Pregúntale al polvo
[Ask the Dust, 1939]
John Fante
[Colorado, 1909-1983, California]
Pregúntale al polvo es la novela que John Fante publicó en 1939, bajo el título original «Ask the Dust», que les voy a reseñar.
¿Quién es John Fante?
John Fante fue un extraordinario escritor estadounidense, ya convertido en un clásico, precursor del realismo sucio.
Voy a transcribir alguna de sus frases, los conceptos que considero más representativos de este feliz encuentro literario:
«Yo era joven, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía eran de la Biblioteca Municipal de Los Ángeles. Nada tenían que ver conmigo, ni con las calles ni con las personas que me rodeaban. Me daba la sensación de que todos se dedicaban a hacer juegos de prestidigitación con las palabras, que aquellos que prácticamente no tenían nada que decir pasaban por escritores de primera línea. Sus libros eran una mezcla de sutileza, artesanía y formalismo. Un invento cómodo. Libros insípidos. Una logocultura ingeniosa y prudente. Había excepciones pero eran escasas.
Cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo el descubrimiento. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas. Allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro.
Me llevé el libro a casa y, mucho antes de acabarlo supe que había dado con un autor que había encontrado una forma distinta de escribir. El libro se titulaba Pregúntale al polvo y el autor se llamaba John Fante.
Fante fue para mí un dios».
Mi comentario de la novela
El joven protagonista, Arturo Bandini de 20 años, es el que nos cuenta la historia. Con él comienza, sentado en la cama de su habitación en la pensión «Alta Loma». Estamos en un barrio del centro de Los Ángeles: Bunker Hill. Al estar en lo alto de la colina, para ir a su piso sexto, debe bajar en lugar de subir. Es gracioso, pero puede entrar y salir por la ventana, que está a nivel de la ladera. Ha dejado su ciudad natal en Colorado y está en un aprieto económico. Debe dinero de la renta y la dueña lo persigue, se alimenta escasamente. La buena racha de DiMaggio, los ruidosos tranvías y un Hitler en la cumbre de su poder nos ubican en la década de 1940.
Bandini recorre las calles, mira todo y recuerda su pasado. Se detiene, tanto ante las palmeras vistas por primera vez, la vecindad sucia y la arena procedente de los desiertos tapizando el aire, como ante un hotel de lujo y sus ocupantes ricos. Mujeres que son una belleza y que bajan orgullosas de los taxis. Sueña y el mundo entero desaparece. Imagina que esa mujer, tan elegantemente vestida que acaba de ver, lo acompaña en un coche negro imponente. Fuman buen tabaco, toman cócteles y van a bailar. Imagina que ya es un autor célebre.
«¡Dame algo tuyo, Los Ángeles! Ven a mí tal como yo voy hacia ti, con los pies en tus calles, ciudad preciosa a la que tanto amo, flor triste enterrada en la arena». Así es la fuerte determinación, el alto grado de confianza y seguridad, la demanda con que se mueve Bandini. Este pasaje que transcribo, con esta pasión desenfrenada, muestra el espíritu de la novela. Podría rayar en el sentimentalismo, sin embargo, no, al ser la tragedia lo que subyace detrás de esas frases. Una tragedia llena de ironías que, en muchas ocasiones nos despierta una sonrisa, por más paradójico que esto suponga. Por ejemplo, verlo con esa enorme cantitad de ejemplares de la revista Atlantic Montly donde publicaron su cuento, regalando a diestra y siniestra un ejemplar como prueba de su profesión. Puede parecer jactancioso, creo que Fante quiere mostrar una vanidad incipiente, propia de algunos escritores que no dejan que sean otros los que muestren su obra, o que hablen de ellos.
Tiene un agente literario en Nueva York, quien ha logrado publicar ese único relato: «El perrito que reía». Siempre espera ansiosamente noticias de J. C. Hackmuth, así se llama el agente que, reconoce muy bien su talento. Bandini le manda muchas cartas y él responde. Le escribe mucho también a su madre en Colorado, asegurándole que asiste a misa regularmente —la religión, acompañada por la culpa están siempre—, y que su literatura es un éxito. Miente. Ellos son los dos destinatarios de su correspondencia abundante y metódica.
A la ansiedad de ser reconocido, se une la de estar con una chica mexicana. Hay muchas por las calles. Conoce por fin a una «princesa azteca», como Bandini la llama. Para ser un buen escritor debía conocer más de la vida. Aprender viviendo. Y se enamora de Camilla, aunque no de la manera en que vos y yo lo imaginamos. El tema de los inmigrantes sin preparación en Estados Unidos queda soslayado. Bandini puede ser un loser, sin embargo, actúa como un ganador, exhibe con orgullo su único cuento publicado y le dice a quien quiera escucharlo, sobre todo a Camilla: «Estás delante de un gran escritor». Nunca, nunca van a ver un rasgo de autocompasión. Cuando esta por ceder, aparece esa rebeldía, ese decirse a él mismo: «yo soy distinto a toda esta gente».
Además de Camilla, la camarera mexicana, hay otros dos personajes dignos de nombrarse por lo estrafalarios e inadaptados: Vera Rivken, una mujer que aparece sorpresivamente en su vida, y Mr. Hellfrick, su vecino. Un papel menor tiene Sammy, el cantinero del Columbia que quiere ser escritor, pero no tiene talento.
El mecanismo metaficcional, tan bien empleado, es algo que destaco. Lo explico: el libro que estamos leyendo es el que finalmente publica el narrador. Sin contar el maravilloso final, tan elogiado, lo habrán ya leído o escuchado —para muchos el mejor—, es algo que lo hace más conmovedor y genuino.
Los personajes están muy bien construidos y los diálogos son muy logrados, revelan el gran poder de observación del autor. Bandini es grandilocuente e irónico, sí, pero también es consciente de la insignificancia de su vida y de lo efímero que es todo, su arte incluido. Y queda graficado en el último acto. Otro detalle literario a destacar es el juego que hace Bandini con Camilla que, quizá a simple vista no se comprenda y haga que nos enojemos con el personaje. Un juego donde el protagonista elige que prevalezca la idealización de la persona, el plano de la imaginación. La prosa es fluida, suena muy espontánea y tiene el nerviosismo necesario para mantenerte interesado.
Ya terminando esta reseña, aclaro nuevamente que Bandini es el obvio sustituto de Fante, es su alter ego. Así como Henry Chinaski fue el de Bukowski. Ambos compartieron mucho, amaron y odiaron la ciudad de Los Ángeles, y la hicieron escenario de sus historias. Llevaron sus vidas a la literatura. Se consolaron con ella. Ambos se deben mucho. Fante fue la inspiración de Bukowski, y este lo rescató del olvido. Con ellos nació el realismo sucio.
Han hecho una película basada en este libro: Ask the Dust [2006], escrita y dirigida por Robert Towne. Los actores principales son Colin Farrel como Arturo Bandini y Salma Hayek como Camilla López. La película se centra más en la historia de ellos dos.
Espero que hayan disfrutado esta reseña y que los lleve a leer la novela. Es corta, muy entretenida y también, ¿por qué no? inspiradora. A medida que leemos, es el esfuerzo constante que hace el protagonista por adaptarse, lo que prevalece. Y si no puede, al menos entender la brecha que existe entre lo que se quiere ser y lo que se es. El camino imprescindible que toda vocación recorre, y todo lo que se pone en evidencia de uno mismo en este recorrido.
Hasta la próxima lectura, agradeciendo al azar, que acerca ciertos libros, y a Bukowski una vez más.
Cecilia Olguin Gianelli
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Conversar de libros, y de los caminos a donde ellos nos llevan, dar una opinión, contar impresiones, describir una escena, personaje favorito, nunca contarlo todo, aunque a veces, elijamos ir un poco más allá, y no está mal, no a todos les molesta.
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