jueves, 23 de enero de 2014

Antigua Luz, John Banville



Antigua Luz

 John Banville

 

Título original: Ancient Light
Traducción Damià Alou
Alfaguara, 2012
Imagen de tapa: Jesús Acevedo


Madame Memoria es una gran y sutil fingidora

 

Los recuerdos, las imágenes del pasado, aparecen cuando menos las esperamos. Recordar cómo éramos en esos años de juventud es casi siempre una experiencia tranquila.
Recibir inesperadamente algo de esa época, traído por... un aroma, una música, un encuentro, puede no serlo. Puede ser algo que nos altera inexplicablemente.

 ¿Recordáis cómo era abril cuando éramos jóvenes, esa sensación de líquida impetuosidad y el viento extrayendo cucharadas azules del aire?

Dice el narrador de la novela en una de las maravillosas frases con las que nos vamos a deleitar en esta magnífica lectura. Novela que forma un tríptico con Eclipse (2002) e Imposturas (2003), pero se puede leer tranquilamente sin estas dos lecturas previas.
Los protagonistas son los mismos: Alexander Clay (actor de teatro), su esposa Lydia e hija Cass.

¿Qué recuerda Alex Cleave de Celia Gray? de esos días en que se había enamorado de la madre de su mejor amigo, Billy.
Habían pasado muchos años, cincuenta creo. Él tenía quince inmaduros e inexpertos años, y ella, su "Venus Doméstica", cariñosa y pura generosidad, la señora Gray, treinta y cinco.

¿Será una buena idea volver al pasado? volver a ver a esa persona, hombre o mujer con la cual nos habíamos entregado al éxtasis del amor, de esa manera que nunca más volveríamos a experimentar, porque fue estreno entre otras cosas. Lamentablemente o no, estamos al albur de nuestras propias e inexplicables voces internas. No siempre depende de nuestra voluntad.
La voluntad. No es más que otra ficción cerebral. «Lo que siempre hemos creído tiene grandes posibilidades de ser falso», decía Paul Valery.

Querer saber cómo está la que fue depositaria y artífice de esos fuertes sentimientos, qué fue de su vida, desandar los pasos dados... ¿Son recuerdos o ilusiones los que aparecen? ¿nos ocurrieron realmente o todo transcurrió en las profundidades de algún espejo tramposo y nosotros sólo fuimos observadores?
Ahora nuestro protagonista es grande, alrededor de sesenta años, un hombre maduro o joven según quien lo juzgue.
Es grande, convengamos. Sin embargo su mirada hacia la mujer no ha cambiado tanto. Hay imágenes que siguen siendo terriblemente eróticas para él: esas visiones femeninas que son y serán el deleite que inunda las venas de un varón de cualquier edad, que provocan la pura y simple excitación.

El tiempo ha pasado casi sin darse... sin darnos cuenta. Así de dúctil es el lenguaje del tiempo en manos de John Banville. Nosotros los lectores, como el personaje descubrimos que el tiempo pasó pero que siempre hay algo que vuelve o permanece.

Complacientes aceptamos la flexibilidad en el ir y venir, y disfrutamos de esta trama desde el principio, sin por esto dejar de sentir  la densidad del argumento. Trataré de no romper este hechizo, estas luces en las que el autor nos sumerge.

«Lady Venus» y «su muchacho retozón» tenían su lugar de encuentro. Lejos de ser «EL LUGAR» que podríamos imaginar, era un sitio... distinto. No voy a develar aquí cuál era su magia, ya que es un deleite extra, no sólo la descripción sino también las alusiones y significados con los que el autor enriquece el relato tan vívido. Sólo diré que era el mes de abril, primavera en ese lado del mundo, y la hierba húmeda del bosque, el arroyo fresco y la sensación de libertad invitaban a pies descalzos.






El protagonista nos habla todo el tiempo, se dirige directamente a nosotros, nos mantiene alertas:
—Pero esperad, un momento... Se me acaba de ocurrir una cosa.
Y mientras piensa, camina porque le gusta caminar.

Caminar se había vuelto una costumbre tras el duro momento que le tocó vivir. El ritmo de caminar sin rumbo, estar en la calle sin nada que hacer mientras otros están tan ocupados. Hay algo balsámico en ser un flâneur sin pretensiones de zonas maravillosas. Un flâneur de estilo pobre. Es que cualquier calle le viene bien ya que un paisaje interior ilustra sus pensamientos.

Y esos pensamientos se van a ir intercalando con la realidad presente. Cada vez con menos «avisos» a los lectores, hasta que no exista ninguno en absoluto. Viajamos del ayer al hoy en un abrir y cerrar de ojos, en un cambio de luces.

El amor, además de dar placer, suele ser una feliz angustia: «No la merecía, No la amé lo bastante, Cómo lloró Billy después de haber averiguado».
La advertencia siempre late, nos avisa solapadamente de un costado triste o difícil en esas vivencias felices y furtivas.

«Acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría», dice González Tuñón en su poema «Lluvia».

Pero Billy era su querido amigo. Con él lo unía algo especial, único en la amistad adolescente. Además de haber compartido el primer cigarrillo, el whisky robado al señor Gray, confidencias,... Billy tenía los mismos ojos húmedos, color ámbar de su madre. Mirarlo le provocaba extrañas sensaciones, él era un poco su madre.

Celia Gray se había casado con el hombre equivocado (era su opinión, claro) y él, en su celo adolescente, lo odiaba. Secretamente, como la mayoría de los mortales inconfesos, soñaba con que el «rival» desapareciera de la faz de la tierra y le dejara el campo libre. La grotesca perspectiva de convertirse él en el verdadero marido de la señora Gray, padrastro de su amigo Billy y de su hermana Kitty, no le parecía para nada desopilante.

¿Ella lo seduce? ¿historia nabokoviana con algunos cambios, no sólo de género, también de roles?
Ya interpretarán quien es quien en esta historia.

Mientras tanto sigamos leyendo... , el jovencito, en un impulso, toma la mano de la señora Gray y juega su juego pueril. Por un momento Alex fue el adulto de la relación. ¡Si hasta tuvo ganas de ser padre!

¿Es inexplicable la elección de Celia Grey? ¿Qué conseguía a través de la juventud de su joven amante? Un retorno a su propia infancia, puede ser una de las respuestas. No precisamente la infancia de muñecas, sino la de las grandes excitaciones primeras, la de sudorosos nerviosismos y feliz suciedad.
Entender la lógica de este encuentro es lo que atrae.

Espiar un poco sus vidas, así como nuestro protagonista niño-amante necesita espiar el mundo familiar de su amada, y entender la psicología de esa familia.

También les va a atraer el lado «físico» de la historia, todo lo realativo a los cuerpos.
«La carnosidad» de la señora Gray lo va alejando del ideal que todos y cada uno fantaseamos, había que perdonar a otro ser humano por ser humano. La imperfección de los cuerpos está presente.

La criatura platónicamente perfecta no existía. Ahora había conocido la opulencia de lo real y el tacto de la plenitud, pero también la ligereza y la gracia. Se había encontrado con alguien que sería el patrón con el cual mediría a todas sus futuras relaciones.

Los sueños le van dejando huellas y busca sus significados. Empresa inútil la mayoría de las veces, ya que solemos censurarlos y adornarlos: Lydia que lo abandona por un escritor andrógino, ella a su vez sueña con que su hija no ha muerto, y es pequeña, y está perdida.

Los sueños como los recuerdos son rompecabezas en el que faltan las piezas más importantes.
Ahora que es mayor tiene su espacio para concentrarse en el mundo perdido del pasado: un desván que Lydia, su mujer, detesta.

Allí va ella a avisarle las novedades. Allí es donde vamos a comenzar a saber de «la película». Y en ese lugar va a tener la primera conversación con Billie Stryker, a quien ya volveremos.

El tiempo había pasado también para «la pobre Lydia». Quien antes lucía un cabello sedoso y miraba con ojos brillantes, ya no presumía una silueta de odalisca. Así la veía él en los comienzos, como a una seductora odalisca de Ingres.
Pero la vida avanza, el cabello de decolora y el esplendor decae.



La grande odalisque, Dominique Ingres, 1814
                                                 
Ambos beben un poco demasiado y llevan, como pueden, su gran dolor de una década.

Ahora llegaba la película. Toda la vida había sido actor de teatro, ¿por qué, entonces, aceptar ese papel para trabajar en el cine? Aventurarse a este mundo nuevo a su edad, era ya un poco alarmante.

La primera lectura del guión en una casa junto al Támesis (parte de la historia transcurre en Londres, las otras, en Irlanda e Italia), lo puso en contacto con el grupo de actores y con la que sería la estrella del film, su partenaire.

¡Hay los actores! esos seres que brillan, atractivos y seguros de sí, con su leve histeria... guardando, escondiendo ese temblor imperceptible, ese miedo insoportable (compartido por otras «razas») de que te descubran.

Cada uno de ellos va sabiendo qué se exige y qué se espera de ellos mismos. Sabe el papel que deben interpretar, y así responden, a veces pagando un alto precio.

Hay datos, bromas o guiños, que no van a pasar desapercibidos: por ejemplo el escritor del guión, sentado entre los actores en esa casa un poco extraña, ¿es Banville acaso? ¿J.B. es John Banville?

Cabe aclarar que ese J B, como se lo conocía al escritor, era el biógrafo de Axel Vander, y sobre él se basaba la película.

¿Cómo recibieron los actores de cine a Alex, al actor que venía de otros escenarios?
Todos ansiosos, observando al maduro actor británico que haría de Vander, el polémico e ilustre académico belga con más detractores que amigos. Ponerse en la piel de este personaje, sería todo un desafío. 

 Sobre todo después de descubrir algunos datos que lo relacionaban con su hija. La película se llamaría, enigmáticamente: La invención del pasado. 

Dawn Devonport  haría el papel de Cora, la chica de Vander; ella sería «la belleza dañada» y él «la bestia». Todo se mezcla de algún modo.

¿Cómo Billy no se había dado cuenta? ¿Cómo era posible que nadie, nadie viera lo que sucedía en ese pequeño pueblo que era un panóptico patrullado por vecinos guardianes?
La respuesta es sencilla: Vieron lo que esperaban ver, y no vieron lo que no esperaban.
O su fariseísmo era tal que todos jugaban el juego.

Doña memoria a veces se pone juguetona.


El desconocimiento de la vida de su hija... esto era ella, se repetían con Lydia, en un autoconvencimiento, consolándose, aunque bien sabían que se ignora casi todo de un hijo.  

Cass había muerto en Liguria a los veintisiete años, ¿qué estaba haciendo en Italia? ¿quién era el hombre que la acompañaba? ¿era él el padre del niño que llevaba en su vientre?

Alex y su esposa compensan con los recuerdos certeros, esos que guardan celosamente, protegiéndolos de la cruda luz del día como si fuesen una delicada acuarela.

Y esa incertidumbre, y la necesidad de saldar cuentas pendientes, es lo que más lo va a unir a Dawn Devonport, la joven actriz, coprotagonista y estrella de su película. Ella también había sufrido una pérdida. Ambos sienten que esas personas que han muerto, en realidad se les han escapado y... no han aprendido a llorarla, ¿es que alguien aprende esa amarga lección?

Billie Stryker es algo así como la mediadora para que Alex aceptara trabajar en la película. Una mujer muy poco comunicativa, sin embargo, cuando se encuentran en aquel desván, logra, por algún extraño poder que no es precisamente la simpatía, que él se sincere y le cuente acerca de una de sus más preciadas intimidades. Así se suma ella a las mujeres de Alex Clay, y termina de conformar su universo femenino.

El viaje a la Liguria (Italia) con Dawn (la joven actriz) podría ser un viaje terapéutico y caritativo, para ayudarla y ayudarse a recuperar esos años perdidos, las ausencias, la miríada de recuerdos, la miríada de miríadas. Recuerdos que se irán perdiendo cuando ya no haya nadie para pensarlos.

Y ese viaje a Italia será extraño, como serán extraños los encuentros que allí se produzcan, ¿aciagos cruces? sí, quizá, por ejemplo con el personaje que bebe un vino argentino en medio de la noche. El extraño se llama Fedrigo Sorrán, ¿les suena?* (otro guiño de Banville)

Los territorios de John Banville están todos enmarcados por «la luz».

There´s a certain slant of light, ... We can find no scar, but internal difference, where the meanings are —none may teach it— Any, —dice Emily Dickinson.*



                    El sol descendía a través de los árboles ...— ¿Te gustaría besarme? —me preguntó...


Una luz de añoranza acompaña a Alex Clay, actor maduro viviendo con su mujer Lydia, a la que ama a su manera.
Viviendo sus vidas, teniéndose cariño y sobrellevando la tristeza sin expresar tanto sus desacuerdos, no hacía falta.

Los meses son abril y octubre, y las estaciones se confunden e invierten.
La tierra de las sombras acompaña a los que ya no están. Las no creencias no ayudan, entonces, ¿cómo es que antiguas convicciones de escepticismo de desarman ante lo que creemos «una señal» venida del más allá? una arruga en el aire donde alguien había estado un momento antes... ¡hay que ver cómo el mundo se habla a sí mismo, a su manera secreta y soñadora!

El territorio de los Recuerdos, el Tiempo y la Memoria. Evocaciones que adorna a su antojo, quitando y poniendo, siempre rediseñando como quien genera el anagrama. Sí, anagramas. Como un espejo que refleja a otro descubriremos quién es Vander, o lo que es mejor, le asignaremos un arquetipo.
Nada mejor que la subjetividad del lector para decidirlo.

Dejo para el final la observación hacia el mundo masculino joven iniciándose en el misterioso paraíso de la mujer y el sexo, con la mirada llena de ménades, con los instintos y la fuerza de la naturaleza a flor de piel, pero también con la ternura e incrédula gratitud.








A lo mejor era demasiado para él, a lo mejor es demasiado para cualquier muchachito, extasiado como estaba en los brazos expertos. Puede que en algún momento hasta anhelara la antigua y cómoda vulgaridad, porque vivir en tremenda maraña de contradicciones no era fácil.

Y tan fuerte fue la experiencia que lo va a acompañar toda la vida. Ella es y seguirá siendo un nombre a quien dirigir todas sus confidencias... «Qué contenta y orgullosa estaría la señora Gray si pudiera verme en el plató, a su chico convertido en hombre de provecho».

Sí, adivinaron, a ella le gustaba mucho el cine. También viajar a Italia había sido uno de sus sueños dorados. Ella fue algo más que amante.

La luz que pudo ser suave y gris, sin intensificar ni dulcificar ningún joven arrebato, también fue premonitoria, como la tormenta que anunciaba el fin del verano. Pero no lo supo ver en su momento.

«El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra», dijo el inquietante Gastón Bachelard.

Soñar, recordar... ¿sirvió? ¿sirve?
No podemos encontrar cicatrización, sí diferencias internas, líneas donde están los Significados. Nadie nos lo puede enseñar. Nadie, dijo Emily Dickinson.

Es más tarde que lo va a descubrir Alex ...  ¿cuándo tiempo tiene que pasar?, no, no es tiempo en realidad, puede ser «algo», como ese olor que trae un día húmedo y entonces algo pugna por salir dentro de uno, una flor atrofiada empuja procedente del pasado.
Siempre hay cierta inclinación de la luz que nos lo anuncia.

Entonces las luces suelen desplegar sus amplias y temblorosas alas y todo sucede y transcurre, casi sin darnos cuenta.

C. G.




Notas:

- John Banville: destacado novelista irlandés (Wexford, 1945); varias veces premiado (Premio Booker 2005, Franz Kafka 2011 y Austriáco de Literatura Europea 2013, entre otros muchos), candidato al Nobel de Literatura.
El 4 de junio de 2014: Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Escribe, además, novela negra bajo el seudónimo de Benjamin Black.
Autor de la Trilogía de las Revoluciones: Copérnico (1946), Kepler (1981) y La carta de Newton (1982).

Su estilo (juego de palabras, rico e ingenioso vocabulario, argumentos inteligentes, etc.) muestra la influencia y admiración por Vladimir Nabokov (San Petersburgo, Rusia, 1899- 1977, Montreux, Suiza).

Dijo de él Rodrigo Fresán: Leer a Banville es descubrir que podemos hablar el mejor de los idiomas.





-Alusiones a famosos autores en la novela:

- Rodrigo Fresán: el personaje que bebe un vino argentino en medio de la noche italiana se llama Fedrigo Sorrán [otro guiño de Banville].

Escritor argentino, nació en Buenos Aires, 1963, también periodista y traductor.
Su obra más emblemática, La velocidad de las cosas.
Es el más claro exponente de la nueva generación de narradores latinoamericanos, que combina el realismo mágico con la cultura pop.
Vive en Barcelona desde 1999, donde publica las novelas Mantra, Jardines de Kensington y El fondo del cielo, de editorial Random House-Mondadori (donde dirige la colección de literatura criminal Roja & Negra).
Escribe regularmente para el diario argentino Página 12, y publica frecuentemente textos de crítica literaria en la revista Letras Libres y en el suplemento cultural del periódico ABC. Trabaja en España como traductor y periodista.
También publicó una edición corregida y aumentada de Historia argentina (2009) y una nueva novela: El fondo del cielo, traducida con gran éxito de crítica en Francia.
Para el 20 de febrero del 2014 se ha anunciado un nuevo libro suyo: "La parte inventada".
(W)

- Los poemas de Leopardi: (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) El conde Giacomo Leopardi fue un filósofo, poeta y filólogo italiano; periódo: Romanticismo.


-Percy Bysshe Shelley: (Inglaterra, 1792- 1822, Viareggio, Italia) ensayista, escritor, poeta romántico, autor de Prometeo liberado (Prometheus Unbound, 1820), un libro que recomiendo. El otro es Anonaïs (1821), elegía escrita para su amigo John Keats.










Aquí, un extracto de "A una alondra":


Tú, que  desde  los  cielos  o  cerca   de  sus  lindes
el  corazón  derramas
en   profusos  acentos,  con  arte  no  pensado.
Alta,  siempre  más  alta, 
de  la  tierra  te  lanzas
como  nube  de  fuego;
por   el  azul  revuelas
entre  flores  y  hierbas ...
.....
... 
¿Qué objetos son la fuente de tu feliz gorjeo?
¿Qué campos, ondas, montes?

 ¿Qué  cielos  o  llanuras? 
¿Qué  amor  de  semejantes  y  qué  ignorar  de  penas?

En   tu    alegría   clara   no   caben   languideces;
 
la   sombra  de  la  angustia
  
 nunca  a  ti  se  ha  acercado...





Casado con la autora de la famosa novela gótica, Frankenstein, Mary Shelley.
Contemporáneo de grandes escritores como John Keats y Lord Byron.
Su vida estuvo rodeada de tragedias, la última y la que relaciono con la novela fue su propia muerte.                
                         

-Dostoievski emplea juegos de palabras en Crimen y castigo, jugando especialmente con la "polisemia".
En el texto original en ruso, el lector puede apreciar el doble sentido en los nombres de los personajes principales, que no pueden apreciarse en las traducciones.
Svidrigailov, personaje de la famosa novela, quizá es el personaje antagonista de la obra.

-Kayser Bondor: su historia familiar se remonta al 1880 en New York; fueron famosos sus guantes de seda, pero después fueron agregando medias de nylon, trajes de baño y ropa interior.

-Alusiones personales, que podrán o no compartir, entre ellas, Emily Dickinson.



Selected poems; Published byTom Doherty Associates Book, New York
Cover art by Mitchell Heinze







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Conversar de libros, y de los caminos a donde ellos nos llevan, dar una opinión, contar impresiones, describir una escena, personaje favorito, nunca contarlo todo, aunque a veces, elijamos ir un poco más allá, y no está mal, no a todos les molesta.
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