Metafísica de los tubos
El sabotaje amoroso
y
Biografía del hambre
[2001, 2003 y 2006]
de
Amélie Nothomb
[Kõbe, Japón 1966]
Si queremos leer a esta gran escritora de la que tanto se habla, nada mejor que empezar por estas tres novelas: Metafísica de los tubos [2001], El sabotaje amoroso [2003] y Biografía del hambre [2006].
Como protagonista en la mayoría de su obra, Amélie Nothomb, reconstruye su vida. La manipula a través de alegorías, ilusiones y fantasías, donde la dualidad en los personajes —y desde ya en ella misma personaje—, está en esencia y en apariencia.
Esta dualidad la vemos, entre otras cosas, en resolver el tema de su identidad. A los veinte años, tuvo que volver a Japón para comprobarlo. Se siente belga y no japonesa, fue su conclusión.
Es evidente que construye una imagen de sí misma. Algo neogótica en su exterior. Cabello oscuro y mirada directa y profunda con sus grandes ojos, ropa negra y piel muy blanca, labios rojos y exquisitos sombreros.
Ella misma en la portada de sus libros mostrándose y manteniendo una alta visibilidad en los medios.
Las técnicas de la difusión de la literatura, que actualmente son amplias, y la puesta en escena de la propia existencia del autor es un hecho que no podemos negar*. Viene a mi memoria Susan Sontag —una de las escritoras y pensadoras más influyentes del siglo XX—, con su famoso mechón blanco, fotografiada por Annie Leibovitz hasta el infinito.
Aunque su vida privada, Amélie, la mantiene muy bien reservada. Sí se sabe que esta mujer de 57 años es muy rica y que tiene un título nobiliario: es la Baronesa Fabienne Claire Nothomb.
En cuanto a su escritura, con su estilo fresco y mordaz, directo, nos va a llevar por las facetas, muchas veces opuestas, de una persona. No disfraza las contradicciones.
Las experiencias vividas en los viajes son fuente de inspiración y escenarios de sus novelas, donde «las fronteras» ocupan un lugar importante. No solo las exteriores.
Las tres novelas tienen mucho de filosofía, pero también son muy emocionales y sensoriales. El amor y el desamor, la mente hurgando en los recuerdos, temas que desarrolla en sus ficciones y «autoficciones» —esa invención literaria de la existencia propia—, la «ficcionalización» del yo. Hacer del yo un elemento literario, un sujeto imaginario hasta cierto punto.
Son ágiles y cortas. Muy recomendables.
Debido a la profesión de su padre, un diplomático belga, la vida de Amélie se movió entre viajes y lugares atractivos del mundo. Es así que estas historias empiezan, en Metafísica de los tubos cuando ella es apenas un bebé. Y estamos en Osaka, Japón, allá por el año 1970.
Claro que no es un bebé común, ella reflexiona y tiene capacidades especiales. No se mueve, no emite sonido, ni siquiera llora, solo se concentra en su posición cilíndrica.
Con un monólogo interior razona sobre muchos temas, Dios, entre otros —ella misma se cree una deidad. También sobre el lenguaje, la mirada, la muerte. «Vivir significa rechazar», se dice a sí misma.
Sus padres están preocupados por «el tubo» pero... tienen su vida y se van a ir acostumbrando.
Esta situación atípica, un día cambia. Y grita. Grita muy fuerte. Furiosa. Y tanto molestan sus berrinches que todos se preguntan, «¿por qué esta cólera?» ¡Y hasta se sienta en su cuna después de tanta inmovilidad!, y nos preguntamos, «¿por qué los padres echan de menos al "vegetal" que ya habían aceptado con resignación».
La llegada de su abuela unos meses después tiene mucho que ver con un gran cambio. Con ella descubre el placer, otro de sus temas. Lo cuenta con una prosa impecable y gran originalidad, en conceptos y vocabulario.
Deja perplejo a padres y hermanos mayores: Juliette y André.
Hay una persona en la casa con la que tiene una relación muy especial, es la dulce Nishio-san, su aya japonesa. Unidas por los relatos de ella, verdaderas pesadillas en sus recuerdos, y las demandas de Amélie.
Ella es japonesa, así se siente, parte de un país donde la belleza y la veneración ocupan un primer lugar, ¡y ella se siente el centro del mundo!
En El sabotaje amoroso, además de los temas anteriores, el amor ocupa un lugar importante. Seguramente no es el tipo de enamoramiento en el que están pensando. Ella lo considera como «un malentendido». Dice: «Siempre te va a sorprender en su rareza», sobre todo si son dos personas de culturas diferentes.
Explora este sentimiento con gran agilidad dentro de situaciones muchas veces risueñas en una niña, todos sentimientos que ella misma ha experimentado.
Esta vez, la historia transcurre en Pekín, «La ciudad de los Ventiladores», China, durante
tres años en la vida de una niña de siete —desde 1972 hasta 1975— viviendo en un gueto
para diplomáticos extranjeros llamado San Li Tun. Un régimen comunista opresor.
Vive recordando su hermosa vida en Japón, imaginando, inventando juegos que emulan la realidad
[una guerra mundial a pequeña escala] y un descubriendo del amor [¿asexuado?] de una
manera muy emotiva y lúdica a la vez.
El tema, para mí, es el amor [¿infantil?] y la identidad —una de sus búsquedas. De la propia
y de la persona que ama, que, «debe conocer a fondo». «Solo se logra a través del amor», dice la
protagonista que es una niña, inteligente y fuerte, intensa y genuina.
Autoconocimiento y conocer al otro, a su «bienamada», que es medida y
superficial, todo lo calcula.
Así se relaciona, con esa fausse supériorité, dice en una entrevista, «Hay momentos, durante el enamoramiento, que mientras se los viven ni se plantean».
Recordarán que también lo dice la protagonista de El amante, de Marguerite Duras. Ahí solo
sientes. Nadie saca conclusiones filosóficas ni de vida en el presente.
Por eso, la voz de la
novela, es una primera persona que recuerda, que escribe pasados unos años.
Lo hace con una gran autenticidad, manteniendo intacto el recuerdo de esa incomprensión
hacia los adultos.
Es una narración donde se mantiene la tensión entre ambas figuras centrales, una relación muy sugestiva, entre esencia y apariencia que ya nombré, como opuestos imprescindibles.
Y entre el mundo
exterior y el mundo de los juegos. Entre la adultez y la infancia. Entre la guerra y el amor.
Entre lo simbólico, la fantasía y lo real.
Entre el juego, dije, y agrego a la violencia implícita, ¿hasta
dónde?
Ya el título nos lo dice: sabotaje y amoroso, el daño y el amor: las ochenta vueltas
corriendo dadas en el patio teniendo asma.
Esa pulsión en el juego —para usar esta palabra que revolotea toda la historia y sus creaciones.
Así organiza sus ficciones, como juegos donde siempre hay palabras mágicas [algunas
inventadas] y situaciones de encantamiento.
Y me alegra que así sea. Porque es cuando la niña describe los goces, como «aquel exceso
de aire en el cerebro», o cuando la nombran «explorador», o el galope a toda velocidad, su
«caballo». o cuando conoce a Elena y se convierte en el centro del mundo —de su mundo
—, y con ella descubre el deslumbramiento, ¡qué espectacular!
Acá transcribo algo que me encantó:
«Llamo caballo a ese irrepetible lugar en el que es posible perder todo anclaje, todo
pensamiento, toda conciencia, toda idea de mañana, para convertirse solo en un impulso,
para ser únicamente algo que se despliega».
«Llamo caballo a esa entrada en el infinito... Llamo cabalgata al espíritu que se precipita
con la fuerza de sus cuatro herraduras».
«Llamo jinete a aquel cuyo caballo le ha salvado del hundimiento, a aquel cuyo caballo le
ha dado la libertad que le zumba en los oídos».
De la relación entre ellas se cuenta bastante y se calla mucho más. Esperamos, a cada vuelta
de página, otro encuentro.
Es una de las características de la autora, quien dice: «Hay
autores que se desnudan. Yo creo que hay límites y nunca los traspaso». Aprecié mucho esta
posición. Aunque también me gusta Michel Houellebecq [y no tanto Catherine Millet].
Otra buena característica de la trama, es que la vamos descubriendo poco a poco. Y que
inquieta, lo percibimos y no sabemos bien por qué. Quizá se trata de ese otro goce que
todavía no nombré: «la lisiedad» —lo que tiene calidad de liso.
Amélie juega con las
palabras.
Quiero, al terminar, decir otra vez esta palabra y frase: Infancia. Imágenes y palabras que
nos llegan de lejos.
Amélie Nothomb recurre a este lugar con gran talento: a esa ansiedad infantil, a esa
ambigüedad donde todas las suposiciones son posibles, a ese avanzar de manera indirecta y
al amor no correspondido.
Llego al último, Biografía del hambre. Divertido con su humor especial, siempre lo aclaro. Y sincero. Otro autorretrato literario donde repasa sus insaciables y variopintos apetitos.
Transcurre en su infancia, adolescencia y juventud. Lugares como Estados Unidos, Birmania, Bangladesh, Bruselas y Japón principalmente. Sitios donde un elefante de verdad fue uno de los regalos de cumpleaños.
Juliette, su hermana mayor, muy cercana a ella, juega un rol importante.
Desde pequeña empieza a sentir hambre. No el hambre que va ensamblado con el hecho de saciar el vacío del estómago, sino el que va más allá de esto tan «trivial» [así lo califica alguien que no tiene el problema de falta de alimento, desde ya].
El suyo es el hambre —ya visto en grandes obras literarias— del conocimiento, de lenguas extranjeras, de libros, de belleza, también de alcohol y de chocolate. De escribir, buscar ese miedo regocijante, esa necesidad voluptuosa.
Esta necesidad de tener hambre se extiende en todos los sentidos que ustedes se pueden imaginar. No escapa al físico y no en el sentido de saciarlo, sino de dominarlo:
En Bangladesh, me habían enseñado que el hambre era un dolor que desaparecía muy deprisa. Valiéndome de esta información, creé la Ley: el 5 de enero de 1981, día de Santa Amélie, dejaría de comer.
Tenía trece años y medio.
Y agrego hambre de regreso. Regresar a su casa de Kobe y encontrarse con Nishio-san. Su antigua aya será parte de su nostalgia feliz. Un encuentro con los afectos indefinibles y con ella misma.
¡Fue un gran disfrute escribir este post y compartirlo!
Amélie Nothomb es una escritora a la que siento joven y moderna cuando la leo. Se involucra con los que nos rodea, con lo que nos cuesta sobrellevar: los miedos, la identidad como proceso de construcción hasta el fin de los días, la muerte como espejo.
Dice las cosas que muchos pensamos y no sabríamos expresarlo mejor, para captar el interés y la reflexión sin aburrimiento: irónica y nihilista, auténtica, sorprende en su rapidez de pensamiento. También de escritura, ya que es muy prolífica, un libro o más por año —muchos quedan guardados, a la espera de que se decida o no a publicarlos.
Existe una suspicacia en el campo cultural entre reconocimiento por «número», entiéndase notoriedad mediática y éxito comercial, y reconocimiento por «calidad», entiéndase ser reconocido por los expertos academicistas.
Bueno, Amélie Nothomb ha sido un suceso de ventas desde su comienzo, y también la respaldan prestigiosos premios, como el Gran premio de la Academia Francesa o el Prix de Flore, entre otros. Cuenta, además, con el apoyo de las traducciones de importantes editoriales extranjeras. Por lo tanto, pareciera que la discusión en este sentido quedaría saldada. Aunque siempre habrá recelos y prejuicios.
Espero que hayan disfrutado de este post y que disfruten de las novelas de Amélie Nothomb.
Hasta la próxima lectura,
Cecilia Olguin Gianelli
Notas
- Amélie Nothomb: L´auteur, les romans, les bonus, les rendez-vous de Amélie.
http://www.amelie-nothomb.com/
- Instagram:
https://www.instagram.com/ameliedesnomspropres/?hl=es
- Produire la valeur artistique dans une économie de la notorieté: Le cas d´Amélie Nothombb: Émile Saunier:
https://www.cairn.info/revue-terrains-et-travaux-2015-1-page-41.htm