lunes, 10 de febrero de 2020

Bertolt Brecht, Un relato

«El escritor»

Bertolt Brecht

[Augsburgo, 1898-1956, Berlín Este]


          Un relato del gran dramaturgo y poeta alemán, uno de los más influyentes del siglo XX. Lo admiramos por la forma libre de su narrativa y por el «teatro épico». Por su intención didáctica, por sus intentos de distanciar al espectador y tratar de que no se identificara con los personajes de la escena —escencial para el proceso de aprendizaje del público, que redujera su respuesta emocional y se sintiera obligado a pensar, a llegar a sus propias conclusiones. Por el concepto de la máscara como alma del actor, que debe desaparecer y permitir que la máscara hable.
          Todo un referente, autor de grandes obras, multifacético y siempre discutido. De él, un cuento: «El escritor».
Este cuento fue escrito para ser dramatizado en la radio.
Aquí está, para leer o escuchar, es muy corto, ¡qué lo disfruten!!!


Bertolt Brecht

«El escritor»




          Un escritor a quien preguntaron por qué en sus trabajos hablaba siempre solo de miseria y siempre analizaba y describía el influjo destructor de la miseria en los hombres, y por qué nunca trazaba imágenes de la vida humana más esperanzadoras y más agradables, contó la siguiente historia:

          A un hombre que se sentía indispuesto desde ya hacía mucho tiempo y estaba postrado con todos los síntomas de una enfermedad grave, le trajeron un médico que, en un mínimo de tiempo, consiguió tranquilizar al enfermo y a sus afligidos familiares e infundirles la esperanza de un pronto restablecimiento. Les dijo el nombre de la enfermedad y clasificó el caso como relativamente sencillo y pasajero. Dio instrucciones precisas y prescribió distintos medicamentos y no omitió esfuerzo alguno para visitar al enfermo incluso varias veces al día, convirtiéndose de esta manera en el huésped mejor recibido de la casa.
          Pero la enfermedad del hombre fue agravándose y pronto no pudo ni levantar un dedo, tanto le había debilitado la fiebre. Pero el médico hablaba del verano, de viajar, del día en que el enfermo, otra vez sano, llevaría una buena vida.
          Uno de aquellos días un viejo amigo de la familia, famoso médico también, pasó por la ciudad en que vivía este hombre. Cuando vio al enfermo, se horrorizó, pues se dio cuenta de que el hombre, que era amigo suyo, no seguiría viviendo. Reconoció al enfermo largamente y a fondo y no ocultó a sus familiares sus temores, aunque, según dijo, no estaba en condiciones de diagnosticar las causas exactas de la enfermedad.
          Y como fuera que el hombre murió en realidad dos días después, la madre desesperada preguntó al amigo si su hijo no hubiera podido salvarse, pues había oído decir que precisamente esta enfermedad que el médico le había dicho, raramente tenía un desenlace fatal.
          El amigo reflexionó un rato y luego dijo: «No, no hubiera podido salvarse». Pero al hermano del difunto, el hijo menor, le dijo afuera: «Si se hubiera confiado inmediatamente su hermano a un cirujano, hoy todavía viviría. Esta es mi opinión y a usted se la digo. Su madre es anciana y ya no nocesita la verdad, sino consuelo. Pero usted es joven y necesita la verdad». «¿Y por qué el médico que llamamos entonces no lo confió enseguida a un cirujano?», preguntó el muchacho. «¿Por qué ha estado hablando siempre de mejoría y de la salud de mi hermano? ¿Y para qué medicamentos caros e instrucciones precisas, si no sirvieron de nada?»
          «No siempre los medicamentos caros y las instrucciones precisas tienen que servir, joven; pero lo que se le debe exigir a un médico es que diagnostique las verdaderas causas de la enfermedad. Para curar a alguien, se necesita primero el oportuno diagnóstico.




Y para poder establecer el diagnóstico acertado, se necesita no solamente un profundo conocimiento de la medicina, sino también un interés real en la curación de la enfermedad. No basta que sea médico, tiene también que poder ayudar. Aquel médico hablaba de mejoría cuando todavía no había diagnosticado las verdaderas causas de la enfermedad. Pero yo hablo siempre de enfermedad y solo de enfermedad, hasta que no conozca las verdaderas causas de la afección y los medios precisos para combatirla positivamente, y hasta que no aparezcan los primeros síntomas de mejoría. Solo entonces hablo quizá también de mejoría».

          «Así fue o algo parecido», dijo el escritor e interrumpió la historia.
          «Pero tú no eres médico», le objetaron tras un corto silencio respetuoso.
          «No, pero sí escritor», replicó él.




          Un relato muy sagaz. Dos pequeñas historias, enmarcada una dentro de otra. Sin embargo dicen mucho, de una manera concisa, de estas dos magníficas profesiones: la del médico y la del escritor. El Bretch narrador es injustamente olvidado.
          «Cada uno tiene derecho a encontrar su Bretch», dijo un profesor, y a esto me atengo. Un buen consejo que transmito.
          Hasta la próxima lectura,
Cecilia Olguin Gianelli


Notas

- Bertolt Brecht. Por Cristina Pestaña Castro. Lda. en Filología Alemana.

- International Brecht Society: 

Bertolt Brecht. Todos sus libros:

- La máscara es el alma del actor:


Bertolt Brecht sostiene la máscara que le hizo Paul Hamann

Brecht, de cuerpo entero: Fundación Juan March. Por el traductor y académico Miguel Sáenz.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Conversar de libros, y de los caminos a donde ellos nos llevan, dar una opinión, contar impresiones, describir una escena, personaje favorito, nunca contarlo todo, aunque a veces, elijamos ir un poco más allá, y no está mal, no a todos les molesta.
.................................
.................................
..................................