domingo, 12 de mayo de 2019

«Una casa no arde sola», Evangelina Aguilera

Una casa no arde sola

Poesía

[2018]

Evangelina Aguilera

[Mar del Plata, 1977]


Hay arte en el silencio y en el viaje
en ir por la palabra a trote lento...

Con el libro en mis manos, en mi casa [11-5-2019]

          Lo que genera leer los poemas que conforman el libro Una casa no arde sola, de Evangelina Aguilera, por los caminos que me llevan cada uno de ellos, es lo que trataré de contarles brevemente.
          Además de haber leído las valoraciones de ojos expertos, los de Osvaldo Picardo [1955], por ejemplo, en su presentación al público y prólogo, donde describe su poética  como «poesía de pensamiento que no descarta ni la emoción ni lo sentimental», aquí hablo por mí, una lectora.
          Una lectora que se apropiará de sus palabras, palabras que sí tienen alma. Para contarles a mis amigos, también lectores, que todavía no la conocen, y decirles de su naturalidad y frescura, imaginando un gran trabajo detrás. Su gracia natural nunca la he confundido con liviandad ni con algo ingenuo. Pero tanto su persona como sus poemas tienen ese don, tan escasamente encontrado, de la profundidad sin esfuerzos. Una estética y lenguaje muy cuidados. Ya encontrarán si leen el libro, y espero que de verdad lo hagan, ideas, significados y experiencias que fluyen y nunca se estancan. 
          Para eso, y evitar elogios que podrían alejar más que acercar, es que recurro a algunos de sus versos y palabras como su propia exégesis. Solo unos pequeños adelantos para no quitarles el placer del propio descubrimiento.


Mother and daughter by the sea.
Pino Daeni [1939-2010]

          Así de simple y doloroso: / ella ahuyenta mis sombras / y pasa en limpio el argumento de mi vida. Y «ella» es... adivino su hija, la que forma parte de ese recuerdo que construye [«Ana»].

Imaginar detrás de los postigos: la ancianidad o el libro que se cierra... [«Visita»].

Pasearme por un dramaturgo noruego, que también es poeta, y una mujer que no se nombra —mi pensamiento dice «Nora», que no quiere ser muñeca—, y es lectura de jóvenes, ¿otro feminismo?, me pregunto... Mis alumnos escriben sobe el tema del día / Hablan de Ibsen... Ellos escriben después de su lectura / como esos buscadores de oro que en el agua... [«Comprobación de lectura»].

Alumnos y aulas, algo más que una constante, que su experiencia docente, un pensamiento hacia una visión, un lenguaje dentro del lenguaje... aprendices de lengua castellana / desmiembran infructuosas oraciones complejas./... Ninguna de esas frases que analizan ahora / podría ser hablada sin caer de rodillas / suplicando sentido / o algo que les devuelva / el alma a esas palabras... [«Evaluación de sintaxis»].   

Querer encontrar la médula de un hecho inexplicable, un barco encallado en Mar del Plata, ciudad que presiento en cada verso. Como se presiente su vida, su gente. Pero no nos quedemos con esto, en cada poema habla de «otra cosa»... Era buscar la insistencia de la imagen / la médula de un hecho inexplicable / o mostrar / que no alcanzaba el azar para entenderlo. / Eso que estaba ahí hablaba de otra cosa,... [«Un barco»].

Una madre que mira o... descubre. Una hija que la mira, y la descubre, y de ella se pregunta... con un aprendido ejercicio de supervivencia / clava la vista acuosa en la ventana / ¿ella mira el jardín o lo descubre?... ¿Se acordará del gusto? ¿sabrá si digo sal / lo que es la sal? ¿de la alegría qué sabrá? / ¿escuchará los timbres del recreo de su infancia?... [«Esa mujer, mi madre»]. Que hermoso poema, doloroso.


The Matriarch 
Pino Daeni [1939-2010]

Descubrir que una casa es quien la habita... Puse en las bolsas negras de basura / frascos de mermelada, sus remedios... Al final de ese día / quedó una morgue oscura en la vereda / y aprendí que una casa es quien la habita [«Las bolsas de consorcio»].

Una película y una escena, lo que ya no es... una casa se consume en el fuego... Es una escena intensa que excede la tristeza / y sobre ella se yergue todo el film: / esa insistencia de hablar sobre cenizas / tejer la red para atrapar la sombra / ir descalzo en el agua y desnudo / buscar el techo de un hogar que no existe [«Una casa no arde sola I», el poema que da el título al libro y dos versiones].

Hijos detrás de su madre, como pájaros, felices a pesar del incendio... El día que se quemó el henal del caserío / madre, envuelta en su negro chal de lana, / dijo no griten, se incendia nuestra casa... [«Una casa no arde sola», segunda versión sobre Sacrificio, de Tarkowsky].




El espejo que es el cine y otro incendio que recuerdo, otras amenazas y otro niño, el de Faulkner. Sarty, entre la lealtad a su padre y hacer lo correcto, tampoco comprende del todo. Y menos comprende el Iván de Evangelina, que es el de Andréi Tarkovski, al que también admiro. Gracias Eva por traerlo... En el escenario vasto de la guerra / un hombre tiene su casa sin paredes... Iván espía por la hendija de sus odios / los restos de una vida, cualquier vida... Es que el fuego tiene múltiples sentidos. [«Sobre "La infancia de Iván"»].

Y sigo leyendo, y me encuentro con lo que ensucia el deseo de aprender, ese parloteo... Como el barro hay maneras / que no piensan, ensucian el deseo / de entender, son persianas de hendijas / muy finitas / donde ni pasa el sol ni el aire... [«Ruido que al ruido»].

La permanencia y el olvido. Las fotos, la historia que no cuentan... de las fotos del sobre marrón / me gustan los detalles / la historia que no cuenta cada imagen / eso que hay que adivinar... [«El amanuense y la kodak»].

La risa y el significado de la comicidad [H. Bergson]. ¿Qué hay en el fondo de lo risible?... Hiciste de tu cuerpo una caverna / metiste las pastillas y los gestos / envolviste en papel tu cristalina / tendencia a desistir. Quedaste sola, adentro... Adentro hay más que cosas... Y vos no sabés / no sos: / vos siempre vas sonriendo [«La ruina moderna»].

Y seguiré leyendo de otras casas y sonrisas y tiempos y ruidos... pero entro como huyendo / a esta casa de ecos y de risas. Y el ruido de la anciana sordomuda... una mujer que no habla y tampoco escucha / pero que trenza el pelo blanco, gris, reseco / y se imagina el ruido y teje y se sonríe. Y recuerdos que son postales... y sobres / amarillos de tiempo, sombras del tiempo acaso / voces en coros, llantos / rosas que cuentan nada: / la voz de los fantasmas. Y ciertas cosas que no cambian... responde a una lógica de repeticiones / como los días y las oscuras noches / algo que vuelve queriendo decir algo / El color de los ruidos es algo que no cambia / pero hay que acostumbrarse / a distinguir la forma en que regresan.

Las casas y la casa, la nuestra, la mía donde leo el libro en una mañana otoñal. La de Evangelina que hago mía, de ecos y risas donde hacemos pie en este presente, y nos seguirán otros. Y seguirá el silencio elegido o los ruidos que se reconocen entre miles, ruidos de infancia. También Dios tiene su ruido, en el aire, no se calla e interpela. A veces cansa, dice la autora en su experiencia místico-poética. Y los ruidos que son voces... Hoy escuché las voces del pasado / esas lenguas de roca, los ruidos del acero / palabras de altos templos / voz aguda del viento... [«Una batalla»].


Una casa no arde sola [2018].
Editorial El Suri Porfiado; 50 págs.

No se pierdan la lectura completa de este libro. Sus poemas. Deténganse y lean. En ellos se encontrarán, estoy segura. Quizá con otras formas, otros gestos. Sus versos despertarán algo propio, personal. Ellos tuvieron en mí, además de brindarme un gran deleite de lectura, el efecto de hacer surgir ideas y pensamientos, de querer profundizar en ellos. Las palabras de Evangelina son palabras llena de emoción y creatividad que me acompañaron en varias relecturas ya. Pareciera que dejan algo entreabierto para futuras aperturas y cierres.
Espero, y le deseo a ella, que siga en su insistencia de cavar sobre el asfalto túneles infinitos, y nos siga brindando sus poemas.

Aquí está ella firmando sus ejemplares: 

                                           «Escribir es un trabajo de orfebrería que muestra 
                                                   la destreza intelectual, el acervo cultural, 
                                           y la razón en movimiento, pero si en este ejercicio
                                      no entra el espíritu, la poesía se transforma en palabrerío».

Evangelina Aguilera

Hasta el próximo encuentro, con otra buena lectura.

Cecilia Olguin Gianelli

Notas

- Eva Aguilera: Evangelina Aguilera [Mar del Plata, 1977]. En poesía publicó Fuga [2009] y el audio-libro Memoria del silencio [2015]. Obtuvo, entre otros, el primer premio del concurso «Luis Alberto Spinetta», organizado por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata [2013]. Coordina desde 2014 los talleres de escritura creativa «Fernando Pessoa». Es profesora en Letras y dicta clases en escuelas de enseñanza secundaria.

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