sábado, 16 de enero de 2016

Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière, «La escuela de las mujeres».



Molière 

nacía un día como hoy, 15 de enero de 1622, en París 



Dramaturgo y actor 


 

Jean-Baptiste Poquelin, llamado Molière

Dramaturgo, humorista y comediógrafo

[15 de enero de 1622, París-17 de febrero de 1673, ibídem]



Uno de los mejores escritores de teatro. Estas son las obras que han dejado tal impresión en los lectores, unidos a través de los siglos, que es imposible no volver a ellas, a través de obras teatro, cine o libros.

Algunas de sus obras notables: 

  • Los enredos de Scapin
  • El burgués gentilhombre
  • El enfermo imaginario
  • El misántropo
  • Tartufo
  • Don Juan
  • La escuela de las mujeres 

En ellas encontramos sus innumerables sátiras con los retratos de la corrupción en todos los estratos sociales, pero principalmente en la burguesía parisina. Sus críticas y humoradas provocaron el desprecio de muchos, entre ellos de la Iglesia Católica. Claro que con el tiempo se transformó en una primera figura literaria mundial y todo reclamo perteneció al pasado.

Escribió sobre temas que no prescriben, criticó: una forma de vida en el que se le daba más importancia a los bienes materiales sobre los espirituales, a la moda, al hombre que lleva una vida extrema y llena de vicios, el que vive de engaños e inconstantes romances, al ateo que no cree en nada más que en su buena fortuna y sus aventuras; a la hipocresía social, al abuso de confianza y la gran influencia que en ocasiones, poseían determinadas figuras eclesiásticas, a la avaricia, al hombre obsesionado con los valores morales y que juzga severamente a los demás, al hipocondríaco esclavo de todas sus enfermedades, cuyos métodos para curarse rayan en lo grotesco,... Y así podría seguir, todas las mezquindades, las pequeñeces, las miserias que no cesan, con otros escenarios allí están y las reconocemos en estas obras magistrales.

Adaptémonos al lenguaje de Molière y leamos una de sus obras, espero que la disfruten, un festejo, recuerdo y homenaje a la mejor manera.

C. G. 



Pasen




 La escuela de las mujeres

 [1662]

 


 nunca digo una palabra;            
porque puede ser que un día
me coja la rueda, y hagan
burla de mí los burlados



Comedia en 5 actos y en verso, estrenada en el teatro de Palais-Royal, el 26 de diciembre de 1662.


Personajes:


D. LIBORIO, o el Vizconde del Atochal.
D.ª ISABELITA, hija de D. ENRIQUE.
D. LEANDRO, amante de D.ª ISABELITA, hijo de D. PABLO.
D. ANTONIO, amigo de D. LIBORIO.
D. ENRIQUE, cuñado de D. ANTONIO y padre de D.ª ISABELITA.
D. PABLO, padre de D. LEAND
RO y amigo de D. LIBORIO.
COSME, villano, criado de D. LIBORIO.
BLASA, villana, criada de D. LIBORIO. 
UN ESCRIBANO. 


La escena:
en Madrid Plazuela de
las Comendadoras de Santiago. [329]


Acto primero

Escena I


D. ANTONIO, D. LIBORIO.

D. ANTONIO: ¿Dice usted que va a casarse? 
D. LIBORIO: Y sin pasar de mañana. 
D. ANTONIO: Amigo, aquí estamos solos,
y nadie oye lo que se habla.
¿Quiere usted que diga claro    5
lo que pienso? Aventurada
resolución me parece
la de usted, y aun temeraria.
Mucho temo que estas bodas
le han de salir a la cara. 10 
D. LIBORIO: No extraño yo esos temores.
Usted, sin salir de casa,
acaso encuentra motivos
justos de miedo, y le espanta
mi suerte ya de antemano. 15
Yo la frente levantada
andaré siempre, y no hay miedo
que me la agobie la carga. 
D. ANTONIO: Esos, compadre, son golpes
de la fortuna voltaria,           20
que no pueden remediarse,             [330]
y son precauciones vanas
y necias cuantas se toman
contra ellos.
Aquí la causa
de que me asusten sus bodas        25
es tanta pesada chanza
con que usted a mil maridos
los zahiere* en todas cuantas       [zaherir: reprender, mortificar, humillar]
ocasiones se presentan,
pregonando cuanto indaga      30
sobre ocultos galanteos.
D. LIBORIO: ¿Quién, sin ser Job, aguantara
la paciencia y sufrimiento
de tanto marido que anda
por Madrid? En esta tierra           35
son de condición tan mansa
los hombres, que es un prodigio.
Aquél sin cesar afana
por amontonar dinero,
que luego su mujer gasta              40
con quien le mete en el gremio.
De estotro es menos contraria
la estrella, que mil galanes
a su esposa la regalan,
y él muy sosegado piensa                     45
que obsequian así sus raras
virtudes, y el muy babieca
no advierte su propia infamia.
Uno mete mucha bulla,
que no le sirve de nada;       50
otro lo consiente todo;
y así que ve entrar en casa
el cortejo, en diligencia
coge el sombrero, y se marcha.
Aquélla dice al marido       55
que la requiebra con ansia            [331]
don Cirilo, y le recibe
muy tiesa y muy remilgada
cuando está el tonto delante,
que se le cae la baba,            60
y compadece al galán,
sin que haya para ello causa.
Otra se feria mil joyas,
y dice que juega y gana;
y sin saber a qué juego,      65
el marido se lo traga,
dándole gracias a Dios
de que le pinten las cartas
bien a su mujer. Por fin,
es cuento que no se acaba         70
la historia de los maridos.
¿Y quiere usted que yo no haga
escarnio de tanto necio
como...? 
D. ANTONIO: Y si la suerte varia
le mete en la cofradía     75
a usted, ¿no ve con qué ganas
le van a hacer el buz* todos?    [buz: loc. verb. coloc. demostración de reconocimiento]
Y no mal se le empleara.
También yo oigo a muchas gentes
que de galanteos hablan             80
y refieren mil historias,
o verdaderas o falsas,
de maridos engañados,
y de mujeres livianas.
Pero aunque yo desapruebe             85
la sobrada tolerancia
de muchos, y nunca aguante
ciertas cosas en mi casa,
que otros llevan con paciencia,
nunca digo una palabra;             90 [332]
porque puede ser que un día
me coja la rueda, y hagan
burla de mí los burlados.
Así que, si de mi mala
estrella el influjo quiere       95
que alguna desdicha humana
venga sobre mi cabeza,
si de ella las gentes hablan,
tendré al menos el consuelo
que lo dirán en voz baja;      100
y acaso se encontrará
también alguna buen alma
que se duela de mi suerte;
pero usted, compadre, se halla
en situación muy distinta;      105
y habiendo siempre hecho tanta
rechifla de los maridos
que motejan* de cachaza*,      [motejar: censurara a una persona a través de un mote o apodo;
                                                   cachaza: lentitud, pachorra]
guarde si no anda derecho;
que en las calles y en las plazas,       110
no lluevan sobre usted pullas*,      [pulla: broma, burla, chacota]
y no tomen tal venganza
los agraviados... 
D. LIBORIO: ¡Dios mío!
No tema usted que tal hagan.
Aquel que me la pegare,     115
a fe que ha de tener maña.
¿Piensa usted que no sé yo
las picardías, las trampas
que acostumbran las mujeres,
y con que a los tontos clavan?     120
Para que no puedan darme
papilla, la que se casa
conmigo es tan inocente
como los niños que maman.      [333]
D. ANTONIO: ¿Y quiere usted
que una tonta...     125 
D. LIBORIO: Una tonta es una alhaja
para no volverse tonto.
No pretendo poner tacha
a su mujer de usted; pero
una discreta es muy mala     130
de guardar; sí, amigo mío;
algunos sé yo que rabian
porque sus mitades son
ladinas. No es mala carga;
una marisabidilla      135
que hable en culto, escriba cartas
en francés, componga coplas,
y vengan a visitarla
los marqueses, los autores
le lean versos, y el mandria     140
del marido en un rincón
se esté, sin que ninguno haga
caso de él; y si pregunta
alguno ¿quién es? madama
responda: ese es mi marido.    145
No quiero mujer con tanta
inteligencia; la mía,
si de hacer cuartetas tratan
de repente, y dan por pie
guárdate del agua mansa,     150
quiero que responda al cabo
de una media hora muy larga
San Crispín fue zapatero;
pretendo, en una palabra,
que sea tan ignorante,     155
que esté su ciencia cifrada
en coser, hacer calceta,
rezar, y con eso basta. 
D. ANTONIO: ¿Es usted aficionado     [334]
a las simples? 
D. LIBORIO: Y con tantas    160
veras, que una tonta fea
más que una aguda me agrada
con hermosura. 
D. ANTONIO: ¿El talento,
la beldad...? 
D. LIBORIO: La honradez basta. 
D. ANTONIO: ¿Pero cómo
quiere usted     165
que una simple sea honrada,
ni sepa serlo? Además
de ser muy pesada carga
el pasar con una boba
toda su vida, es fianza     170
mala para la mollera
de un marido la ignorancia
de su mujer. Una aguda,
cuando a su obligación falta,
es porque quiere; una tonta      175
sin saber que nos agravia
nos puede dar que sentir. 

D. LIBORIO: A un argumento de tanta
fuerza respondo, compadre,
como hizo Teresa Panza     180
a Sancho cuando quería
que fuera condesa Sancha.
El día que con mujer
discreta yo me casara,
aquel día hiciera cuenta     185
que por mi entierro doblaban. 
D. ANTONIO: No hablo más. 
D. LIBORIO: Cada uno tiene
sus ideas, y, se trata
de hallar novia que me pete.
Mi caudal es el que basta     190 [335]
para escoger por esposa
mujer que no tenga nada,
y que blasonar no pueda
de riqueza o sangre hidalga.
La que me va a dar la mano    195
es hija de una villana;
cuatro años no más tenía
cuando me prendó su cara,
que es bonitilla y graciosa;
su madre estaba muy falta    200
de conveniencias, y a más
de otros seis hijos cargada;
yo se la pedí, y, contenta
me la dio; para criarla
escogí unas monjas pobres      205
de un pueblo allá de la Alcarria,
y la puse a pupilaje.
Di orden que no le enseñaran
cosa que pudiera abrirle
los ojos; y su ignorancia,     210
gracias a Dios, es tan grande,
que excede a mis esperanzas.
La he sacado del convento,
viendo que me deparaba
en ella el Cielo mujer      215
cual anhelé por hallarla
siempre en vano; la he traído
conmigo; y como mi casa
está en el centro, y no quiero
que vengan a visitarla      220
mis conocidos, tomé
otra en esta solitaria
plazuela, para que viva
ella; y para que nunca haya
tapujos de vecindad,        225 [336]
la alquilé toda. En compaña
suya tengo dos criados,
simples como ella. Tan larga
historia he contado, amigo,
a usted, porque vea cuántas     230
precauciones he tomado
para evitar la desgracia
de otros maridos; y como
tengo tanta confianza
en usted, para cenar     235
hoy le convido en su casa.
Usted la conocerá,
y dirá si es acertada
mi elección. 
D. ANTONIO: En hora buena. 
D. LIBORIO: Usted verá si le agrada     240
su persona y su inocencia. 
D. ANTONIO: Sobre la última me basta
con lo que me ha dicho usted. 
D. LIBORIO: Pues no la exagero en nada,
y acaso me quedo corto.    245
A cada instante me pasma
con su candor; cosas dice
que me hacen a carcajadas
soltar la risa; tres días
hace que me preguntaba    250
si las mujeres parían
los muchachos por la manga
de la camisa. 
D. ANTONIO: Me alegro,
señor Carrasco... 
D. LIBORIO: Es extraña
cosa que me llame siempre     255
usted así. 
D. ANTONIO: Por más que haga,    [337]
el título de Vizconde
del Atochal se me pasa.
¿Y quién diablos le metió
a usted en que titulara     260
a los cuarenta y dos años,
cuando nadie de su casa
fue Barón ni Conde nunca?
¡El dinero que malgasta
para comprar ese título,     265
y en lanzas y media anata,
en mejorar sus haciendas
cuánto mejor se empleara! 
D. LIBORIO: Además de que así doy
nuevo realce a mi casa,     270
me suena bien al oído
cuando el Vizconde me llaman. 
D. ANTONIO: ¡Raro capricho por cierto!
El apellido que usaban
nuestros padres repugnar,    275
tomando una enrevesada
denominación, en prueba
de que corre sangre hidalga
por nuestras venas. Me acuerdo
de un zapatero que ansiaba     280
porque sus hijos tuvieran
apellido de prosapia
ilustre; al tal zapatero
Gil Fernández le nombraban,
y aunque estaba bien, casó     285
con una que mendigaba,
sólo porque su apellido
era de Córdoba; aún anda
hoy por Madrid, y Fernández
de Córdoba a su hijo llaman.      290 
D. LIBORIO: Pudiera usted excusar     [338]
el cuento; en una palabra,
Vizconde del Atochal
es el nombre que me agrada,
y el de Liborio Carrasco     295
siempre desazón me causa. 
D. ANTONIO: Según eso, muchas gentes
a usted, amigo, le enfadan,
y yo he visto sobreescritos...
D. LIBORIO: Los que escriben esas cartas    300
no saben que he titulado.
Pero usted... 
D. ANTONIO: Compadre, basta;
que yo me acostumbraré
en adelante, sin falta,
a llamar a usted Vizconde    305
del Atochal. 
D. LIBORIO: Voyme a casa
de mi novia a verla un rato,
que he llegado esta mañana
de la hacienda, y no la he visto. 
D. ANTONIO: (Aparte yéndose.) Es
de condición extraña.     310
Tiene su vena de loco.
D. LIBORIO: La cabeza algo tocada.
¡En tocando ciertas cuerdas
de tal modo disparata!
Cuando un hombre se encasqueta     315
con algo, no se lo sacan
de la cabeza.
(Llamando a la puerta.) Abran luego.
Muchachos: ¿no oyen?     [339] 

Escena II 

D. LIBORIO, COSME y BLASA, dentro de casa. 

COSME: ¿Quién llama? 
D. LIBORIO: Abre aquí. (Aparte.) ¡Con cuánto gusto
me recibirán en casa    320
habiendo estado diez días
en el campo! 
COSME: ¿Quién? 
D. LIBORIO: Yo. 
COSME: ¡Blasa! 
BLASA: ¿Qué quieres? 
COSME: Abre la puerta. 
BLASA: Abre tú. 
COSME: No me da gana. 
BLASA: Ni a mí tampoco. 
D. LIBORIO: Por cierto     325
no está la contienda mala.
¡Y yo en la calle! ¿No me oyen? 
BLASA: ¿Quién da golpes? 
D. LIBORIO: ¡Oh, mal haya!
Yo soy, yo. 
BLASA: Cosme. 
COSME: ¿Qué dices? 
BLASA: Que es el amo, ¿no oyes? 
COSME: Anda     330
Tú. 
BLASA: ¿No ves que estoy majando? 
COSME: Y yo porque no se salga
el canario, estoy teniendo
cuidado con esta jaula. 
D. LIBORIO: El que no abriere al instante    335 [340]
ni un solo bocado cata
en tres días. 
BLASA: ¿A qué vienes,
si voy yo? 
COSME: Pues no está mala.
Antes soy yo. 
BLASA: Vete. 
COSME: Vete
Tú. 
BLASA: Yo quiero abrir. 
COSME: Mañana.     340
Si he de abrir yo. 
BLASA: Ya veremos. 
COSME: Pues ni tú. 
BLASA: Ni tú. 
D. LIBORIO: Ya pasa
de raya la tontería. 
COSME: (Saliendo a la puerta.)
Yo he sido. 
BLASA: (Saliendo.) Mientes, que estaba
antes yo. 
COSME: Si no estuviera     345
el amo aquí, te enseñara
yo. 
D. LIBORIO: (Recibiendo un manotazo de COSME.)
¡Pícaro! 
COSME: Usted perdone. 
D. LIBORIO: ¡Haya bruto! 
COSME: Si es muy mala,
señor. 
D. LIBORIO Ea, callen ambos, 
y respondan. ¿Hay en casa,    350
Cosme, alguna novedad? 
COSME: Señor... 
(D. LIBORIO le quita el sombrero de la cabeza,    [341] y COSME se le vuelve, a poner.) 
A Dios gra... 
(D. LIBORIO se le quita otra
vez, y COSME se le pone.) 
A Dios gracias
Estamos bue... 
D. LIBORIO: (Quitándole el
sombrero y tirándole.)
Majadero,
¡el sombrero puesto me hablas! 
COSME: Es verdad; si soy un bruto.    355 
D. LIBORIO: (A COSME.) Corre,
y di que baje al ama. 

Escena III 

D. LIBORIO, BLASA. 

D. LIBORIO: ¿Ha sentido Isabelita
mucho estos días mi falta? 
BLASA: ¿Sentirlo? No. 
D. LIBORIO: ¡No! 
BLASA: Sí tal. 
D. LIBORIO: Pues ¿por qué? 
BLASA: Se figuraba     360
cada instante que venía
usted, y así a la ventana
se asomaba cuando oía
ruido; y un macho con carga,
cualquier caballo o borrico,      365
que por la calle pasara,
se pensaba que era usted.    [342] 

Escena IV 

D. LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA. 



 Le Théâtre du Nouveau Monde [TNM]
Yves Desgagnés a offert un merveilleux Molière


Au TNM, la dernière représentation de L’école des femmes de Molière. Sophie Desmarais tient son bout et ses promesses face à un Guy Nadon magistral.
Photo: Yves Renaud, 2011


D. LIBORIO: ¡Con la costura agarrada!
¡Buena señal! Isabel,
¿no te alegras de verme, habla,   370
de vuelta de mi viaje? 
D.ª ISABELITA: ¡Ay! Sí señor, a Dios gracias. 
D. LIBORIO: Yo también celebro mucho

verte tan buena y tan guapa.
¿Ha ido bien? 
D.ª ISABELITA: Menos las pulgas,    375
que por las noches me matan. 
D. LIBORIO: Ya tendrás quien las espante. 
D.ª ISABELITA: Me alegro. 
D. LIBORIO: Ya lo pensaba
así yo. ¿Qué estás haciendo? 
D.ª ISABELITA: Un jubón de mangas largas.    380
Las camisas de dormir
de usted ya están acabadas. 
D. LIBORIO: Está muy bien; anda arriba,
y un rato muy breve aguarda,
que quiero evacuar ahora     385
un asunto de importancia.

Escena V 

D. LIBORIO solo. 

D. LIBORIO: Díganme ustedes, señoras,
las cultas latiniparlas*,     [343]    [latiniparla: lenguaje de los que emplean voces latinas más o
                                                        menos españolizadas]    
las que repasan novelas,
y de prosa y verso fallan,     390
si todo su saber vale
tanto como la ignorancia
ingenua, el candor amable
de esta inocente muchacha.
Aquel que porque su novia     395
es noble y rica se casa,
no se queje, si después
le aconteciere desgracia... 

Escena VI 

D. LEANDRO, D. LIBORIO. 

D. LEANDRO: ¿Qué miro? ¿Me engaño? ¿Es él?
No... sí... no... sí tal... la cara...    400
Le... 
D. LEANDRO: Señor don Li... 
D. LIBORIO: Leandro. 
D. LEANDRO: Señor don Liborio. 
D. LIBORIO: ¡Cuánta
dicha! ¿Cuándo llegó usted? 
D. LEANDRO: Ayer hizo una semana. 
D. LIBORIO: ¿De veras? 
D. LEANDRO: Estuve a verle     405
a usted; mas no le hallé en casa. 
D. LIBORIO: Estaba en el campo. 
D. LEANDRO: Ya
lo supe. 
D. LIBORIO: El Cielo me valga.
¡Qué alto que está, qué buen mozo!
¡Quien le vio que no me daba       410 [344]
más arriba que mi muslo! 
D. LEANDRO: Ya usted ve. 
D. LIBORIO: ¿Y padre en qué trata?
¿Está bueno? ¡Qué sujeto
tan lindo! ¡Qué bella pasta!
A mí me interesan tanto     415
sus cosas; sí, pues ya pasa
de cuatro años que le vi
la postrer vez, y ni carta
he tenido desde entonces
suya. 
D. LEANDRO: Pues más salud gasta    420
que usted y que yo, robusto
y alegre como una pascua.
Cuando me vine a Madrid,
para usted me dio una carta;
pero en otra posterior      425
me avisa de su llegada
a la corte muy en breve,
y no me dice la causa
de su venida. ¿Conoce
usted a un hombre que llaman...?     430
No me acuerdo... Él es indiano,
y viene de Guatemala
Muy rico. 
D. LIBORIO: Si usted no dice
su nombre... 
D. LEANDRO: Tengo tan mala
memoria... ¡Ah! sí, don Enrique.     435 
D. LIBORIO: No le conozco. 
D. LEANDRO: Pues me habla
de él mi padre cual si yo
debiera tener muy largas
noticias de este sujeto,
y juntos los dos viajan   440 [345]
en un coche de colleras
que viene a Madrid. 
(D. LEANDRO entrega una carta de
D. PABLO a D. LIBORIO.) 
D. LIBORIO: ¡Con cuánta
satisfacción le veré
cuando quiera honrar mi casa!
(Habiendo leído la carta.)
Todos estos cumplimientos     445
son cosa muy excusada
tratando con un amigo;
sin gastar pólvora en salvas
disponga usted de mi bolsa. 
D. LEANDRO: Pues le
cojo la palabra    450
a usted, amigo, al instante;
justamente me hacen falta
cien doblones. 
D. LIBORIO: Aquí están;
quiso Dios que los llevara.
Guárdese usted el bolsillo      455
también. 
D. LEANDRO: Un recibo... 
D. LIBORIO: Basta.
¿Cómo encuentra usted la corte? 
D. LEANDRO: Bellos paseos y casas,
muchísimas diversiones. 
D. LIBORIO: Aquí, amigo, nunca faltan.   460
Sobre todo los que gustan
de galantear las damas
tienen siempre en qué emplearse;
que se halla tal abundancia
de mujeres, que es portento,    465
y todas de buena pasta.
Los maridos muy bondosos;
las morenas y las blancas    [346]
de una índole tan suave,
que es bendición obsequiarlas.     470
¡Y cuántos enredos urden!
Si es una comedia; vaya,
¿a que en este corto tiempo
que hace que llegó usted, anda
metido ya con alguna?     475
Hábleme usted a las claras.
Querido, los buenos mozos
en muy pocos días ganan
mucha tierra, y los maridos
con ellos corren borrasca.     480 
D. LEANDRO: Si he de decir la verdad,
aquí en esta misma plaza
traigo cierto galanteo
entre manos, y no en mala
situación. 
D. LIBORIO: (Aparte.) ¡Qué bueno es eso!     485
Esto es lo que yo aguardaba,
qué contar y qué reír
a costa de alguien que clava
su casta mitad. 
D. LEANDRO: Mas fío
que de entre los dos no salga    490
el secreto. 
D. LIBORIO: No por cierto. 
D. LEANDRO: Son cosas tan delicadas,
que si a divulgarse llegan
se echa a perder la maraña.
Es el caso que una hermosa    495
me tiene prendada el alma,
y he logrado introducirme
en su casa con mi maña;
y no va mal el negocio;
lo digo sin alabanza.   500 [347] 
D. LIBORIO: (Riéndose.)
¿Y es? 
D. LEANDRO: (Enseñándole la
casa de D.ª ISABELITA.)
Una niña, que habita
en esa casa inmediata
dada de verde; inocente,
como que ha sido criada
sin trato de gente, en fuerza   505
de la condición extraña
de quien le dio educación,
que es hombre de ideas raras.
Pero, aunque tan ignorante,
tiene mil sencillas gracias     510
que cautivan; unos ojos
tan tiernos, unas miradas
tan expresivas; yo al punto
que la vi le rendí el alma.
Pero acaso usted conoce    515
la beldad que me arrebata
los sentidos; es su nombre
Isabelita. 
D. LIBORIO: (Aparte.) ¡Qué rabia! 
D. LEANDRO: Quien la guarda es un ricote,
que me parece se llama     520
el Vizconde del Tronchal,
o Estuchal, si no me engaña
la memoria; un ente raro,
manïaco, según hablan
las gentes; ¿es conocido     525
de usted? 
D. LIBORIO: (Aparte.) El hombre me ensalza. 
D. LEANDRO: ¿Qué me dice usted? 
D. LIBORIO: Que sí
le conozco. 
D. LEANDRO: ¿Y no me engañan?     [348]
¿Es loco? 
D. LIBORIO: He. 
D. LEANDRO: ¿Qué es he? ¿Sí?
Pues; cuando lo dicen tantas    530
gentes, no han de equivocarse
todos; la cosa está clara.
Y celoso como un diablo;
un majadero de marca.
Ello es que yo estoy perdido    535
de amor de la beldad rara
de Isabelita; es un dije;
y a fe mía que dejarla
en manos de ese mostrenco
fuera cosa que clamara     540
venganza al cielo; el dinero
que usted me ha prestado es para
dar a esta aventura cima,
porque el oro, amigo, allana
estorbos, vence imposibles,     545
y en amor y en guerra acaba
con las más arduas empresas.
¿Pero usted no dice nada,
y está serio? ¿Desaprueba
que siga la comenzada     550
aventura? 
D. LIBORIO: No; tenía
la cabeza algo... 
D. LEANDRO: Le cansa
a usted la conversación.
Agur; iré a dar las gracias
por sus favores a usted.      555 
D. LIBORIO: (Creyendo que se ha ido.)
Satanás mismo... 
D. LEANDRO: (Volviendo.) Que nada
sepa nadie de este lance;     [349]
reserva y silencio. 
D. LIBORIO: (Creyendo lo mismo.) El alma
se me... 
D. LEANDRO: (Volviendo.)
No lo diga usted
a padre, que se enfadara.    560 
D. LIBORIO: (Creyendo que vuelve.)
¡Ah...! 

Escena VII 

D. LIBORIO, solo: 
¡Ah! ¡Qué rato me ha dado!
Nunca he tenido más mala
media hora. ¡Con qué imprudencia
el tronera* me contaba           [tronera: sinvergüenza]
a mí propio sus amores!    565
Con mi título se engaña.
Es cierto; y no se podía
figurar con quién hablaba.
¡Qué atolondrado! ¡Qué loco!
Jamás vi tal tarambana.     570
Pero yo también debía
aguardar que se explicara,
habiendo aguantado tanto.
Cierto que fue mucha falta
de juicio no dejarle       575
que siguiera con su charla,
y averiguar de raíz
el estado en que se hallaba
su galanteo maldito.
Busquémosle sin tardanza,     580 [350]
que no puede haber andado
mucho; y sepamos con maña
si está ya muy adelante
su amor. Es mucha desgracia
averiguar ciertas cosas,     585
que más valiera ignorarlas.      [351] 

Acto segundo
Escena I 

D. LIBORIO, solo:
Mirándolo bien, he sido
en no encontrarle dichoso;
que no me hubiera podido
reportar, porque estoy todo    590
inmutado, y no conviene
que él sepa que soy yo propio
quien a Isabelita guarda;
pero no soy yo tan tonto
que deje que un mozalbete,    595
que apenas le apunta el bozo*,      [bozo: bello, pelusa]
confunda todas mis tretas.
No; que yo sabré muy pronto
oponer a sus amores
insuperables estorbos.     600
Averigüemos primero
en qué estado está el negocio.
Yo ya miro a la muchacha
como si fuera su esposo;
no puede dar un tropiezo    605
sin que ceda en mi desdoro*      [desdoro: descrédito, deshonor]
y en mi deshonra; sin duda    [352]
fue tentación del demonio
el irme y dejarla sola.
¡Qué viaje tan costoso!    610
Maldita mi ausencia sea. 

(Llama a la puerta.) 

Escena II
D. LIBORIO, COSME, BLASA.

 
COSME: Esta vez abrimos pronto,
que... 
D. LIBORIO: Silencio. Ven aquí.
Anda acá tú. ¿Qué, estáis sordos?
Con viveza, o juro a Dios...     615 
BLASA: ¡Si pone usted unos ojos,
señor, que me mete un miedo! 
D. LIBORIO: Bribones, ¡ese es el modo
de cumplir con lo que mando! 
BLASA: (Hincándose de rodillas.)
¡Ay, señor! Por San Antonio     620
no me coma usted. 
COSME: (Aparte.) ¿Le habrá
mordido un perro rabioso? 
D. LIBORIO: (Aparte.) La
respiración me falta.
Paf; sin remedio me ahogo;
la gota sudo tan gorda.     625 
(A COSME y a BLASA.):
Malditos, ¿conque aquí un mozo
ha venido, mientras...? 
(A BLASA que se quiere escapar.:) Mira,
si te mueves... 
(A COSME, que también se quiere ir.):      [353]
Oyes, tonto,
si te meneas... 
(A BLASA, que hace lo mismo.): ¿No he dicho
que te estés quieta?... 
(A los dos, que se quieren ir.): Pues voto     630
a Jesucristo que mato
a quien diere un paso solo.
¿Cómo fue el meterse en casa
ese hombre de mil demonios?
Vamos, responded aprisa;     635
sin pararse: pronto, pronto.
¿Conque no se me responde? 
BLASA y COSME: ¡Ay, ay! 
COSME: (Hincándose otra vez de rodillas.)
Señor, si estoy tonto
con el susto. 
BLASA: (Hincándose también de rodillas.)
Si no acierto. 
D. LIBORIO: (Aparte.) Hecho
una sopa estoy todo      640
de sudor; mejor será
que aguarde a cobrar un poco
el aliento. ¿Quién dijera,
cuando le veía con otros
muchachos andar tirando     645
cantos y jugando al toro,
que había de darme tanto
que sentir en siendo mozo?
Estoy que pierdo el juïcio.
Más vale saberlo todo    650
de la propia boca de ella.
Moderemos el enojo,
y averigüemos el caso
sin cólera ni alboroto.
Paciencia, pecho,
paciencia.    655 [354] 
(A COSME y a BLASA.):
Subid al punto vosotros,
y que baje Isabelita.
Esperad. (Aparte.)
Mas bien escojo
ir a llamarla yo mismo.
Le dirían lo furioso    660
que me he puesto, y no conviene
que lo sepa... 
(A COSME y a BLASA.): En este propio
sitio me habéis de aguardar.



Escena III
COSME, BLASA.
 
BLASA: ¡Jesús, Cosme, qué rabioso!
De pies a cabeza tiemblo.     665
Si parecía un demonio.
¡Y qué feo que se pone! 
COSME: ¿No te dije yo que el otro
le enfadaría? ¿Lo ves? 
BLASA: ¿Por qué querrá que nosotros      670
la guardemos a nuestra ama
tanto, y se pone hecho un toro
cuando un mozo viene a verla? 
COSME: Eso, Blasa, es que los mozos
le dan celos. 
BLASA: ¿Y por qué    675
se los dan?
COSME: Porque es celoso. 
BLASA: ¿Pues por qué lo es, y por qué
echa fuego por los ojos? 
COSME: Consiste eso en que los celos...
¿me entiendes...? son cosa... como     680 [355]
si te clavaran a ti
treinta agujas... Mira: si otro,
cuando tienes muchas ganas,
y estás comiéndote un pollo,
te quitara la mitad,     685
y se la zampara, ¡poco
te enfadaras! 
BLASA: Ya se ve. 
COSME: Pues, Blasa, del mismo modo
viene a ser, pintiparado.
Figúrate que es el pollo     690
la mujer; que el hombre tiene
ganas, y viene un goloso
a comerse una pechuga,
o cosa tal; el demonio
se le reviste en el cuerpo    695
con mucha razón al otro.
BLASA: ¿Pero por qué no se enfadan,
como hace mi señor, todos?
¿No ves tantas señoritas,
que andan con señores mozos,    700
y muy majos, sin que riñan
los maridos? Pues conozco
a muchas yo. 


dejan a los otros comer en su mismo plato,
porque no son tan ansiosos, ni tan glotones 


COSME: Eso consiste
en que dejan a los otros
comer en su mismo plato,     705
porque no son tan ansiosos,
ni tan glotones. 
BLASA: El amo
viene, si no me equivoco. 
COSME: Tienes buena vista; él es. 
BLASA: ¡Qué triste que viene! 
COSME: Como        710
que tendrá algún sentimiento.      [356] 

Escena IV
D. LIBORIO, COSME, BLASA

D. LIBORIO: (Aparte.) Un filósofo famoso
de Grecia dio un buen consejo,
que debieran seguir todos,
al emperador Augusto;      715
y fue, que si mucho enojo
alguna cosa le diera,
en voz baja y con reposo
dijera el abecedario
entero, que es un buen modo       720
de que se temple la cólera.
Yo lo veo por mí propio
en este lance; ya estoy
más sosegado, y con tono
natural; a Isabelita       725
podré hablar, y saber todo
cuanto pasa de su boca,
y averiguar con mañoso
artificio si ha llegado
el chasco a ser tanto como       730
me recelo. Estando el día
tan sereno y tan hermoso,
la he llamado con achaque
de pasear, porque a fondo
me cuente el maldito lance     735
que me trae vuelto tonto.
Aquí esta ya.       [357] 

Escena V
D. LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA. 

D. LIBORIO: Isabel, vamos 
(A COSME y a BLASA.):
Vosotros, adentro pronto. 

Escena VI
D. LIBORIO, D.ª ISABELITA.
 
D. LIBORIO: Bueno está el paseo. 
D.ª ISABELITA: Bueno. 
D. LIBORIO: ¡Y qué hermoso el cielo! 
D.ª ISABELITA: Hermoso.      740 
D. LIBORIO: ¿Qué hay de nuevo? 
D.ª ISABELITA: Que se ha muerto
aquel gatito tan mono. 
D. LIBORIO: ¡Qué desgracia! Pero es fuerza
conformarse, que al fin somos
mortales; hoy se fue el gato,     745
mañana iremos nosotros. 
¿Ha llovido algo estos días? 
D.ª ISABELITA: No. 
D. LIBORIO: Mientras estabais solos,
¿no te fastidiabas? 
D.ª ISABELITA: Nunca
me fastidio yo. 
D. LIBORIO: Di, en todo       750
este tiempo, ¿qué te has hecho?      [358] 
D.ª ISABELITA: Seis camisas y seis gorros. 
D. LIBORIO: (Después de haber
estado pensativo un rato.)
¡Ah! ¡Cómo miente la gente!
Vaya, ¡qué tales embrollos
levantan! ¡Pues no me han dicho    755
los vecinos que aquí un mozo
entraba todos los días,
y estaba las horas solo
contigo! ¡Malditas lenguas,
y mentiras de envidiosos!     760
Yo quise apostar a que era
todo falso testimonio. 
D.ª ISABELITA: ¡Jesús!
Pues hubiera usted
perdido la apuesta. 
D. LIBORIO: ¿Qué oigo?
¿Conque es la verdad que un hombre...?      765 
D.ª ISABELITA: Tan verdad, que un punto solo
no se apartaba de casa.
Siempre junto a mí. 
D. LIBORIO: (Aparte, en
voz baja.) ¡Donoso
y me cogía las manos,
y me las besaba, loco
de gozo. 
D. LIBORIO: ¿Y no te cogió     905
más que la mano ese mozo?
(Viendo que se ha quedado confusa.)
¡Hu! 
D.ª ISABELITA: Me... 
D. LIBORIO: ¿Qué? 
D.ª ISABELITA: Cogió... 
D. LIBORIO: Adelante. 
D.ª ISABELITA: El... 
D. LIBORIO: ¿El qué? 
D.ª ISABELITA: No acierto cómo       [363]
decirlo, que ha de reñirme
usted. 
D. LIBORIO: No haré. 
D.ª ISABELITA: Sí tal. 
D. LIBORIO: Voto        910
a quien soy, no. 
D.ª ISABELITA: Deme usted
palabra. 
D. LIBORIO: Bien. 
D.ª ISABELITA: Si conozco
que se ha de enfadar usted
si lo digo. 
D. LIBORIO: No tal. 
D.ª ISABELITA: Sí. 
D. LIBORIO: Otro
te pego: no, no, no, no.        915
¿Qué te cogió? Dilo pronto,
y no me hagas condenar. 
D.ª ISABELITA: Me cogió... 
D. LIBORIO: (Aparte.) ¡Yo no sé cómo
no reviento! 
D.ª ISABELITA: Me cogió
aquel collar tan hermoso      920
de aljófar, que me dio usted
el día de San Liborio.
Yo no lo pude estorbar. 
D. LIBORIO: (Tomando respiración.)
Salimos en fin de ahogo,
si cogió sólo el collar.     925
¿Pero no te hizo tampoco
más que besarte las manos? 
D.ª ISABELITA: ¿Pues qué, señor don Liborio,
se hacen acaso otras cosas? 
D. LIBORIO: No; pero como ese mozo     930
me dices que estaba malo,      [364]
bien te pudo pedir otro
remedio para su achaque. 
D.ª ISABELITA: No hizo; y, por darle socorro,
si él otra cosa me pide,     935
al instante se la otorgo. 
D. LIBORIO: (Aparte, en voz baja.)
Demos mil gracias a Dios;
no he sido poco dichoso
en que haya parado en esto;
pero hago solemne voto    940
de no quejarme de nadie,
si segunda vez me expongo. 
(En voz alta.) Este lance, Isabelita,
es de tu candor abono.
No te riño; a lo hecho pecho;     945
pero de veras te exhorto
a que huyas de ese galán;
que su designio no es otro
que el de burlarse de ti,
y satisfacer su antojo.      950 
D.ª ISABELITA: ¿Qué? No señor. Si me ha dicho
más de cien veces él propio
que siempre me ha de querer. 
D. LIBORIO: No conoces su alevoso
pecho, Isabel; pero sabe      955
que quien medallones de oro
toma, y escucha requiebros
de esos pisaverdes* locos,           [pisaverde: amanerado, presumido]
permitiendo que le besen
las manos, y le hagan otros      960
cariños, hace un pecado
mortal, y aquel que mas odio
le tiene Dios. 
D.ª ISABELITA: ¡Un pecado!
¿Y por qué le causa enojo      [365]
a Dios eso? 
D. LIBORIO: ¿Por qué, dices?      965
Porque son pecaminosos
esos gustos, y los veda
la ley de Dios. 
D.ª ISABELITA: ¿Pero cómo
se enoja el Cielo por cosas
que se hacen con tanto gozo?     970
Jamás he tenido ratos,
hasta ahora, tan gustosos,
ni supe que los hubiese. 
 
D. LIBORIO: Cierto que es muy delicioso
esto de hacerse cariños;     975
pero, porque sea como
Dios manda, es fuerza casarse. 
D.ª ISABELITA: ¿Y qué, no alcanza el enojo
de Dios a los que se casan,
ni pecan? 
D. LIBORIO: No.
D.ª ISABELITA: ¡Qué gracioso!     980
Pues cáseme usted al punto,
que eso se despacha pronto. 
D. LIBORIO: Más lo anhelo yo que tú,
y para casarte sólo
he venido de mi hacienda.     985 
D.ª ISABELITA: ¿De veras? 
D. LIBORIO: Sí. 
D.ª ISABELITA: ¡Qué alborozo! 
D. LIBORIO: No dudo yo que te guste,
querida, este matrimonio. 
D.ª ISABELITA: ¿Quiere usted que ambos nos...? 
D. LIBORIO: Cierto. 
D.ª ISABELITA: Tengo de hacer tantos cocos      990
y tantos mimos a usted. 
D. LIBORIO: Verás si te correspondo.    [366] 
D.ª ISABELITA: Mire usted; si se chancea,
de veras que me incomodo.
¿Me dice usted la verdad?      995
D. LIBORIO: Tú lo verás, y muy pronto. 
D.ª ISABELITA: ¿Nos casaremos? 
D. LIBORIO: Sí. 
D.ª ISABELITA: ¿Cuándo? 
D. LIBORIO: Esta noche. 
D.ª ISABELITA: (Riéndose.)
¿Sí? ¡Qué gozo!
¡Esta noche! 
D. LIBORIO: ¿Qué, te ríes? 
D.ª ISABELITA: Sí señor.
D. LIBORIO: Yo no tengo otro     1000
gusto que dártele a ti. 
D.ª ISABELITA: No puede haber matrimonio
más a mi placer; mañana
le podré llamar mi esposo.
Vaya usted por él. 
D. LIBORIO: ¿Por quién?      1005 
D.ª ISABELITA: ¿Por quién será? Por el otro. 
D. LIBORIO: ¡El otro! Buena la hicimos.
No se trata aquí de esotro.
El que con usted se casa
no es, señora, el lindo mozo    1010
que adolece de una herida
mortal que hicieron sus ojos.
Déjele usted que se muera;
que desde ahora dispongo
que no me entre nunca en casa.     1015
Has de hacer oídos sordos,
si te hablare; y si llamare,
darás con la puerta al mono
en los hocicos, y luego
con un guijarro bien gordo,     1020
que le tires del balcón,     [367]
le echarás de aquí, que a todo
tengo yo de estar presente,
sin que él lo sepa. ¿Qué modo
es ese? ¿Qué estás gruñendo?      1025 
D.ª ISABELITA: ¡Qué lástima! ¡Es tan buen mozo! 
D. LIBORIO: ¿Qué se entiende? 
D.ª ISABELITA: Si no tengo
corazón... 
D. LIBORIO: Si chistas, voto
a Dios que... vamos arriba. 
D.ª ISABELITA: ¿Quiere usted...? 
D. LIBORIO: Lo que dispongo     1030
quiero que, sin replicarme,
se obedezca; vamos pronto.

[368] 

Acto tercero
Escena I
D. LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME, BLASA. 
D. LIBORIO: Sí; te has portado muy bien;
has cumplido sin disputa
con cuanto yo te mandé.    1035
El mancebito sin duda
que se habrá quedado helado.
Tanto vale, Isabel, una
persona que a salvamento
nuestra inocencia conduzca.    1040
Tú te hallabas en camino
de perdición; y segura
era tu condenación,
si un momento más escuchas
a quien quería engañarte.      1045
Todos son unos en suma
los mozalbetes del día;
pelo bien cortado, mucha
chorrera muy bien plegada,
y con esto más diablura     1050
esconden que Satanás;
siempre están fraguando alguna
malicia por dar al traste      [369]
con aquella, que descuida
la guarda de su virtud.     1055
Por fin, de esta barahunda
has salido con honor;
y, según se me barrunta,
la piedra que le tiraste
no le ha dejado con muchas      1060
esperanzas de que tú
alientes más sus locuras;
y lo que acabas de hacer
a que acelere estas nupcias
me persuade; mas antes     1065
quiero que escuches en suma
todas las obligaciones
de una doncella que muda
de estado; tú retenerlas
con mucho esmero procura.     1070 
(A COSME y a BLASA.):
Una silla aquí a la puerta;
y si alguno no ejecuta
lo que mando... 
BLASA: ¡Qué! Si entrambos
lo tenemos todo en la uña.
Buen perro nos quiso dar      1075
el tal mocito. 
COSME: Que nunca
beba yo vino, si entrare
más en casa, por más bulla
que meta; es un majadero.
Anteayer me dio una chupa    1080
que tenía un desgarrón. 
D. LIBORIO: Pues sin tardanza ninguna
traed lo que tengo dicho
para comer. 
(COSME.) Tú pregunta [370]
por el vecino escribano,    1085
que quiero que la escritura
de mi casamiento otorgue,
con lo demás que me cumpla. 

Escena II
D. LIBORIO, D.ª ISABELITA.

 
D. LIBORIO: (Sentado.) Óyeme con atención:
suelta, Isabel, la costura,     1090
y no has de pestañearme
mientras yo hable, que es de mucha
importancia lo que voy
a decir, y quiere suma
meditación... De hito en hito    1095
mirando; no pierdas una
palabra; los ojos puestos
(Señalando la frente.)
aquí... Tienes la fortuna
de que me case contigo.
Da gracias de tu ventura     1100
a Dios mil veces al día;
porque, siendo tú de cuna
villana, mi bondad quiso,
sacándote de tu oscura
condición, llamarte mía,     1105
y a Vizcondesa te encumbra
del Atochal, despreciando
veinte hidalgas cejijuntas,
y algunas lindas y ricas.
En fin, Isabel, tú ocupas    1110
mi lecho; y porque más bien      [371]
tus obligaciones cumplas,
siempre has de tener presente
que cuanto eres, a mi mucha
bondad se lo debes todo. 
Piénsalo así, y no presumas     1115
jamás alzarte a mayores,
porque yo tampoco nunca
de esta boda me arrepienta. 
El matrimonio no es chufla,
Isabel; que trae consigo      1120
obligaciones de mucha
entidad; y yo no quiero
que, por ser mi esposa, arguyas
que has de hacer lo que quisieres,
y vivir a tus anchuras.    1125 
El marido ha de mandar
solo en casa, y sin excusa
la mujer obedecerle,
que la potencia absoluta
pertenece a los calzones,      1130
y el sexo imberbe sin duda
nace esclavo del barbado. 
Aunque la mujer es una
mitad del género humano,
no por eso se concluya     1135
que sea igual al varón;
que fuera poca cordura. 
Una es mitad soberana,
otra vasalla, y se ajusta
en todo por la que manda;     1140
una es árbitra absoluta,
y la otra su humilde esclava. 
Lo que ves que una criatura
hace por obedecer
a cuanto su padre gusta;       1145 [372]
cuanto un buen criado al amo;
cuanto un donado procura
contentar al guardïán,
y el bisoño de recluta
al sargento, es friolera      1150
todo para la profunda
veneración y respeto,
humildad y compostura
con que una mujer casada,
que con su obligación cumpla,       1155
ha de mirar a su esposo,
a su jefe, a su amo, en suma,
a su soberano dueño. 


La mujer que no se asusta
cuando el marido le pone      1160
ceño, y no se queda muda,
y sin levantar los ojos
de la tierra, sin disputa
es una mala mujer. 
En el día se hallan muchas      1165
que no siguen estas reglas;
no imites nunca esas sucias,
y mira cómo las gentes
de su conducta murmuran. 
El diablo anda siempre listo,      1170
y hacernos caer procura
en tentación; y por eso,
Isabel, te encargo que huyas
de esos mancebitos lindos;
piensa que de tu conducta     1175
pende mi honra, y que con poco
se amancilla o se deslustra,
porque el honor no consiente
que se anden con él en burlas,
y el demonio en el infierno     1180 [373]
tiene calderas profundas
de azufre y de pez ardiendo
para castigar las culpas
de las que contra el honor
pecan; no, pues no hablo en burlas,     1185
sino muy de veras: cuenta,
Isabel, con que si escuchas
dócil todos mis consejos,
tendrás el alma más pura
y cándida que un armiño.       1190
Pero si el diablo, que busca
ocasión para perderte,
lo logra, quedas más sucia
y más negra que un tizón,
y cuando mueras, sin duda       1195
te vas derecha al infierno
como un huso, para nunca
jamás ver a Dios; el Cielo
de tamaña desventura
te libre. La cortesía...      1200
Así va bien... Mira, estudia
un papelito que voy
a darte, y que encierra en suma
cuanto deben las casadas
hacer, y merece mucha       1205
contemplación; no conozco
a su autor; pero es de pluma
bien cortada, y no era lerdo. 
Apréndeme una por una
estas reglas de memoria,         1210
hasta tenerlas en la uña
como el beabá, que en esto
nunca daña lo que abunda.
Léelas, a ver si aciertas,
(Se levanta.) o tropiezas en alguna.       1215 [374]
Reglas del matrimonio u obligaciones de la
mujer casada con su ejercicio cotidiano 
Regla primera 
D.ª ISABELITA: (Leyendo.)
«La que al conyugal lecho
el sacramento santo introdujere,
grabe bien en su pecho
que aunque en doscientas lo contrario viere
su esposo para sí solo la quiere.»      1220 
D. LIBORIO: Yo te explicaré otro día
esta máxima profunda;
ahora lo que conviene
es que sigas la lectura. 
D.ª ISABELITA: (Siguiendo.)
Regla segunda
«Nunca en vanos arreos       1225
dinero y tiempo gaste inútilmente;
cuando de su marido los deseos
satisfechos están, es suficiente;
ni importa parecer a todos fea,
con que para su esposo no lo sea.»      1230 
Regla tercera
«Una mujer honrada
no estila colorete,
pastas de olor, perfumes ni pomada. 
Quien tales cosas a gastar se mete,
no lo hace por petar a su marido,        1235 [375]
sino por agradar a algún querido.» 
Regla cuarta
«Los ojos en el suelo
clavados siempre, o puestos en el cielo,
por la calle los lleve,
porque sólo a su esposo mirar debe.»       1240 
Regla quinta
«Visitas no reciba
de otros que los amigos del marido,
que en esto la opinión de honrada estriba;
y es, uso muy valido
que los que más a ver la mujer vengan,      1245
menos que hacer con el marido tengan.» 
Regla sexta
«Regalos nunca admita,
que en el siglo presente
el que da solicita,
y la que toma, en dar también consiente.»      1250 
Regla sétima
«Tinta, papel y pluma
la que tiene recato siempre excusa;
escríbalo el marido todo en suma,
que la honrada mujer ni firmar usa.» 
Regla octava
«De toda concurrencia     1255
huya, porque es funesta a la inocencia.
Allí contra el honor de los esposos
conspiran mil ociosos.
Cuando concursos tales prohibidos
estén, irá mejor a los maridos.»      1260 [376] 
Regla novena
«La mujer recatada
de aficionarse al juego
líbrese más que de caer al fuego;
porque a veces perdiendo una jugada,
aventurarse suele      1265
aquello que al marido más le duele.» 
Regla décima
«Banquetes y paseos,
a la fuente del Berro en el verano
son meros devaneos,
y pruebas de juïcio poco sano;     1270
que, aunque le den barato,
siempre el pobre marido paga el pato.» 
Regla undécima 
D. LIBORIO: Luego, cuando tú estés sola,
acabarás la lectura;
después yo te explicaré     1275
las reglas una por una.
Me acuerdo ahora que tengo
un asunto, que es de mucha
entidad, que despachar.
Muy presto volveré; estudia     1280
ese libro, y no le pierdas.
Si el escribano pregunta
por mí, dile que me espere.



Escena III
D. LIBORIO solo. 

Cierto, fue mucha fortuna    [377]
haber topado con tal     1285
mujer, con alma tan pura.
Es más blanda que una cera;
la forma que más me cumpla
le puedo dar a mi antojo. 
En poco estuvo sin duda    1290
que su sobrada inocencia
me trajese desventura;
pero vale más que peque
por simple que por aguda,
porque a males de esta especie     1295
fácilmente se halla cura;
y una simple los consejos
de su esposo los escucha
con docilidad; y si otros
la descaminan alguna     1300
vez, vuelve al camino recto,
así que se lo insinúa
su marido... ¡Oh! no es lo mismo
mujer discreta, picuda,
culta y marisabidilla,        1305
que no hay mollera segura
de desmán con ella, haciendo
de nuestros consejos burla,
y tratando nuestras máximas
de chochez y paparruchas       1310
de antaño; y si se les planta
en el caletre, no hay duda;
hemos de entrar en el gremio
sin apelación ni excusa;
que no hay precaución que valga       1315
contra sus artes y astucias,
y su habilidad les sirve
para que mejor encubran
sus vicios con el afeite       [378]
de recato y compostura.      1320 
Vaya; peor que el demonio
es una mujer astuta.
¡A cuántos conozco yo
que, por su mala ventura,
no me dejarán mentir!     1325
Pero en medio de esta bulla
estará mi mancebito
maldiciendo su fortuna. 
Bien empleado le está.
No callan cosa ninguna    1330
estos galanes del día;
un secreto los asusta;
si se ven favorecidos
de una dama, lo divulgan
al momento, y se ahorcaran    1335
si todas sus aventuras
no las supiera la gente;
y tan poco disimulan
su vanidad, que a mi ver
aquella que los escucha     1340
ha perdido la cabeza,
y que... aquí viene. ¡Qué mustia
cara tiene! Averigüemos
el motivo de su angustia. 

Escena IV
D. LEANDRO, D. LIBORIO

D. LEANDRO: Vengo de casa de usted.    1345
Parece estrella sin duda
que nunca pueda encontrarle.    [379]
Al fin querrá mi fortuna... 
D. LIBORIO: Por Dios, dejemos, amigo,
ceremonias importunas,      1350
que en amistad tan antigua
enojan, si no se excusan. 
Tantas personas malgastan
el tiempo en esas tontunas,
que no es cordura imitarlas.    1355 
(Poniéndose el sombrero.)
Esto es decir que se cubra
usted. Vamos; ¿los amores
siguen bien? ¿Esa aventura
va viento en popa? Yo estaba
algo distraído en unas      1360
reflexiones, cuando usted
me la contó. Pero es mucha
la presteza con que va;
y el galanteo se anuncia
con tan próspero semblante,     1365
que aguardo buenas resultas. 
D. LEANDRO: Señor
don Liborio, ahora
el lance de aspecto muda;
que ha sucedido a mi amor
un gran revés de fortuna.     1370 
D. LIBORIO: ¿Cómo así? 
D. LEANDRO: La suerte adversa,
que siempre de amor se burla,
trajo al tutor de la niña
a Madrid. 
D. LIBORIO: ¡Qué desventura! 
D. LEANDRO: Y es lo peor que ha sabido     1375
la correspondencia oculta
de ambos. 
D. LIBORIO: ¿De dónde mil diablos? 
D. LEANDRO: No sé; la cosa es segura.     [380]
Esta mañana a las once,
que es la hora que ella acostumbra     1380
recibirme, me presento,
cuando, saliendo con furia,
el muchacho y la criada,
me gritan: es importuna
su visita de usted. Fuera;      1385
vaya a buscar aventuras;
y en los hocicos me dieron
con la puerta con gran bulla. 
D. LIBORIO: ¡Con la puerta en los hocicos! 
D. LEANDRO: En los hocicos. 
D. LIBORIO: Sin duda      1390
es mucho chasco. 
D. LEANDRO: Les quise
hablar por la cerradura
de la puerta; pero a todo
respondían: es tontuna,
no quiere el amo que usted      1395
entre en casa. 
D. LIBORIO: ¿Conque, en suma,
ellos no abrieron? 
D. LEANDRO: ¡Sí, abrir!
Para sacarme de dudas,
Isabel, desde el balcón,
me lo dijo en voz muy dura,    1400
y tirándome un guijarro. 
D. LIBORIO: ¿Un guijarro? 
D. LEANDRO: ¡Qué pregunta!
Guijarro, y de buen tamaño,
que, en pago de mis ternuras,
me tiró ella con su mano.      1405
D. LIBORIO: Mándole mala ventura,
amigo, a su amor de usted.
Digo, y, si usted se descuida,       [381]
le abre un palmo de cabeza. 
D. LEANDRO: En verdad me descoyunta*     1410     [descoyuntar: desencajar, desquiciar, agotar]
el hombre con su venida. 
D. LIBORIO: También a mí me da mucha
pena; sí, a fe de quien soy. 
D. LEANDRO: En pensarlo se me apura
la paciencia. 
D. LIBORIO: Pero creo      1415
que hallará usted compostura. 
D. LEANDRO: Veremos de
encontrar treta
que en su casa me introduzca,
sin que lo huela el celoso. 
D. LIBORIO: En eso no hay poner duda.    1420
Ello es que la niña quiere
a usted. 
D. LEANDRO: Es cosa segura. 
D. LIBORIO: Pues lo logrará. 
D. LEANDRO: Lo espero
así. 
D. LIBORIO: Lo que más le asusta
a usted es aquel maldito      1425
guijarro; pero se apura
sin motivo. 
D. LEANDRO: Eso es muy cierto.
Al punto la mano oculta
conocí de aquel vestiglo,
que en guarda de mi hermosura     1430
anda siempre vigilante. 
Pero la parte más chusca*          [chusco: chistoso, divertido]
de la historia es la que queda
por contar, y es una astucia
de la niña, que me deja     1435
atónito, y que yo nunca
de su inocencia aguardara.
Cierto es que el amor aguza     [382]
el ingenio del más topo;
la inteligencia más ruda     1440
la convierte en un instante
en lince; transforma y muda
al hombre en otro distinto,
y mudanzas absolutas
en un punto, cual si fuera
encanto, las ejecuta.       1445 

Hace pródigo al avaro;
al rústico sin cultura
hombre de buenos modales;
al cobarde, que se asusta
de todo, le infunde aliento;      1450
y a la simple vuelve astuta. 
El amor este milagro
ha obrado con la hermosura
de Isabel; porque, fingiendo
que me denuesta y me insulta,      1455
dijo, al tirarme la piedra,
alzando la voz: excusa
usted de hacerme visitas,
que su vista me importuna;
ahí lleva usted mi respuesta;      1460
y el guijarro, que le asusta
a usted tanto, me traía,
¿lo dirá usted? carta suya;
y tan apropiada al lance
en que se halla, y que se ajusta     1465
de modo a su situación,
que la mujer más aguda
y más discreta no hubiera
dictado mejor ninguna. 
Es mucho maestro amor;     1470
aquello que él no ejecuta,
nadie lo conseguirá.         [383]
¿Qué dice usted? ¿No es astuta
la invención para una niña
tan inocente y tan pura?     1475
¿Qué piensa usted de la esquela?
¿Le parece bien la astucia?
Y digo, ¿en esta comedia
el celoso qué figura
está haciendo? ¿No es verdad?     1480
Hable usted. 
D. LIBORIO: Sí; es cosa chusca. 
(D. LIBORIO se ríe de mala gana.) 
D. LEANDRO: No ríe usted lo bastante.
Mire usted que es brava burla.
El hombre, al ver que yo quiero
a la muchacha, se asusta,      1485
se atrinchera y fortifica
con guijarros, como en una
ciudadela amenazada
de asalto, y con mucha furia
a la gente de su casa      1490
toda contra mí la azuza;
mientras la niña inocente
de las máquinas que el usa
se vale para escribirme,
y con sus ardides frustra     1495
del celoso impertinente
la vigilancia importuna. 

Yo, no obstante que su vuelta
mis esperanzas destruya,
reviento de risa, amigo,     1500
al contemplar esta burla.
¡Pero usted está tan serio! 
D. LIBORIO: (Riéndose de mala gana.)
Perdone usted, que me gusta,
y me río cuanto puedo.      [384] 
D. LEANDRO: Pues no ha de haber cosa oculta      1505
entre los dos; conque así
quiero que de mi hermosura
oiga usted leer la carta.
No verá usted de una culta
el estilo; pero sí     1510
el candor y la ternura
de un amor casto, inocente;
bondad angélica; suma
inocencia, y del afecto
primero la impresión pura.       1515 
D. LIBORIO: (Aparte, bajo.) ¡Bribona! De eso te sirve
saber escribir. ¡Es mucha
maldad! Y eso que previne
que no te enseñaran nunca.
D. LEANDRO: (Leyendo.)
«Quisiera escribir a usted, y no sé cómo, ni por dónde empezar. Me vienen mil ideas,
que deseara que usted las supiera, y no sé cómo decírselas, ni me fío de mis palabras. Ahora
que empiezo a ver que me han dejado muy ignorante, me recelo de decir cosas que sean
malas, o que no sea bueno decirlas. Y, cierto, que no sé lo que usted me ha hecho; pero sí
que siento a par de muerte lo que me hacen que haga contra usted, y que será para mí de
mucho sentimiento el estar sin usted, y que quisiera ser suya. Acaso es malo decir esto;
pero yo no puedo menos de decirlo; y quisiera, si fuera posible, que no fuese malo
escribirlo. Me dicen continuamente que todos los mozos engañan, que no se les debe dar
oídos, y, que todo lo que usted dice es mentira; pero le aseguro a usted que todavía no me
he [385] podido figurar que no me trate usted verdad, y que sus palabras me agradan tanto,
que no me puedo persuadir a que sean falsas. Dígame usted la verdad sin rebozo, porque
como yo no tengo picardía, fuera mucha maldad si usted me engañara, y me parece que me
moriría de la pesadumbre.» 
D. LIBORIO: (Aparte.)
¡Perra! 
D. LEANDRO: ¿Qué tiene usted? 
D. LIBORIO: Nada.               1520
Es tos. 
D. LEANDRO: ¿Ve usted qué ternura
en la expresión? Es un pasmo
que una niña que así educan,
y en tanta sujeción tienen,
tan buen natural descubra.      1525 
Cierto que es una maldad,
que no merece disculpa,
haber dejado en tinieblas
de ignorancia tan oscura
inteligencia que luce      1530
tanto, así que amor la alumbra;
de amor es este prodigio;
y si la suerte me ayuda,
como yo lo espero, el bruto
que la tiene entre sus uñas,      1535
el pícaro, el majadero,
el infame, le asegura
mi... 
D. LIBORIO: Agur... 
D. LEANDRO: ¿Se va usted tan pronto? 
D. LIBORIO: Siento mucho que me ocurra
un asunto muy urgente.        1540 
D. LEANDRO: Quiere mi mala fortuna      [386]
que la tenga tan guardada,
que lo que más dificulta
la empresa es no poder verla. 
Dígame usted, ¿no barrunta*      1545        [barruntar: sospechar, prever, suponer]
algún medio de que yo
en la casa me introduzca?
Hablo con toda franqueza,
porque entre amigos hay mutua
obligación de servirse     1550
en casos tales; discurra
usted que mozo, criada,
en fin, todos se conjuran
contra mí, y por más esfuerzos
que haga, ninguno me escucha.     1555 
Tenía una buena vieja,
que me servía con mucha
fidelidad, y que, cierto,
era un portento de astucia,
de la madre Celestina     1560
traslado, y de calenturas
se murió habrá cuatro días. 
D. LIBORIO: Lo pensaré a mis anchuras.
Más bien a usted es factible
que algún medio se le ocurra.     1565 
D. LEANDRO: Pues adiós, hasta más ver...


Escena V
D. LIBORIO solo. 

¿Habrá alguien que tanto sufra,
y que no reviente? El hombre
toda mi paciencia apura.     [387] 
No sé cómo me contengo     1570
sin que él conozca la zurra*            [zurra: tunda, paliza]
que me está pegando; y, digo,
¿la bribona tiene astucias?
¿Quién diablos le enseñaría
tanta maldad? Y no hay duda,      1575
ella quiere al picaruelo,
y me aborrece, y se burla
de mí; ¡pues estamos buenos! 
Y lo que más me trabuca
los sentidos, y me pone      1580
en una mortal angustia,
es que la quiero de veras,
de suerte que quien usurpa
mi puesto en su corazón,
dos heridas me hace en una,      1585
en mi honor y en mi cariño... 
¡Con que un mocosuelo frustra
mi prudencia, y coge el fruto
de mi afán...! Mi más segura
venganza fuera dejarla      1590
arrastrar de quien la empuja
hacia su perdición; pero
fuera mucha desventura
perder la que tanto adoro. 
¿De qué sirven mis profundas     1595
meditaciones, si al cabo
de mis años me subyuga
una chicuela sin padres,
sin caudal, de baja cuna,
que desdeña mi cariño,     1600
que de mis penas se burla,
y olvida mis beneficios;
y, aunque nada se me encubra,
más la quiero cuanto más      [388]
aborrecerla procura      1605
mi pecho? ¡Ah loco! ¿No tienes
vergüenza de la censura
de los demás? Me daría
mil bofetadas por una. 
Entraré a ver con qué cara     1610
la bribona disimula
tan infame alevosía. 
Si contra mí se conjuran
los hados, y es signo mío
que hasta mi mollera cunda     1615
el mal de tantos maridos,
dame a lo menos, fortuna,
la resignación que sobra
a otros para que lo sufra.       [389] 

Acto cuarto
Escena I 
D. LIBORIO solo. 
No puedo parar; no sé      1620
qué hacerme, ni qué medidas
tomar; pierdo la cabeza. 
¿Qué haré para que las miras
del mancebito arrimón
queden frustradas? La niña,     1625
¡qué imperturbable descaro!,
no, no la turba mi vista;
y aunque ve que estoy sin mí,
mi presencia no la agita. 
Mientras más desasosiego      1630
tengo, ella está más tranquila
y más risueña; y con todo,
cuanto me enoja y me irrita
más la chica, me parece
más hermosa todavía.      1635 
Rabio, grito, me consumo,
y nunca la vi más linda;
nunca sus ojos más bellos
me han parecido que hoy día;
nunca estuve tan prendado.       1640 [390] 
Vaya, la cosa está vista:
si me la birla el mocoso
ha de costarme la vida. 
¿Pues qué? ¡Haberla yo criado,
tomando tan exquisitas      1645
precauciones, y con tanto
esmero, desde muy niña,
para casarme con ella,
cuando fuera grandecita;
trabajar, hace trece años,      1650
en prepararla a ser mía;
cifrar en una esperanza
tan halagüeña mi dicha;
y ahora, que sazonado
el fruto, ya a cogerle iba,      1655
vendrá el otro con sus manos
lavadas, porque a la chica
le ha petado su figura,
a dejarme frío! ¡Linda
cosa fuera, muy donosa!     1660 
No, amiguito, no en mis días.
O yo he de perder el nombre
que tengo, o todas sus miras
le han de salir al revés;
que no me ha de dar papilla,     1665
como a los niños que maman,
ni hacerme objeto de risa. 

Escena II
UN ESCRIBANO, D. LIBORIO
ESCRIBANO: Aquí está; a buena hora vengo.
Tenga usted muy buenos días.    [391]
A otorgar esa escritura,     1670
pues que corre tanta prisa,
soy venido. 
D. LIBORIO: (Sin ver al ESCRIBANO, y creyendo que está solo.)
¿Cómo haré? 
ESCRIBANO: ¿Qué hay que hacer? Se formaliza
conforme a derecho. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) Quiero
tomar muy bien mis medidas.      1675 
ESCRIBANO: Pues no se recele usted
que yo una cláusula escriba
que le perjudique. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) Importa
cerrar bien a la malicia
todos los portillos. 
ESCRIBANO: Basta      1680
que yo el asunto dirija.
La dote que ella llevare,
antes que usted la reciba,
antecede tasación,
que hacen personas peritas,     1685
que usted y la novia nombran;
y luego se formaliza
carta de pago y recibo. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) Si la gente se malicia
algo, en todas las tertulias     1690
seré el platillo de risa. 
ESCRIBANO: Nadie tiene que saberlo,
si los testigos que firman
son hombres de bien, y callan. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) ¿Y qué he de hacer con la niña,      1695
si me sucede un desmán? 
ESCRIBANO: Por una ley de Partidas,
de la cuarta marital
heredará, si no es rica.       [392] 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) El mucho amor que le tengo     1700
me saca de mis casillas. 
ESCRIBANO: Pues dotarla en ese caso. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.) No atino, por vida mía,
de qué modo he de tratarla. 
ESCRIBANO: Es disposición precisa      1705
de nuestras leyes de Toro,
que a la mujer en Castilla
la décima de sus bienes
el marido a dar se ciña,
cuando más; pero esta ley      1710
es muy fácil eludirla. 
D. LIBORIO: (Lo mismo.)
Sí... (Ve al ESCRIBANO, y se calla.) 
ESCRIBANO: Los bienes gananciales
a ambos cónyuges se aplican
por igual, y es ley sentada
en los reinos de Castilla.     1715
La donación propier nuptias... 
D. LIBORIO: ¿El qué? 
ESCRIBANO: Es cosa muy distinta.
El cónyuge, que a su esposa
la tiene en mucha valía,
puede otorgarle escritura      1720
de arras, y en ella se obliga
a darle de cuanto tiene
la décima; le da vistas,
esto es, joyas y preseas*          [preseas: alhajas, prendas]
que las leyes de Partidas        1725
denominan donadíos;
ni tampoco se le quita
la facultad de donarle,
Causa mortis, lo que elija,
y de un modo irrevocable...      1730
Parece que usted me mira...      [393] 
¿No hablo conforme a derecho?
¿O vengo a que aquí me digan
mi obligación de escribano? 
Pues, cierto, que no sabría     1735
ahora lo que es la dote,
la largueza esponsalicia,
los bienes antifernales. 
¿No sé que se comunican
los gananciales, constante       1740
matrimonio, acá en Castilla,
y que compete el dominio
al marido mientras viva? 
¿Ignoro que el usufructo
de los dotales se aplica     1745
a cargas del matrimonio?
Por eso los administra
el marido, mientras... 
D. LIBORIO: Dale.
¿Quién diablos a usted le quita
que lo sepa, ni a qué viene     1750
ahora esa tarabilla? 
ESCRIBANO: Usted, que está haciendo gestos,
como si fueran pamplinas
lo que digo. 
D. LIBORIO: Lleve el diablo
al hombre y su letanía.      1755
Agur; en estando solo
siga usted con su maldita
jerigonza hasta mañana. 
ESCRIBANO: ¿No me llamaron con prisa
a otorgar una
escritura?       1760 
D. LIBORIO: Sí; pero será otro día,
que han ocurrido otras cosas.
Pues trae el hombre bonita
conversación para el lance.       [394] 
ESCRIBANO: (Solo.) Él ha
de tener su pizca      1765
de loco, si no me engaño. 

Escena III
EL ESCRIBANO, COSME, BLASA.

 
ESCRIBANO: (Yendo hacia COSME y BLASA, que salen.)
¿No es cierto que me quería
hablar el amo? 
COSME: Seguro. 
ESCRIBANO: Pues cuidado que le digan
ustedes, así que venga,     1770
que es un sandio*, con manías     [sandio: imbécil, idiota]
de loco. 
BLASA: Se lo diremos
sin falta. 
COSME: Eso es cuenta mía. 

Escena IV
D. LIBORIO, COSME, BLASA. 
COSME: ¡Señor! 
D. LIBORIO: Venid acá, amigos
fieles, en quien se confían    1775
mis designios; ya me han dado
de cuanto os debo noticias. 
COSME: Dice el escribano... 
D. LIBORIO: Deja
que lo que quisiere diga;     [395]
y tratemos de otras cosas      1780
más urgentes. La malicia
quiere deshonrarme, y fuera
para vosotros mancilla
que vuestro amo sin honor
viviera; se mofaría       1785
todo el mundo de vosotros;
y así, como mi desdicha
cogiera a los dos, conviene
que siempre estéis a la mira,
y que el mocito no pueda...      1790 
BLASA: Toma; eso es cosa sabida;
lo mismo que el Padre nuestro. 
D. LIBORIO: Si os viene haciendo caricias,
no le escuchéis. 
COSME: Ni por pienso. 
BLASA: Pues a buen árbol se arrima.       1795 
D. LIBORIO: Si te dice; Cosme, amigo,
ten lástima, por tu vida,
de mi tormento. 
COSME: No quiero. 
D. LIBORIO: Bueno...
(A BLASA.) Querida Blasita;
tú, que tienes una cara     1800
tan bonitilla, tan linda... 
BLASA: Noramala*.         [noramala: en hora mala]
D. LIBORIO: Así va bien.
(A COSME.) Cuando algo, Cosme, te pida
más de aquello que Dios mande. 
COSME: ¡Picarón! 
D. LIBORIO: Bien, a fe mía.       1805
(A BLASA.) Blasa, mira que me muero,
si de mí no te lastimas. 
BLASA: ¡Desvergonzado, bribón! 
D. LIBORIO: ¡Qué bien dicho!      [396]
(A COSME.) Cosme, mira
que yo no quiero que nadie,      1810
sin que le pague, me sirva,
y que te he de premiar bien. 
Ahí tienes cuatro doblitas
adelantadas; y tú,
Blasa, esa friolerilla       1815
para feriarte un pañuelo. 
(Ambos alargan la mano, y toman el dinero.)
No penséis que se limita
mi gratitud a tan poco.
Lo que ahora solicitan
mis ansias es ver al ama.       1820 
BLASA: (Empujándole.)
Fuera de aquí. 
D. LIBORIO: Muy bien, hija. 
COSME: (Lo mismo.)
A la calle. 
D. LIBORIO: Bueno. 
BLASA: (Lo mismo.) Presto. 
D. LIBORIO: Basta: tenéis bien sabida
la lección. 
BLASA: Pues no; graciosa
condición gasta la niña.      1825
¿Está a su gusto de usted? 
D. LIBORIO: Menos el que se reciba
el dinero. 
BLASA: Es una cosa
que siempre se nos olvida. 
COSME: ¿Empezamos otra vez?     1830 
D. LIBORIO: No; ya no se necesita.
Éntrense ustedes en casa. 
COSME: Digo; si le parecía
a usted... 
D. LIBORIO: Ya he dicho que no.        [397]
Cuidado con que a la mira      1835
estéis; no quiero el dinero
que os he dado; mas de vista
nunca perdáis a Isabel,
ni dejéis entrar visitas. 
Escena V
D. LIBORIO solo. 

Para que no me la peguen,     1840
el sastre de más arriba
quiero traerme al portal;
y ella no saldrá ni a misa,
si no es conmigo; y en casa
no me han de entrar amiguitas,      1845
ni prenderas, ni mujeres
que vendan ricas basquiñas
de lance, buen chocolate
barato, o mantelería,
y con este achaque traigan      1850
del cortejo la esquelita. 
No; conmigo no hay emboque;
que tengo mucha malicia,
y he rodado por el mundo. 
Mancebitos, los del día,        1855
perro viejo todo es maulas;
conmigo no hay engañifas.          [398] 

Escena VI
D. LEANDRO, D. LIBORIO. 

D. LEANDRO ¡Cuánto celebro encontrarle
a usted! Es cosa de risa,
pero por poco me sale       1860
cara, la que en esta misma
hora acaba de pasarme. 
Me paré junto a la esquina,
cuando observo a su balcón
asomada Isabelita,       1865
que estaba tomando el fresco;
me hace una seña; se esquiva,
y me abre por el postigo;
mas no estaba todavía
en su aposento con ella,      1870
cuando el celoso con prisa
trepaba por la escalera. 
En una tan repentina
desgracia, lo que ocurrió
más presto a la pobre niña      1875
fue encerrarme en un armario. 
Desde allí yo no le vía,
pero le oía dar pasos
descompasados; las sillas
tirarlas, dar de patadas      1880
a un perrillo que le hacía
fiestas; dar grandes sollozos,
y romper hasta la china
que había en la rinconera
del retrete de la chica.      1885 
Sin duda que alguna cosa      [399]
ha averiguado este día
de la esquela de Isabel. 
Después de escena tan linda,
sin hablar una palabra,      1890
el gran bestia toma pipa,
y la muchacha asustada
me saca de mi garita,
y me manda que me vaya
al punto, por si volvía      1895
el don Marcos; pero tengo
esta propia noche cita
en su cuarto; cuando esté
ya la gente recogida,
he de dar cinco palmadas,      1900
que es la seña; Isabelita
abrirá el balcón, y yo
tengo escala prevenida,
y me subo a su aposento. 
Amigo, tanta alegría       1905
me tiene fuera de mí,
y rabiaba por decirla
a usted, que es tan buen amigo; 

porque no es cumplida dicha 
aquella que a los amigos
fieles no se comunica 


porque no es cumplida dicha
aquella que a los amigos     1910
fieles no se comunica. 
¿Qué tal? ¿Llevo en buen estado
mi amor? Pero estoy de prisa;
agur*, que quiero poner         [agur: adiós, chao]
al punto las cosas listas.         1915 [400]

Escena VII
D. LIBORIO solo. 

¡Que así el influjo maligno
de mi estrella me persiga,
que ni respirar me deje!
Entrambos* a dos se aplican             [entrambos: los dos, ambos]  
de tal manera a frustrar       1920
de la vigilancia mía
los conatos*, que es prodigio           [conato: intento, propósito]
que su intento no consigan. 
¡Así yo, en mi edad madura,
seré escarnio de una niña        1925
inocente, y de un rapaz
sin juïcio; yo que vía
desde el puerto los escollos,
donde otros maridos iban
a zozobrar, contemplando       1930
la causa de sus desdichas;
que veinte años he pensado
en ver cómo encontraría
mujer, con quien no tuvieran
los mozalbetes cabida;        1935
y que para conseguirlo
he tomado las medidas
más prudentes y acertadas! 
Parece que la maligna
suerte del linaje humano        1940
quiere que nadie se exima
de este fatal contratiempo;
pues que mi filosofía,
mi experiencia, mis profundas         [401]
meditaciones fallidas        1945
vienen a salirme todas. 
¡La senda que todos pisan
haberla dejado, y luego
cogerme la rueda misma
que a cuantos maridos andan       1950
por el mundo! No en mis días;
no has de salir con la tuya,
aunque te empeñes, maldita
estrella. No; en mi poder
la chica está todavía.      1955 
Si ese diablo de mozuelo
de su corazón me priva,
veremos si lo demás
mi vigilancia le quita. 
Esta noche, que él se piensa     1960
pasarla en su compañía
alegremente, será
más negra que él imagina. 
Por fin no es del todo malo,
que él mismo es el que me avisa      1965
del riesgo que me amenaza,
y que tanto desatina,
que los favores que alcanza
de su propio rival fía. 


Escena VIII

 D. LIBORIO: (Aparte.) Miren ustedes si sabe
discurrir con desparpajo      2465
la bobita. ¿Una doctora
respondiera más al caso? 

¡Ay, qué mal la conocía!
Sin duda alguna, en tratando
de estas cosas, una boba           2470
sabe más que un varón sabio... 
 
(A D.ª ISABELITA.):
Puesto que tan bien discurres,
¿te he mantenido con tanto
lujo, a fin que coja el fruto
otro de todos mis gastos?     2475

D.ª ISABELITA: No, que piensa resarcirlo
todo, hasta el último ochavo. 


D. LIBORIO: (Aparte.) Me vuela con sus respuestas.
(En voz alta.) Norabuena; ¿y los cuidados
que tu educación me cuesta,     2480
con qué, dime, ha de pagarlos? 

D.ª ISABELITA: Si vale decir verdad,
no pienso que sean tantos. 

D. LIBORIO: ¿Pues no te he dado enseñanza? 

D.ª ISABELITA: Cierto que ha sido un milagro,     2485
y que me puedo alabar
de lo que me han enseñado.
¿Piensa usted que, aunque tan niña,
en mi ignorancia no caigo?
Pues me da mucha vergüenza      2490
de que, teniendo mis años,
sé tan poco; y, si yo puedo,      [420]
pronto saldré de este estado. 

D. LIBORIO: ¡Hola! Quieres ser doctora,
y que te instruya Leandro?      2495 

D.ª ISABELITA: ¿Por qué no? Lo que yo sé,
si puedo decir que sé algo,
¿quién, sino él, me lo enseñó?
De suerte que en tantos años
menos a usted he debido        2500
que en tres días al muchacho.

D. LIBORIO: No sé cómo me contengo,
que no le pego un guantazo,
y de su maldita sorna
un bofetón bien vengado       2505
me deja. 

D.ª ISABELITA: Bien puede usted,
si satisface su agravio
con pegarme.

D. LIBORIO: (Aparte.) Esa mirada
y ese acento con mi enfado
acabaron ya, y mi amor        2510
se olvida de todo cuanto
me ofendió. ¡Maldito amor!
¿Puede darse mayor flaco
que el querer bien? Las mujeres
son animales livianos,      2515
frágiles, antojadizos;
sin cesar están fraguando
tretas para que los hombres
se den de veras al diablo;
en suma, son los peores       2520
entes que Dios ha criado,
y nos morimos por ellas,
y gobernar nos dejamos
por sus cabezas al aire. 


(A D.ª ISABELITA.):       [421]
Esto se acabó ya; hagamos        2525 
las paces; yo te perdono,
picarilla, los agravios
que me has hecho, y mi cariño
te vuelvo, como antes; tanto
te quiero; tú, Isabelita,        2530
también me querrás en pago.
¿No es así? 

D.ª ISABELITA: Con mucho gusto,
lo hiciera; pero es en vano
esforzarme, si no puedo. 

D. LIBORIO: Sí podrás, monilla, vamos;     2535
haz un esfuerzo. ¿No escuchas
este suspiro inflamado?
Mira qué tiernos que pongo
los ojos. ¿No ves qué guapo
que soy? Deja ese mocoso.     2540
Sin duda el bribón te ha dado
algún hechizo; verás
qué buena vida pasamos
en matrimonio los dos. 

Tendrás siempre barro a mano       2545 
para andar muy petimetra*,         [petimetra: presumida]
que es lo que te gusta tanto. 

No te reñiré jamás,
aunque me gastaras cuanto
caudal tengo; todo el día     2550
te estaré besuqueando
y haciendo mimos; por fin
verás que nunca regaño,
aunque tu conducta sea
tal... excuso hablar más claro.      2555 

(En voz baja, aparte.)
¡Hasta dónde una pasión
maldita puede arrastrarnos!      [422] 

(Recio.) Mi amor, en una palabra,
es tan grande, que me allano
a hacer cuanto tú quisieres.      2560
¿Quieres experimentarlo,
ingrata? ¿Quieres que llore?
¿Quieres ver cómo me arranco
el pelo, cómo me doy
de golpes, cómo me mato?     2565
Dime, crüel lo que quieres,
verás que al instante lo hago. 

D.ª ISABELITA: Todo lo que usted me dice
es gastar el tiempo en vano;
más hiciera solamente      2570 
con dos palabras Leandro.
 
D. LIBORIO: Esto ya pasa de raya;
pues me sigues provocando,
saldrás luego de Madrid;
en San Fernando te encajo;     2575
veremos si allí te olvidas
de ese guapito muchacho. 


Escena V
D. LIBORIO, D.ª ISABELITA, COSME. 


COSME: Señor, no sé cómo ha sido;
pero, a mi ver, se ha marchado
el ama con el difunto.       2580
Lo cierto es que faltan ambos. 

D. LIBORIO: Aquí está; llévala a casa,
y enciérramela en un cuarto.

(Aparte.) No la irá a buscar allí
el mocito acicalado;       2585 [423]
y luego antes de dos horas
otro albergue le preparo
más seguro.
 
(A COSME.): Echa la llave,
y mira bien que te encargo
que no la dejes ni un punto.       2590 

(Quedándose solo.)
Es muy factible que cuando
no le vea se le olvide
ese maldito Leandro.


Escena VI 
D. LEANDRO, D. LIBORIO. 


D. LEANDRO: ¡Ah, sin mí estoy de pesar!
Señor don Liborio, el hado        2595
me persigue; la beldad,
que con tantas veras amo,
me quieren quitar; mi padre
en este instante ha llegado
en posta, y viene a casarme,       2600
sin haberme dicho el trato,
con la hija de don Enrique,
aquel poderoso indiano
por quien antes pregunté
a usted. Cuál mi sobresalto        2605
puede ser, piénselo usted;
y, si en trance tan amargo
no encuentro quien me socorra,
ha de ser el postrer paso
de mi vida. Apenas supe      2610
de mi desdicha el amago,       [424]
cuando, sin poder valerme,
por poco me da un desmayo. 

En fin, oí que mi padre
estaba determinado        2615
a venir a ver a usted,
y le gané por la mano. 

Por Dios que no sepa nada,
del empeño en que yo me hallo,
y haga usted por disuadirle     2620
de estas bodas, pues que tanto
influjo tiene con él. 

D. LIBORIO: Ya entiendo. 

D. LEANDRO: Si ahora alcanzo
que se dilaten, me basta. 
Después... 

D. LIBORIO: Pierda usted cuidado.      2625 

D. LEANDRO: Toda mi esperanza tengo
en usted. 

D. LIBORIO: Ya. 

D. LEANDRO: En este caso,
como de un padre, me fío
de usted... Pero ya han llegado. 
Apártese aquí conmigo,      2630
y óigame a solas un rato. 

Escena VII
D. ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONI
O, D. LEANDRO, D. LIBORIO. 

(D. LEANDRO y D. LIBORIO se retiran a una
esquina del tablado, y hablan aparte.) 

D. ENRIQUE: (A D. ANTONIO.)
Al punto que le hube visto       [425]
a usted, dije que era hermano
de mi difunta mujer,
que se le parece tanto,      2635
que no vi en toda mi vida
otro tan cabal retrato,

¡Cuánto siento que la muerte
me la hubiera arrebatado,
cuando ya estaban las cosas     2640
dispuestas para embarcarnos,
y cuando el hado, que siempre
le había sido contrario,
le permitía volver
sin temor al suelo patrio,       2645 
y en el seno de los suyos
hallar alivio a sus largos
afanes! Pero el destino
fue con nosotros escaso
de tanta dicha; y así      2650
sólo resta consolarnos
de su dolorosa falta
con la niña que ha dejado;
y aunque yo deba tener
a dicha que dé su mano     2655
al hijo de tal amigo,
como es el señor don Pablo,
si usted no aprueba este enlace,
no se dará en él más paso, 

D. ANTONIO: Fuera dar muestras de loco     2660
repugnar a lo que tanto
aprecio merece. 

D. LIBORIO: (Aparte a D. LEANDRO.) Sí;
yo lo compondré. 

D. LEANDRO: (Aparte a D. LIBORIO.) Cuidado
con... 

D. LIBORIO: (A D. LEANDRO, aparte.) Nada recele usted. [426] 
 
(D. LIBORIO deja a D. LEANDRO para dar un abrazo a D. PABLO.) 
 
D. PABLO: (A D. LIBORIO.) ¡Con
cuánto gusto le abrazo      2665
a usted! 

D. LIBORIO: No es menor mi gozo. 

D. PABLO: Vengo... 

D. LIBORIO: Ya me han informado
de todo. 

D. PABLO: ¡Ya usted lo sabe! 

D. LIBORIO: Sí. 

D. PABLO: Me alegro. 

D. LIBORIO: Don Leandro
a estas bodas se resiste,        2670
y en secreto me ha rogado
que le disuadiera de ellas
a usted; pero yo, al contrario,
soy de dictamen que deben
acelerarse, y que el caso       2675
exige imperiosamente
que usted, sin darle más plazo,
a su hijo case al momento,
que es perder a los muchachos
tolerar sus desvaríos.      2680

D. LEANDRO: (Aparte.)
¡Bribón! 

D. ANTONIO: Si él a dar la mano 
a mi sobrina repugna,
no me parece acertado
apremiarle; y como yo
piensa sin duda mi hermano.       2685

D. LIBORIO: ¿Quiere usted que le gobierne
su hijo? Pues no fuera malo
que dispusiera el mocito,
y obedeciera el anciano;
sería el mundo al revés.       2690 [427]
No, compadre, no; don Pablo
es amigo íntimo mío;
hace ya que nos tratamos
muchos años, y su honor
me interesa acaso tanto        2695
como el mío; no se diga
que a su palabra ha faltado,
porque es su hijo un calavera,
y él no tuvo en este caso
la suficiente entereza.       2700 

D. PABLO: Bien dicho; no hay que dudarlo;
yo haré que mi hijo obedezca, 
sea por fuerza o de grado. 

D. ANTONIO: (A D. LIBORIO.)
No sé por qué en este asunto
toma usted cartas con tanto     2705
calor, no siendo pariente. 

D. LIBORIO: Yo me entiendo. 

D. PABLO: Sí; estimamos,
señor don Liborio...

D. ANTONIO: No
quiere ser así llamado.
Vizconde del Atochal        2710
se titula. 

D. LIBORIO: No hace al caso. 

D. LEANDRO: (Aparte.)
¡Qué escucho! 

D. LIBORIO: (A D. LEANDRO.) Sí, amigo mío;
de esa manera me llamo,
¿qué quería usted que hiciera? 

D. LEANDRO: (Aparte.) Vaya, está echado mi fallo.       2715 [428] 

 
Escena VIII
D. ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONIO,
D. LEANDRO, D. LIBORIO, BLASA.

BLASA: Señor, si no acude usted,
se escapará de las manos
Isabel, sin ser posible
retenerla, que ya un salto
quiso dar por el balcón.    2720

D. LIBORIO: Que venga aquí. (Se va BLASA.) 

(A D. LEANDRO.) Yo me marcho
al lugar con ella al punto.
Amigo mío; en su caso
no hay más que tener paciencia,
y acordarse del adagio,       2725
que hasta el fin nadie es dichoso. 
 
D. LEANDRO: (Aparte.) ¿Hay
hombre más desdichado?
Y todo por culpa mía. 

D. LIBORIO: (A D. PABLO.)
Lo que hay que hacer es casarlos
cuanto antes; y mire usted        2730
que soy de los convidados
a la boda.

D. PABLO: En eso estoy. 


Escena IX

 
D.ª ISABELITA, D. PABLO, D. ENRIQUE, D.
ANTONIO, D. LIBORIO, D. LEANDRO,
COSME, BLASA. 

D. LIBORIO: (A D.ª ISABELITA.)
Venga aquí usted, niña, vamos.     [429]
¿Conque si no la detienen,
se echa del balcón abajo?     2735
Aquí está su queridito.
Dígale adiós, que va largo
el que le vea otra vez. 

(A D. LEANDRO.)
¿Cómo ha de ser? Es mal trago;
pero en amor hay sus quiebras,       2740
y a veces lo que pensamos
suele salir al revés. 

D.ª ISABELITA: ¿Qué, me abandona Leandro? 

D. LEANDRO: Estoy mortal; este día
será de mi vida el plazo.       2745 

D. LIBORIO: Vamos, vamos, parlanchina. 

D.ª ISABELITA: No me he de mover un paso. 

D. PABLO: ¿Qué significa esta bulla?
En ayunas nos quedamos
todos. 

D. LIBORIO: No es nada; otro día       2750  
lo explicaré más despacio.
Hasta más ver. 

D. PABLO: ¿Dónde va
usted? Espérese un rato. 

D. LIBORIO: Haga usted el matrimonio
que le tengo aconsejado,       2755
de su hijo, aunque él lo repugne. 

D. PABLO: Sí, señor; en eso estamos.
¿Pero los que de estas bodas
habían a usted hablado,
no le dijeron también      2760
que la novia, de que estamos
tratando, la tiene usted
en su casa ha muchos años;
que es la hija de don Enrique,
que de secreto contrajo         2765 [430]
matrimonio con la hermana
de don Antonio? ¿Qué extraño
viaje es ese? 

D. ANTONIO: Por cierto,
compadre, que es usted raro. 

D. LIBORIO: ¡Qué...! 

D. ANTONIO: Don Enrique y mi hermana        2770 
de secreto se casaron,
y tuvieron esta niña,
que a la familia ocultaron. 

D. PABLO: Y en un lugar se crió
con un apellido falso.      2775 

D. ANTONIO: Por calumnias a salir
de España se vio obligado. 

D. PABLO: Y se marchó a Guatemala,
con mil peligros lidiando. 

D. ANTONIO: Donde hizo mucho caudal,     2780
y ha vuelto a su patria ufano. 

D. PABLO: Y ha buscado a la aldeana,
que de su hija se hizo cargo. 

D. ANTONIO: Que dice que se la dio
a usted hace muchos años.       2785 

D. PABLO: Y que usted por caridad
a la niña la ha criado. 

D. ANTONIO: Y él, lleno el
pecho de gozo,
la mujer a Madrid trajo. 

D. PABLO: Que vendrá luego al instante     2790
a ponerlo todo en claro. 

D. ANTONIO: (A D. LIBORIO.) Yo sospecho lo que tiene
a usted tan atosigado.
Pero dé gracias al cielo.
Si piensa que es mal tamaño      2795 
ser marido, y consentido,
el remedio está en su mano. 

No se case el que no quiera      [431]
ser clïente de San Marcos. 

D. LIBORIO: (Se va, fuera de sí,
y sin poder articular palabra.)
¡Bú! 


Escena X
D. ENRIQUE, D. PABLO, D. ANTONI
O, D.ª ISABELITA, D. LEANDRO. 
 

D. PABLO: ¿Por qué se va furioso?     2800

D. LEANDRO: ¡Padre! ¡Qué feliz acaso!
Las bodas que usted trataba,
las había de antemano
concluido ya el amor,
y nos habíamos dado      2805
Isabel y yo de ser
esposos palabra y mano. 

Por ella me resistía
a dar cumplimiento al trato
hecho ya con don Enrique.       2810 


La fortuna lo ha guiado
mejor.

D. ENRIQUE: Luego que la vi,
impulsos me estaban dando,
sin poderme contener,
de darle dos mil abrazos.      2815

¡Hija de mi corazón! 

D. ANTONIO:
Este no es lugar, hermano,
para hacer esos extremos.
Bien cerca de casa estamos. 

monos, que allí podremos     2820
sin escándalo abrazarnos      [432]
todos, y daremos gracias
a don Liborio de cuanto
hizo por Isabelita,
desde sus más tiernos años.       2825


FIN




El telón nunca se cierra completamente




Mis notas, lecturas, links, sitios de interés


- Leer el libro:
 http://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=8147_7792_1_1_8147



- Biblioteca Virtual Universal:
http://www.biblioteca.org.ar/libros/92579.pdf


- Adaptación de la obra para la comunidad educativa, Comunidad de Madrid:
http://intercambia.educalab.es/wp-content/uploads/2015/09/LA-ESCUELA-DE-LAS-MUJERES.pdf


- Molière, biografía:
 http://www.ciudadseva.com/textos/estudios/moliere/Molie01.htm


- El feminismo ambiguo de Molière, Javier del Prado Viezma, Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filología Francesa:
 http://revistas.ucm.es/index.php/THEL/article/viewFile/THEL0808110123A/33155


- Critique, L´école des femmes, théâtre:
http://fr.canoe.ca/divertissement/arts-scene/critiques/2011/10/12/18812836-jdm.html
 







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