viernes, 10 de marzo de 2017

Cuesta de Moyano, los libros y sus calles. Pío Baroja

Los libros y sus calles,

Cuesta de Moyano, Madrid


Una calle no muy larga en un lugar privilegiado de la hermosa Madrid.
Un mercado de libros al aire libre, un rincón con encanto.

Cuesta de Moyano, Madrid

     Paseando por Madrid, cruzando el Paseo del Prado, llegamos a un lugar curioso para gran parte de los turistas, visitantes de la ciudad, no así para los amantes de los libros: la Cuesta de Moyano. Con este nombre se conoce a la calle Claudio Moyano y a las típicas casetas de madera que pueden ver en la foto, donde se venden libros nuevos y usados, y donde se puede encontrar ese que andamos buscando, y a muy buen precio.
Treinta casetas en apenas 200 metros.

   Libros, libreros y lectores se dan cita en esta hermosa zona desde 1925, todos los días de la semana, a un paso de cualquier paseo obligado. Junto al Jardín Botánico, comunicando la Glorieta de Carlos V y el Parque del Retiro. Hace más de noventa años que aquí funciona la Feria del Libro Permanente.
No todos la conocen, ¡visítenla! 


Librerías de la Cuesta de Moyano, Madrid

   Además de mirar y comprar buenos libros, podrán descubrir también la estatua de uno de los mejores escritores españoles, la del novelista vasco Pío Baroja [1872-1956]. Perteneciente a la generación del 98, Baroja reflejó en sus novelas la vida madrileña por esos años que le tocó vivir. Y a muchos sorprenderá que «el escritor de la prosa parca y directa», autor de El árbol de la ciencia* [1911], La busca [1904] y Mala hierba [1904] —entre muchísimos títulos más—, fue también un poeta, aunque en menor medida. Tampoco el relato breve ha sido la especialidad de este novelista.

   Sabemos que él visitó muchas veces este lugar, fue un paseante asiduo del Retiro, y seguramente habrá encontrado alguno de esos «tesoros» que los lectores tanto valoramos. Y nos lo imaginamos así, con su abrigo largo, boina ladeada y bufanda oscura, como lo representa el artista en su escultura. Él fue como tantos paseantes especiales que siguen recorriendo esta calle donde descubren libros, sí, pero también caras y gestos, porque es un lugar especial donde las caras nacen cuando se las mira, diría Cortázar. Es que las personas que aman los libros y recorren estos lugares tienen un sello, algo que las distingue en su mirada, como la tienen «esos trece valientes» del cuento que van a leer, una mirada con la pupila muerta por la constante contemplación del mar.
Baroja sabía descubrir personajes y retratarlos con sus rasgos más significativos.


Estatua de Pío Baroja, inaugurada en 1980.

   Camilo José Cela [1916-2002] lo llamaba «maestro», y a él nombra en su discurso cuando recibe el Premio Nobel de Literatura [1989]: «Mi viejo amigo Pío Baroja», dice, «tenía un reloj de pared en cuya esfera lucían unas palabras aleccionadoras que señalaba el paso de las horas: todas hieren, la última mata». Así comenzó su hermoso discurso frente a la Academia Sueca, alguien que también tenía un pie en la mucha vida, y daría una lección de libertad y literatura*.

   De Pío Baroja elijo un poema y un cuento, los dos géneros no muy frecuentados por el autor español y, sin embargo, excelentemente dotado para ello. Es que para él lo importante era narrar, una novela larga siempre será una sucesión de pequeñas novelas cortas, escribió en uno de sus prólogos, hablando del «nítido troceo episódico» que allí advierte el lector.

También les recomiendo y ofrezco leer la novela El árbol de la ciencia. Abajo, en «Notas», encontrarán el link para leerla o escucharla.


Pío Baroja paseando por El Retiro, por Nicolás Muller [1950]

Un cuento que termina como comienza. ¡Pasen!

«Angelus»
Un cuento del libro Vidas sombrías [1900]

     Eran trece los hombres, trece valientes curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar. Con ellos iba una mujer, la del patrón.
   Los trece hombres de la costa tenían el sello característico de la raza vasca: Cabeza ancha, perfil aguileño, la pupila muerta por la constante contemplación del mar, la gran devoradora de hombres.
   El Cantábrico los conocía; ellos conocían las olas y el viento.


Perceberos, Mariano Moré [1899-1974]
[Perceberos es una playa de Asturias, de belleza salvaje y aislada]

   La trainera, larga, estrecha, pintada de negro, se llamaba «Arantza», que en vascuence significa espina.Tenía un palo corto, plantado junto a la proa, con una vela pequeña...
   La tarde era de otoño; el viento, flojo; las olas, redondas, mansas, tranquilas. La vela apenas se hinchaba por la brisa, y la trainera se deslizaba suavemente, dejando una estela de plata en el mar verdoso.
   Habían salido de Motrico y marchaban a la pesca con las redes preparadas, a reunirse con otras lanchas para el día de Santa Catalina. En aquel momento pasaban por delante de Deva.
   El cielo estaba lleno de nubes algodonosas y plomizas. Por entre sus jirones, trozos de un azul pálido. El sol salía en rayos brillantes por la abertura de una nube, cuya boca enrojecida se reflejaba temblando sobre el mar.
   Los trece hombres, serios e impasibles, hablaban poco; la mujer, vieja, hacía medias con gruesas agujas y un ovillo de lana azul. El patrón, grave y triste, con la boina calada hasta los ojos, la mano derecha en el remo que hacía un timón, miraba impasible el mar. Un perro de aguas, sucio, sentado en un banco de popa, junto al patrón, miraba también el mar, tan indiferente como los hombres.
   El sol iba poniéndose... Arriba, rojos de llama, rojos cobrizos, colores cenicientos, nubes de plomo, enormes ballenas; abajo, la piel verde del mar, con tonos rojizos, escarlata y morados. De cuando en cuando el estremecimiento rítmico de las olas...
   La trainera se encontraba frente a Iciar. El viento era de tierra, lleno de olores de monte; la costa se dibujaba con todos sus riscos y sus peñas.
   De repente, en la agonía de la tarde, sonaron las horas en el reloj de la iglesia de Iciar, y luego las campanadas del Angelus se extendieron por el mar como voces lentas, majestuosas y sublimes.
   El patrón se quitó la boina y los demás hicieron lo mismo. La mujer abandonó su trabajo, y todos rezaron, graves, sombríos, mirando al mar tranquilo y de redondas olas.
   Cuando empezó a hacerse de noche el viento sopló ya con fuerza, la vela se redondeó con las ráfagas de aire, y la trainera se hundió en la sombra, dejando una estela de plata sobre la negruzca superficie del agua...

   Eran trece los hombres, trece valientes, curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar.
 
*     *     *
 
     Ahora el poema elegido. Hay una escena en su novela La busca, un instante en un café cantante madrileño, cuando el guitarrista y cantaor inician su actuación mientras las bailaoras beben y alternan con los clientes.
Sabemos, los argentinos sobre todo, del mutuo influjo entre el flamenco, y nuestra música, el tango. Seguramente encontraremos esos intercambios. Pero más allá de lo típicamente andaluz y argentino, músicas y bailes populares, y representativos de cada país, está el poeta.
Y al poeta se suma el interés que despierta en pensadores e intelectuales las coplas flamencas como expresión literaria.

Los «Cafés de Cante» son y fueron famosos y traspasaron esas fronteras culturales, baste recordar a Rubén Darío en Granada y Málaga, y lo que escribió sobre el flamenco. Y tantos más, como Federico García Lorca o Antonio Machado.

Es sabido que Pío Baroja no era muy apasionado del flamenco, indiferencia o rechazo típicos de la Generación del 98 [hubo excepciones] y de la intelectualidad española de aquella época. Lo relacionaban con ambientes de mala reputación.

Aquí su poema, para que lo comprobemos y tengamos nuestras propias opiniones, ¿se fascina o descalifica el autor? Personalmente, tendería a pensar que la obra de un escritor y poeta sobre acontecimientos de la realidad, costumbristas, no hace una cosa ni la otra. Pasan a ser imaginarias, creativas y únicas, las recrean. En todo caso, una cierta «incorrección política» es siempre bienvenida.

Ahora, dejamos de lado la opinión de Baroja sobre el cante flamenco y nos disponemos a observar el instante en que el cantaor y guitarrista se disponen a iniciar su actuación.

«Café cantante»
Canciones de suburbio, 1944


Café Cantante, Madrid, 1884, Anders Zorn 

El guitarrista aparece
circunspecto en el tablado,
y se sienta en una silla
con poco desembarazo;
el cantador, cerca de él, 
va a colocarse en un banco,
y con una vara corta
que lleva a la diestra mano
a su manera, sin duda,
va los compases marcando.

El guitarrista es cetrino, 
moreno, peludo y flaco.
El cantador es un gordo
con cierto aire de gitano.
Comienzan las florituras,
los arpegios complicados, 
en la guitarra, y de pronto
empieza el gordo su canto.

Se eleva una queja extraña
en el aire, como un pájaro,
y cae después como cae
un ave con un balazo;
vuelve a subir nuevamente,
otra vez, por lo más alto,
y tan pronto es una queja
de teológico arrebato,
que llega casi a tener
la emoción de algo sagrado,
como parece una broma
o un comentario muy zafio.

Brillan después seguidillas,
sevillanas y fandangos
unas mujeres morenas
con grandes ojos pintados
y batas con faralaes
que les llega a los zapatos.
Alguna estrella del arte
se menea como un diablo,
y danza con tanta fuerza
un bailoteo tan bárbaro,
con un estrépito tal,
que tiembla todo el estrado.

*     *     *

Felizmente, los tablados siguen existiendo, y así las calles con libros que nos llevan por caminos impensados, efímeras eternidades, lugares con encanto que nos brindan las ciudades.
Podemos sorprendernos con el descubrimiento de un autor muy particular, en este caso Pío Baroja. Alguien que puede escribir con su propio estilo, sencillo, fluido, complicado a veces, exacto, también incorrecto, fiel a lo que conoce y vive, un regalo para cualquier lector que ame romper las lógicas y no tema viajar en el tiempo.
Hasta el próximo encuentro,

C. G.

Notas

- Pío Baroja: Nació en San Sebastián, el 28 de diciembre de 1872, en una casa frente al mar. «El haber nacido junto al mar me gusta; me ha parecido siempre como un augurio de libertad y de cambio».
Fue el tercer hijo: «Esto parece que no tiene importancia; pero siempre tiene alguna, porque la tercera decisión para hacer cualquier cosa siempre es una repetición, a veces aburrida».
Sus recuerdos más lejanos se remontan al bombardeo de San Sebastián por los carlistas: «Tengo un vago recuerdo de haber sido sacado de la cama envuelto en una manta [...]. Luego fuimos a vivir a Madrid», [1879].
El 1881 se van a vivir a Pamplona. Regresan a Madrid en 1886, donde cursa su último año de bachiller en San Isidro: «Mi padre creía que Madrid era el lugar más apropiado para los estudios... si no íbamos a tener un carácter un poco rudo y antisocial».
En 1887 se matricula en la Facultad de Medicina: «Por exclusión de profesiones que no me gustaban, decidí estudiar Medicina».
De ser republicano intransigente, pasó al anarquismo: «Mi anarquismo era un anarquismo schopenhaueriano y agnóstico, resumido en dos frases: No creer, no afirmar». 
Schopenhauer fue el primer filósofo importante que leyó.
En 1891 se recibe de médico en Valencia, donde se había instalado la familia.
Después de ejercer como médico de pueblo en Cestona, y de vivir con su familia un tiempo en San Sebastián, vuelve a Madrid en 1896, para regentear la panadería de su tía.
Cómo decide dedicarse a la literatura: «La vida burguesa no me producía el menor entusiasmo, ni las diversiones, ni el teatro, ni los toros. Había sido médico de pueblo... había conocido bastante gente. Ir a América no me seducía. Quería ensayar la literatura, daría poco resultado pecuniario, podía vivir pobremente, pero con ilusión. Y me decidí a ello».
http://gatopardo.blogia.com/2011/011901-biografía-sucinta-de-do-pio-baroja.php

- Vidas sombrías, Pío Baroja:
http://dgb.conaculta.gob.mx/coleccion_sep/libro_pdf/50000005771.pdf

- El árbol de la ciencia, Pío Baroja:
http://blocs.xtec.cat/edubartrina/files/2012/12/El-%C3%A1rbol-de-la-ciencia.pdf
http://www.academia.edu/686802/_P%C3%ADo_Baroja._El_%C3%A1rbol_de_la_ciencia_la_sala_de_disecci%C3%B3n_de_Espa%C3%B1a_














- Cuentos, de Pío Baroja:
http://perrerac.org/espana/julio-caro-baroja-prlogo-a-cuentos-de-po-baroja/537/

- Pío Baroja, José Carlos Mainer: Una biografía.
https://books.google.com.ar/books?id=M9Im4O-WI1AC&pg=PT32&dq=Canciones+del+suburbio,+pio+baroja&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwi8-8_V8cHSAhWKhJAKHZ_7C1IQ6AEIOTAH#v=onepage&q=Canciones%20del%20suburbio%2C%20pio%20baroja&f=false

- Discurso pronunciado por el Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, 1989:
http://www.elmundo.es/especiales/2002/01/cultura/cela/discurso.html

- Territorio Moyano: para saber sobre cada caseta.
http://territoriomoyano.org/

- La busca, Pío Baroja:
http://www.rinconcastellano.com/sigloxx/baroja_busca.html

- «Picasso y los Baroja»:
http://picassopinxitydixit.blogspot.com.ar/



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