jueves, 25 de febrero de 2016

Umberto Eco, un adiós


Un adiós a Umberto Eco

[Alessandria, 1932-Milán 19 de febrero de 2016] 



Bajo el signo de la Esperanza

Umberto Eco por Ricardo Ajler


«Que se acostumbren a la dificultad de pensar, 
  porque ni el misterio ni la evidencia son fáciles». 
U. E.

Hace unos cuantos años hicimos una lectura de este interesante libro sobre la ética y sus fundamentos en el fin del milenio, con el inapreciable apoyo y dirección del profesor Héctor Brunamontini, fallecido en el 2011.



In cosa crede chi non crede?, título original, 1997. Argentina, Ed. Planeta, duodécima edición, dic. de 1998.



Voy a comenzar con uno de los tantos párrafos marcados de entonces en mi primer lectura de ¿En qué creen los que no creen?

Un diálogo epistolar entre Umberto Eco [1932-2016] y Carlo María Martini [1927-2012] —arzobispo de Milán y cardenal. Completarán la publicación dos periodistas, dos filósofos y dos políticos italianos.
Ocho cartas con aparición trimestral en la revista Liberal* [1995-1996] en su origen, y luego devenido en este ejemplar, lúcido, inspirador, promotor de otras lecturas.

Reencontrarme con el viejo libro, me trae recuerdos de buenas discusiones o, como le gustaría decir a Eco, «ejercicios de inteligencia, alzando la mirada para lograr un intercambio fructífero de reflexiones».

Martini responde a «una provocación» de Eco cuando se refieren a «el fin»:



Carlo Maria Martini

Para que esta reflexión sobre el fin estimule nuestra atención tanto hacia el futuro como hacia el pasado, para reconsiderarlo de manera crítica, es necesario que este fin sea «un fin», que tenga el carácter de un valor final decisivo, capaz de iluminar los esfuerzos del presente y dotarlos de significado. Si el presente posee valor en relación a un valor final reconocido y apreciado, que yo pueda anticipar con actos de inteligencia y de responsable elección, ello me permitirá también reflexionar acerca de los errores del pasado sin angustia. 

Sabré que estoy en marcha, podré vislumbrar algo de la meta, al menos en sus valores esenciales, sabré que me es posible corregirme y mejorarme. La experiencia demuestra que solamente nos arrepentimos de aquello que presentimos poder hacer mejor. 



Quien no reconoce sus errores permanece pegado a ellos, porque no ve nada mejor ante sí y se pregunta entonces por qué ha de abandonar lo que tiene.

Todos estos me parecen modos de conjugar esa palabra, «Esperanza», que tal vez no me hubiera atrevido a escribir con mayúscula si usted no me hubiera dado ejemplo.

 
 *     *     *


 «El fin de los tiempos y la obsesión por esta idea», había propuesto Eco como tema en la carta que precede la respuesta de Martini, del que acaban de leer solo un extracto. Algunos lo viven con el espíritu de bibamus, edamus, cras moriemur¹. Cada uno juega con el fantasma del Apocalipsis como puede o sabe, al tiempo que lo exorciza.
No son temas nuevos.


*     *     *
 

Eco propone su idea...


Quisiera proponer la idea, algo osada, de que el concepto del fin de los tiempos es hoy más propio del mundo laico que del cristianismo... El mundo cristiano hace de ello objeto de meditación, pero se comporta como si lo adecuado fuera proyectarlo en una dimensión que no se mide por el calendario.

El mundo laico finge ignorarlo, pero sustancialmente está obsesionado por ello.



L'angoscia della partenza [1914], Giorgio de Chirico [1888-1978]
 

*     *     *



Eco habla —sin detenerse en cuestiones exegéticas— del texto de San Juan, de la Encarnación y la Redención, del choque entre las fuerzas del bien y del mal, del regreso de Cristo y el Juicio Universal... y del misterio de la duración de los años.

«La idea de la Historia como trayectoria hacia adelante, dada no solo por San Agustín sino por la patrística en su conjunto, es extraña para el mundo pagano».



L´enigma dell´ora [1911], Giorgio de Chirico [1888-1978]


 
El historicismo laico ha entendido esta historia como infinitamente perfectible, de modo que el mañana perfeccione el hoy, siempre y sin reservas, y en el curso de la historia misma Dios se vaya haciendo a sí mismo, por así decirlo, educándose y enriqueciéndose.

Pero no es ésta la forma de pensar de todo el mundo laico... se da una visión de la historia originalmente cristiana cada vez que este camino se recorre bajo el signo de la Esperanza.

                                                                                                                                       Tanto si se juzga a la historia y sus horrores desde un optimismo medido, el optimismo trágico de Mounier*, o el pesimismo de la razón de Gramsci*, —quien dijo: «El pesimismo es asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad».


*     *     *
 

Eco considera que cualquier esperanza cede el sitio a una celebración del fin de la historia, cuando el fin de los tiempos se contempla como inevitable —un milenarismo desesperado.

Descree del concepto que el mundo y la historia son fruto de un error —herejía gnóstica y también en sus formas laicas— y de que solo unos pocos elegidos podrán redimir al propio Dios, del superhumanismo.

El fin de los tiempos, en todo caso, nos marca como dice Scalfari en los capítulos finales, una recíproca apertura. Tendríamos que pensar si puede o no ser una esperanza, escribir en esta recíproca apertura de pensamientos diferentes, establecer una nueva fundación de valores.


*     *     *
 

Sólo si se cuenta con un sentido de la dirección de la historia [incluso para quien no cree en la parusía] se pueden amar las realidades terrenas y creer con caridad que exista todavía lugar para la Esperanza.

¿Existe una noción de esperanza [y de propia responsabilidad en relación al mañana] que puede ser común a creyentes y a no creyentes?

¿Qué función crítica puede adoptar una reflexión sobre el fin que no implique desinterés por el futuro, sino juicio constante a los errores del pasado?


Entonces la ironía...


Sería perfectamente admisible, incluso sin pensar en el fin, aceptar que éste se aproxima, colocarse ante el televisor [resguardados por nuestras fortificaciones electrónicas] y esperar que alquien nos divierta, mientras las cosas, entre tanto, van como van. Y al diablo los que vengan detrás.

Umberto Eco, marzo de 1995


*     *     *

 
Podremos seguir leyendo acerca de temas muy discutibles como: «cuándo comienza la vida humana», de «las mujeres y el sacerdocio», de los textos de la Biblia tomados en su condición permanente o dentro de un contexto histórico, de dónde encuentra el laico «la luz del bien», definiciones y planteos de duro peso moral, intelectual y emotivo. 

Muchas veces tendremos la impresión de que es Eco, de los dos, el que más admira a Santo Tomás —cuando le toca el turno a «la razón y la fe».
Lo que cada uno piensa y cómo comprende, o no, el punto de vista del otro.


*     *     *
 

Y al final, «El coro», opiniones de intelectuales italianos, como el filósofo  Emanuele Severino, hablando de la búsqueda de un terreno común para la ética cristiana y la laica. Dentro de un pensamiento de la filosofía contemporánea.

Desarrolla el tema de la fe en el devenir del ser y cuestiona el pensamiento de Eco: en su posición  tradicional de fundamento absoluto de la ética, «también su razonamiento es "una fe" como la de Martini», dice. Ambos se refieren a una ética fundada en principios absolutos, uno, y universales, el otro, para luego decir que estos fundamentos claros son «un misterio».
Una contradicción.

La fe y la razón...


La fe es un fundamento problemático de la moral; como problemáticas son la incondicionalidad y la universalidad de la moral, en cuanto fundadas por la razón.
 
Finalmente defiende la ética de la ciencia y de la técnica, una capacidad práctica para terminar con la violencia.

Luego le sigue el turno a otro filósofo y escritor, Manlio Sgalambro, quien va a explayarse sobre la pregunta «cómo aparece el bien entre los hombres», respondiendo y rebatiendo al cardenal Martini, dice:

El mal social es una bagatela frente al mal metafísico.


El periodista, escritor y político Eugenio Scalfari es el que aclara, ante todo, la intelectualidad de  Martini, un padre jesuita con todas las letras.

Habla del humanismo católico, una iglesia más avanzada e informada en el siglo XXI. Cuestiona vivamente el calificativo de «Absoluto» que trae a la mesa Martini y dice: quemar a una bruja o a un hereje no fue considerado un pecado, y mucho menos un crimen durante casi la mitad de la historia milenaria del catolicismo —sin el ánimo de querer desenterrar errores y crímenes que la iglesia, solo en el presente, ha admitido y repudiado.

Las interpretaciones de la moral suelen ser muy peligrosas, conducir a verdaderas matanzas. Son cambiantes, ya que cambian la realidad y los tiempos. Pero una cosa es certera, deben superar el horizonte individual, obrar en favor del bien del prójimo.

«Cada individuo elabora con su propia inteligencia los dos instintos biológicos y profundos: la pertenencia a una especie —la supervivencia con un egoísmo necesario y medido— y el hacernos cargo del sufrimiento ajeno y del bien común».

Dejando de lado tanto la metafísica como la trascendencia, vayamos por el bien común, sin pensar en premios o castigos.

El periodista e historiador Indro Montanelli titula su publicación «De la falta de fe como injusticia», y dice la Moral no posee en sí nada de Absoluto, siendo las reglas que ella dicta siempre relativas... adaptadas a los cambios en tiempo y espacio, en las costumbres de los hombres.

Y lo dice un hombre que busca en el estoicismo, y no en la religión, un modelo de comportamiento. Uno que no vive la falta de fe con desesperación, sí la siente, es la etapa final de su vida, como una profunda injusticia.

El político y escritor Vittorio Foa, en la sección «Cómo vivo en el mundo, éste es mi fundamento», desconfía de la veracidad absoluta, tanto de los que afirman creer como los que dicen no creer. Ambos tendrían, en todo caso, que poder justificar con certezas eso que afirman.
Hay un juego, o trampa, implícito en la pregunta «Dime, ¿en qué cree quien no cree?». El que hace la pregunta da por sentado que el único modo de creer es el suyo.
Entonces propone Foa discutir sobre el modo de creer y el modo de no creer. Hace falta algo más que la fe religiosa o que un refinado humanismo o racionalismo. No consigo hablar de ética si no contemplo el mal y no me introduzco en él.


El último es el periodista, político, ex Ministro de Justicia, Claudio Martelli, con «El credo laico del humanismo cristiano». Sugiere que la conciencia moderna ha sido forjada como unidad personal para millones de seres humanos, al mismo tiempo por el cristianismo y el pensamiento ilustrado.
No cree que creyentes y no creyentes sean dos entidades siempre separadas y opuestas.


*     *     *


Carlo Maria Martini dice:

Es muy importante que exista un terreno común para laicos y creyentes en el plano de la ética, para poder colaborar juntos en la defenza del hombre, de la justicia y de la paz.
No usar nunca a los demás como instrumento, respetar su inviolabilidad.
Considerar a toda persona como realidad indisponible e intangible.


Umberto Eco, con una fuerte huella católica por su formación, da una reflexión laica, que es fruto de un largo y lento cambio, reflexiones basadas en «su religiosidad», y dice:

Se dan formas de religiosidad, un sentido de lo sagrado, del límite, de la interrogación y de la Esperanza.
De la comunión con algo que nos supera, incluso en ausencia de la fe. 



Y estas palabras refiriéndose a la muerte...


¿Quién sabe si la muerte, más que una implosión no podría ser una explosión e impresión, en algún lugar, entre los vórtices del universo, del software [que otros llaman alma] que hemos ido elaborando mientras vivimos, hasta del que forman nuestros recuerdos y remordimientos personales, y por lo tanto, nuestro sufrimiento incurable, nuestro sentido de paz por el deber cumplido y nuestro amor?


*     *     * 


Creyentes y no creyentes, juicios éticos contrapuestos sobre temas claves de la vida —y la muerte—, escepticismos y agnosticismos o /y estar abiertos hacia algo más elevado y más grande que nosotros mismos, un diálogo donde se comparte el mismo espíritu, con diferencias.
Con respeto y sin suficiencias o tonos de petulancia.

Un diálogo que puede establecer normas morales y principios éticos comunes, universales. Declaraciones inquietantes de Umberto Eco hablándonos del coraje del hombre que aguarda la muerte sin covertirse necesariamente en un animal religioso.

No se pierdan esta lectura y pregúntense, ¿en qué creen los que no creen? puede que crean en la vida, puede que no crean en falsos optimismos o estados de gracia, quizá en la superación y desarrollo de pensamientos elevados, en la ética.
Reflexionar sobre estos temas...



Il meditatore [1971], Giorgio de Chirico [1888-1978]



La elección de Giorgio de Chirico obedece a mi admiración por el pintor italiano, a querer también revalorizar su obra profunda, a casi treinta y ocho años de su muerte, y porque recordé una de las calificaciones de las que ha sido objeto: «un apocalíptico un poco integrado y un integrado que sabía ser apocalíptico», en alusión al conocido ensayo Apocalípticos e integrados* [1964], de Umberto Eco.


Me despido, con el mejor de los homenajes que se le puede hacer a un escritor, leyéndolo, entrando en sus mundos. Admirándolo como semiólogo, novelista, ensayista, crítico literario. Saludando y agradeciendo a Umberto Eco, que estará reflexionando, pensando, argumentando,... en algún lugar, entre los vórtices del universo,

C. G.



Mis notas, lecturas, aclaraciones, información y sitios de interés


-  Disculpas: siempre las pido, por simplificaciones que pueden superficializar una obra literaria u otra manifestación artística, aclarando que no respondo a intereses económicos [solo a experiencias de lectora], y recomendando siempre la lectura y la visita completas de las obras que expongo.


- Algunas de mis lecturas de Umberto Eco: Novelas: El nombre de la rosa [Il nome della rosa, 1980], además de leerlo, vi la película y conocí el escenario de la biblioteca montado en Cinecittà. La biblioteca que es un laberinto, y ello nos remite al admirado Borges y al laberinto como símbolo. Esta novela y Baudolino [2000] las ubica Eco en época medieval.

El péndulo de Foucault [Il pendolo di Foucault, 1988], época barroca, aunque viaja a través de dos mil años de historia. Se desarrolla en el presente, tiene muchos fragmentos de su propia infancia y referencias a novelas anteriores.

La isla del día antes [L´isola del giorno prima, 1994], aventuras, suspense, filosofía, navegación, astronomía,... un naúfrago que llega a una nave llamada «Daphne». El sueño de una Isla, que era como una irrealidad. No estaba en el presente, sino en el día antes. A Roberto se le ofrece la posibilidad de ser el primer hombre en la historia de nadar hacia atrás veinticuatro horas [pág. 255].
Y la de charlar largamente con el padre Caspar... de la luz y de las tinieblas, de los estadios de la Creación, del misterio del cuarto día, cuando Dios crea el sol.
¡Me gustó mucho esta novela, la volvería a leer!

El cementerio de Praga [Il cimetero di Praga, 2010] es una novela histórica rodeada de cierta polémica, críticas [cercanas al Vaticano y a la comunidad judía] y paralelismos con el escándalo Wikileaks, ocurrido por la misma época. Un relato de agentes secretos y conspiradores, en París, marzo de 1897. Muchos personajes históricos conocidos, otros no tanto, y también los hay de ficción, estafas y estafadores. ¡Muy recomendable!

Número cero [Numero zero, 2015], ya lo comenté el año pasado, me gusto mucho aquí está mi post:
http://blogdecee.blogspot.com.ar/2015/06/numero-cero-umberto-eco.html

En sus libros, Eco sigue un formalismo propio, se diferencia de otros autores y divide el libro 
no en partes y capítulos, sino en secciones cuyo nombre está relacionado con lo narrado en ellas.
    En El nombre de la rosa, por ejemplo, la división es por días y los días en horas monásticas. En El péndulo... la división es por ciento veinte —número que surge reiteradamente en la novela— capítulos agrupados en diez sefirot [esferas, ver el Árbol de la Vida] de la cábala hebrea. Cada capítulo tiene por título el comienzo de un texto extraído de obras de nigromancia [brujería o magia negra] y ocultismo.

    Elige el nombre de sus protagonistas en referencia a personajes conocidos, al menos por él. El Bodoni de El péndulo... porque como trabaja como vendedor de una tienda de libros antiguos, le dio el nombre de un célebre tipógrafo. Con Guillermo de Baskerville, de El nombre de la Rosa, pensó en El sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle. «Es necesario poder elegir los nombres según cualquier criterio, de otro modo los personajes de las novelas del mundo se llamarían todos Pinocchio».

    Con respecto a las odiosas e injustas comparaciones dice: «Me gustaría que quedase claro que si uno lee seriamenre el Péndulo entienda que es la sátira, la representación grotesca de todos aquellos que leen y escriben el Código da Vinci. El Péndulo podría ser leído como la crítica del Código da Vinci, salvo que está escrito quince años antes. Denuncia todo un universo oculto que Dan Brown ha saqueado a manos llenas intentando darle seriedad. No creo que lo tomen con seriedad pero ha estado bastante brillante al hacer que sus lectores se lo hayan tomado en serio».






    Algunos de mis libros de Umberto Eco




    - Carlo Maria Martini: sus libros.
    http://www.todostuslibros.com/autor/carlo-maria-martini


    - Héctor Brunamontini: docente y Profesor Emérito de la Universidad FASTA. Docente del Centro de Humanidades «Josef Pieper», como así también de otras instituciones educativas de la ciudad de Mar del Plata.
    http://centropieper.blogspot.com.ar/2013/11/las-soledades-del-hombre-segun-hector.html


    - Scambio epistolare avvenuto tra il 1995 e il 1996 sulla rivista «Liberal» e ora trasformato in volumetto
    http://www.ilsole24ore.com/art/cultura/2014-06-03/la-buona-fede-genera-dialogo-085616.shtml?uuid=ABjWFFNB&refresh_ce=1


    - Bibamus, edamus, cras moriemur: bebamos, comamos, mañana moriremos.


     - Todas las imágenes elegidas me sirven para ver cualquier cosa que ya he descrito con palabras, propias o de los autores, o bien muestran aquello que las palabras no pueden expresar:


    • Ricardo Ajler: [Mar del Plata, 1958] Vivió y vive en Buenos Aires, donde realizó parte de sus estudios. En 1980 se traslada a Barcelona, donde continuó perfeccionándose y trabajando como retratista. Como pintor y gravador ha realizado más de veinte muestras individuales [Palais de Glace, Centro Cultural Recoleta, Centro Cultural San Martían, etc.]. Ha recibido múltiples distinciones, dictado seminarios y clases sobre Retrato, Historieta y Caricatura; e ilustrado muchas portadas de libros. Aquí su blog: http://ilustrajler.blogspot.com.ar/


    • Giorgio de Chirico:[1888-1978] Esta elección obede a mi admiración, a querer también «revalorizar» a este gran artista, a casi treinta y ocho años de su muerte. Y porque recordé una de las calificaciones de las que ha sido objeto: «un apocalíptico un poco integrado y un integrado que sabía ser apocalíptico», en alusión al conocido ensayo Apocalípticos e integrados [1964, un estudio sobre la cultura popular y los medios de comunicación], de Umberto Eco [1932-2016]. Dos posiciones opuestas ante la cultura: la apocalíptica y la integrada.
     Leer la obra de Eco: http://monoskop.org/images/c/c4/Eco_Umberto_Apocalipticos_E_Integrados_1984.pdf

      Admirado por los surrealistas gracias a sus primeras obras de paisajes oníricos y extraños. Éluard o Picasso celebraron la llegada de sus pinturas metafísicas en el París de principios del siglo XX. Dalí y Magritte se nutrieron de su introspectiva imaginación y de sus soñados espacios urbanos. Pero De Chirico quiso otra cosa y fue por el cambio. Abandonó la senda vanguardista para buscar su camino dentro de un personal clasicismo, abjurando y alejándose de una modernidad para la que, sin embargo, legó una serie de elementos pictóricos muy identificables: plazas, torres, arcadas, columnas, estatuas, sombras, maniquíes,... Proyectó en el imaginario colectivo su concepto de la ciudad como un estado mental.

      http://elpais.com/diario/2007/12/18/cultura/1197932403_850215.html


      - La pintura metafísica: Giorgio de Chirico.
      http://www.elarteporelarte.es/la-pintura-metafisica-giorgio-de-chirico/


      - Fondazione Giorgio e Isa de Chirico:
       http://www.fondazionedechirico.org/?lang=it


       Il meditatore, 1971

      Olio su tela, cm 90 x 70
      L’iconografia del dipinto costituisce una variante di quella elaborata nella serie degli Archeologi negli anni Venti a Parigi. Similmente, le figure erano caratterizzate dalla sproporzione tra il busto e le gambe, corte e ricoperte di drappi, con il ventre ingombrato da assemblaggi di vari oggetti, come squadre e regoli, ma in seguito anche frammenti di architetture classiche, che alludono alle costruzioni del pensiero. Una immobilità contemplativa è insita...
      I pensieri, ondeggianti come delle piume, sembrano scaturire dalla mente del meditatore/filosofo, a confronto con se stesso nell’atto speculativo, avvolgendolo, come a suggerirne il groviglio labirintico dell’Io, mentre la mano protesa sembra voler trasmettere il proprio spazio interiore agli astanti.


      - Emmanuel Mounier: [1905-1950] filósofo francés, cristiano, atento sobre todo a la problemática social y política. Fundador del movimiento personalista, bastante difundido en Latinoamérica en los años 60, por la revista Esprit principalmente, por él fundada. El hombre vive en la ambivalencia —de decidir, de trascender—  puede perderse en el cinismo o en el idealismo. Mounier llama a esta ambivalencia, el optimismo trágico.

      Contra las filosofías de la desesperación, contra el vago optimismo de los idealistas, Mounier quiso siempre demostrar que la condición del hombre es valor: valor espiritual encarnado, presencia de la persona divina en la persona humana. ¿Optimismo? ¿Pesimismo? Entre los dos extremos Mounier escogería el optimismo. Pero un optimismo medido, un optimismo que sabe de la tragedia: un optimismo trágico.
      [Introducción a la historia de la filosofía, Mounier, UNAM].


      - Antonio Gramsci: [Cerdeña, 1891-Roma, 1937] «El pesimismo es asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad».

      Filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano. Escribió sobre teoría política, sociología, antropología y lingüística. Su trabajo en la teoría cultural lo llevó a postular su teoría de hegemonía cultural, que describe cómo los Estados usan las instituciones culturales para mantener el poder. Fue el fundador del Partido Comunista Italiano y encarcelado bajo el régimen de Benito Mussolini.

      «Hace falta», siguiendo sus palabras, «conjugar, el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad. Voluntad, claro es, como voluntad racional y como actividad política».

      https://docs.google.com/document/d/1h3epPh8B90XXrIrwkYna2y-U3nQxMECdrBRKIzIeEUg/edit
      http://elpais.com/diario/1987/04/27/opinion/546472805_850215.html





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