lunes, 29 de junio de 2015

«Número Cero», Umberto Eco

Número Cero

[Numero zero, 2015]

Umberto Eco

[1932, Alessandria - 2016, Milán] 

 

— Hoy en día, para rebatir una acusación, no es necesario probar lo contrario, basta deslegitimar al acusador. A nuestro editor le hará gracia ver cómo se puede arrojar una sombra de sospecha sobre un juez entrometido.
 «Simei», director del diario Domani


 
Editorial Lumen, 2015. Traducción: Helena Lozano Miralles


     Todos sabemos que cuando abrimos los diarios que llegan a nuestras casas por la mañana temprano, las noticias son viejas.
Ya la anoche anterior las hemos leído rápidamente [¿cómo si no?] en twitter, algo ampliadas en facebook, visto las imágenes en Instagram, y en todas las redes sociales que nuestros amigos se encargan de difundir y hacernos llegar. Lo hacemos cómodamente, desde nuestro celular [móvil para los españoles], tableta o PC.
También repetidas una y mil veces en los canales de TV, —para los que todavía miran— y no nos olvidemos de las radios. 

¿Les parece exagerada esta evaluación? Si no es así, ¿habrá alguien interesado que se le ocurra una buena idea para revertirla? y que los diarios, esos periódicos impresos en papel, publicación informativa para más datos, ¿vuelvan a ocupar su antiguo protagonismo?

Esperen y vean, dijo el escritor desafiante.
Vamos a ver de que se trata el último libro de Umberto Eco, escritor que no necesita presentación, filósofo italiano, experto en semiótica, autor de numerosos ensayos y novelas que llegaron a ser muy populares. Porque Número cero podría ser el nombre de un diario que diera respuesta a tal deseo.


Umberto Eco [Alessandria, Italia, 1932]

La historia de un perdedor, una storia che sta per cominciare

     Nos lo cuenta el protagonista —calculamos de unos cincuenta y tantos— que ha sido abandonado por su esposa Anna tras dos años de matrimonio, que tiene una carrera universitaria inconclusa a causa de una «Memoria de Licenciatura», fallida desde el mismo comienzo, sobre el que ya volveré y, ¿para qué vamos a ahondar ahora? Resumiendo, es un perdedor compulsivo. Lo dice él mismo, por lo que ya nos permitimos dudar de tal auto desprestigio.

«La culpa la tiene el alemán», al idioma se refiere. Porque cuando él era joven —imaginen los años cincuenta—,  saber este idioma «difícil», marcaba la diferencia, hoy las cosas han cambiado, lo reemplazaría el chino o el ruso.
Pero él se decide por el alemán, idioma que ya conocía por una entrañable abuelita del Alto Adigio. Y a esa perezosa y nada original experiencia de anotarse para estudiar algo que ya se conoce, se le suma el estrafalario profesor Di Samis y su «nido de águilas» al que también termina abandonando, desengañado del ambiente académico.

Seguir con las traducciones a tiempo completo le pareció en ese entonces la mejor opción, quedarse en casa, con frío o calor, trabajar en zapatillas y aprender un montón de cosas. 

— ¿Por qué debería uno ir a la facultad?— se pregunta.

Cuando se dió cuenta que también abandonaba las traducciones, «por culpa de Friedrich List» esta vez, ya era tarde para regresar a los estudios.

Cuando vives cultivando esperanzas imposibles, ya eres un perdedor.
Y cuando te das cuenta, te hundes.

Pero no se hundió, no en ese momento al menos, y no sabemos si va a tener ese destino trágico.
Mientras tanto va a desempeñar otros trabajos, experimentará sus primeros encuentros sexuales y llegará a Milán:
                             Esta ciudad italiana, con sus calles con pórticos, plazas históricas y ristorantes. La manera en que los personajes se mueven por ella, al propio aspetto, nos sumergirá en el escenario perfecto para sentir que ti trovi in un luogo conosciuto. Desde ya que no es la Milán distinguida, emblema de elegancia y buen vestir de la Vittorio Emmanuelle o Monte Napoleone. Es la Milán de Via Bagnera:


Via Bagnera, Milán

La calle más estrecha, donde el primer asesino en serie de Italia escondía los cadáveres de sus víctimas, es adonde irá con Braggadocio, es la Milán de los bulevares periféricos.
Y también la de los Navigli, donde irá con Maia.:


Navigli, Milán

                                                                                                              
Escenas y ambientes bien descritos por Eco, aunque economizando detalles. No le hacen falta para que vayamos dibujando nuestro propio bosquejo. Milán está simplemente ahí, con sus pasadizos secretos y las ruinas romanas. Transmitiéndonos, por un lado, una vetusta tranquilidad y el recuerdo de haber sido capital de imperio, y por otro, casas destruidas por los bombardeos de la última guerra, transmitiendo odios y grietas aún no reconciliadas. Una ciudad que acuna tantas vivencias asombrosas y diversas.

Braggadoccio, uno de los personajes, nos la va a mostrar: «quiero ver lo que ya casi no recuerdo, el Milán de mi abuelo y de mi padre».

Maia por su parte, nos lleva al Milán más benévolo. Ella también acude a sus recuerdos, pero con orgullo. Nos habla de la ciudad de antaño que tanto amó Stendhal, la que era de verdad como Amsterdam, atravesada por cinturones de canales hasta el centro. Recordaremos con ella las puestas en escena de El nost Milan de Bertolazzi, expresiones culturales decimonónicas para viajar al tiempo dei nostri nonni.


Archivo del Piccolo Teatro: El nost Milan, 1955-56. Actores: Emilio Rinaldi y Valentina Fortunato

Pero nuestro protagonista todavía no conoce a Braggadoccio y a Maia, es que al hablar de Milán me tuve que referir a ellos, a estas dos miradas. Volvamos entonces...

Dar clases a alguien que no quiere aprender, escribir críticas de espectáculos de mala muerte, trabajar para editoriales universitarias corrigiendo galeradas, «destruir» con críticas sin miramientos a incautos escritores,...esas fueron sus ocupaciones. Y con tanta lectura desaforada, y en parte obligada, nuestro protagonista logró «hacerse de una cultura», eso sí, una cultura monstruosa.

Que ya lo dijo Paolo Villagio:

Los perdedores, como los autodidactas, 
tienen conocimientos más vastos que los ganadores.
Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas.
 El placer de la erudición está reservado a los perdedores.
Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas en este mundo.


Sabias palabras.

*     *     *


Nunca más una mujer en serio después de su «fracaso». ¿El sexo?, bien gracias. Su sueño: el nada original de escribir un libro. 

Soñaba con lo que sueñan todos los perdedores, escribir su propio libro.

Y practicaba siendo un ghost writer, el que escribe para otro,... ¡bah! ahí en las sombras. Y cuando trató de escribir lo suyo propio, le salió demasiado elaborado, rebuscado hasta la médula, troppa letteratura! Liberarse del vicio de la cita y de acudir a otros idiomas [¡je|] fue otro retroceso, si es que se puede retroceder cuando todavía no se ha comenzado. Repito por si no quedó claro, ¡demasiada literatura en su haber!
Entonces, como suele ocurrir en la vida —y en la literatura—, le llega una inesperada invitación que lo cambiará todo, en este caso de la mano del signore Simei
¿Qué podía perder?


*     *     *


Un libro a la manera de diario, pero un diario especial
La edición Número cero

¿Quieren saber algo de Simei? era uno que tenía la cara de otroefectivamente tenía la cara de todos. Aunque, no es tan importante que entiendan en este momento cómo era Simei, sino cuál era su propuesta: ¿a hacer qué lo invitaba a?

La respuesta fue: un libro. Las memorias de un periodista. Contar el día a día de un año de trabajo preparando un diario que nunca se publicaría —¿o sí?—, que jamás saldría al público —aunque nunca se sabe. El diario en cuestión se llamaría Domani, porque «mañana» es el «lema» que usan los políticos y los gobiernos: «mejor mañana, lo hablamos mañana, miremos el mañana».

Pero como el libro iba a ser un volver al ayer [y es indudable que a Eco le gusta esto de jugar con el tiempo], se llamaría: Domani: ieri [Mañana: ayer]. Simei dirigiría el diario y controlaría el día a día del libro. Un experimento.


*     *     *

El libro de Umberto Eco es también un diario






Día a día. Así está estructurado el libro, y... cuántos relatos de este tipo nos vienen a la memoria. Pero ahora ya no se usa papel y lapicera, no.
Comienza un sábado, 6 de junio de 1992, 8 h —con esta precisión. Luego retrocede al lunes 6 de abril del mismo año, vamos a seguir en otros días de abril [no todos], pasaremos a algunos días de mayo, llegaremos al punto de partida sábado 6 de junio, y finalizaremos con dos fechas más con una particularidad que no revelaré.
Estos «capítulos» son cortos, 12, 20, 4, 27 páginas el más largo. Fácil lectura en cuanto a que es fluida, y un presentimiento de que seremos parte del «experimento».


*     *     *


Empleador y empleado, uno frente a otro

A Colonna [recién ahora sabemos el nombre del protagonista, narrador-personaje] no le resulta nada fácil aceptar. Las condiciones serán extrañas, o no tanto si pensamos en Dumas [plagios, ghost writers, ecrivain negré], también él. Pero la paga era buena y su situación actual, nefasta.
A Simei le viene muy bien Colonna: sus dotes de escritor, sus fracasos, el hecho de haber sido un peón cultural para algunas editoriales y escritores, todas situaciones que le ha dan el ritmo imprescindible que él necesita. Su necesidad de trabajar a sus ya cincuenta años [y algunos más] le asegura el rápido, sin falsas poses de dignidad ofendida.


*     *     *


El experimento. Dos proyectos

El Commendatore Vimercate es el magnate quien pagará a los demás redactores contratados aparte de Colonna, los gastos de producción e imprenta, distribución si la hubiese, todo el experimento del diario.
Simei es el que paga el libro que va a escribir Colonna secretamente para él [un trabajo dentro de otro trabajo]. Será el director del periódico del Commendatore, periódico que habrá de tener doce números cero, digamos cero/uno, cero/dos,... y así seguirán las poquísimas copias reservadas para LOS QUE LA TIENEN QUE RECIBIR.

Todo este proyecto parecerá algo muy loco a cualquier lector que esté leyendo este comentario y no esté muy empapado con la industria editorial y periodística.
Es este ámbito se conecta la política y las altas esferas del poder económico, y nada es inocente.
Nada lo es.

La fuerza de un dossier es que ni siquiera es imprescindible darlo a la luz.
Basta con hacer circular la voz de que existe y de que contiene noticias «interesantes».
Fulanito se entera de que tienes noticias sobre él, no sabe qué información.
Pero, algo habrá, todos tienen algún esqueleto en el armario.
Y ya ha caído en la trampa: en cuanto le pidas un favor, será «razonable».


*     *     *


Mentiras, ocultamientos, especulación, doble trabajo, escritor doble, doble cara, complicidades, chantaje.

Pero no usemos esa fea palabra.
Los diarios publican noticias, al menos es lo que nos hacen creer.
Como dice el New York Times, «all the news that´s fit to print»,

y a lo mejor alguna más.

Uno puede ser un cretino y un manipulador, pero soñar con pasar a la posteridad como un héroe impoluto, con escribir un «beseler» y ser famoso, y aspirar a ser reconocido como un modelo en su profesión, è troppo!
Se puede. En el camino habrá que jugar sucio, eso sí. Solo basta moverse en el ambiente empresarial dedicado a la comunicación —mass media—, o saber leer entre líneas, o no ser tan crédulo para enterarse de los medios que usan ciertos periodistas para cubrirse las espaldas, para asustar a alguien o para «plantar» ciertos temas.
«Pero eso no es asunto nuestro», dice Simei.




Simei querrá pasar a la posteridad como un modelo de periodista independiente, capaz de jugarse por principios de integridad, el Commendatore pagará el proyecto con intenciones que no revelaré, el dottore Colonna [a esta altura ya tiene el título], con el cargo de jefe de redacción, nadará en dos aguas.

Los colaboradores son espartanamente pocos: Maia [mencionada anteriormente], la única mujer, soltera, licenciada en Filosofía y Letras, había trabajado en una revista del corazón —basuras amorosas—, pero ahora quiere ser una periodista seria; Braggadocio [ídem], especializado en revelaciones sensacionalistas; Cambria, especialista en pasarse noches enteras en las salas de urgencia o de comisarías, para dar con la noticia fresca;  Ludici inspiraba desconfianza y nadie había oído mencionar alguna de sus publicaciones; Palatino tenía gran experiencia en crucigramas y pasatiempos; Costanza había trabajado como corrector, figura que estaba volviéndose obsoleta. Ninguno de ellos, como verán, tenía un background de excelencia. Todos ignorarán lo que saben Simei y Colonna, creerán que se están labrando un porvenir.
Todos tienen sí en claro una cosa: hay que hablar el lenguaje del lector, hay que decir lo que el lector quiere escuchar.

*     *     * 

Estamos ante una historia que nos resulta conocida. En un momento dado, Braggadocio le dirá a Colonna: «Mi padre me acostumbró a no creerme las noticias al pie de la letra. Los periódicos mienten, los historiadores mienten, la televisión miente», y hablará de escenas que se montan —con algo de verdad.

Conocer de antemano esta realidad, lectores escépticos que están leyendo mi comentario, no le quitará ni un ápice de interés, al contrario, van a querer saber cómo se escribe ese diario del día después, cómo se va a usar, cuál va a ser su destino.
Y también mucho interés despertará «el libro» que tendrá que contar lo que no pasó, cómo se va a usar, cuál va a ser su destino.
Estas serán las primeras intrigas. No las últimas.

El libro comienza con el anteúltimo día de la historia contada por su protagonista, y desde el mismo comienzo sabemos que tiene miedo. Teme que alguien haya entrado a su departamento durante la noche. Tendremos que leerlo para saber a qué responde esa preocupación. No faltarán los lectores perspicaces, queridos Watsons que deducen prontamente.

Los lectores que, debemos reconocernos dentro de los heterodirigidos —¿quién escapa? —  tendremos la doble sensación, la de formar parte de un conformismo del que no podemos escapar y a la vez la de querer recuperar la rebeldía de Maia. Uno elige: estar en el grupo de los desilusionados, de los que viven instalados en la sospecha o de los que se redimen en una sosegada denuncia.
Así caminamos la mayoría.

*     *     *


¡Qué placer leer esta novela! A pesar de todo. A pesar de que nos diga que nos estamos acostumbrando a perder la vergüenza. Cómo si no lo supiéramosEscuchamos frecuentemente a entrevistados que cuentan haber hecho esto y aquello ilegalmente, y casi no se les mueve un pelo:
corrupción autorizada.
Las personas decentes [nosotros] seguiremos votando a los truhanes porque no daremos crédito a lo que deberíamos dar crédito, porque estaremos enganchados a la televasura.
No se enfaden los forofos de esos programas o los de la ficción seriada, que también es adictiva.   

Esta es la séptima novela de Umberto Eco. No encontrarán el despliegue de erudición y cultura, el clima oscuro y conflictivo del medioevo que encontraron en El nombre de la rosa, ni la imagen de oscilación de toda práctica interpretativa [il testo è un oggetto che l´interpretazione construisce] de El péndulo de Foucault, pero sí tiene misterio e investigación, solo que el ojo investigativo acá se corre de lugar. Sí, los personajes se construyen a partir de sus peripecias y nuestra interpretación. Sí está ambientada en un turbulento ambiente, solo que es tan actual y real que no parece novela. Duele, o al menos incomoda. Eco tenía que escribir alguna ficción que nos reflejara, y lo hizo.

«Ah, los jóvenes, los jóvenes», ya lo dijo el profesor Di Santis, «se desviven por los contemporáneos».

Y bien, si «el público» de este circo romano quiere contemporaneidad, aquí está. Y si tampoco esto atrae lo suficiente, si no «divierte» —como se acostumbra a decir ahora—, entonces fabriquemos un domani, hablemos de lo que podría suceder mañana.Y si no hay «una bomba» para arrojar, siempre se puede inventar algo... pero no venga a contármelo, dirá el director, hágalo per conto suo. Y la conspiración siempre gana, el público quiere estar «atrapado», «divertido», acepta mansamente la opinión inducida. No se toma el trabajo de ver la realidad detrás de esos astutos entrecomillados y de esos testigos «espontáneos». La prosaica realidad es para los aburridos.

Escrita con gran ironía, lenguaje inteligente que logra una reacción. Trama interesante con situaciones políticas italianas conocidas: Mussolini y su Claretta, el juez Di Pietro, mani pulite y el juez Falcone, la mafia y las tríadas. La Cosa Nostra, la red Gladio y las Brigadas Rojas, Aldo Moro y la misteriosa muerte del papa Albino Luciani, Juan Pablo I, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, o la Liga Norte. La Congregación Salesiana, el Banco Ambrosiano y el Vaticano, etc.

Y también situaciones políticas conocidas que pueden ser comunes a otras sociedades, a la nuestra seguro.
Dos políticos exiliados famosos, o la favola, chi lo sa?

Les había preguntado en el comienzo si podía haber alguien interesado en revertir el desinterés por los diarios, si a alguien se le podía ocurrir una idea, ya no digamos buena sino efectiva, para que vuelvan a ocupar su antiguo protagonismo.

Quien lo imaginará será Domani, con sus previsiones, hipótesise insinuaciones.
Todo escrito con muchos acaso y con muchos quizá.
No son las noticias las que hacen el diario, sino el diario el que hace las noticias.


Muy buena lectura. No cuento más detalles porque no quisiera coartar el placer de todo lector de descubrir y sorprenderse. Hay diálogos fuertes, ácidos, satíricos, que bien valdrían la pena resaltar, como la carta de lector de «Preciso Desmentidillo» sobre un artículo periodístico, firmado por «Aleteo Verdad», ¡desopilante! También refleja la soledad del individuo en una sociedad que muchas veces nos avergüenza. «Un manual de comunicación de nuestro tiempo», dice la crítica.
Y una historia de amor, o de salvación.

¡La recomiendo! recomiendo correr la aventura de leer Número Cero, intentar ponerse en la piel de Colonna, que acepta correrla viviéndola, y contándola con un cinismo,... ¿cómo diría Maia? lleno de alegría, «singular alegría», diremos nosotros que tenemos la última palabra.

C. G. 


Notas

- Apocalípticos e integrados, Umberto Eco: «Un hombre heterodirigido es un hombre que vive en una comunidad de alto nivel tecnológico y dentro de una especial estructura social y económica [en este caso basada en una economía de consumo] al cual se sugiere constantemente [a través de la publicidad, las transmisiones de la televisión, y las campañas de persuasión que actúan en todos los aspectos de la vida cotidiana] aquello que debe desear y cómo obtenerlo, según determinados procedimientos prefabricados que le eximen de tener que proyectar arriesgada y responsablemente».

https://books.google.com.ar/books?id=W5zYVzkliFAC&pg=PP208&lpg=PP208&dq=el+hombre+heterodirigido,+Umberto+Eco&source=bl&ots=oB3Ae_5K_1&sig=fiXvreM6KuPIbdpiXtdy2WN0J78&hl=es&sa=X&ei=h9BbVY_XCYyhgwSti4HwAg&ved=0CDoQ6AEwBQ#v=onepage&q=el%20hombre%20heterodirigido%2C%20Umberto%20Eco&f=false

- Home Page of Umberto Eco:
  http://www.umbertoeco.com/en/

- Poltergeist: fenómeno paranormal que engloba cualquier hecho perceptible, de naturaleza violenta e inexplicable inicialmente por la física, producido por una entidad o energía imperceptible,... se incluyen, por lo general, ruidos inexplicables, movimientos de objetos inanimados, materialización, desaparición de comestibles, olores extraños y ataques físicos.

- Valldemossa: localidad y municipio español situado en la parte occidental de la isla de Mallorca, en la comunidad autónoma de Islas Baleares.

- Heinrich Heine: [1797-1856] fue uno de los más destacados poetas y ensayistas alemanes del siglo XIX

- Friedrich List: [1789-1846] fue un destacado economista alemán del siglo XIX que desarrolló el Sistema Nacional o lo que algunos hoy llamarían el Sistema de Innovación Nacional. Fue un antecesor de la escuela historicista alemana de economía, y considerado el teórico original de la unión europea cuyas ideas fueron la base de la Comunidad Económica Europea.

- Publicación del ABC. es: Alexandre Dumas [1802-1870, Francia], autor de los más grandes best sellers de la literatura, contó con el apoyo de varios «negros» con quienes escribió a «cautro manos» varias de sus novelas más célebres, como Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo.
La historia de uno de estos «negros», quizá el más famoso, Auguste Maquet, fue públicamente conocida en la película L´Autre Dumas [2010], protagonizada por Gerard Depardieu.

Oculto durante décadas, maltratado económicamente, Maquet recibe ahora su homenaje tardío.
Nadie pone en duda el genio de Dumas, solo se dice en voz alta lo que ya muchos conocían y pone sobre el tapete una práctica no poco usada.

En este caso se rescata esta verdad y se indaga en la «intimidad» del trabajo literario de estos dos creadores, aportando cada uno su genio, opacando uno al otro.

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-09-02-2010/abc/Espectaculos/alexandre-dumas-utilizo-un-negro-para-escribir-los-tres-mosqueteros_1133649985033.html

- Paolo Villaggio: [1932] Actor, cómico, director y escritor italiano. Con su desacralizante y grotesca ironía, fue uno de los primeros actores brillantes en Italia que, a través de la sátira, logró hacer reflexionar sobre los problemas de nuestra sociedad. Su nombre está ligado indisolublemente a la figura del contable Ugo Fatozzi, su criatura cinematográfica más afortunada.
En 1971 la casa editora Rizzoli  publica el libro Fantozzi, una colección de esos relatos que lleva a Villaggio a ser conocido internacionalmente. El éxito de sus best-sellers [escribirá tres, todos editados por Rizzoli] le dará la oportunidad de dedicarse al cine con éxito. [W]

- El péndulo de Foucult:
 http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/uno/wunderkammer/Texto/Novela/Umberto_Eco_El_Pendulo_de_Foucault/version_html/Eco,%20Umberto%20-%20El%20Pendulo%20De%20Foucault.htm








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