeza y el dolor pesan muchísimo. Te van curvando; por eso la gente mayor va más inclinada...
La frivolidad es un instrumento para manejar la vida. Siempre me ha servido la frivolidad. Viene de casa: no seas un plomo, no des el coñazo, no hables mucho. Aquí busco un equilibrio: hasta en un funeral puede haber algo muy cómico.
El dolor te deja más consciente. Si sirve para algo es para estar más atentos a los demás, ser menos egoístas...
 Me educaron en contra del sentimiento de culpa; eran tan ateos que no había tal sentimiento. Me decían: “Nunca sentimiento de culpa”. Se lo debo a mi madre [Esther Tusquets, editora y escritora].

Esta ausencia me ha dejado la consciencia de haber vivido un gran amor, como la de Romeo y Julieta; es ridículo pensarlo, pero tiene el mismo drama, intensidad y pasión. A mitad del libro pensé que estaba escribiendo sobre un gran amor, de los dos o tres que podemos tener en la vida. Algunos no tienen ninguno. Lo que me queda es pensar que tuve la increíble suerte de tenerlo con esta mujer tan difícil.

Me cura leer a los demás; leer a la gente a la que amo. Leer otra vez El extranjero de Camus, en el que dice: “Con que un hombre hubiese vivido un día ya tendría bastante recordando cada instante”. Eso es lo que te cura. Escribir, soltar tu rollo no te cura».

El País, 24 de mayo de 2015