martes, 23 de junio de 2015

También esto pasará, Milena Busquets

 

También esto pasará

Milena Busquets

 [Barcelona 1972]

 

Editorial Anagrama, Narrativas hispánicas, 2015


¿Por qué no subes a Cadaqués unos días? Ahora la casa es tuya.

                                              Este es uno de los consejos bienintencionados que recibe Blanca en las horas posteriores al funeral de su madre. Horas que nadie se imagina, nadie, por alguna extraña razón se puede imaginar a sí mismo, teniendo la edad que sea, en el funeral de su madre.

Y sin embargo allí está Blanca, la protagonista y voz de la historia, con cuarenta años, cansada y triste, viendo a la gente como quien mira a través de un vidrio que desdibuja las imágenes, escuchando las condolencias como quien escucha voces que vienen desde muy lejos y no alcanzan a depositarse en ningún sitio de consuelo. Al menos no por ahora.

La enfermedad es algo que tampoco se imagina uno —o por lo menos no se la entiende en términos de efectos en los ánimos y conductas familiares y cambio de roles—, y menos la de una madre, entronada siempre, fuerte, divina. La enfermedad que va minando su cuerpo, y ella, poco a poco, sin darse cuenta va depositando toda la responsibilidad de su menguante felicidad sobre los hombros de una hija.

[También podría ser sobre los hombros de un hijo, pensamos los lectores transfiriendo situaciones personales, ¿por qué no?].

Los amigos están, amigos que creen en Dios o que en otros tiempos no creían tanto, pero si tienes la suerte que estén transitando la primera etapa, te mirarán con cara de pena y te dirán qué lástima que no estés iluminada... que es más o menos lo mismo que hacer un baluarte de la fe.
A la derecha los que tienen fe,...
Pero dejando las ironías de lado, todos quieren ayudar, todos hablan de futuro y de aprender.

Y ella piensa en ese momento cuántas cosas no le enseñó su madre. Mamá me prometiste... Mamá no me dijiste... Mamá, ¿cómo pudiste?... Mamá estás muerta.

«Mamá estás muerta», debe repetirse para cerciorarse que no está en un error, para corroborar que no ha entendido mal.

Se acaba el funeral... sin ceremonia ni rezos, ni flores, ni poemas de tus amigos poetas.

Están en Cadaqués, debe volver a su casa, al calor insoportable de la ciudad —ni lo piensa—,... lo que sí se imagina es que de ahora en más, cada funeral al que asista será este.


*     *     *


Más o menos con este principio conocemos la historia que nos narra Milena Busquets, narración que seguirá siempre contada en primera persona. Con una intimidad de hechos y sentimientos se teje la trama, en una evolución que va desde el dejarse llevar por los ritmos de «lo que el cuerpo pide», pasando por ni entrar a tu cuarto o mirar tus cosas, hasta el «ponerse de pie» y empezar.

Sabremos del entorno de Blanca por esos días: Óscar, un ex marido y ahora algo más que amigo, uno de los pocos hombres con ojos de ilusión, uno que de repente le dice a ella, a-e-lla: «no sé qué voy a hacer con mi novia».

Veremos como actúa la gente que se  preocupa y la quiere. Sus hijos por ejemplo: Nicolás de apenás cinco años, conmoviéndola con sus dibujos de la abuela mezcla de hada y bruja sobrevolando sus cabezas y Edgar adolescente, tan adulto en sus trece años, tan serio, tan bondadoso, tan sensible y responsable; Blanca siente que nunca lo alcanzará...  

Tal vez el respeto sea el sentimiento más elevado que se pueda sentir por otra persona. 
Y si esa persona es un hijo, qué doblemente honrados nos sentimos.
                          
Su otro ex marido es Guillem, padre de su hijo mayor, arqueólogo, bebedor, culto, solidario, inteligente, catalanista,... muy divertido, muy terco, él que también le insiste: «¿Por qué no subís a Cadaqués unos días? Allí estareís bien, la barca está en el agua».

Con Santi, arquitecto y amante mientras no cambie su situación económica, «en este momento, aunque quisiera, no podría separarme, no me puedo permitir un alquiler», recorreremos los rincones secretos que solo se descubren con alguien que se esconde.

Sofia es la amiga loquita y excéntrica, impecablemente vestida siempre, con la que tuvo un flechazo amistoso en una de las salidas del colegio buscando a los chicos. No tanto por la similitud en gustos y fobias, sino más bien por la manera de entregarse al mundo y a los demás, apasionadas y confiadas ambas. Tiene un hijo, Daniel, y Tom es su padre, pero no su marido... en fin, que tendrán que leer la historia.

La otra amiga que completa el trío es Elisa, la analítica,... que el duelo, que Freud, que la figura materna,... ella tiene una explicación coherente para todo. Todo lo lleva al plano de la intelectualidad. Es también la que se mimetiza: si sale con un cubano, se viste como cubana.
— ¡Vamos a Cadaqués!— también se entusiasman ellas.

La perra Patum, que era de Blanca, pero después fue de su madre... —no se la había querido devolver después de cuidarla, así era ella con lo que amaba: le regalaba una vida, mucho más amplia y aireada y divertida.
Y habrá muchos perros más.


Como habrá noches sin poder dormir, con ese aullido en su interior que no la dejaba tranquila nunca. O mejor dicho, sí durante el día, no lo escuchaba entre los quehaceres cotidianos y el bullicio, pero cuando se acostaba y parecía que ya iba a dormirse, rendida, el aullido despertaba. Merodeaba como un gato furioso.

E iremos a «Tara», la casa de Cadaqués, su casa...


... la belleza de sus cielos y la luz rosa de sus atardeceres de verano siempre me han protegido.

Cadaqués, Manel Doblas


Todos irían a Cadaqués, hijos, ex maridos, amantes, amigas con o sin novios, con o sin hijos,
notienesqueestarsola, notienesqueestarsola.
Y el grupo resultaba bastante insólito.
 — ¡La normalidad es un asco! —dice Sofía y todos aprueban [hasta nosotros, los lectores].

Cada uno irá apareciendo, sabremos poco al principio, como corresponde a la historia y a la vida, es mejor saber lo menos posible de la gente. De todos modos, tarde o temprano, aparecen como son, solo es cuestión de tiempo.
Todos veremos lo mismo y veremos cosas distintas. Y lo que vemos nos define... reconocemos a los que ven lo mismo que nosotros, y los amamos.
Lo que pensamos no es tan importante, es lo que vemos lo que cuenta.

«No sé qué voy a hacer con mi novia», le había dicho uno de sus ex, y ella no sabía qué iba a hacer sin su madre.
Una madre a la que le va a hablar siempre, con un tono que irá cambiando... «me cuesta mucho desprenderme de tus cosas», «qué loca mamá qué loca», «vos», «buscaré una de tus fotos sonriendo, con el pelo lleno de viento y de sal, y la colocaré en la estantería»,...

No sabía qué iba a hacer sin su madre y de eso se trata, de empezar, solo empezar a saber. A decidir a qué distancia exactamente debía vivir sin ella, —es más fácil guardar las distancias con los vivos— encontrar el difícil equilibrio.

Empezar a percibir el goce sin filtrar, de sentir la tibieza del sol, aunque sea un disfrute momentáneo, la felicidad de estar vivo, sin más, de aceptar el regalo de la vida y del amor sin hacer preguntas, como lo hacen los perros, los niños... Porque si te gustan las personas, es imposible que no te gusten los perros, es imposible que no te llegue el afecto, y quizá llegue el día en que Blanca se despierte temprano y suba a una terraza para ver el mar, y los recuerdos familiares que se amontonan formando un manto compacto, por primera vez no la ahoguen.
Será algo desapercibido...

Siempre agradezco que no se haga un espectáculo de la pena ni de la solidaridad ni de los cambios.

Pero Blanca aprecia el amor y el contacto físico, sabe que eso la salvará.


*     *     *

Todos irían a Cadaqués, cada uno irá apareciendo, decía hace un momento, pero lo importante no es tan solo el lugar y las personas [porque ya a esta altura dejaron de ser personajes], sino la historia en sí, los sentimientos. Cuando alguien dice érase una vez, hace muchos años, y el estuche lleno de perlas maravillosas que es toda historia por comenzar, por alguna misteriosa razón, se despliega ante nosotros, agradecemos la emoción, hemos hecho conección con el libro.

Me gustó mucho esta novela y creo que va a gustar a muchos... lectores que hayan pasado o no por la experiencia de perder a una madre demasiado pronto, siempre es demasiado pronto. También la relación de la protagonista con sus hijos, amigos, ex parejas y actuales, sus coqueteos. Hay escenas muy graciosas, reales. Hay otras que tienen que ver con las drogas que pueden chocar un poco, sobre todo por la insistencia, por la «naturalidad instalada», pero tampoco es algo que no se pueda soportar, y hace a los personajes y lugar, al ambiente que las reseñas insisten en asociar con Bonjour tristesse, de Françoise Sagan, no estoy tan de acuerdo. Muy bien planteado el amor hacia ciertos lugares, que en esta historia es el pintoresco Cadaqués, con un gran protagonismo.

La voy a recomendar a mis amigos y a dedicar especialmete a Victoria, a mis hijos y a mi madre que ya no está físicamente.

A Vic porque es muy joven y está transitando su duelo,... la juventud, dice Blanca, ese increíble botín de energía, belleza y libertad ...,  a mis hijos porque son lo que más quiero e inevitablemente lo van a transitar en un futuro  y a mi madre porque como Blanca, todo o casi todo lo hablo y lo comparto con ella.

No puedo contarles el magnífico final, pero lo que más quisiera decirles es sí mi reflexión y deseo  después de terminar la novela: no se queden pegados en el dolor, no dejen que las capas de tristeza se depositen largamente, «también esto pasará», recuerden las risas, revivan los momentos felices compartidos y hagan su camino, y mientras esperan que el tiempo mitigue... «hablen siempre a su madre, cuenten en qué andan».

C. G.



La autora

Milena Busquets Busquets


Milena Busquets Tusquets nació en Barcelona en 1972. Estudió en el Liceo Francés y se licenció en arqueología en el University College de Londres. Trabajó durante muchos años en el mundo editorial. Esta es su segunda novela, la primera fue Hoy he conocido a alguien. Vive en Barcelona con sus dos hijos. Esta novela ha tenido gran éxito de ventas y ya fue traducida a más de veinte idiomas en importantes sellos editoriales como Gallimard [Francia], Suhrkamp [Alemania], Harvill Secker [Reino Unido], Rizzoli [Italia], Companhía das Letras [Brasil] y Hogarth press [Estados Unidos].

La escritora publicó esta novela trás la muerte de su madre, Esther Tusquets, en 2012. «Soltar tu rollo no te cura. Cura leer a los demás», dice la autora.

«La tristeza pesa mucho más que el amor, que no pesa nada. La tristeza y el dolor pesan muchísimo. Te van curvando; por eso la gente mayor va más inclinada...
La frivolidad es un instrumento para manejar la vida. Siempre me ha servido la frivolidad. Viene de casa: no seas un plomo, no des el coñazo, no hables mucho. Aquí busco un equilibrio: hasta en un funeral puede haber algo muy cómico.
El dolor te deja más consciente. Si sirve para algo es para estar más atentos a los demás, ser menos egoístas...
 Me educaron en contra del sentimiento de culpa; eran tan ateos que no había tal sentimiento. Me decían: “Nunca sentimiento de culpa”. Se lo debo a mi madre [Esther Tusquets, editora y escritora].

Esta ausencia me ha dejado la consciencia de haber vivido un gran amor, como la de Romeo y Julieta; es ridículo pensarlo, pero tiene el mismo drama, intensidad y pasión. A mitad del libro pensé que estaba escribiendo sobre un gran amor, de los dos o tres que podemos tener en la vida. Algunos no tienen ninguno. Lo que me queda es pensar que tuve la increíble suerte de tenerlo con esta mujer tan difícil.

Me cura leer a los demás; leer a la gente a la que amo. Leer otra vez El extranjero de Camus, en el que dice: “Con que un hombre hubiese vivido un día ya tendría bastante recordando cada instante”. Eso es lo que te cura. Escribir, soltar tu rollo no te cura».

El País, 24 de mayo de 2015























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