miércoles, 19 de agosto de 2020

«El espacio entre las lenguas», Herta Müller

«El espacio entre las lenguas»,

un discurso de 

Herta Müller

[Rumania, 1953]

Premio Nobel de Literatura 2009


Herta Müller illustration, by Jillian Tamaki

          Herta Müller, premio Nobel de Literatura, pronunció este discurso en Praga, en abril de 2012, para honrar a su compañera escritora, la dramaturga y traductora checa, Radka Denemarková [1968], quien había recibido un importante premio literario, el Magnesia Litera 2011, por su traducción al checo de Die Atemschaukel [El ángel del hambre], convirtiéndose así en la única autora checa que ha recibido el premio tres veces [por ficción, no-ficción y traducción]. Podrás encontrar un análisis más detallado de los desafíos que la obra de Herta Müller representa para los traductores en el ensayo de Radka Denemarková* en Notas.


Between the Spaces of Time [1014],
Eve Oze

Señoras y señores:

Estoy aquí hoy porque el año pasado Radka Denemarková recibió el premio Magnesia Litera por la traducción de mi novela Die Atemschaukel [El ángel del hambre]. Eso me hizo muy feliz. Creo que es maravilloso que exista un premio Magnesia Litera para traductores. La traducción es un arte por derecho propio. Yo no me atrevería a traducir, aunque domino el rumano. La traducción no sólo es reemplazar, esto es, encontrar una palabra conocida en tu propia lengua y sustituirla por una palabra en una lengua extranjera. La palabra debe coincidir, lo cual es mucho más difícil. Un traductor tiene que recrear el sonido del original. El arte de la traducción consiste en mirar a las palabras para ver cómo estas ven el mundo. La traducción requiere de una urgencia interior capaz de convertir aquello que es diferente en algo tan cercano al original como sea posible. Lograr este encuentro de miradas es sumamente difícil. Es un gran arte.

La traducción consiste en mirar a las palabras para ver cómo estas ven el mundo. 
Requiere de una urgencia interior capaz de convertir aquello que es diferente en algo tan cercano al original como sea posible.
Lograr este encuentro de miradas es un gran arte.

          Aprendí rumano tarde en mi vida, cuando dejé mi pequeño pueblo y partí a la ciudad a los quince años, para hacer la secundaria. Sin embargo, fue solo años después que el rumano se volvió algo natural. Era estudiante universitaria y trabajaba en una fábrica donde tenía que traducir manuales sobre máquinas importadas, del alemán al rumano, sin tener idea de cómo funcionaban. Lo hacía mecánicamente, palabra por palabra. Pero también tenía que hablar rumano todo el día porque nadie a mi alrededor hablaba alemán.


Tangled Alphabet, Eve Oze

          Cada vez que el objeto se desplazaba de una lengua a otra, ocurría una transformación. Eso hizo que me diera cuenta de que la lengua materna nos llega sin necesidad de realizar ningún esfuerzo. Es una dote de la que te haces dueño sin que te des cuenta. Luego, es juzgada por otra lengua que se añadió más tarde y que viene de otro lugar. Tu lengua materna se siente tan directa e incondicional como tu propia piel, y es igual de vulnerable si es infravalorada, tratada con desprecio o incluso prohibida por otros. Como crecí en un pueblo donde se hablaba un dialecto y en la secundaria aprendí alemán estándar, se me hizo difícil arreglármelas con el rumano oficial que se hablaba en la capital. Durante los primeros dos años en la ciudad, me era más fácil encontrar la calle correcta en una parte de la ciudad que no conocía que encontrar la palabra correcta en el idioma nacional. Mi noción del rumano era como las monedas que uno lleva en el bolsillo. Tan pronto como era tentada por una cosa que veía en alguna vitrina, descubría que no tenía el dinero suficiente para comprarla. Había tantas palabras que no conocía y aquellas que sí conocía no se me venían a la mente tan rápido como las necesitaba. 

Había tantas palabras que no conocía y aquellas que sí conocía no se me venían a la mente tan rápido como las necesitaba. 

Hoy sé, sin embargo, que este avance lento en otra lengua, las vacilaciones que me obligaban a estar por debajo de mi nivel intelectual, me dieron también la oportunidad de maravillarme con la manera en que los objetos eran transformados por la lengua rumana. Sé que tengo suerte de haber tenido esta experiencia. Repentinamente, la palabra golondrina se presentaba bajo una luz distinta en rumano; en esta lengua, el ave se llama rindunica, que significa «sentarse en una fila». El nombre del ave hace alusión a cómo las golondrinas se posan sobre el tendido eléctrico, en filas, una al lado de la otra. Solía verlas en mi pueblo cada verano, antes de conocer la palabra en rumano. Me sorprendió que una golondrina pudiese tener un nombre tan hermoso. Estaba cada vez más consciente de que la lengua rumana tenía palabras más intensas y más en sintonía con mi percepción que mi lengua materna. No querría vivir ahora sin esta serie de transformaciones, en el habla o en la escritura. En mis libros, no hay ni una oración en rumano. Sin embargo, el rumano está siempre conmigo cuando escribo porque forma parte de mi manera de ver el mundo.


Getting ready to fly, Eve Oze

          Es del espacio entre las lenguas que emergen las imágenes. Cada oración supone una forma de mirar las cosas, un modo de ver particular forjado por los hablantes. Cada lengua ve el mundo de distinta manera, inventa todo su vocabulario desde una perspectiva única y lo teje en la red de su gramática de manera singular. Cada lengua tiene ojos diferentes dentro de las palabras.

Cada lengua ve el mundo de distinta manera. 
Inventa su vocabulario, lo teje en la red de su gramática.
Tiene ojos diferentes dentro de las palabras.

          Otra razón por la cual no puedo traducir es mi desconfianza hacia el lenguaje. Cuando mi mejor amiga vino a despedirse de mí el día anterior a mi exilio [nos abrazamos pensando que nunca nos volveríamos a ver porque nunca me permitirían volver a Rumania y ella nunca podría dejar el país], no podíamos soportar la idea de separarnos. Tres veces salió por la puerta y tres veces volvió. Sólo después de la tercera pudo dejarme y se alejó por la calle. Yo podía ver cómo su chaqueta clara se iba haciendo cada vez más pequeña, y de una manera extraña, cada vez más brillante, a medida que crecía la distancia entre nosotras. No sé si fue la luz del sol invernal de ese día de febrero o las lágrimas que hacían brillar mis ojos o quizás su chaqueta era de una tela brillante, pero de una cosa sí estoy segura: mientras la miraba alejarse, su espalda relucía como una cuchara de plata. De esta manera, intuitivamente, pude describir su partida. Es también la mejor descripción de ese momento. Pero ¿qué tiene que ver una cuchara de plata con una chaqueta? Absolutamente nada. Tampoco se relaciona en nada con una despedida. Sin embargo, como imagen poética, la cuchara y la chaqueta se necesitan la una a la otra.


Until we see each other..., Eve Ozer

          Esta es la razón por la cual desconfío del lenguaje. Sé, por experiencia propia, que para que la lengua sea precisa siempre debe tomar algo que no le pertenece. Sigo preguntándome qué hace a las imágenes verbales tan ladronas, por qué la comparación más adecuada se apropia de cualidades que no le pertenecen. Para acercarnos a la realidad necesitamos atrapar a la imaginación desprevenida. 

Para acercarnos a la realidad necesitamos atrapar a la imaginación desprevenida. 

Sólo cuando una percepción saquea a otra, cuando un objeto arrebata material que le pertenece a otro y comienza a explotarlo, sólo cuando las cosas que en la realidad son mutuamente exclusivas se vuelven verosímiles en una oración, la oración logra afirmarse frente la realidad.

Soy feliz cuando logro hacer esto. 

Herta Müller

*

Y ustedes, seguramente habrán sentido felicidad al leer las palabras de esta gran escritora y poeta, Herta Müller. 
          Afortunadamente, después de que se le otorgara el premio Nobel, y como sucedió con el autor de La cuarentena [1995], ya que estamos en eso, J. M. Le Clézió [1940], y tantos otros, las traducciones de su obra han crecido. Y por consiguiente, los lectores.
          Hay cuatro libros por los que podrían comenzar a leer su prosa, caracterizada por mostrar una sociedad reprimida, severa, con tensiones étnicas, ubicadas en Rumanía: En tierras bajas [1982, relatos]; y las novelas: El hombre es un gran faisán en el mundo [1986], La bestia del corazón [1994] y La piel del zorro [1992]. 
          Pero Herta Müller es también, y sobre todo, una gran poeta. Su trabajo poético, como sucede con el autor de la espectacular novela 2666, Roberto Bolaño [1953-2003], es el fundamento de toda su labor*. 


Collage de poesía de Herta Müller

          Su manera de trabajar la poesía es muy particular: usa la técnica de la carta anónima. Recorta palabras de periódicos y revistas, las pega en una página distanciadas a priori, le agrega fotografías y dibujos similares a los «palotes» de Kafka, y así , con esta anulación de la grafía y este collage vanguardista, forma sus versos. Clandestinidad propia de sistemas represivos. Su denuncia se lee entre líneas. Por lo no dicho. Un lenguaje, como dice el poeta chileno Raúl Zurita [1950], que permea el habla. No de manera panfletaria. 


Poesía visual, collage de Herta Müller
https://www.lyrikline.org/en/poems/no-550-da-untru-i-afar-2997

          Espero que hayan disfrutado de las pinturas de la artista Eve Ozer y de esta lectura. Que sigan leyendo y conociendo, como yo, a esta escritora tan singular que sufrió la dictadura rumana y utilizó el arte de la literatura como denuncia. 
          Recomiendo los dos videos que encontrarán en Notas, con la entrevista a Herta Müller hablando de «fronteras» y el de su discurso cuando recibió el Premio Nobel, donde disecciona el mundo absurdo y cruel de las dictaduras. Y, por supuesto, del lenguaje, de las palabras apremiantes que descubren siempre.
          Hasta el próximo encuentro. 

Cecilia Olguin Gianelli
          

Notas


- Entrevista a Herta Müller: Instituto Goethe de Madrid.



Radka Denemarková sobre la traducción de Herta Müller:
https://www.asymptotejournal.com/criticism/radka-denemarkova-on-translating-herta-muller/

- Imágenes elegidas:

  • Herta Müller portrait: ilustradora Jullian Tamaki.         

https://www.jilliantamaki.com/

  • Eve Ozer: artista plástica alemana radicada en Estados Unidos.
http://www.eveozer.com/home
https://readtoempower.com/2018/02/05/stargaze-ft-artist-eve-ozer/


- El guarda saca su peine. En el moño mora una señora, Herta Müller. Poemas:
https://www.nagarimagazine.com/el-guarda-saca-su-peineen-el-mono-mora-una-senora-herta-muller-editorial-linteo-poesia/

file:///Users/Cecilia/Downloads/38197-Texto%20del%20art%C3%ADculo-44068-1-10-20120113%20(1).pdf


- Discurso de Herta Müller al recibir el Premio Nobel:

miércoles, 12 de agosto de 2020

Recordando a William Blake

William Blake,

autor del exquisito Songs of Innocence,

moría un día como hoy, 12 de agosto de 1827

en Londres


Mi libro y un poema elegido, bilingüe.



El escolar

[extracto, tres últimas estrofas]


¿Cómo puede un pájaro, para la alegría nacido,
En una jaula cantar?
¿Qué más puede un niño, cuando el miedo lo acosa,
Que marchitar sus alas tiernas
Y olvidar su primavera gozosa?

¡Oh, padre y madre! Si se cortan los pimpollos
Y se arrancan los retoños,
Y si en la tierna planta se cercena 
El júbilo en floración
Con dolor y sombras y pena.

¿Cómo llegará jubiloso el verano,
Cómo brotará el fruto estival?
¿O cosecharemos lo que deja el sufrimiento,
O bendiceremos el año en sazón
Cuando lleguen los vientos del invierno?


Sara Gironi Carnevale
Artists from around the globe draw what they´re
seeing and feeling in isolation

The school Boy


How can the bird that is born for joy
Sit in a cage and sing?
How can a child, when fears annoy,
But droop his tender wing,
And forget his youthful spring?

O! father & mother, if buds are nip´d
And blossoms blown away, 
And if the tender plants are strip´d
Of their joy in the springing day, 
By sorrow and care´s dismay.

How shall the summer arise in joy,
Or the summer fruits appear?
Or how shall we gather what griefs destroy,
Or bless the mellowing year,
When the blasts of winter appear?

William Blake
[1757- 1827]

*

Notas


- William Blake. Encyclopedia Britannica: 

- Artists draw life under coronavirus: 

  • Obra elegida de Sara Gironi Carnevale:




lunes, 10 de agosto de 2020

«El intérprete», cuento de Juan José Saer

«El intérprete» 

Cuento  

Juan José Saer

[Serodino, Santa Fe, Argentina, 1937-

París, Francia, 2005]


Del libro La mayor [1976].

Editorial Seix Barral;
188 págs.

Audio con la hermosa voz de Julia Bowland:




          Ahora me paseo por la orilla del mar, sobre una arena más lisa y más amarilla que el fuego. Cuando me paro y miro para atrás veo la guarda entrecruzada de mis pasos que atraviesa intrincadamente la playa y viene a terminar justo bajo mis pies. El borde blanco, intermitente, de espuma blanca, separa la extensión amarilla de la playa de la celeste del mar. Si miro el horizonte, me parece que empezaré a ver, otra vez, los barcos carniceros avanzando desde el mar hacia la costa, puntos negros primero, filigranas llenas de coladuras más tarde, y, por último cascos panzones sosteniendo las velas y una selva de palos y de cables deslizándose rígida hacia adelante y mostrando de un modo gradual la fiebre de una muchedumbre de hombres activos. Cuando los vi, cerré los ojos porque sus pechos de piedra cintilaban, y el rumor del metal y de las voces ásperas me dejó sordo por un momento. Me avergoncé de nuestras ciudades toscas y humildes y comprendí que no eran nada ni el oro ni las esmeraldas de Ataliba (que ellos pulverizaban a martillazos buscando la pepita, como se hace con una nuez), ni los grandes corredores pavimentados y amurallados de plata, ni nuestros calendarios de piedra, inmensos, ni la guarda imperial que reaparece, una y otra vez, en las fachadas, en la vestimenta de la corte y en los cacharros. Vi fluir desde el mar un chorro desplegado de gloria y abundancia. Los carniceros tocaron con una cruz la frente del niño que yo era, me dieron un nombre nuevo, Felipillo, y después, lentamente, me enseñaron su lengua. La vislumbré, gradual, y hacia mí, Felipillo, las palabras avanzaron desde un horizonte en el que estaban todas empastadas, encimadas unas sobre las otras para ser, otra vez, como los barcos, puntos negros, filigranas de hierro negro, y por fin una selva de cruces, signos, palos y cables desagregándose de un grumo hirviente como hormigas despavoridas de un hormiguero. Entonces dejé de ser la criatura desnuda en cuyos ojos destelló el metal de las armaduras y en cuyos oídos resonó por primera vez el estruendo de las velas, y empecé a ser Filipillo, el hombre dotado de una lengua doble, como la de las víboras. De mi boca sale ya la bendición, ya el veneno, ya la palabra antigua con que mi madre me llamaba al atardecer, entre las fogatas y el humo y el olor a comida que flotaba en las calles de la ciudad rojiza, ya esos sonidos que repercuten en mí como en un pozo seco y sin fondo. Entre las palabras que la voz le arranca a la sangre y las palabras aprendidas que la boca come ávida de la mesa de los otros, mi vida se balancea sin parar y traza una parábola que a veces borra la línea de demarcación. Me siento como atravesando una región en la que hay zonas diurnas y nocturnas, alternadamente, como el gallo que canta a deshora, como el bufón que improvisaba para Ataliba, entre la risa de la corte, una canción que no estaba hecha de palabras sino únicamente de ruido. 
          Cuando los carniceros juzgaron a Ataliba, yo fui el intérprete. Las palabras pasaban por mí como pasa la voz del Dios por el sacerdote antes de llegar al pueblo. Yo fui la línea de blancura, inestable, agitada, que separó los dos ejércitos formidables, como la franja de espuma separa la arena amarilla del mar; y mi cuerpo el telar afiebrado donde se tejió el destino de una muchedumbre con la aguja doble de mi lengua. Las palabras salían como flechas y se clavaban en mí resonando. ¿Entendí lo mismo que me dijeron? ¿Devolví lo mismo que recibí? Cuando mis ojos, durante el juicio, se clavaban en las tetas azules de la mujer de Ataliba, tetas a las que la ausencia de la mano de Ataliba permitiría, tal vez, la visita de mis dedos ávidos, ¿la turbación desfiguraba el sentido de las palabras que resonaban en el recinto inmóvil? De una cosa estoy seguro: de que mi lengua fue como la bandeja doble sobre cuyos platos elásticos se asentaban cómodamente la mentira y la conspiración. Sentí el estruendo de los dos ejércitos, como dos mares que se juntan, el mar de la sangre y el agua negra del mar extranjero y ahora, en el atardecer, camino por la playa, un hombre viejo encorvado bajo la bóveda de voces enemigas que se extiende interminable sobre mis ruinas comidas por la selva.
          No morí con los que murieron cuando proferí la sentencia, como un chorro de agua que se sorbe, se gargariza y después se escupe, pero tampoco vivo la vida feroz de los carniceros cuyas voces el viento me trae de noche, cuando me acuesto en la selva. Cuando los carniceros empezaron a construir su ciudad, hicieron una pared gruesa de adobe y la pintaron de blanco. Pero una parte se desmoronó y la abandonaron. Quedó esa pared blanca en medio de un campo pelado, y a mediodía destella la luz sobre la superficie blanca que la intemperie ha mellado. A veces me siento en el suelo y la miro, durante horas. Pienso que la lengua carnicera es para mí como esa pared, compacta, inútil y sin significado y que me enceguece cuando la luz rebota contra su cara estragada y árida. Una pared para arañar hasta que sangren los dedos o para chocar contra ella, sin una casa atrás a la que entrar para que nos defienda su sombra. No soy más que un indio viejo que vaga por la selva en silencio, entre las ruinas, y ya no suena para mí, al atardecer, la voz de mi madre llamándome al hogar por entre las fogatas y el humo y el olor a comida que flotaba en las calles de una cuidad rojiza escalonada hacia el cielo.

*

Mi comentario


Editorial Seix Barral; 613 págs.

          «El intérprete» es un cuento muy breve de Juan José Saer, contado en primera persona e incluido en la colección La mayor [1976] y en Cuentos completos [2018].
          No es fácil catalogarlo. Prosa narrativa, poema en prosa, historia ficcionalizada, todo esto, fuisionado, podría ser. 
          El tema se desprende del mismo título: la lengua y la traducción. El que debe traducir es el narrador protagonista, Felipillo, un joven indígena que está designado a intérprete por los españoles, con su historia individual, más allá de la historia que lo enmarca. La confrontación entre Pizarro y el monarca indígena Atahualpa, o Ataliba, como lo nombra Saer, es el episodio verdadero e histórico de la Conquista. La orden de Pizarro era matar Atahualpa.
          Felipillo ya es viejo y se remonta en el tiempo para contarnos por qué aceptó esta tarea de intérpre y cuáles fueron las consecuencias de esta decisión. 
          En un paisaje de playa y mar, le parece volver a ver los barcos carniceros, a sus ocupantes, hombres con pechos de piedra y voces ásperas que lo dejaban sordo. Se había sentido humilde frente a ellos, aun con el oro y las esmeraldas de Ataliba, calendarios de piedra y la guarda imperial. Ellos le pusieron una cruz sobre la frente, lo llamaron Felipillo y le enseñaron su lengua. 
          Así, fue capaz, el dotado Felipillo, de hablar dos idiomas, el suyo y el aprendido. Así se siente.
          Con estas hermosas palabras lo dice Saer:

Entre las palabras que la voz le arranca a la sangre y las palabras aprendidas que la boca come ávida de la mesa de los otros, 
mi vida se balancea sin parar y traza una parábola que 
a veces borra la línea de demarcación. 
Me siento como atravesando una región en la que hay zonas diurnas y nocturnas,
alternadamente, 
como el gallo que canta a deshora, como el bufón que improvisa para Ataliba, entre la risa de la corte, 
una canción que no estaba hecha de palabras sino únicamente de ruido.

          Y Felipillo fue quien tradujo cuando los carniceron juzgaron a Ataliba. Tuvo ese inmenso poder. Él fue la línea de blancura entre esos dos poderosos ejércitos. Línea de blancura, inestable y agitada, como la que ve ahora que separa la arena del mar. 
          No sabe si sus palabras fueron las correctas, no sabe cómo influyó su mirada turbia y seducida, sí sabe que la mentira y la conspiración fueron posibles. Que no murió con los suyos. Tampoco fue, ni es, ni nunca va a ser uno de ellos. 
          Ahora es solo un indio viejo, resignado, ¿arrepentido?, que vaga en tierra de nadie, en su dualidad, en esa zona fronteriza entre las ruinas de su memoria y su pueblo, esa ciudad rojiza escalonada hacia el cielo que ya no está.

          Espero que hayan disfrutado de este relato, tan poéticamente escrito, con tanto significado, donde la lengua tiene un papel protagónico y donde en ningún momento se dice la palabra «traidor».
          Hasta la próxima lectura.

Cecilia Olguin Gianelli

Notas

- La imagen del traductor en la literatura argentina:

- Juan José Saer. La construcción de una poética propia: