El spleen de París
[Le Spleen de Paris, publ. póstuma, 1869]
Charles Baudelaire
[París, 1821-1867, ibidem]
Spleen, palabra griega que expresa melancolía.
Veamos el spleen de Baudelaire.
Editorial Dedalus, bilingüe; 310 págs.
Una serie de cincuenta poemas en prosa. Historias.
Pero, ¿qué es exactamente el spleen, este término recurrente en Baudelaire?
Puede ser una sensación de vacío, de porqués infinitos, de disgusto generalizado, de rutina cansadora y aburrida, del cansancio de cada mañana.
La intriga de ver que una misma situación engendra dos efectos opuestos en las personas. A unos luz, a otros, tinieblas.
Es cuando el día termina, es lo que siente un espíritu pobre.
Dice Baudelaire en uno de sus poemas:
El Crepúsculo
Le Crépuscule
Cae el día. Una profunda calma nace en los pobres espíritus cansados del trabajo de la jornada;
también los pensamientos adquieren los tiernos e
inciertos colores del ocaso.
De lo alto de la montaña y atravesando transparentes nubes crepusculares llega a mi balcón un tronar de voces discordantes que la distancia transforma en lúgubre armonía, como de marea alta o el
surgimiento de una tempestad.
¿Quiénes son los desdichados que en vez de calmarse, creen como las lechuzas que la noche es señal de aquelarre? El siniestro ulular proviene de un
negro hospicio que cuelga de la montaña. A la noche, mientras fumo contemplando la quietud del
inmenso valle sembrado de casas, cada ventana parece decirme "¡ahora hay paz aquí, la alegría de la familia esta aquí!". Y cuando el viento sopla desde
lo alto acuno mi sorprendido pensamiento con esa
imitación de la armonía infernal.
El crepúsculo excita a los locos. Tuve dos amigos
a quienes el crepúsculo enfermaba. Uno desconocía
toda relación de amistad y cortesía, y maltrataba a
cualquiera salvajemente. Tomó por símbolo insultante a un pollo y se lo tiró por la cabeza al mozo.
El atardecer, que es precursor de placeres profundos, a él le arruinaba las cosas más suculentas.
Otro, herido de ambición, se volvía más agrio y
sombrío y odioso cuanto más declinaba el día. Indulgente y sociable a pleno sol, de noche era impiadoso. Ejercía rabiosamente su manía crepuscular no
sólo con los demás sino consigo mismo.
El primero murió loco, incapaz de reconocer a
su mujer ni a su hijo; el segundo lleva en sí la inquietud de un mal perpetuo. Aunque lo hubieran
honrado con todas las medallas de las repúblicas y
los príncipes, el crepúsculo le despertaría siempre
una ardiente ambición de distinciones imaginarias.
La noche, que destilaba tinieblas en su espíritu, trae
luz al mío. Sé que no es extraño que una causa engendre dos efectos opuestos, pero esto siempre me
intriga y me alarma.
¡Noche! ¡Tinieblas refrescantes! ¡Señal de fiesta
interior, liberación de angustia! ¡En la soledad de la
llanura o en los pétreos laberintos de la capital, titilar de estrellas o estallido de lámparas, es fuego de
artificio de la diosa Libertad!
¡Dulce y suave crepúsculo! Rosados fulgores se
detienen en el horizonte como si fueran la agonía
del día bajo el oprimente triunfo de la noche; las
llamas de los candelabros tachonan de rojo opaco
las últimas glorias del ocaso, y espesos tapices del
Oriente profundo imitan complicados sentimientos
que luchan en el corazón del hombre a la hora solemne de la vida.
Como si fuera el extraño vestido de la bailarina,
una gasa transparente que amortigua el esplendor,
en el negro presente se desliza el pasado delicioso;
así las vacilantes estrellas de oro y plata, que la cubren representan el fuego de la fantasía que sólo se
enciende en el profundo luto de la noche.
*
A Baudelaire le interesa evocar la soledad de las personas. Las que carecen de afecto por determinados motivos.
La vejez, un tema que se ve poco en la poesía tradicional, que prefiere hablar del «florecimiento de la madurez», o de la sabiduría.
Él lo hace de diferente manera. Sin temor de decir la palabra «vieja» o, de referirse a ella sin ningún romanticismo —esa aparente crueldad—, también del paso del tiempo y sus estragos. La compasión aparece en el lector.
Todo lo dice con sus palabras directas, sin artificios. Es sumamente original en su vigor, muy alejado de todo sentimentalismos que una escena similar podría haber generado.
La incomunicación es otro de los temas de Baudelaire, en este poema entre los dos extremos de la vida:
II
La Desesperación de la Vieja
Le Désespoir de la Vieille
La viejita apergaminada se sintió muy feliz ante el
hermoso bebé al que todos hacían fiesta, a quien
todos querían gustar; un hermoso ser, tan frágil como ella, la viejita, y también como ella sin dientes ni
pelo.
Y se le acercó para hacerle sonrisas y mimos.
Pero el bebé asustado se debatió bajo las caricias
de la decrépita mujer y llenó la casa de chillidos.
Entonces la pobre vieja se retiró a su eterna soledad y lloró en el rincón diciéndose: "-Para nosotras, viejas desdichadas, ya pasó la edad de gustar...
siquiera a los inocentes; ¡horrorizamos también a
los bebés que queremos amar!"
*
Los poemas son testimonio, experiencia, no solo de una persona, también de una época. Hoy podríamos decir que la anciana se retiró tranquila a sumergirse en la lectura. Disfrutar de la paz y tranquilidad que quizá no tuvo.
Une vieille dame et son chat absorbés par leur lecture.
Creo que Baudelaire busca descifrar estas experiencias de soledad y agobio del mundo moderno de aquella época, que también suceden hoy en día.
Piensa al individuo en la privacidad de su universo interior. Logra sintetizar, desde su propia experiencia urbana, con gran maestría, las vivencias de shock. El spleen expone tales vivencias en toda su desnudez.
Así lo tomo, con la lectura de hoy.
Se gana y se pierde siempre.
Grande foule de personnes marchant dans la rue d´une grande ville.
Une scène habituelle.
Las grandes ciudades, las aglomeraciones, el tráfico denso, los transeúntes indiferentes, el transporte público, «vivir civilizadamente», dice Benjamin, «es llevar una vida aislada, atomizada y privada. La tecnología produce simultáneamente confort, al reducir las dificultades y aumentar la eficiencia y rapidez, también aislamiento».
El poema de Baudelaire nos despierta preguntas: ¿es posible vivir en la multitud?, ¿dónde se sitúa el poeta y dónde el mundo?, ¿encuentra el poeta inspiración en «los otros» sin convertirse en «el otro»?
Oposición y acercamiento al mismo tiempo, de la multitud y de la soledad.
Baudelaire lo dice así :
Las multitudes
Les foules
Sumergirse en la multitud no es para todos: gozar
de la muchedumbre es un arte; una francachela de
vitalidad a expensas del género humano y sólo puede dársele uno al que el hada inspiró desde la cuna
el gusto del disfraz y la máscara, el desprecio por el
domicilio y la pasión por viajar.
Multitud, solitud: términos iguales y convertibles
para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en medio
de una muchedumbre atareada.
El poeta disfruta de ese incomparable privilegio,
porque puede ser él mismo y otro, según su voluntad. Como almas errantes que buscan un cuerpo,
entra cuando quiere en el personaje de cada quien.
Sólo para él, todo está disponible y si ciertos sitios parecen estarle vedados es que a su criterio no vale
la pena visitarlos.
El paseante solitario y pensativo obtiene una singular ebriedad en la comunión universal. El que
desposa fácilmente a la multitud conoce febriles alegrías, de las que eternamente se verá privado el
egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, enquistado como un molusco. El adopta todas las
profesiones, todas las dichas y todas las miserias que
la circunstancia le presenta.
Lo que los hombres llaman amor es demasiado
pequeño, demasiado restringido y demasiado débil,
comparado con la inefable orgía, la santa prostitución del alma que se da entera, poesía y caridad, a lo
que imprevistamente aparece, al desconocido que
pasa.
A veces es bueno enseñarle a los felices de este
mundo, más no sea para humillar un instante su
estúpido orgullo, que hay una felicidad superior a la
suya, más vasta y más refinada. Los fundadores de
colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes misioneros exiliados en el fin del mundo, sin duda algo
conocen de esas misteriosas embriagueces; y, en el
seno de la vasta familia que su genio creó, a veces deben reírse de quienes los compadecen por su
suerte, tan agitada, y por su vida, tan casta.
L´horloge
Poème sur le temp
Así lo dice en el poema:
El reloj
Los chinos miran la hora en el ojo de los gatos.
Un día, un misionero que paseaba por los alrededores de Nankin se dio cuenta de que había olvidado su reloj y le preguntó la hora a un chico.
Al principio, el chico del Celeste Imperio dudó,
después cambió de idea y contestó: "Se lo voy a decir". Poco después volvió trayendo en brazos un
gato muy gordo, le miró el centro del ojo y sin dudar afirmó: "Falta poco para el mediodía". Lo que
era muy cierto.
En cuanto a mí, si miro a la bella Felina, la tan
bien nombrada, que es el honor de su sexo, el orgullo de mi corazón y el aroma de mi espíritu, tanto de
noche como de día, a plena luz o en la sombra opaca, en el fondo de sus adorables ojos siempre veo la
hora con claridad, la misma siempre, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de
minutos o segundos -una hora inmóvil que los relojes no marcan, liviana como un suspiro y rápida
como una mirada.
Y si algún inoportuno viniera a perturbarme
mientras mi mirada descansa sobre este delicioso
cuadrante, si algún genio deshonesto e intolerante o
algún demonio del contratiempo viniera a decirme:
"¿Qué miras con tanto esmero, qué buscas en los
ojos de esta persona? ¿Miras la hora, mortal pródigo
y ocioso?", yo respondería sin dudar: "¡Sí, miro la
hora; es la eternidad!".
¿Verdad, señora, que es éste un madrigal verdaderamente valioso y tan enfático como usted
misma? Para ser sincero, sentí tanto placer bordando esta preciosa galantería que no pediré, a
cambio, nada.
*
Espero que hayan disfrutado de esta lectura. Podrán seguir leyendo los cincuenta poemas abriendo el link que dejo en Notas.
Leer este poemario en prosa, su obra póstuma, fue para mí acompañar al «poeta maldito» en su propio deambular, su melancolía particular, en su búsqueda infinita. Sin sutilezas, sin silogismos, sin deducciones.
Hasta la próxima lectura,
Cecilia Olguin Gianelli
Notas
- El Spleen de París, Charles Baudelaire:
https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/El_Spleen_de_Paris-Baudelaire_Charles.pdf
- Spleen y Capitalismo en el Baudelaire de Benjamin: Revista de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional Autónoma de México.
https://revistafyl.filos.unam.mx/spleen-y-capitalismo/