Molière
nacía un día como hoy, 15 de enero de 1622, en París
Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière
Dramaturgo, humorista y comediógrafo
[15 de enero de 1622, París-17 de febrero de 1673, ibídem]
Uno de los mejores escritores de teatro. Estas son las obras que han dejado tal impresión en los lectores, unidos a través de los siglos, que es imposible no volver a ellas, a través de obras teatro, cine o libros.
Algunas de sus obras notables:
- Los enredos de Scapin
- El burgués gentilhombre
- El enfermo imaginario
- El misántropo
- Tartufo
- Don Juan
- La escuela de las mujeres
En ellas encontramos sus innumerables sátiras con los retratos de la corrupción en todos los estratos sociales, pero principalmente en la burguesía parisina. Sus críticas y humoradas provocaron el desprecio de muchos, entre ellos de la Iglesia Católica. Claro que con el tiempo se transformó en una primera figura literaria mundial y todo reclamo perteneció al pasado.
Escribió sobre temas que no prescriben, criticó: una forma de vida en el que se le daba más importancia a los bienes materiales sobre los espirituales, a la moda, al hombre que lleva una vida extrema y llena de vicios, el que vive de engaños e inconstantes romances, al ateo que no cree en nada más que en su buena fortuna y sus aventuras; a la hipocresía social, al abuso de confianza y la gran influencia que en ocasiones, poseían determinadas figuras eclesiásticas, a la avaricia, al hombre obsesionado con los valores morales y que juzga severamente a los demás, al hipocondríaco esclavo de todas sus enfermedades, cuyos métodos para curarse rayan en lo grotesco,... Y así podría seguir, todas las mezquindades, las pequeñeces, las miserias que no cesan, con otros escenarios allí están y las reconocemos en estas obras magistrales.
Adaptémonos al lenguaje de Molière y leamos una de sus obras, espero que la disfruten, un festejo, recuerdo y homenaje a la mejor manera.
C. G.
Pasen
La escuela de las mujeres
[1662]
nunca
digo una palabra;
porque
puede ser que un día
me coja
la rueda, y hagan
burla de
mí los burlados
Comedia en 5 actos y en verso, estrenada en el teatro de Palais-Royal, el 26 de diciembre de 1662.
Personajes:
D.
LIBORIO, o el Vizconde del Atochal.
D.ª
ISABELITA, hija de D. ENRIQUE.
D.
LEANDRO, amante de D.ª ISABELITA, hijo de D. PABLO.
D.
ANTONIO, amigo de D. LIBORIO.
D.
ENRIQUE, cuñado de D. ANTONIO y padre de D.ª ISABELITA.
D. PABLO,
padre de D. LEAND
RO y
amigo de D. LIBORIO.
COSME,
villano, criado de D. LIBORIO.
BLASA,
villana, criada de D. LIBORIO.
UN
ESCRIBANO.
La escena:
en Madrid Plazuela de
las
Comendadoras de Santiago. [329]
Acto
primero
Escena I
D.
ANTONIO, D. LIBORIO.
D. ANTONIO: ¿Dice usted que va a casarse?
D.
LIBORIO: Y sin pasar de mañana.
D.
ANTONIO: Amigo, aquí estamos solos,
y nadie
oye lo que se habla.
¿Quiere
usted que diga claro 5
lo que
pienso? Aventurada
resolución
me parece
la de
usted, y aun temeraria.
Mucho
temo que estas bodas
le han de
salir a la cara. 10
D.
LIBORIO: No extraño yo esos temores.
Usted,
sin salir de casa,
acaso
encuentra motivos
justos de
miedo, y le espanta
mi suerte
ya de antemano. 15
Yo la
frente levantada
andaré
siempre, y no hay miedo
que me la
agobie la carga.
D.
ANTONIO: Esos, compadre, son golpes
de la fortuna voltaria, 20
que no
pueden remediarse, [330]
y son
precauciones vanas
y necias
cuantas se toman
contra
ellos.
Aquí la
causa
de que me
asusten sus bodas 25
es tanta
pesada chanza
con que
usted a mil maridos
los
zahiere* en todas cuantas [zaherir: reprender, mortificar, humillar]
ocasiones
se presentan,
pregonando
cuanto indaga 30
sobre
ocultos galanteos.
D.
LIBORIO: ¿Quién, sin ser Job, aguantara
la
paciencia y sufrimiento
de tanto
marido que anda
por
Madrid? En esta tierra 35
son de
condición tan mansa
los
hombres, que es un prodigio.
Aquél sin
cesar afana
por
amontonar dinero,
que luego
su mujer gasta 40
con quien
le mete en el gremio.
De
estotro es menos contraria
la
estrella, que mil galanes
a su
esposa la regalan,
y él muy
sosegado piensa 45
que
obsequian así sus raras
virtudes,
y el muy babieca
no
advierte su propia infamia.
Uno mete
mucha bulla,
que no le
sirve de nada; 50
otro lo
consiente todo;
y así que
ve entrar en casa
el
cortejo, en diligencia
coge el
sombrero, y se marcha.
Aquélla
dice al marido 55
que la
requiebra con ansia [331]
don
Cirilo, y le recibe
muy tiesa
y muy remilgada
cuando
está el tonto delante,
que se le
cae la baba, 60
y
compadece al galán,
sin que
haya para ello causa.
Otra se
feria mil joyas,
y dice
que juega y gana;
y sin
saber a qué juego, 65
el marido
se lo traga,
dándole
gracias a Dios
de que le
pinten las cartas
bien a su
mujer. Por fin,
es cuento
que no se acaba 70
la
historia de los maridos.
¿Y quiere
usted que yo no haga
escarnio
de tanto necio
como...?
D.
ANTONIO: Y si la suerte varia
le mete
en la cofradía 75
a usted,
¿no ve con qué ganas
le van a
hacer el buz* todos? [buz: loc. verb. coloc. demostración de reconocimiento]
Y no mal
se le empleara.
También
yo oigo a muchas gentes
que de
galanteos hablan 80
y
refieren mil historias,
o
verdaderas o falsas,
de
maridos engañados,
y de
mujeres livianas.
Pero
aunque yo desapruebe 85
la
sobrada tolerancia
de
muchos, y nunca aguante
ciertas
cosas en mi casa,
que otros
llevan con paciencia,
nunca
digo una palabra; 90 [332]
porque
puede ser que un día
me coja
la rueda, y hagan
burla de
mí los burlados.
Así que,
si de mi mala
estrella
el influjo quiere 95
que
alguna desdicha humana
venga
sobre mi cabeza,
si de
ella las gentes hablan,
tendré al
menos el consuelo
que lo
dirán en voz baja; 100
y acaso
se encontrará
también alguna
buen alma
que se
duela de mi suerte;
pero
usted, compadre, se halla
en
situación muy distinta; 105
y
habiendo siempre hecho tanta
rechifla
de los maridos
que
motejan* de cachaza*, [motejar: censurara a una persona a través de un mote o apodo;
cachaza: lentitud, pachorra]
guarde si no anda derecho;
guarde si no anda derecho;
que en
las calles y en las plazas, 110
no
lluevan sobre usted pullas*, [pulla: broma, burla, chacota]
y no
tomen tal venganza
los
agraviados...
D.
LIBORIO: ¡Dios mío!
No tema
usted que tal hagan.
Aquel que
me la pegare, 115
a fe que
ha de tener maña.
¿Piensa
usted que no sé yo
las
picardías, las trampas
que
acostumbran las mujeres,
y con que
a los tontos clavan? 120
Para que
no puedan darme
papilla,
la que se casa
conmigo
es tan inocente
como los
niños que maman. [333]
D.
ANTONIO: ¿Y quiere usted
que una
tonta... 125
D.
LIBORIO: Una tonta es una alhaja
para no
volverse tonto.
No
pretendo poner tacha
a su
mujer de usted; pero
una
discreta es muy mala 130
de
guardar; sí, amigo mío;
algunos
sé yo que rabian
porque
sus mitades son
ladinas.
No es mala carga;
una
marisabidilla 135
que hable
en culto, escriba cartas
en
francés, componga coplas,
y vengan
a visitarla
los
marqueses, los autores
le lean
versos, y el mandria 140
del
marido en un rincón
se esté,
sin que ninguno haga
caso de
él; y si pregunta
alguno
¿quién es? madama
responda:
ese es mi marido. 145
No quiero
mujer con tanta
inteligencia;
la mía,
si de
hacer cuartetas tratan
de
repente, y dan por pie
guárdate
del agua mansa, 150
quiero
que responda al cabo
de una
media hora muy larga
San
Crispín fue zapatero;
pretendo,
en una palabra,
que sea
tan ignorante, 155
que esté
su ciencia cifrada
en coser,
hacer calceta,
rezar, y
con eso basta.
D.
ANTONIO: ¿Es usted aficionado [334]
a las
simples?
D.
LIBORIO: Y con tantas 160
veras,
que una tonta fea
más que
una aguda me agrada
con
hermosura.
D.
ANTONIO: ¿El talento,
la
beldad...?
D.
LIBORIO: La honradez basta.
D.
ANTONIO: ¿Pero cómo
quiere
usted 165
que una
simple sea honrada,
ni sepa
serlo? Además
de ser
muy pesada carga
el pasar
con una boba
toda su
vida, es fianza 170
mala para
la mollera
de un
marido la ignorancia
de su
mujer. Una aguda,
cuando a
su obligación falta,
es porque
quiere; una tonta 175
sin saber
que nos agravia
nos puede
dar que sentir.
D.
LIBORIO: A un argumento de tanta
fuerza
respondo, compadre,
como hizo
Teresa Panza 180
a Sancho
cuando quería
que fuera
condesa Sancha.
El día
que con mujer
discreta
yo me casara,
aquel día
hiciera cuenta 185
que por
mi entierro doblaban.
D.
ANTONIO: No hablo más.
D.
LIBORIO: Cada uno tiene
sus
ideas, y, se trata
de hallar
novia que me pete.
Mi caudal
es el que basta 190 [335]
para
escoger por esposa
mujer que
no tenga nada,
y que
blasonar no pueda
de
riqueza o sangre hidalga.
La que me
va a dar la mano 195
es hija
de una villana;
cuatro
años no más tenía
cuando me
prendó su cara,
que es
bonitilla y graciosa;
su madre
estaba muy falta 200
de
conveniencias, y a más
de otros
seis hijos cargada;
yo se la
pedí, y, contenta
me la
dio; para criarla
escogí
unas monjas pobres 205
de un
pueblo allá de la Alcarria,
y la puse
a pupilaje.
Di orden
que no le enseñaran
cosa que
pudiera abrirle
los ojos;
y su ignorancia, 210
gracias a
Dios, es tan grande,
que
excede a mis esperanzas.
La he
sacado del convento,
viendo
que me deparaba
en ella
el Cielo mujer 215
cual
anhelé por hallarla
siempre
en vano; la he traído
conmigo;
y como mi casa
está en
el centro, y no quiero
que
vengan a visitarla 220
mis
conocidos, tomé
otra en
esta solitaria
plazuela,
para que viva
ella; y
para que nunca haya
tapujos
de vecindad, 225 [336]
la
alquilé toda. En compaña
suya
tengo dos criados,
simples
como ella. Tan larga
historia
he contado, amigo,
a usted,
porque vea cuántas 230
precauciones
he tomado
para
evitar la desgracia
de otros
maridos; y como
tengo
tanta confianza
en usted,
para cenar 235
hoy le
convido en su casa.
Usted la
conocerá,
y dirá si
es acertada
mi
elección.
D.
ANTONIO: En hora buena.
D.
LIBORIO: Usted verá si le agrada 240
su persona
y su inocencia.
D.
ANTONIO: Sobre la última me basta
con lo
que me ha dicho usted.
D.
LIBORIO: Pues no la exagero en nada,
y acaso
me quedo corto. 245
A cada
instante me pasma
con su
candor; cosas dice
que me
hacen a carcajadas
soltar la
risa; tres días
hace que
me preguntaba 250
si las
mujeres parían
los
muchachos por la manga
de la
camisa.
D.
ANTONIO: Me alegro,
señor
Carrasco...
D.
LIBORIO: Es extraña
cosa que
me llame siempre 255
usted
así.
D.
ANTONIO: Por más que haga, [337]
el título
de Vizconde
del
Atochal se me pasa.
¿Y quién
diablos le metió
a usted
en que titulara 260
a los
cuarenta y dos años,
cuando
nadie de su casa
fue Barón
ni Conde nunca?
¡El
dinero que malgasta
para
comprar ese título, 265
y en
lanzas y media anata,
en
mejorar sus haciendas
cuánto
mejor se empleara!
D.
LIBORIO: Además de que así doy
nuevo
realce a mi casa, 270
me suena
bien al oído
cuando el
Vizconde me llaman.
D.
ANTONIO: ¡Raro capricho por cierto!
El
apellido que usaban
nuestros
padres repugnar, 275
tomando
una enrevesada
denominación,
en prueba
de que
corre sangre hidalga
por
nuestras venas. Me acuerdo
de un
zapatero que ansiaba 280
porque
sus hijos tuvieran
apellido
de prosapia
ilustre;
al tal zapatero
Gil
Fernández le nombraban,
y aunque
estaba bien, casó 285
con una
que mendigaba,
sólo
porque su apellido
era de
Córdoba; aún anda
hoy por
Madrid, y Fernández
de
Córdoba a su hijo llaman. 290
D.
LIBORIO: Pudiera usted excusar [338]
el
cuento; en una palabra,
Vizconde
del Atochal
es el
nombre que me agrada,
y el de
Liborio Carrasco 295
siempre
desazón me causa.
D.
ANTONIO: Según eso, muchas gentes
a usted,
amigo, le enfadan,
y yo he
visto sobreescritos...
D.
LIBORIO: Los que escriben esas cartas 300
no saben
que he titulado.
Pero
usted...
D.
ANTONIO: Compadre, basta;
que yo me
acostumbraré
en
adelante, sin falta,
a llamar
a usted Vizconde 305
del
Atochal.
D.
LIBORIO: Voyme a casa
de mi
novia a verla un rato,
que he
llegado esta mañana
de la
hacienda, y no la he visto.
D.
ANTONIO: (Aparte yéndose.) Es
de
condición extraña. 310
Tiene su
vena de loco.
D.
LIBORIO: La cabeza algo tocada.
¡En
tocando ciertas cuerdas
de tal
modo disparata!
Cuando un
hombre se encasqueta 315
con algo,
no se lo sacan
de la
cabeza.
(Llamando
a la puerta.) Abran luego.
Muchachos:
¿no oyen? [339]
Escena II
D.
LIBORIO, COSME y BLASA, dentro
de casa.
COSME:
¿Quién llama?
D.
LIBORIO: Abre aquí. (Aparte.) ¡Con cuánto gusto
me
recibirán en casa 320
habiendo
estado diez días
en el
campo!
COSME:
¿Quién?
D.
LIBORIO: Yo.
COSME:
¡Blasa!
BLASA:
¿Qué quieres?
COSME:
Abre la puerta.
BLASA:
Abre tú.
COSME: No
me da gana.
BLASA: Ni
a mí tampoco.
D.
LIBORIO: Por cierto 325
no está
la contienda mala.
¡Y yo en
la calle! ¿No me oyen?
BLASA:
¿Quién da golpes?
D.
LIBORIO: ¡Oh, mal haya!
Yo soy,
yo.
BLASA:
Cosme.
COSME:
¿Qué dices?
BLASA: Que
es el amo, ¿no oyes?
COSME:
Anda 330
Tú.
BLASA: ¿No
ves que estoy majando?
COSME: Y
yo porque no se salga
el
canario, estoy teniendo
cuidado
con esta jaula.
D.
LIBORIO: El que no abriere al
instante 335 [340]
ni un
solo bocado cata
en tres
días.
BLASA: ¿A
qué vienes,
si voy
yo?
COSME:
Pues no está mala.
Antes soy
yo.
BLASA:
Vete.
COSME:
Vete
Tú.
BLASA: Yo
quiero abrir.
COSME:
Mañana. 340
Si he de
abrir yo.
BLASA: Ya
veremos.
COSME:
Pues ni tú.
BLASA: Ni
tú.
D.
LIBORIO: Ya pasa
de raya
la tontería.
COSME:
(Saliendo a la puerta.)
Yo he
sido.
BLASA:
(Saliendo.) Mientes, que estaba
antes yo.
COSME: Si
no estuviera 345
el amo
aquí, te enseñara
yo.
D.
LIBORIO: (Recibiendo un manotazo de COSME.)
¡Pícaro!
COSME:
Usted perdone.
D.
LIBORIO: ¡Haya bruto!
COSME: Si
es muy mala,
señor.
D.
LIBORIO Ea, callen ambos,
y
respondan. ¿Hay en casa, 350
Cosme,
alguna novedad?
COSME:
Señor...
(D.
LIBORIO le quita el sombrero de la cabeza,
[341] y COSME se le vuelve, a poner.)
A Dios
gra...
(D.
LIBORIO se le quita otra
vez, y
COSME se le pone.)
A Dios
gracias
Estamos
bue...
D.
LIBORIO: (Quitándole el
sombrero
y tirándole.)
Majadero,
¡el
sombrero puesto me hablas!
COSME: Es
verdad; si soy un bruto. 355
D.
LIBORIO: (A COSME.) Corre,
y di que
baje al ama.
Escena
III
D.
LIBORIO, BLASA.
D.
LIBORIO: ¿Ha sentido Isabelita
mucho
estos días mi falta?
BLASA:
¿Sentirlo? No.
D.
LIBORIO: ¡No!
BLASA: Sí
tal.
D.
LIBORIO: Pues ¿por qué?
BLASA: Se
figuraba 360
cada
instante que venía
usted, y
así a la ventana
se
asomaba cuando oía
ruido; y
un macho con carga,
cualquier
caballo o borrico, 365
que por
la calle pasara,
se
pensaba que era usted. [342]
Escena IV
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA.
Le Théâtre du Nouveau
Monde [TNM]
Yves Desgagnés a offert un merveilleux Molière
Au TNM, la dernière représentation de L’école des
femmes de Molière. Sophie Desmarais tient son bout et ses promesses face à un Guy Nadon magistral. Photo: Yves Renaud, 2011 |
D.
LIBORIO: ¡Con la costura agarrada!
¡Buena
señal! Isabel,
¿no te
alegras de verme, habla, 370
de vuelta
de mi viaje?
D.ª
ISABELITA: ¡Ay! Sí señor, a Dios gracias.
D.
LIBORIO: Yo también celebro mucho
verte tan
buena y tan guapa.
¿Ha ido
bien?
D.ª
ISABELITA: Menos las pulgas, 375
que por
las noches me matan.
D.
LIBORIO: Ya tendrás quien las espante.
D.ª ISABELITA:
Me alegro.
D.
LIBORIO: Ya lo pensaba
así yo.
¿Qué estás haciendo?
D.ª
ISABELITA: Un jubón de mangas largas. 380
Las
camisas de dormir
de usted
ya están acabadas.
D.
LIBORIO: Está muy bien; anda arriba,
y un rato
muy breve aguarda,
que
quiero evacuar ahora 385
un asunto
de importancia.
Escena V
D.
LIBORIO solo.
D.
LIBORIO: Díganme ustedes, señoras,
las
cultas latiniparlas*, [343] [latiniparla: lenguaje de los que emplean voces latinas más o
menos españolizadas]
las que repasan novelas,
las que repasan novelas,
y de
prosa y verso fallan, 390
si todo
su saber vale
tanto
como la ignorancia
ingenua,
el candor amable
de esta
inocente muchacha.
Aquel que
porque su novia 395
es noble
y rica se casa,
no se
queje, si después
le
aconteciere desgracia...
Escena VI
D.
LEANDRO, D. LIBORIO.
D.
LEANDRO: ¿Qué miro? ¿Me engaño? ¿Es él?
No...
sí... no... sí tal... la cara... 400
Le...
D.
LEANDRO: Señor don Li...
D.
LIBORIO: Leandro.
D.
LEANDRO: Señor don Liborio.
D.
LIBORIO: ¡Cuánta
dicha!
¿Cuándo llegó usted?
D.
LEANDRO: Ayer hizo una semana.
D.
LIBORIO: ¿De veras?
D.
LEANDRO: Estuve a verle 405
a usted;
mas no le hallé en casa.
D.
LIBORIO: Estaba en el campo.
D.
LEANDRO: Ya
lo supe.
D.
LIBORIO: El Cielo me valga.
¡Qué alto
que está, qué buen mozo!
¡Quien le
vio que no me daba 410 [344]
más
arriba que mi muslo!
D.
LEANDRO: Ya usted ve.
D.
LIBORIO: ¿Y padre en qué trata?
¿Está
bueno? ¡Qué sujeto
tan
lindo! ¡Qué bella pasta!
A mí me
interesan tanto 415
sus
cosas; sí, pues ya pasa
de cuatro
años que le vi
la
postrer vez, y ni carta
he tenido
desde entonces
suya.
D.
LEANDRO: Pues más salud gasta 420
que usted
y que yo, robusto
y alegre
como una pascua.
Cuando me
vine a Madrid,
para
usted me dio una carta;
pero en
otra posterior 425
me avisa
de su llegada
a la
corte muy en breve,
y no me
dice la causa
de su
venida. ¿Conoce
usted a
un hombre que llaman...? 430
No me
acuerdo... Él es indiano,
y viene
de Guatemala
Muy rico.
D.
LIBORIO: Si usted no dice
su
nombre...
D.
LEANDRO: Tengo tan mala
memoria...
¡Ah! sí, don Enrique. 435
D.
LIBORIO: No le conozco.
D.
LEANDRO: Pues me habla
de él mi
padre cual si yo
debiera
tener muy largas
noticias
de este sujeto,
y juntos
los dos viajan 440 [345]
en un
coche de colleras
que viene
a Madrid.
(D.
LEANDRO entrega una carta de
D. PABLO
a D. LIBORIO.)
D.
LIBORIO: ¡Con cuánta
satisfacción
le veré
cuando
quiera honrar mi casa!
(Habiendo
leído la carta.)
Todos
estos cumplimientos 445
son cosa
muy excusada
tratando
con un amigo;
sin
gastar pólvora en salvas
disponga
usted de mi bolsa.
D.
LEANDRO: Pues le
cojo la
palabra 450
a usted,
amigo, al instante;
justamente
me hacen falta
cien
doblones.
D.
LIBORIO: Aquí están;
quiso
Dios que los llevara.
Guárdese
usted el bolsillo 455
también.
D.
LEANDRO: Un recibo...
D.
LIBORIO: Basta.
¿Cómo
encuentra usted la corte?
D.
LEANDRO: Bellos paseos y casas,
muchísimas
diversiones.
D.
LIBORIO: Aquí, amigo, nunca faltan. 460
Sobre
todo los que gustan
de
galantear las damas
tienen
siempre en qué emplearse;
que se
halla tal abundancia
de
mujeres, que es portento, 465
y todas
de buena pasta.
Los
maridos muy bondosos;
las
morenas y las blancas [346]
de una
índole tan suave,
que es
bendición obsequiarlas. 470
¡Y
cuántos enredos urden!
Si es una
comedia; vaya,
¿a que en
este corto tiempo
que hace
que llegó usted, anda
metido ya
con alguna? 475
Hábleme
usted a las claras.
Querido,
los buenos mozos
en muy
pocos días ganan
mucha
tierra, y los maridos
con ellos
corren borrasca. 480
D.
LEANDRO: Si he de decir la verdad,
aquí en
esta misma plaza
traigo
cierto galanteo
entre
manos, y no en mala
situación.
D.
LIBORIO: (Aparte.) ¡Qué bueno es eso! 485
Esto es
lo que yo aguardaba,
qué
contar y qué reír
a costa
de alguien que clava
su casta
mitad.
D.
LEANDRO: Mas fío
que de
entre los dos no salga 490
el
secreto.
D.
LIBORIO: No por cierto.
D.
LEANDRO: Son cosas tan delicadas,
que si a
divulgarse llegan
se echa a
perder la maraña.
Es el
caso que una hermosa 495
me tiene
prendada el alma,
y he
logrado introducirme
en su
casa con mi maña;
y no va
mal el negocio;
lo digo
sin alabanza. 500 [347]
D.
LIBORIO: (Riéndose.)
¿Y es?
D.
LEANDRO: (Enseñándole la
casa de
D.ª ISABELITA.)
Una niña,
que habita
en esa
casa inmediata
dada de
verde; inocente,
como que
ha sido criada
sin trato
de gente, en fuerza 505
de la
condición extraña
de quien
le dio educación,
que es
hombre de ideas raras.
Pero,
aunque tan ignorante,
tiene mil
sencillas gracias 510
que
cautivan; unos ojos
tan
tiernos, unas miradas
tan
expresivas; yo al punto
que la vi
le rendí el alma.
Pero
acaso usted conoce 515
la beldad
que me arrebata
los
sentidos; es su nombre
Isabelita.
D.
LIBORIO: (Aparte.) ¡Qué rabia!
D.
LEANDRO: Quien la guarda es un ricote,
que me
parece se llama 520
el
Vizconde del Tronchal,
o
Estuchal, si no me engaña
la
memoria; un ente raro,
manïaco,
según hablan
las
gentes; ¿es conocido 525
de usted?
D.
LIBORIO: (Aparte.) El hombre me ensalza.
D.
LEANDRO: ¿Qué me dice usted?
D.
LIBORIO: Que sí
le
conozco.
D.
LEANDRO: ¿Y no me
engañan? [348]
¿Es loco?
D. LIBORIO:
He.
D.
LEANDRO: ¿Qué es he? ¿Sí?
Pues;
cuando lo dicen tantas 530
gentes,
no han de equivocarse
todos; la
cosa está clara.
Y celoso
como un diablo;
un
majadero de marca.
Ello es
que yo estoy perdido 535
de amor
de la beldad rara
de
Isabelita; es un dije;
y a fe
mía que dejarla
en manos
de ese mostrenco
fuera
cosa que clamara 540
venganza
al cielo; el dinero
que usted
me ha prestado es para
dar a
esta aventura cima,
porque el
oro, amigo, allana
estorbos,
vence imposibles, 545
y en amor
y en guerra acaba
con las
más arduas empresas.
¿Pero
usted no dice nada,
y está
serio? ¿Desaprueba
que siga
la comenzada 550
aventura?
D.
LIBORIO: No; tenía
la cabeza
algo...
D.
LEANDRO: Le cansa
a usted
la conversación.
Agur; iré
a dar las gracias
por sus
favores a usted. 555
D.
LIBORIO: (Creyendo que se ha ido.)
Satanás
mismo...
D.
LEANDRO: (Volviendo.) Que nada
sepa
nadie de este lance; [349]
reserva y
silencio.
D.
LIBORIO: (Creyendo lo mismo.) El alma
se me...
D.
LEANDRO: (Volviendo.)
No lo
diga usted
a padre,
que se enfadara. 560
D.
LIBORIO: (Creyendo que vuelve.)
¡Ah...!
Escena
VII
D.
LIBORIO, solo:
¡Ah! ¡Qué
rato me ha dado!
Nunca he
tenido más mala
media
hora. ¡Con qué imprudencia
el
tronera* me contaba [tronera: sinvergüenza]
a mí propio
sus amores! 565
Con mi
título se engaña.
Es
cierto; y no se podía
figurar
con quién hablaba.
¡Qué
atolondrado! ¡Qué loco!
Jamás vi
tal tarambana. 570
Pero yo
también debía
aguardar
que se explicara,
habiendo
aguantado tanto.
Cierto
que fue mucha falta
de juicio
no dejarle 575
que
siguiera con su charla,
y
averiguar de raíz
el estado
en que se hallaba
su
galanteo maldito.
Busquémosle
sin tardanza, 580 [350]
que no
puede haber andado
mucho; y
sepamos con maña
si está
ya muy adelante
su amor.
Es mucha desgracia
averiguar
ciertas cosas, 585
que más
valiera ignorarlas. [351]
Acto
segundo
Escena I
D.
LIBORIO, solo:
Mirándolo
bien, he sido
en no
encontrarle dichoso;
que no me
hubiera podido
reportar,
porque estoy todo 590
inmutado,
y no conviene
que él
sepa que soy yo propio
quien a
Isabelita guarda;
pero no
soy yo tan tonto
que deje
que un mozalbete, 595
que
apenas le apunta el bozo*, [bozo: bello, pelusa]
confunda
todas mis tretas.
No; que
yo sabré muy pronto
oponer a
sus amores
insuperables
estorbos. 600
Averigüemos
primero
en qué
estado está el negocio.
Yo ya
miro a la muchacha
como si
fuera su esposo;
no puede
dar un tropiezo 605
sin que
ceda en mi desdoro* [desdoro: descrédito, deshonor]
y en mi
deshonra; sin duda [352]
fue
tentación del demonio
el irme y
dejarla sola.
¡Qué
viaje tan costoso! 610
Maldita
mi ausencia sea.
(Llama a
la puerta.)
Escena II
D.
LIBORIO, COSME, BLASA.
COSME:
Esta vez abrimos pronto,
que...
D.
LIBORIO: Silencio. Ven aquí.
Anda acá
tú. ¿Qué, estáis sordos?
Con viveza,
o juro a Dios... 615
BLASA: ¡Si
pone usted unos ojos,
señor,
que me mete un miedo!
D.
LIBORIO: Bribones, ¡ese es el modo
de
cumplir con lo que mando!
BLASA:
(Hincándose de rodillas.)
¡Ay,
señor! Por San Antonio 620
no me
coma usted.
COSME:
(Aparte.) ¿Le habrá
mordido
un perro rabioso?
D.
LIBORIO: (Aparte.) La
respiración
me falta.
Paf; sin
remedio me ahogo;
la gota
sudo tan gorda. 625
(A COSME
y a BLASA.):
Malditos,
¿conque aquí un mozo
ha
venido, mientras...?
(A BLASA
que se quiere
escapar.:) Mira,
si te
mueves...
(A COSME,
que también se quiere ir.): [353]
Oyes,
tonto,
si te
meneas...
(A BLASA,
que hace lo mismo.): ¿No he dicho
que te
estés quieta?...
(A los
dos, que se quieren ir.): Pues voto 630
a
Jesucristo que mato
a quien
diere un paso solo.
¿Cómo fue
el meterse en casa
ese
hombre de mil demonios?
Vamos,
responded aprisa; 635
sin
pararse: pronto, pronto.
¿Conque
no se me responde?
BLASA y
COSME: ¡Ay, ay!
COSME:
(Hincándose otra vez de rodillas.)
Señor, si
estoy tonto
con el
susto.
BLASA:
(Hincándose también de rodillas.)
Si no
acierto.
D.
LIBORIO: (Aparte.) Hecho
una sopa
estoy todo 640
de sudor;
mejor será
que
aguarde a cobrar un poco
el
aliento. ¿Quién dijera,
cuando le
veía con otros
muchachos
andar tirando 645
cantos y
jugando al toro,
que había
de darme tanto
que
sentir en siendo mozo?
Estoy que
pierdo el juïcio.
Más vale
saberlo todo 650
de la
propia boca de ella.
Moderemos
el enojo,
y
averigüemos el caso
sin
cólera ni alboroto.
Paciencia,
pecho,
paciencia.
655 [354]
(A COSME
y a BLASA.):
Subid al
punto vosotros,
y que
baje Isabelita.
Esperad.
(Aparte.)
Mas bien
escojo
ir a
llamarla yo mismo.
Le dirían
lo furioso 660
que me he
puesto, y no conviene
que lo
sepa...
(A COSME
y a BLASA.): En este propio
sitio me
habéis de aguardar.
Escena
III
COSME,
BLASA.
BLASA:
¡Jesús, Cosme, qué rabioso!
De pies a
cabeza tiemblo. 665
Si
parecía un demonio.
¡Y qué
feo que se pone!
COSME: ¿No
te dije yo que el otro
le
enfadaría? ¿Lo ves?
BLASA:
¿Por qué querrá que nosotros 670
la
guardemos a nuestra ama
tanto, y
se pone hecho un toro
cuando un
mozo viene a verla?
COSME:
Eso, Blasa, es que los mozos
le dan
celos.
BLASA: ¿Y
por qué 675
se los
dan?
COSME:
Porque es celoso.
BLASA:
¿Pues por qué lo es, y por qué
echa
fuego por los ojos?
COSME:
Consiste eso en que los celos...
¿me
entiendes...? son cosa... como 680 [355]
si te
clavaran a ti
treinta
agujas... Mira: si otro,
cuando
tienes muchas ganas,
y estás
comiéndote un pollo,
te
quitara la mitad, 685
y se la
zampara, ¡poco
te
enfadaras!
BLASA: Ya
se ve.
COSME:
Pues, Blasa, del mismo modo
viene a
ser, pintiparado.
Figúrate
que es el pollo 690
la mujer;
que el hombre tiene
ganas, y
viene un goloso
a comerse
una pechuga,
o cosa
tal; el demonio
se le
reviste en el cuerpo 695
con mucha
razón al otro.
BLASA:
¿Pero por qué no se enfadan,
como hace
mi señor, todos?
¿No ves
tantas señoritas,
que andan
con señores mozos, 700
y muy
majos, sin que riñan
los
maridos? Pues conozco
a muchas
yo.
dejan a los otros comer en su mismo plato,
porque no son tan ansiosos, ni tan glotones
COSME: Eso
consiste
en que
dejan a los otros
comer en
su mismo plato, 705
porque no
son tan ansiosos,
ni tan
glotones.
BLASA: El
amo
viene, si
no me equivoco.
COSME:
Tienes buena vista; él es.
BLASA:
¡Qué triste que viene!
COSME:
Como 710
que
tendrá algún sentimiento. [356]
Escena IV
D.
LIBORIO, COSME, BLASA.
D.
LIBORIO: (Aparte.) Un filósofo famoso
de Grecia
dio un buen consejo,
que
debieran seguir todos,
al
emperador Augusto; 715
y fue,
que si mucho enojo
alguna
cosa le diera,
en voz
baja y con reposo
dijera el
abecedario
entero,
que es un buen modo 720
de que se
temple la cólera.
Yo lo veo
por mí propio
en este
lance; ya estoy
más
sosegado, y con tono
natural;
a Isabelita 725
podré
hablar, y saber todo
cuanto
pasa de su boca,
y
averiguar con mañoso
artificio
si ha llegado
el chasco
a ser tanto como 730
me
recelo. Estando el día
tan
sereno y tan hermoso,
la he
llamado con achaque
de
pasear, porque a fondo
me cuente
el maldito lance 735
que me
trae vuelto tonto.
Aquí esta
ya. [357]
Escena V
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA.
D.
LIBORIO: Isabel, vamos
(A COSME
y a BLASA.):
Vosotros,
adentro pronto.
Escena VI
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA.
D.
LIBORIO: Bueno está el paseo.
D.ª
ISABELITA: Bueno.
D.
LIBORIO: ¡Y qué hermoso el cielo!
D.ª
ISABELITA: Hermoso. 740
D.
LIBORIO: ¿Qué hay de nuevo?
D.ª
ISABELITA: Que se ha muerto
aquel
gatito tan mono.
D.
LIBORIO: ¡Qué desgracia! Pero es fuerza
conformarse,
que al fin somos
mortales;
hoy se fue el gato, 745
mañana
iremos nosotros.
¿Ha
llovido algo estos días?
D.ª
ISABELITA: No.
D.
LIBORIO: Mientras estabais solos,
¿no te
fastidiabas?
D.ª
ISABELITA: Nunca
me
fastidio yo.
D.
LIBORIO: Di, en todo 750
este
tiempo, ¿qué te has hecho? [358]
D.ª
ISABELITA: Seis camisas y seis gorros.
D.
LIBORIO: (Después de haber
estado
pensativo un rato.)
¡Ah!
¡Cómo miente la gente!
Vaya,
¡qué tales embrollos
levantan!
¡Pues no me han dicho 755
los
vecinos que aquí un mozo
entraba
todos los días,
y estaba
las horas solo
contigo!
¡Malditas lenguas,
y
mentiras de envidiosos! 760
Yo quise
apostar a que era
todo
falso testimonio.
D.ª
ISABELITA: ¡Jesús!
Pues
hubiera usted
perdido
la apuesta.
D.
LIBORIO: ¿Qué oigo?
¿Conque
es la verdad que un hombre...? 765
D.ª
ISABELITA: Tan verdad, que un punto solo
no se
apartaba de casa.
Siempre
junto a mí.
D.
LIBORIO: (Aparte, en
voz
baja.) ¡Donoso
y me
cogía las manos,
y me las
besaba, loco
de gozo.
D.
LIBORIO: ¿Y no te cogió 905
más que
la mano ese mozo?
(Viendo
que se ha quedado confusa.)
¡Hu!
D.ª
ISABELITA: Me...
D.
LIBORIO: ¿Qué?
D.ª
ISABELITA: Cogió...
D.
LIBORIO: Adelante.
D.ª
ISABELITA: El...
D.
LIBORIO: ¿El qué?
D.ª
ISABELITA: No acierto cómo [363]
decirlo,
que ha de reñirme
usted.
D.
LIBORIO: No haré.
D.ª
ISABELITA: Sí tal.
D.
LIBORIO: Voto 910
a quien
soy, no.
D.ª
ISABELITA: Deme usted
palabra.
D.
LIBORIO: Bien.
D.ª
ISABELITA: Si conozco
que se ha
de enfadar usted
si lo
digo.
D.
LIBORIO: No tal.
D.ª
ISABELITA: Sí.
D.
LIBORIO: Otro
te pego:
no, no, no, no. 915
¿Qué te
cogió? Dilo pronto,
y no me
hagas condenar.
D.ª
ISABELITA: Me cogió...
D.
LIBORIO: (Aparte.) ¡Yo no sé cómo
no
reviento!
D.ª
ISABELITA: Me cogió
aquel
collar tan hermoso 920
de
aljófar, que me dio usted
el día de
San Liborio.
Yo no lo
pude estorbar.
D.
LIBORIO: (Tomando respiración.)
Salimos
en fin de ahogo,
si cogió
sólo el collar. 925
¿Pero no
te hizo tampoco
más que
besarte las manos?
D.ª
ISABELITA: ¿Pues qué, señor don Liborio,
se hacen
acaso otras cosas?
D.
LIBORIO: No; pero como ese mozo 930
me dices
que estaba malo, [364]
bien te
pudo pedir otro
remedio
para su achaque.
D.ª
ISABELITA: No hizo; y, por darle socorro,
si él
otra cosa me pide, 935
al
instante se la otorgo.
D.
LIBORIO: (Aparte, en voz baja.)
Demos mil
gracias a Dios;
no he
sido poco dichoso
en que
haya parado en esto;
pero hago
solemne voto 940
de no
quejarme de nadie,
si
segunda vez me expongo.
(En voz
alta.) Este lance, Isabelita,
es de tu
candor abono.
No te
riño; a lo hecho pecho; 945
pero de
veras te exhorto
a que
huyas de ese galán;
que su
designio no es otro
que el de
burlarse de ti,
y
satisfacer su antojo. 950
D.ª
ISABELITA: ¿Qué? No señor. Si me ha dicho
más de
cien veces él propio
que
siempre me ha de querer.
D.
LIBORIO: No conoces su alevoso
pecho,
Isabel; pero sabe 955
que quien
medallones de oro
toma, y
escucha requiebros
de esos
pisaverdes* locos, [pisaverde: amanerado, presumido]
permitiendo
que le besen
las
manos, y le hagan otros 960
cariños,
hace un pecado
mortal, y
aquel que mas odio
le tiene
Dios.
D.ª
ISABELITA: ¡Un pecado!
¿Y por
qué le causa enojo [365]
a Dios
eso?
D.
LIBORIO: ¿Por qué, dices? 965
Porque
son pecaminosos
esos
gustos, y los veda
la ley de
Dios.
D.ª
ISABELITA: ¿Pero cómo
se enoja
el Cielo por cosas
que se
hacen con tanto gozo? 970
Jamás he
tenido ratos,
hasta
ahora, tan gustosos,
ni supe
que los hubiese.
D.
LIBORIO: Cierto que es muy delicioso
esto de
hacerse cariños; 975
pero,
porque sea como
Dios
manda, es fuerza casarse.
D.ª
ISABELITA: ¿Y qué, no alcanza el enojo
de Dios a
los que se casan,
ni pecan?
D.
LIBORIO: No.
D.ª
ISABELITA: ¡Qué gracioso! 980
Pues
cáseme usted al punto,
que eso
se despacha pronto.
D.
LIBORIO: Más lo anhelo yo que tú,
y para
casarte sólo
he venido
de mi hacienda. 985
D.ª
ISABELITA: ¿De veras?
D.
LIBORIO: Sí.
D.ª
ISABELITA: ¡Qué alborozo!
D.
LIBORIO: No dudo yo que te guste,
querida,
este matrimonio.
D.ª
ISABELITA: ¿Quiere usted que ambos nos...?
D.
LIBORIO: Cierto.
D.ª
ISABELITA: Tengo de hacer tantos cocos 990
y tantos
mimos a usted.
D.
LIBORIO: Verás si te correspondo. [366]
D.ª
ISABELITA: Mire usted; si se chancea,
de veras
que me incomodo.
¿Me dice
usted la verdad? 995
D.
LIBORIO: Tú lo verás, y muy pronto.
D.ª
ISABELITA: ¿Nos casaremos?
D.
LIBORIO: Sí.
D.ª
ISABELITA: ¿Cuándo?
D.
LIBORIO: Esta noche.
D.ª
ISABELITA: (Riéndose.)
¿Sí? ¡Qué
gozo!
¡Esta
noche!
D.
LIBORIO: ¿Qué, te ríes?
D.ª
ISABELITA: Sí señor.
D.
LIBORIO: Yo no tengo otro 1000
gusto que
dártele a ti.
D.ª
ISABELITA: No puede haber matrimonio
más a mi
placer; mañana
le podré
llamar mi esposo.
Vaya
usted por él.
D.
LIBORIO: ¿Por quién? 1005
D.ª
ISABELITA: ¿Por quién será? Por el otro.
D.
LIBORIO: ¡El otro! Buena la hicimos.
No se
trata aquí de esotro.
El que
con usted se casa
no es,
señora, el lindo mozo 1010
que
adolece de una herida
mortal
que hicieron sus ojos.
Déjele
usted que se muera;
que desde
ahora dispongo
que no me
entre nunca en casa. 1015
Has de
hacer oídos sordos,
si te
hablare; y si llamare,
darás con
la puerta al mono
en los
hocicos, y luego
con un
guijarro bien gordo, 1020
que le
tires del balcón, [367]
le
echarás de aquí, que a todo
tengo yo
de estar presente,
sin que
él lo sepa. ¿Qué modo
es ese?
¿Qué estás gruñendo? 1025
D.ª
ISABELITA: ¡Qué lástima! ¡Es
tan buen mozo!
D.
LIBORIO: ¿Qué se entiende?
D.ª
ISABELITA: Si no tengo
corazón...
D.
LIBORIO: Si chistas, voto
a Dios
que... vamos arriba.
D.ª
ISABELITA: ¿Quiere usted...?
D.
LIBORIO: Lo que dispongo 1030
quiero
que, sin replicarme,
se
obedezca; vamos pronto.
[368]
Acto
tercero
Escena I
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA.
D.
LIBORIO: Sí; te has portado muy bien;
has
cumplido sin disputa
con
cuanto yo te mandé. 1035
El
mancebito sin duda
que se
habrá quedado helado.
Tanto
vale, Isabel, una
persona
que a salvamento
nuestra
inocencia conduzca. 1040
Tú te
hallabas en camino
de
perdición; y segura
era tu
condenación,
si un
momento más escuchas
a quien
quería engañarte. 1045
Todos son
unos en suma
los
mozalbetes del día;
pelo bien
cortado, mucha
chorrera
muy bien plegada,
y con
esto más diablura 1050
esconden
que Satanás;
siempre
están fraguando alguna
malicia
por dar al traste [369]
con
aquella, que descuida
la guarda
de su virtud. 1055
Por fin,
de esta barahunda
has
salido con honor;
y, según
se me barrunta,
la piedra
que le tiraste
no le ha
dejado con muchas 1060
esperanzas
de que tú
alientes
más sus locuras;
y lo que
acabas de hacer
a que
acelere estas nupcias
me
persuade; mas antes 1065
quiero
que escuches en suma
todas las
obligaciones
de una
doncella que muda
de
estado; tú retenerlas
con mucho
esmero procura. 1070
(A COSME
y a BLASA.):
Una silla
aquí a la puerta;
y si
alguno no ejecuta
lo que
mando...
BLASA: ¡Qué!
Si entrambos
lo
tenemos todo en la uña.
Buen
perro nos quiso dar 1075
el tal
mocito.
COSME: Que
nunca
beba yo
vino, si entrare
más en
casa, por más bulla
que meta;
es un majadero.
Anteayer
me dio una chupa 1080
que tenía
un desgarrón.
D. LIBORIO:
Pues sin tardanza ninguna
traed lo
que tengo dicho
para
comer.
(COSME.)
Tú pregunta [370]
por el
vecino escribano, 1085
que
quiero que la escritura
de mi
casamiento otorgue,
con lo
demás que me cumpla.
Escena II
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA.
D.
LIBORIO: (Sentado.) Óyeme con atención:
suelta,
Isabel, la costura, 1090
y no has
de pestañearme
mientras
yo hable, que es de mucha
importancia
lo que voy
a decir,
y quiere suma
meditación...
De hito en hito 1095
mirando;
no pierdas una
palabra;
los ojos puestos
(Señalando
la frente.)
aquí...
Tienes la fortuna
de que me
case contigo.
Da
gracias de tu ventura 1100
a Dios
mil veces al día;
porque,
siendo tú de cuna
villana,
mi bondad quiso,
sacándote
de tu oscura
condición,
llamarte mía, 1105
y a
Vizcondesa te encumbra
del
Atochal, despreciando
veinte
hidalgas cejijuntas,
y algunas
lindas y ricas.
En fin,
Isabel, tú ocupas 1110
mi lecho;
y porque más bien [371]
tus
obligaciones cumplas,
siempre
has de tener presente
que cuanto
eres, a mi mucha
bondad se
lo debes todo.
Piénsalo
así, y no presumas 1115
jamás
alzarte a mayores,
porque yo
tampoco nunca
de esta
boda me arrepienta.
El
matrimonio no es chufla,
Isabel;
que trae consigo 1120
obligaciones
de mucha
entidad;
y yo no quiero
que, por
ser mi esposa, arguyas
que has
de hacer lo que quisieres,
y vivir a
tus anchuras. 1125
El marido
ha de mandar
solo en
casa, y sin excusa
la mujer
obedecerle,
que la
potencia absoluta
pertenece
a los calzones, 1130
y el sexo
imberbe sin duda
nace
esclavo del barbado.
Aunque la
mujer es una
mitad del
género humano,
no por
eso se concluya 1135
que sea
igual al varón;
que fuera
poca cordura.
Una es
mitad soberana,
otra
vasalla, y se ajusta
en todo
por la que manda; 1140
una es
árbitra absoluta,
y la otra
su humilde esclava.
Lo que
ves que una criatura
hace por
obedecer
a cuanto
su padre gusta; 1145 [372]
cuanto un
buen criado al amo;
cuanto un
donado procura
contentar
al guardïán,
y el
bisoño de recluta
al
sargento, es friolera 1150
todo para
la profunda
veneración
y respeto,
humildad
y compostura
con que
una mujer casada,
que con
su obligación cumpla, 1155
ha de
mirar a su esposo,
a su
jefe, a su amo, en suma,
a su
soberano dueño.
La mujer
que no se asusta
cuando el
marido le pone 1160
ceño, y
no se queda muda,
y sin
levantar los ojos
de la
tierra, sin disputa
es una
mala mujer.
En el día
se hallan muchas 1165
que no
siguen estas reglas;
no imites
nunca esas sucias,
y mira cómo
las gentes
de su
conducta murmuran.
El diablo
anda siempre listo, 1170
y
hacernos caer procura
en
tentación; y por eso,
Isabel,
te encargo que huyas
de esos
mancebitos lindos;
piensa
que de tu conducta 1175
pende mi
honra, y que con poco
se amancilla
o se deslustra,
porque el
honor no consiente
que se
anden con él en burlas,
y el
demonio en el infierno 1180 [373]
tiene
calderas profundas
de azufre
y de pez ardiendo
para
castigar las culpas
de las
que contra el honor
pecan;
no, pues no hablo en burlas, 1185
sino muy
de veras: cuenta,
Isabel,
con que si escuchas
dócil
todos mis consejos,
tendrás
el alma más pura
y cándida
que un armiño. 1190
Pero si
el diablo, que busca
ocasión
para perderte,
lo logra,
quedas más sucia
y más
negra que un tizón,
y cuando
mueras, sin duda 1195
te vas
derecha al infierno
como un
huso, para nunca
jamás ver
a Dios; el Cielo
de tamaña
desventura
te libre.
La cortesía... 1200
Así va
bien... Mira, estudia
un
papelito que voy
a darte,
y que encierra en suma
cuanto
deben las casadas
hacer, y
merece mucha 1205
contemplación;
no conozco
a su
autor; pero es de pluma
bien
cortada, y no era lerdo.
Apréndeme
una por una
estas
reglas de memoria, 1210
hasta
tenerlas en la uña
como el
beabá, que en esto
nunca
daña lo que abunda.
Léelas, a
ver si aciertas,
(Se
levanta.) o tropiezas en alguna. 1215 [374]
Reglas
del matrimonio u obligaciones de la
mujer
casada con su ejercicio cotidiano
Regla
primera
D.ª
ISABELITA: (Leyendo.)
«La que
al conyugal lecho
el
sacramento santo introdujere,
grabe
bien en su pecho
que
aunque en doscientas lo contrario viere
su esposo
para sí solo la quiere.» 1220
D.
LIBORIO: Yo te explicaré otro día
esta
máxima profunda;
ahora lo
que conviene
es que
sigas la lectura.
D.ª
ISABELITA: (Siguiendo.)
Regla
segunda
«Nunca en
vanos arreos 1225
dinero y
tiempo gaste inútilmente;
cuando de
su marido los deseos
satisfechos
están, es suficiente;
ni
importa parecer a todos fea,
con que
para su esposo no lo sea.» 1230
Regla
tercera
«Una
mujer honrada
no estila
colorete,
pastas de
olor, perfumes ni pomada.
Quien
tales cosas a gastar se mete,
no lo
hace por petar a su marido, 1235 [375]
sino por
agradar a algún querido.»
Regla
cuarta
«Los ojos
en el suelo
clavados
siempre, o puestos en el cielo,
por la
calle los lleve,
porque
sólo a su esposo mirar debe.» 1240
Regla
quinta
«Visitas
no reciba
de otros
que los amigos del marido,
que en
esto la opinión de honrada estriba;
y es, uso
muy valido
que los
que más a ver la mujer vengan, 1245
menos que
hacer con el marido tengan.»
Regla
sexta
«Regalos
nunca admita,
que en el
siglo presente
el que da
solicita,
y la que
toma, en dar también consiente.» 1250
Regla
sétima
«Tinta,
papel y pluma
la que
tiene recato siempre excusa;
escríbalo
el marido todo en suma,
que la
honrada mujer ni firmar usa.»
Regla
octava
«De toda
concurrencia 1255
huya,
porque es funesta a la
inocencia.
Allí
contra el honor de los esposos
conspiran
mil ociosos.
Cuando
concursos tales prohibidos
estén,
irá mejor a los maridos.» 1260 [376]
Regla
novena
«La mujer
recatada
de
aficionarse al juego
líbrese
más que de caer al fuego;
porque a
veces perdiendo una jugada,
aventurarse
suele 1265
aquello
que al marido más le duele.»
Regla
décima
«Banquetes
y paseos,
a la
fuente del Berro en el verano
son meros
devaneos,
y pruebas
de juïcio poco sano; 1270
que,
aunque le den barato,
siempre
el pobre marido paga el pato.»
Regla
undécima
D.
LIBORIO: Luego, cuando tú estés sola,
acabarás
la lectura;
después
yo te explicaré 1275
las
reglas una por una.
Me
acuerdo ahora que tengo
un
asunto, que es de mucha
entidad,
que despachar.
Muy
presto volveré; estudia 1280
ese
libro, y no le pierdas.
Si el
escribano pregunta
por mí,
dile que me espere.
Escena
III
D.
LIBORIO solo.
Cierto,
fue mucha fortuna [377]
haber
topado con tal 1285
mujer,
con alma tan pura.
Es más
blanda que una cera;
la forma
que más me cumpla
le puedo
dar a mi antojo.
En poco
estuvo sin duda 1290
que su
sobrada inocencia
me
trajese desventura;
pero vale
más que peque
por
simple que por aguda,
porque a
males de esta especie 1295
fácilmente
se halla cura;
y una
simple los consejos
de su
esposo los escucha
con
docilidad; y si otros
la
descaminan alguna 1300
vez,
vuelve al camino recto,
así que
se lo insinúa
su
marido... ¡Oh! no es lo mismo
mujer
discreta, picuda,
culta y
marisabidilla, 1305
que no
hay mollera segura
de desmán
con ella, haciendo
de
nuestros consejos burla,
y
tratando nuestras máximas
de
chochez y paparruchas 1310
de
antaño; y si se les planta
en el
caletre, no hay duda;
hemos de
entrar en el gremio
sin
apelación ni excusa;
que no
hay precaución que valga 1315
contra
sus artes y astucias,
y su
habilidad les sirve
para que
mejor encubran
sus
vicios con el afeite [378]
de recato
y compostura. 1320
Vaya;
peor que el demonio
es una
mujer astuta.
¡A
cuántos conozco yo
que, por
su mala ventura,
no me
dejarán mentir! 1325
Pero en
medio de esta bulla
estará mi
mancebito
maldiciendo
su fortuna.
Bien
empleado le está.
No callan
cosa ninguna 1330
estos
galanes del día;
un
secreto los asusta;
si se ven
favorecidos
de una
dama, lo divulgan
al
momento, y se ahorcaran 1335
si todas
sus aventuras
no las
supiera la gente;
y tan
poco disimulan
su
vanidad, que a mi ver
aquella
que los escucha 1340
ha
perdido la cabeza,
y que...
aquí viene. ¡Qué mustia
cara
tiene! Averigüemos
el motivo
de su angustia.
Escena IV
D.
LEANDRO, D. LIBORIO.
D.
LEANDRO: Vengo de casa de usted. 1345
Parece
estrella sin duda
que nunca
pueda encontrarle. [379]
Al fin
querrá mi fortuna...
D.
LIBORIO: Por Dios, dejemos, amigo,
ceremonias
importunas, 1350
que en amistad
tan antigua
enojan,
si no se excusan.
Tantas
personas malgastan
el tiempo
en esas tontunas,
que no es
cordura imitarlas. 1355
(Poniéndose
el sombrero.)
Esto es
decir que se cubra
usted.
Vamos; ¿los amores
siguen
bien? ¿Esa aventura
va viento
en popa? Yo estaba
algo
distraído en unas 1360
reflexiones,
cuando usted
me la
contó. Pero es mucha
la
presteza con que va;
y el
galanteo se anuncia
con tan
próspero semblante, 1365
que
aguardo buenas resultas.
D.
LEANDRO: Señor
don
Liborio, ahora
el lance
de aspecto muda;
que ha
sucedido a mi amor
un gran
revés de fortuna. 1370
D.
LIBORIO: ¿Cómo así?
D.
LEANDRO: La suerte adversa,
que
siempre de amor se burla,
trajo al
tutor de la niña
a Madrid.
D.
LIBORIO: ¡Qué desventura!
D.
LEANDRO: Y es lo peor que ha
sabido 1375
la
correspondencia oculta
de ambos.
D.
LIBORIO: ¿De dónde mil diablos?
D.
LEANDRO: No sé; la cosa es segura. [380]
Esta
mañana a las once,
que es la
hora que ella acostumbra 1380
recibirme,
me presento,
cuando,
saliendo con furia,
el
muchacho y la criada,
me
gritan: es importuna
su visita
de usted. Fuera; 1385
vaya a
buscar aventuras;
y en los
hocicos me dieron
con la
puerta con gran bulla.
D.
LIBORIO: ¡Con la puerta en los hocicos!
D.
LEANDRO: En los hocicos.
D.
LIBORIO: Sin duda 1390
es mucho
chasco.
D.
LEANDRO: Les quise
hablar
por la cerradura
de la
puerta; pero a todo
respondían:
es tontuna,
no quiere
el amo que usted 1395
entre en
casa.
D.
LIBORIO: ¿Conque, en suma,
ellos no
abrieron?
D.
LEANDRO: ¡Sí, abrir!
Para
sacarme de dudas,
Isabel,
desde el balcón,
me lo
dijo en voz muy dura, 1400
y
tirándome un guijarro.
D.
LIBORIO: ¿Un guijarro?
D.
LEANDRO: ¡Qué pregunta!
Guijarro,
y de buen tamaño,
que, en
pago de mis ternuras,
me tiró
ella con su mano. 1405
D.
LIBORIO: Mándole mala ventura,
amigo, a
su amor de usted.
Digo, y,
si usted se descuida, [381]
le abre
un palmo de cabeza.
D.
LEANDRO: En verdad me descoyunta* 1410 [descoyuntar: desencajar, desquiciar, agotar]
el hombre
con su venida.
D.
LIBORIO: También a mí me da mucha
pena; sí,
a fe de quien soy.
D.
LEANDRO: En pensarlo se me apura
la
paciencia.
D.
LIBORIO: Pero creo 1415
que
hallará usted compostura.
D.
LEANDRO: Veremos de
encontrar
treta
que en su
casa me introduzca,
sin que
lo huela el celoso.
D.
LIBORIO: En eso no hay poner duda. 1420
Ello es
que la niña quiere
a usted.
D.
LEANDRO: Es cosa segura.
D.
LIBORIO: Pues lo logrará.
D.
LEANDRO: Lo espero
así.
D.
LIBORIO: Lo que más le asusta
a usted
es aquel maldito 1425
guijarro;
pero se apura
sin
motivo.
D.
LEANDRO: Eso es muy cierto.
Al punto
la mano oculta
conocí de
aquel vestiglo,
que en
guarda de mi hermosura 1430
anda
siempre vigilante.
Pero la
parte más chusca* [chusco: chistoso, divertido]
de la
historia es la que queda
por
contar, y es una astucia
de la
niña, que me deja 1435
atónito,
y que yo nunca
de su
inocencia aguardara.
Cierto es
que el amor aguza [382]
el
ingenio del más topo;
la
inteligencia más ruda 1440
la
convierte en un instante
en lince;
transforma y muda
al hombre
en otro distinto,
y
mudanzas absolutas
en un
punto, cual si fuera
encanto,
las ejecuta. 1445
Hace
pródigo al avaro;
al
rústico sin cultura
hombre de
buenos modales;
al
cobarde, que se asusta
de todo,
le infunde aliento; 1450
y a la
simple vuelve astuta.
El amor
este milagro
ha obrado
con la hermosura
de
Isabel; porque, fingiendo
que me
denuesta y me insulta, 1455
dijo, al
tirarme la piedra,
alzando
la voz: excusa
usted de
hacerme visitas,
que su
vista me importuna;
ahí lleva
usted mi respuesta; 1460
y el
guijarro, que le asusta
a usted
tanto, me traía,
¿lo dirá
usted? carta suya;
y tan
apropiada al lance
en que se
halla, y que se ajusta 1465
de modo a
su situación,
que la
mujer más aguda
y más
discreta no hubiera
dictado
mejor ninguna.
Es mucho
maestro amor; 1470
aquello
que él no ejecuta,
nadie lo
conseguirá. [383]
¿Qué dice
usted? ¿No es astuta
la
invención para una niña
tan
inocente y tan pura? 1475
¿Qué
piensa usted de la esquela?
¿Le
parece bien la astucia?
Y digo,
¿en esta comedia
el celoso
qué figura
está
haciendo? ¿No es verdad? 1480
Hable
usted.
D.
LIBORIO: Sí; es cosa chusca.
(D.
LIBORIO se ríe de mala gana.)
D.
LEANDRO: No ríe usted lo bastante.
Mire
usted que es brava burla.
El
hombre, al ver que yo quiero
a la
muchacha, se asusta, 1485
se
atrinchera y fortifica
con
guijarros, como en una
ciudadela
amenazada
de
asalto, y con mucha furia
a la
gente de su casa 1490
toda
contra mí la azuza;
mientras
la niña inocente
de las
máquinas que el usa
se vale
para escribirme,
y con sus
ardides frustra 1495
del
celoso impertinente
la
vigilancia importuna.
Yo, no
obstante que su vuelta
mis
esperanzas destruya,
reviento
de risa, amigo, 1500
al
contemplar esta burla.
¡Pero
usted está tan serio!
D. LIBORIO:
(Riéndose de mala gana.)
Perdone
usted, que me gusta,
y me río
cuanto puedo. [384]
D.
LEANDRO: Pues no ha de haber cosa oculta 1505
entre los
dos; conque así
quiero
que de mi hermosura
oiga
usted leer la carta.
No verá
usted de una culta
el estilo;
pero sí 1510
el candor
y la ternura
de un
amor casto, inocente;
bondad
angélica; suma
inocencia,
y del afecto
primero
la impresión pura. 1515
D.
LIBORIO: (Aparte, bajo.) ¡Bribona! De eso te sirve
saber
escribir. ¡Es mucha
maldad! Y
eso que previne
que no te
enseñaran nunca.
D.
LEANDRO: (Leyendo.)
«Quisiera
escribir a usted, y no sé cómo, ni
por dónde empezar. Me vienen mil ideas,
que
deseara que usted las supiera, y no sé cómo decírselas,
ni me fío de mis palabras. Ahora
que
empiezo a ver que me han dejado muy ignorante,
me recelo de decir cosas que sean
malas, o
que no sea bueno decirlas. Y, cierto, que no sé lo
que usted me ha hecho;
pero sí
que
siento a par de muerte lo que me hacen que haga contra usted, y que será para
mí de
mucho
sentimiento el estar sin usted, y que quisiera ser
suya. Acaso es malo decir esto;
pero yo
no puedo menos de decirlo; y quisiera, si
fuera posible, que no fuese malo
escribirlo.
Me dicen continuamente que
todos los mozos engañan, que no se les debe dar
oídos, y,
que todo lo que usted dice es mentira; pero le
aseguro a usted que todavía no me
he [385]
podido figurar que no me trate usted verdad, y
que sus palabras me
agradan tanto,
que no me
puedo persuadir a que sean falsas. Dígame
usted la verdad sin rebozo, porque
como yo
no tengo picardía, fuera mucha maldad si usted me engañara, y me parece que me
moriría
de la pesadumbre.»
D.
LIBORIO: (Aparte.)
¡Perra!
D.
LEANDRO: ¿Qué tiene usted?
D.
LIBORIO: Nada. 1520
Es tos.
D.
LEANDRO: ¿Ve usted
qué ternura
en la
expresión? Es un pasmo
que una
niña que así educan,
y en
tanta sujeción tienen,
tan buen
natural descubra. 1525
Cierto
que es una maldad,
que no
merece disculpa,
haber
dejado en tinieblas
de
ignorancia tan oscura
inteligencia
que luce 1530
tanto,
así que amor la alumbra;
de amor
es este prodigio;
y si la
suerte me ayuda,
como yo
lo espero, el bruto
que la
tiene entre sus uñas, 1535
el
pícaro, el majadero,
el
infame, le asegura
mi...
D.
LIBORIO: Agur...
D.
LEANDRO: ¿Se va usted tan pronto?
D.
LIBORIO: Siento mucho que me ocurra
un asunto
muy urgente. 1540
D.
LEANDRO: Quiere mi mala fortuna [386]
que la
tenga tan guardada,
que lo
que más dificulta
la
empresa es no poder verla.
Dígame
usted, ¿no barrunta* 1545 [barruntar: sospechar, prever, suponer]
algún
medio de que yo
en la
casa me introduzca?
Hablo con
toda franqueza,
porque
entre amigos hay mutua
obligación
de servirse 1550
en casos
tales; discurra
usted que
mozo, criada,
en fin,
todos se conjuran
contra mí,
y por más esfuerzos
que haga,
ninguno me escucha. 1555
Tenía una
buena vieja,
que me
servía con mucha
fidelidad,
y que, cierto,
era un
portento de astucia,
de la
madre Celestina 1560
traslado,
y de calenturas
se murió
habrá cuatro días.
D. LIBORIO:
Lo pensaré a mis anchuras.
Más bien
a usted es factible
que algún
medio se le ocurra. 1565
D.
LEANDRO: Pues adiós, hasta más ver...
Escena V
D.
LIBORIO solo.
¿Habrá
alguien que tanto sufra,
y que no
reviente? El hombre
toda mi
paciencia apura. [387]
No sé
cómo me contengo 1570
sin que
él conozca la zurra* [zurra: tunda, paliza]
que me
está pegando; y, digo,
¿la
bribona tiene astucias?
¿Quién
diablos le enseñaría
tanta
maldad? Y no hay duda, 1575
ella
quiere al picaruelo,
y me
aborrece, y se burla
de mí;
¡pues estamos buenos!
Y lo que
más me trabuca
los
sentidos, y me pone 1580
en una
mortal angustia,
es que la
quiero de veras,
de suerte
que quien usurpa
mi puesto
en su corazón,
dos
heridas me hace en una, 1585
en mi
honor y en mi cariño...
¡Con que
un mocosuelo frustra
mi
prudencia, y coge el fruto
de mi
afán...! Mi más segura
venganza
fuera dejarla 1590
arrastrar
de quien la empuja
hacia su
perdición; pero
fuera
mucha desventura
perder la
que tanto adoro.
¿De qué
sirven mis profundas 1595
meditaciones,
si al cabo
de mis
años me subyuga
una
chicuela sin padres,
sin
caudal, de baja cuna,
que
desdeña mi cariño, 1600
que de
mis penas se burla,
y olvida mis
beneficios;
y, aunque
nada se me encubra,
más la
quiero cuanto más [388]
aborrecerla
procura 1605
mi pecho?
¡Ah loco! ¿No tienes
vergüenza
de la censura
de los
demás? Me daría
mil
bofetadas por una.
Entraré a
ver con qué cara 1610
la
bribona disimula
tan
infame alevosía.
Si contra
mí se conjuran
los
hados, y es signo mío
que hasta
mi mollera cunda 1615
el mal de
tantos maridos,
dame a lo
menos, fortuna,
la
resignación que sobra
a otros
para que lo sufra. [389]
Acto
cuarto
Escena I
D.
LIBORIO solo.
No puedo
parar; no sé 1620
qué
hacerme, ni qué medidas
tomar;
pierdo la cabeza.
¿Qué haré
para que las miras
del
mancebito arrimón
queden
frustradas? La niña, 1625
¡qué
imperturbable descaro!,
no, no la
turba mi vista;
y aunque
ve que estoy sin mí,
mi
presencia no la agita.
Mientras
más desasosiego 1630
tengo,
ella está más tranquila
y más
risueña; y con todo,
cuanto me
enoja y me irrita
más la
chica, me parece
más
hermosa todavía. 1635
Rabio,
grito, me consumo,
y nunca
la vi más linda;
nunca sus
ojos más bellos
me han
parecido que hoy día;
nunca
estuve tan prendado. 1640 [390]
Vaya, la
cosa está vista:
si me la
birla el mocoso
ha de
costarme la vida.
¿Pues
qué? ¡Haberla yo criado,
tomando
tan exquisitas 1645
precauciones,
y con tanto
esmero,
desde muy niña,
para
casarme con ella,
cuando
fuera grandecita;
trabajar,
hace trece años, 1650
en
prepararla a ser mía;
cifrar en
una esperanza
tan
halagüeña mi dicha;
y ahora,
que sazonado
el fruto,
ya a cogerle iba, 1655
vendrá el
otro con sus manos
lavadas,
porque a la chica
le ha
petado su figura,
a dejarme
frío! ¡Linda
cosa
fuera, muy donosa! 1660
No,
amiguito, no en mis días.
O yo he
de perder el nombre
que
tengo, o todas sus miras
le han de
salir al revés;
que no me
ha de dar papilla, 1665
como a
los niños que maman,
ni
hacerme objeto de risa.
Escena II
UN
ESCRIBANO, D. LIBORIO.
ESCRIBANO:
Aquí está; a buena hora vengo.
Tenga
usted muy buenos días. [391]
A otorgar
esa escritura, 1670
pues que
corre tanta prisa,
soy
venido.
D.
LIBORIO: (Sin ver al ESCRIBANO, y
creyendo que está solo.)
¿Cómo
haré?
ESCRIBANO:
¿Qué hay que hacer? Se formaliza
conforme
a derecho.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) Quiero
tomar muy
bien mis medidas. 1675
ESCRIBANO:
Pues no se recele usted
que yo
una cláusula escriba
que le
perjudique.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) Importa
cerrar
bien a la malicia
todos los
portillos.
ESCRIBANO:
Basta 1680
que yo el
asunto dirija.
La dote
que ella llevare,
antes que
usted la reciba,
antecede
tasación,
que hacen
personas peritas, 1685
que usted
y la novia nombran;
y luego
se formaliza
carta de
pago y recibo.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) Si la gente se malicia
algo, en
todas las tertulias 1690
seré el
platillo de risa.
ESCRIBANO:
Nadie tiene que saberlo,
si los
testigos que firman
son
hombres de bien, y callan.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) ¿Y qué he de hacer con la niña, 1695
si me
sucede un desmán?
ESCRIBANO:
Por una ley de Partidas,
de la
cuarta marital
heredará,
si no es rica. [392]
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) El mucho amor que le tengo 1700
me saca
de mis casillas.
ESCRIBANO:
Pues dotarla en ese caso.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.) No atino, por vida mía,
de qué
modo he de tratarla.
ESCRIBANO:
Es disposición precisa 1705
de
nuestras leyes de Toro,
que a la
mujer en Castilla
la décima
de sus bienes
el marido
a dar se ciña,
cuando
más; pero esta ley 1710
es muy
fácil eludirla.
D.
LIBORIO: (Lo mismo.)
Sí... (Ve
al ESCRIBANO, y se calla.)
ESCRIBANO:
Los bienes gananciales
a ambos
cónyuges se aplican
por
igual, y es ley sentada
en los
reinos de Castilla. 1715
La
donación propier nuptias...
D.
LIBORIO: ¿El qué?
ESCRIBANO:
Es cosa muy distinta.
El
cónyuge, que a su esposa
la tiene
en mucha valía,
puede
otorgarle escritura 1720
de arras,
y en ella se obliga
a darle
de cuanto tiene
la
décima; le da vistas,
esto es,
joyas y preseas* [preseas: alhajas, prendas]
que las
leyes de Partidas 1725
denominan
donadíos;
ni
tampoco se le quita
la
facultad de donarle,
Causa
mortis, lo que elija,
y de un
modo irrevocable... 1730
Parece
que usted me mira... [393]
¿No hablo
conforme a derecho?
¿O vengo
a que aquí me digan
mi
obligación de escribano?
Pues,
cierto, que no sabría 1735
ahora lo
que es la dote,
la
largueza esponsalicia,
los
bienes antifernales.
¿No sé
que se comunican
los
gananciales, constante 1740
matrimonio,
acá en Castilla,
y que
compete el dominio
al marido
mientras viva?
¿Ignoro
que el usufructo
de los
dotales se aplica 1745
a cargas
del matrimonio?
Por eso
los administra
el
marido, mientras...
D.
LIBORIO: Dale.
¿Quién
diablos a usted le quita
que lo
sepa, ni a qué viene 1750
ahora esa
tarabilla?
ESCRIBANO:
Usted, que está haciendo gestos,
como si
fueran pamplinas
lo que
digo.
D.
LIBORIO: Lleve el diablo
al hombre
y su letanía. 1755
Agur; en
estando solo
siga
usted con su maldita
jerigonza
hasta mañana.
ESCRIBANO:
¿No me llamaron con prisa
a otorgar
una
escritura?
1760
D.
LIBORIO: Sí; pero será otro día,
que han ocurrido
otras cosas.
Pues trae
el hombre bonita
conversación
para el lance. [394]
ESCRIBANO:
(Solo.) Él ha
de tener
su pizca 1765
de loco,
si no me engaño.
Escena
III
EL
ESCRIBANO, COSME, BLASA.
ESCRIBANO:
(Yendo hacia COSME y BLASA, que salen.)
¿No es
cierto que me quería
hablar el
amo?
COSME:
Seguro.
ESCRIBANO:
Pues cuidado que le digan
ustedes,
así que venga, 1770
que es un
sandio*, con manías [sandio: imbécil, idiota]
de loco.
BLASA: Se
lo diremos
sin
falta.
COSME: Eso
es cuenta mía.
Escena IV
D.
LIBORIO, COSME, BLASA.
COSME:
¡Señor!
D.
LIBORIO: Venid acá, amigos
fieles,
en quien se confían 1775
mis
designios; ya me han dado
de cuanto
os debo noticias.
COSME:
Dice el escribano...
D.
LIBORIO: Deja
que lo
que quisiere diga; [395]
y
tratemos de otras cosas 1780
más
urgentes. La malicia
quiere
deshonrarme, y fuera
para
vosotros mancilla
que
vuestro amo sin honor
viviera;
se mofaría 1785
todo el
mundo de vosotros;
y así,
como mi desdicha
cogiera a
los dos, conviene
que
siempre estéis a la mira,
y que el
mocito no pueda... 1790
BLASA:
Toma; eso es cosa sabida;
lo mismo
que el Padre nuestro.
D.
LIBORIO: Si os viene
haciendo caricias,
no le
escuchéis.
COSME: Ni
por pienso.
BLASA:
Pues a buen árbol se arrima. 1795
D.
LIBORIO: Si te dice; Cosme, amigo,
ten
lástima, por tu vida,
de mi
tormento.
COSME: No
quiero.
D.
LIBORIO: Bueno...
(A
BLASA.) Querida Blasita;
tú, que
tienes una cara 1800
tan
bonitilla, tan linda...
BLASA:
Noramala*. [noramala: en hora mala]
D.
LIBORIO: Así va bien.
(A
COSME.) Cuando algo, Cosme, te pida
más de
aquello que Dios mande.
COSME:
¡Picarón!
D.
LIBORIO: Bien, a fe mía. 1805
(A
BLASA.) Blasa, mira que me muero,
si de mí
no te lastimas.
BLASA:
¡Desvergonzado, bribón!
D.
LIBORIO: ¡Qué bien dicho! [396]
(A
COSME.) Cosme, mira
que yo no
quiero que nadie, 1810
sin que
le pague, me sirva,
y que te
he de premiar bien.
Ahí
tienes cuatro doblitas
adelantadas;
y tú,
Blasa,
esa friolerilla 1815
para
feriarte un pañuelo.
(Ambos
alargan la mano, y toman el dinero.)
No
penséis que se limita
mi
gratitud a tan poco.
Lo que
ahora solicitan
mis
ansias es ver al ama. 1820
BLASA:
(Empujándole.)
Fuera de
aquí.
D.
LIBORIO: Muy bien, hija.
COSME: (Lo
mismo.)
A la
calle.
D.
LIBORIO: Bueno.
BLASA:
(Lo mismo.) Presto.
D.
LIBORIO: Basta: tenéis bien
sabida
la
lección.
BLASA:
Pues no; graciosa
condición
gasta la niña. 1825
¿Está a
su gusto de usted?
D.
LIBORIO: Menos el que se reciba
el
dinero.
BLASA: Es
una cosa
que
siempre se nos olvida.
COSME:
¿Empezamos otra vez? 1830
D.
LIBORIO: No; ya no se necesita.
Éntrense
ustedes en casa.
COSME:
Digo; si le parecía
a
usted...
D.
LIBORIO: Ya he dicho que no. [397]
Cuidado
con que a la mira 1835
estéis;
no quiero el dinero
que os he
dado; mas de vista
nunca
perdáis a Isabel,
ni dejéis
entrar visitas.
Escena V
D.
LIBORIO solo.
Para que
no me la peguen, 1840
el sastre
de más arriba
quiero
traerme al portal;
y ella no
saldrá ni a misa,
si no es
conmigo; y en casa
no me han
de entrar amiguitas, 1845
ni
prenderas, ni mujeres
que vendan
ricas basquiñas
de lance,
buen chocolate
barato, o
mantelería,
y con
este achaque traigan 1850
del
cortejo la esquelita.
No;
conmigo no hay emboque;
que tengo
mucha malicia,
y he
rodado por el mundo.
Mancebitos,
los del día, 1855
perro
viejo todo es maulas;
conmigo
no hay engañifas. [398]
Escena VI
D.
LEANDRO, D. LIBORIO.
D.
LEANDRO ¡Cuánto celebro encontrarle
a usted!
Es cosa de risa,
pero por
poco me sale 1860
cara, la
que en esta misma
hora
acaba de pasarme.
Me paré
junto a la esquina,
cuando
observo a su balcón
asomada
Isabelita, 1865
que
estaba tomando el fresco;
me hace
una seña; se esquiva,
y me abre
por el postigo;
mas no
estaba todavía
en su
aposento con ella, 1870
cuando el
celoso con prisa
trepaba
por la escalera.
En una
tan repentina
desgracia,
lo que ocurrió
más
presto a la pobre niña 1875
fue
encerrarme en un armario.
Desde
allí yo no le vía,
pero le
oía dar pasos
descompasados;
las sillas
tirarlas,
dar de patadas 1880
a un
perrillo que le hacía
fiestas;
dar grandes sollozos,
y romper
hasta la china
que había
en la rinconera
del
retrete de la chica. 1885
Sin duda
que alguna cosa [399]
ha
averiguado este día
de la
esquela de Isabel.
Después
de escena tan linda,
sin
hablar una palabra, 1890
el gran
bestia toma pipa,
y la
muchacha asustada
me saca
de mi garita,
y me
manda que me vaya
al punto,
por si volvía 1895
el don
Marcos; pero tengo
esta
propia noche cita
en su
cuarto; cuando esté
ya la
gente recogida,
he de dar
cinco palmadas, 1900
que es la
seña; Isabelita
abrirá el
balcón, y yo
tengo
escala prevenida,
y me subo
a su aposento.
Amigo,
tanta alegría 1905
me tiene
fuera de mí,
y rabiaba
por decirla
a usted,
que es tan buen amigo;
porque no es cumplida dicha
aquella que a los amigos
fieles no se comunica
porque no es cumplida dicha
aquella
que a los amigos 1910
fieles no
se comunica.
¿Qué tal?
¿Llevo en buen estado
mi amor?
Pero estoy de prisa;
agur*, que
quiero poner [agur: adiós, chao]
al punto
las cosas listas. 1915 [400]
Escena
VII
D.
LIBORIO solo.
¡Que así
el influjo maligno
de mi
estrella me persiga,
que ni
respirar me deje!
Entrambos*
a dos se aplican [entrambos: los dos, ambos]
de tal
manera a frustrar 1920
de la
vigilancia mía
los
conatos*, que es prodigio [conato: intento, propósito]
que su
intento no consigan.
¡Así yo,
en mi edad madura,
seré
escarnio de una niña 1925
inocente,
y de un rapaz
sin
juïcio; yo que vía
desde el
puerto los escollos,
donde
otros maridos iban
a
zozobrar, contemplando 1930
la causa
de sus desdichas;
que
veinte años he pensado
en ver
cómo encontraría
mujer,
con quien no tuvieran
los
mozalbetes cabida; 1935
y que
para conseguirlo
he tomado
las medidas
más
prudentes y acertadas!
Parece
que la maligna
suerte
del linaje humano 1940
quiere
que nadie se exima
de este
fatal contratiempo;
pues que
mi filosofía,
mi
experiencia, mis profundas [401]
meditaciones
fallidas 1945
vienen a
salirme todas.
¡La senda
que todos pisan
haberla
dejado, y luego
cogerme
la rueda misma
que a
cuantos maridos andan 1950
por el
mundo! No en mis días;
no has de
salir con la tuya,
aunque te
empeñes, maldita
estrella.
No; en mi poder
la chica
está todavía. 1955
Si ese
diablo de mozuelo
de su
corazón me priva,
veremos
si lo demás
mi
vigilancia le quita.
Esta
noche, que él se piensa 1960
pasarla
en su compañía
alegremente,
será
más negra
que él imagina.
Por fin
no es del todo malo,
que él
mismo es el que me avisa 1965
del
riesgo que me amenaza,
y que
tanto desatina,
que los
favores que alcanza
de su
propio rival fía.
Escena VIII
D. LIBORIO: (Aparte.) Miren ustedes si sabe
Mis notas, lecturas, links, sitios de interés
- Leer el libro:
http://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=8147_7792_1_1_8147
- Biblioteca Virtual Universal:
http://www.biblioteca.org.ar/libros/92579.pdf
- Adaptación de la obra para la comunidad educativa, Comunidad de Madrid:
http://intercambia.educalab.es/wp-content/uploads/2015/09/LA-ESCUELA-DE-LAS-MUJERES.pdf
- Molière, biografía:
http://www.ciudadseva.com/textos/estudios/moliere/Molie01.htm
- El feminismo ambiguo de Molière, Javier del Prado Viezma, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filología Francesa:
http://revistas.ucm.es/index.php/THEL/article/viewFile/THEL0808110123A/33155
- Critique, L´école des femmes, théâtre:
http://fr.canoe.ca/divertissement/arts-scene/critiques/2011/10/12/18812836-jdm.html
Escena VIII
D. LIBORIO: (Aparte.) Miren ustedes si sabe
discurrir
con desparpajo 2465
la
bobita. ¿Una doctora
respondiera
más al caso?
¡Ay, qué
mal la conocía!
Sin duda
alguna, en tratando
de estas
cosas, una boba 2470
sabe más
que un varón sabio...
(A D.ª
ISABELITA.):
Puesto
que tan bien discurres,
¿te he
mantenido con tanto
lujo, a
fin que coja el fruto
otro de
todos mis gastos? 2475
D.ª
ISABELITA: No, que piensa resarcirlo
todo,
hasta el último ochavo.
D.
LIBORIO: (Aparte.) Me vuela con sus respuestas.
(En voz
alta.) Norabuena; ¿y los cuidados
que tu
educación me cuesta, 2480
con qué,
dime, ha de pagarlos?
D.ª
ISABELITA: Si vale decir verdad,
no pienso
que sean tantos.
D.
LIBORIO: ¿Pues no te he dado enseñanza?
D.ª
ISABELITA: Cierto que ha sido un milagro, 2485
y que me
puedo alabar
de lo que
me han enseñado.
¿Piensa
usted que, aunque tan niña,
en mi
ignorancia no caigo?
Pues me
da mucha vergüenza 2490
de que,
teniendo mis años,
sé tan
poco; y, si yo puedo, [420]
pronto
saldré de este estado.
D.
LIBORIO: ¡Hola! Quieres ser doctora,
y que te
instruya Leandro? 2495
D.ª
ISABELITA: ¿Por qué no? Lo que yo sé,
si puedo
decir que sé algo,
¿quién,
sino él, me lo enseñó?
De suerte
que en tantos años
menos a
usted he debido 2500
que en
tres días al muchacho.
D.
LIBORIO: No sé cómo me contengo,
que no le
pego un guantazo,
y de su
maldita sorna
un
bofetón bien vengado 2505
me deja.
D.ª
ISABELITA: Bien puede usted,
si
satisface su agravio
con
pegarme.
D.
LIBORIO: (Aparte.) Esa mirada
y ese
acento con mi enfado
acabaron
ya, y mi amor 2510
se olvida
de todo cuanto
me
ofendió. ¡Maldito amor!
¿Puede
darse mayor flaco
que el
querer bien? Las mujeres
son
animales livianos, 2515
frágiles,
antojadizos;
sin cesar
están fraguando
tretas
para que los hombres
se den de
veras al diablo;
en suma,
son los peores 2520
entes que
Dios ha criado,
y nos
morimos por ellas,
y
gobernar nos dejamos
por sus
cabezas al aire.
(A D.ª
ISABELITA.): [421]
Esto se
acabó ya; hagamos 2525
las
paces; yo te perdono,
picarilla,
los agravios
que me
has hecho, y mi cariño
te
vuelvo, como antes; tanto
te
quiero; tú, Isabelita, 2530
también
me querrás en pago.
¿No es
así?
D.ª
ISABELITA: Con mucho gusto,
lo
hiciera; pero es en vano
esforzarme,
si no puedo.
D.
LIBORIO: Sí podrás, monilla, vamos; 2535
haz un
esfuerzo. ¿No escuchas
este
suspiro inflamado?
Mira qué
tiernos que pongo
los ojos.
¿No ves qué guapo
que soy?
Deja ese mocoso. 2540
Sin duda
el bribón te ha dado
algún
hechizo; verás
qué buena
vida pasamos
en
matrimonio los dos.
Tendrás
siempre barro a mano 2545
para
andar muy petimetra*, [petimetra: presumida]
que es lo
que te gusta tanto.
No te
reñiré jamás,
aunque me
gastaras cuanto
caudal
tengo; todo el día 2550
te estaré
besuqueando
y
haciendo mimos; por fin
verás que
nunca regaño,
aunque tu
conducta sea
tal...
excuso hablar más claro. 2555
(En voz
baja, aparte.)
¡Hasta
dónde una pasión
maldita
puede arrastrarnos! [422]
(Recio.)
Mi amor, en una palabra,
es tan
grande, que me allano
a hacer
cuanto tú quisieres. 2560
¿Quieres
experimentarlo,
ingrata?
¿Quieres que llore?
¿Quieres
ver cómo me arranco
el pelo,
cómo me doy
de
golpes, cómo me mato? 2565
Dime,
crüel lo que quieres,
verás que
al instante lo hago.
D.ª
ISABELITA: Todo lo que usted me dice
es gastar
el tiempo en vano;
más
hiciera solamente 2570
con dos palabras Leandro.
D.
LIBORIO: Esto ya pasa de raya;
pues me
sigues provocando,
saldrás
luego de Madrid;
en San
Fernando te encajo; 2575
veremos
si allí te olvidas
de ese
guapito muchacho.
Escena V
D.
LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME.
COSME:
Señor, no sé cómo ha sido;
pero, a
mi ver, se ha marchado
el ama
con el difunto. 2580
Lo cierto
es que faltan ambos.
D.
LIBORIO: Aquí está; llévala a casa,
y
enciérramela en un cuarto.
(Aparte.)
No la irá a buscar allí
el mocito
acicalado; 2585 [423]
y luego
antes de dos horas
otro
albergue le preparo
más seguro.
(A
COSME.): Echa la llave,
y mira
bien que te encargo
que no la
dejes ni un punto. 2590
(Quedándose
solo.)
Es muy
factible que cuando
no le vea
se le olvide
ese
maldito Leandro.
Escena VI
D.
LEANDRO, D. LIBORIO.
D.
LEANDRO: ¡Ah, sin mí estoy de pesar!
Señor don
Liborio, el hado 2595
me
persigue; la beldad,
que con
tantas veras amo,
me
quieren quitar; mi padre
en este
instante ha llegado
en posta,
y viene a casarme, 2600
sin
haberme dicho el trato,
con la
hija de don Enrique,
aquel
poderoso indiano
por quien
antes pregunté
a usted.
Cuál mi sobresalto 2605
puede
ser, piénselo usted;
y, si en
trance tan amargo
no
encuentro quien me socorra,
ha de ser
el postrer paso
de mi
vida. Apenas supe 2610
de mi
desdicha el amago, [424]
cuando,
sin poder valerme,
por poco
me da un desmayo.
En fin,
oí que mi padre
estaba
determinado 2615
a venir a
ver a usted,
y le gané
por la mano.
Por Dios
que no sepa nada,
del
empeño en que yo me hallo,
y haga
usted por disuadirle 2620
de estas
bodas, pues que tanto
influjo
tiene con él.
D.
LIBORIO: Ya entiendo.
D.
LEANDRO: Si ahora alcanzo
que se
dilaten, me basta.
Después...
D.
LIBORIO: Pierda usted cuidado. 2625
D.
LEANDRO: Toda mi esperanza tengo
en usted.
D.
LIBORIO: Ya.
D.
LEANDRO: En este caso,
como de
un padre, me fío
de
usted... Pero ya han llegado.
Apártese
aquí conmigo, 2630
y óigame
a solas un rato.
Escena
VII
D.
ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONI
O, D.
LEANDRO, D. LIBORIO.
(D.
LEANDRO y D. LIBORIO se retiran a una
esquina
del tablado, y hablan aparte.)
D.
ENRIQUE: (A D. ANTONIO.)
Al punto
que le hube visto [425]
a usted,
dije que era hermano
de mi
difunta mujer,
que se le
parece tanto, 2635
que no vi
en toda mi vida
otro tan
cabal retrato,
¡Cuánto
siento que la muerte
me la
hubiera arrebatado,
cuando ya
estaban las cosas 2640
dispuestas
para embarcarnos,
y cuando
el hado, que siempre
le había
sido contrario,
le
permitía volver
sin temor
al suelo patrio, 2645
y en el
seno de los suyos
hallar
alivio a sus largos
afanes!
Pero el destino
fue con
nosotros escaso
de tanta
dicha; y así 2650
sólo
resta consolarnos
de su
dolorosa falta
con la
niña que ha dejado;
y aunque
yo deba tener
a dicha
que dé su mano 2655
al hijo
de tal amigo,
como es
el señor don Pablo,
si usted
no aprueba este enlace,
no se
dará en él más paso,
D.
ANTONIO: Fuera dar muestras de loco 2660
repugnar
a lo que tanto
aprecio
merece.
D.
LIBORIO: (Aparte a D. LEANDRO.) Sí;
yo lo
compondré.
D.
LEANDRO: (Aparte a D. LIBORIO.)
Cuidado
con...
D.
LIBORIO: (A D. LEANDRO, aparte.) Nada
recele usted. [426]
(D.
LIBORIO deja a D. LEANDRO para dar un
abrazo a D. PABLO.)
D. PABLO:
(A D. LIBORIO.) ¡Con
cuánto
gusto le abrazo 2665
a usted!
D.
LIBORIO: No es menor mi gozo.
D. PABLO:
Vengo...
D.
LIBORIO: Ya me han informado
de todo.
D. PABLO:
¡Ya usted lo sabe!
D.
LIBORIO: Sí.
D. PABLO:
Me alegro.
D.
LIBORIO: Don Leandro
a estas
bodas se resiste, 2670
y en
secreto me ha rogado
que le
disuadiera de ellas
a usted;
pero yo, al contrario,
soy de
dictamen que deben
acelerarse,
y que el caso 2675
exige
imperiosamente
que
usted, sin darle más plazo,
a su hijo
case al momento,
que es
perder a los muchachos
tolerar
sus desvaríos. 2680
D.
LEANDRO: (Aparte.)
¡Bribón!
D.
ANTONIO: Si él a dar la mano
a mi
sobrina repugna,
no me
parece acertado
apremiarle;
y como yo
piensa
sin duda mi hermano. 2685
D.
LIBORIO: ¿Quiere usted que le gobierne
su hijo?
Pues no fuera malo
que
dispusiera el mocito,
y
obedeciera el anciano;
sería el
mundo al revés. 2690 [427]
No,
compadre, no; don Pablo
es amigo íntimo
mío;
hace ya
que nos tratamos
muchos
años, y su honor
me
interesa acaso tanto 2695
como el
mío; no se diga
que a su
palabra ha faltado,
porque es
su hijo un calavera,
y él no
tuvo en este caso
la
suficiente entereza. 2700
D. PABLO:
Bien dicho; no hay que dudarlo;
yo haré
que mi hijo obedezca,
sea por
fuerza o de grado.
D.
ANTONIO: (A D. LIBORIO.)
No sé por
qué en este asunto
toma
usted cartas con tanto 2705
calor, no
siendo pariente.
D.
LIBORIO: Yo me entiendo.
D. PABLO:
Sí; estimamos,
señor don
Liborio...
D.
ANTONIO: No
quiere
ser así llamado.
Vizconde
del Atochal 2710
se
titula.
D.
LIBORIO: No hace al caso.
D.
LEANDRO: (Aparte.)
¡Qué
escucho!
D.
LIBORIO: (A D. LEANDRO.) Sí, amigo mío;
de esa
manera me llamo,
¿qué
quería usted que hiciera?
D.
LEANDRO: (Aparte.) Vaya, está echado
mi fallo. 2715 [428]
Escena
VIII
D.
ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONIO,
D.
LEANDRO, D. LIBORIO, BLASA.
BLASA:
Señor, si no acude usted,
se
escapará de las manos
Isabel,
sin ser posible
retenerla,
que ya un salto
quiso dar
por el balcón. 2720
D.
LIBORIO: Que venga aquí. (Se va BLASA.)
(A D.
LEANDRO.) Yo me marcho
al lugar
con ella al punto.
Amigo
mío; en su caso
no hay
más que tener paciencia,
y
acordarse del adagio, 2725
que hasta
el fin nadie es
dichoso.
D.
LEANDRO: (Aparte.) ¿Hay
hombre
más desdichado?
Y todo
por culpa mía.
D.
LIBORIO: (A D. PABLO.)
Lo que
hay que hacer es casarlos
cuanto
antes; y mire usted 2730
que soy
de los convidados
a la
boda.
D. PABLO:
En eso estoy.
Escena IX
D.ª
ISABELITA, D. PABLO, D. ENRIQUE, D.
ANTONIO,
D. LIBORIO, D. LEANDRO,
COSME,
BLASA.
D.
LIBORIO: (A D.ª ISABELITA.)
Venga
aquí usted, niña, vamos.
[429]
¿Conque
si no la detienen,
se echa
del balcón abajo? 2735
Aquí está
su queridito.
Dígale
adiós, que va largo
el que le
vea otra vez.
(A D.
LEANDRO.)
¿Cómo ha
de ser? Es mal trago;
pero en
amor hay sus quiebras, 2740
y a veces
lo que pensamos
suele
salir al revés.
D.ª
ISABELITA: ¿Qué, me abandona Leandro?
D.
LEANDRO: Estoy mortal; este día
será de
mi vida el plazo. 2745
D.
LIBORIO: Vamos, vamos, parlanchina.
D.ª
ISABELITA: No me he de mover un paso.
D. PABLO:
¿Qué significa esta bulla?
En ayunas
nos quedamos
todos.
D.
LIBORIO: No es nada; otro día 2750
lo
explicaré más despacio.
Hasta más
ver.
D. PABLO:
¿Dónde va
usted?
Espérese un rato.
D.
LIBORIO: Haga usted el matrimonio
que le
tengo aconsejado, 2755
de su
hijo, aunque él lo repugne.
D. PABLO:
Sí, señor; en eso estamos.
¿Pero los
que de estas bodas
habían a
usted hablado,
no le
dijeron también 2760
que la
novia, de que estamos
tratando,
la tiene usted
en su
casa ha muchos años;
que es la
hija de don Enrique,
que de
secreto contrajo 2765 [430]
matrimonio
con la hermana
de don
Antonio? ¿Qué extraño
viaje es
ese?
D.
ANTONIO: Por cierto,
compadre,
que es usted raro.
D.
LIBORIO: ¡Qué...!
D.
ANTONIO: Don Enrique y mi hermana 2770
de
secreto se casaron,
y
tuvieron esta niña,
que a la
familia ocultaron.
D. PABLO:
Y en un lugar se crió
con un
apellido falso. 2775
D.
ANTONIO: Por calumnias a salir
de España
se vio obligado.
D. PABLO:
Y se marchó a Guatemala,
con mil
peligros lidiando.
D.
ANTONIO: Donde hizo mucho caudal, 2780
y ha
vuelto a su patria ufano.
D. PABLO:
Y ha buscado a la aldeana,
que de su
hija se hizo cargo.
D.
ANTONIO: Que dice que se la dio
a usted
hace muchos años. 2785
D. PABLO:
Y que usted por caridad
a la niña
la ha criado.
D.
ANTONIO: Y él, lleno el
pecho de
gozo,
la mujer
a Madrid trajo.
D. PABLO:
Que vendrá luego al instante 2790
a ponerlo
todo en claro.
D.
ANTONIO: (A D. LIBORIO.) Yo sospecho lo que tiene
a usted
tan atosigado.
Pero dé
gracias al cielo.
Si piensa
que es mal tamaño 2795
ser
marido, y consentido,
el
remedio está en su mano.
No se
case el que no quiera [431]
ser
clïente de San Marcos.
D.
LIBORIO: (Se va, fuera de sí,
y sin
poder articular palabra.)
¡Bú!
Escena X
D.
ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONI
O, D.ª
ISABELITA, D. LEANDRO.
D. PABLO:
¿Por qué se va furioso? 2800
D.
LEANDRO: ¡Padre! ¡Qué feliz acaso!
Las bodas
que usted trataba,
las había
de antemano
concluido
ya el amor,
y nos
habíamos dado 2805
Isabel y
yo de ser
esposos
palabra y mano.
Por ella
me resistía
a dar
cumplimiento al trato
hecho ya
con don Enrique. 2810
La
fortuna lo ha guiado
mejor.
D.
ENRIQUE: Luego que
la vi,
impulsos me estaban
dando,
sin
poderme
contener,
de darle
dos mil abrazos. 2815
¡Hija de
mi corazón!
D. ANTONIO:
Este no
es lugar, hermano,
para
hacer esos extremos.
Bien
cerca de casa
estamos.
Vámonos, que
allí podremos 2820
sin
escándalo abrazarnos [432]
todos, y
daremos gracias
a don
Liborio de cuanto
hizo por
Isabelita,
desde sus
más tiernos años. 2825
FIN
El telón nunca se cierra completamente |
Mis notas, lecturas, links, sitios de interés
- Leer el libro:
http://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=8147_7792_1_1_8147
- Biblioteca Virtual Universal:
http://www.biblioteca.org.ar/libros/92579.pdf
- Adaptación de la obra para la comunidad educativa, Comunidad de Madrid:
http://intercambia.educalab.es/wp-content/uploads/2015/09/LA-ESCUELA-DE-LAS-MUJERES.pdf
- Molière, biografía:
http://www.ciudadseva.com/textos/estudios/moliere/Molie01.htm
- El feminismo ambiguo de Molière, Javier del Prado Viezma, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filología Francesa:
http://revistas.ucm.es/index.php/THEL/article/viewFile/THEL0808110123A/33155
- Critique, L´école des femmes, théâtre:
http://fr.canoe.ca/divertissement/arts-scene/critiques/2011/10/12/18812836-jdm.html
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Conversar de libros, y de los caminos a donde ellos nos llevan, dar una opinión, contar impresiones, describir una escena, personaje favorito, nunca contarlo todo, aunque a veces, elijamos ir un poco más allá, y no está mal, no a todos les molesta.
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